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07

❝ la linda voz de Castiel ❞


                        LOLA SE CRUZÓ de brazos al ver cómo Sam se levantaba con disimulo para ir a la puerta pero dio un respingo cuando vio a Lucifer de pie frente a esta. Dean dormía, exhausto.

—¿a donde te pensas que vas, salamin? —Lucifer preguntó y Sam la chito.

—A matar a los demonios del bar. —Lola le dijo, acercándose y demostrando que no estaba dormida. Sam se quejó en voz baja. —¿en serio pensaste que ibas a poder escaparte de nosotras?

—tenía que probarlo...

—llevas cuatro meses probando —Lucifer lo pellizco. —si vas, vas con una de nosotras.

—¿y que van a hacer? ¿Preguntarle al demonio si sabe quien es la bomba tucumana? —ironizó y Lucifer río mientras Lola blanqueaba los ojos.

—¿sabrán?

—no, no saben —Lola le dijo, dándoles la llave del impala. —Vayan, yo cuido a Dean. Aprovechen a... ya saben.

Ambos asintieron y salieron, con Lucifer diciendo que quería conducir y Sam negándose rotundamente o volverían a chocar. Esa vez Lola arregló el auto, pero con Dean vivo, Lucifer acabaría en su universo de la patada que el Winchester mayor le daría.

Lola giró sobre sus tobillos, mirando a Dean sentado en la cama con una revista sobre su regazo. Se veía tan cansado. Sonrió cortamente, acercándose. Sus labios entreabiertos dejaba escapar su aliento. Con duda, estiró su mano para quitarle la revista y la dejó a un costado.

Iba a acomodarlo para que duerma mejor, pero la televisión se encendió y volteó confundida. Solo sonaba la estática, blanco y negro. Fue directo a apagarla, cosa que no funcionó. Se giró para ver el cable y notó que ni siquiera estaba enchufada. Tragó saliva preocupada, girándose cuando la radio también se encendió.

—¿qué...? —murmuro confundida.

Se giró a ver a Dean, sin tener que llamarlo asustada cuando vio como él abría sus ojos por el bajo sonido que los molestaba. Se quejó, llevando una mano a refregar sus ojos y miró somnoliento a la pelirroja.

—¿Lo? —susurró confundido y ella se aclaró la garganta.

—no soy yo. Te lo juro.

Dean frunció sus cejas, hasta que notó en la oscuridad que no había nadie más allí. Rápidamente giró sobre la cama y tomó el arma que estaba a un lado, poniéndose de pie a un lado de Lola.

—¿donde están los otros dos? —Estiró su mano y la tomó rápidamente, poniéndose detrás suya.

—no sé. —mintió rápidamente —se escapan aveces. —miró a los lados —no hay nadie más y... no recuerdo que es lo qué pasa.

Maldecía que, poco a poco, luego de tanto tiempo allí varada y sin haber visto la serie, se estaba olvidando. Sumando que hacía rato que no veía esa temporada. Suspiró temblorosamente, pegándose más a Dean que apuntaba a la puerta. Trataba de hacer memoria.

Sucedía lo de Pamela, los demonios asustados, Sam metiendo la pata con Ruby, cosa que iban a evitar haciendo que lleve a Lucifer con él... y luego...

—Castiel. —susurró involuntariamente, cerca del oído de Dean que se giró a verla.

El sonido aumentó hasta provocar un ruido agudo y ensordecedor que los obligó a tapar sus oídos, taladrador como mil martillos contra su cabeza. Comenzaron a retorcerse, y el espejo en el techo se quebró por las ondas del sonido. Lola no tardó en gritar, cayendo de rodillas, Dean ni siquiera podía ayudarla, terminó cediendo al mismo dolor al compás de que los vidrios de las ventanas estallaban en miles de pedazos, saltando hacia ellos. El espejo del techo comenzó a quebrarse y caer, Lola alzó su mirada distorsionada, notando lo mismo y sintió cómo Dean la empujaba hasta caer al suelo a un costado, antes de que aquellos grandes cristales se revienten sobre sus cabezas.

Sentía que estaba teniendo la muerte más lenta y dolorosa. Miró asustada a Dean que estaba igual de aterrado que ella, hasta que la puerta se abrió y por allí entró Bobby, que fue trastabillando hacia ellos para sacarlos.

                       SOLTÓ UN quejido de dolor cuando Dean sacó el pequeño cristal de su mejilla.

—lo siento. —murmuró apenado, viendo el corte que ella tenía en su pómulo. —el movimiento del auto no ayuda.

—esta bien. —negó evitando verlo.

Estaba muy cerca de ella. Sentados en la camioneta de Bobby, los tres adelante, con Dean en medio. Sus manos volvieron a rozar su piel para sacar el ultimo pedazo cristalino incrustado en su brazo, era el más grande hasta el momento, pero no lo suficiente. Miró con cuidado a Lola que asintió, permitiendo que lo saque de un tirón que la hizo llevar su mano rápido a su pierna para apretarla.

—Ya está. —informó, antes de vendarlo. Miró de soslayo la mano de la pelirroja y ella la sacó al instante. Tragando saliva.

—¿cómo están, hijos? —Bobby les preguntó.

—me siguen zumbando los oídos... —terminó de ayudar a Lola que miraba la carretera. —dijiste que fue Castiel ¿no? —ella asintió, volteando a verlo —¿sabes cómo invocarlo?

—No hablas en serio. —Bobby lo detuvo.

—hablo en serio, llegó la hora, amigo.

—¡pero no sabemos que es... puede ser un demonio!

—por eso estaremos listos. —sacó el cuchillo demoniaco de Ruby de su bota —tenemos el cuchillo mágico. Tu tienes un arsenal en el auto.

—es una mala idea.

—Bobby, sea lo que sea que quiera, anda atrás de mi —Dean insistió. Lola asintió, técnicamente tenía razón. —eso lo sabemos. No me puedo esconder. Puede atraparme desprevenido o puedo hacerle frente ¿tu que dices, colorada?

—Uhm...

—sin mentir. —Dean aclaró. —no me interesa si ellos no te presionan para que digas lo que va a pasar en nuestras vidas. Dime si estás de mi lado o si por alguna extraña razón no, y debes explicar el por qué no.

Se giró a verlo, comenzando a morder sus uñas mientras pensaba. Sabía que no habría muertos y tendrían la respuesta que querían.

—Esta bien, supongo. —susurró, muy a su pesar —Bobby ¿trajiste el termo?

—¿el qué?

—con agua caliente y lista. Esta el mate en la guantera.

                      LOLA LE pasó el mate a Bobby que silbaba, viendo todas las paredes grafiteadas con runas que ella sabía que no funcionarían. Dean estaba sentado al otro lado, jugando con su cuchillo.

—¿hiciste el ritual correcto? —se impacientó ya que estaban comenzando a aburrirse. Bobby lo miró a punto de sorber el mate, con clara mueca de "¿vos que pensas?" —lo siento, no seas quisquilloso.

Él bebió y se lo devolvió a Lola que suspiró antes de servir más, iba a ofrecerle a Dean pero escucharon un ruido afuera. Se pusieron de pie al instante, las chapas del techo se agitaban violentamente y las luces empezaron a parpadear.

—Ay, Dios... ya viene. —susurró preocupada, pero luego bebió y el ruido del mate hizo que la miren. —¿qué? Puede ser el último mate que tome antes de morir. Es importante.

Los focos comenzaron a soltar chispas y se agacharon por reflejo, Lola comenzó a sentir su ritmo cardiaco aumentar y miró las puertas del granero abrirse solas.

—ay, no... digo, si... digo no sé —se abrazó al termo y el mate, escondida detrás de ambos hombres. —ya llegó.

Primero se introdujo su sombra y luego entró él. Bobby y Dean alzaron sus armas, apuntando a la figura masculina que iba caminando con tranquilidad hacia ellos. A penas se lo veía por las chispas que no paraban de salir de las lámparas.

Castiel entró al granero y Lola aflojó su agarre en lo que llevaba, dejando caer la yerba y el agua caliente al suelo. Dean y Bobby, hombro a hombro, comenzaron a dispararle y eso ni siquiera le provocaba cosquillas. Solo avanzaba.

Se paró delante de ellos, luciendo su típico traje con el saco beige encima. Lola quedó sin aliento al ver, al fin, no solo a un ángel, sino al mismísimo ángel Castiel.

Dean tomó su cuchillo y miró cauteloso a Castiel.

—¿quién eres? —murmuró cundo se detuvo frente a él.

—yo fui el que te tomó y te sacó de la perdición.

—¿Si? Gracias por eso. —Su falso agradecimiento provocó una sutil sonrisa en Castiel que se endureció en cuanto Dean se lanzó y le clavó el cuchillo en él corazon.

Desde esa distancia, la pelirroja pudo ver como él apretaba la mandíbula, marcando las venas de su cuello. Castiel bajo la vista al cuchillo y luego miró de nuevo a Dean que retrocedió, atónito. El angel se quitó lentamente el cuchillo y lo dejó caer como si nada delante de él.

Y antes de que Bobby lo golpee con un fierro por la espalda, sin verlo, estiró su mano y lo tomó, deteniéndolo sin esfuerzo. Se giró, plantándose frente a él e inclinando su mano sobre su frente, con sus dos dedos, lo puso a dormir. Lo miró caer al suelo e inclinó su cabeza de lado. Sin mover un solo músculo, dirigió sus ojos a Lola que soltó un último aliento.

—Juro que a mi no me molesta que estés acá —susurró viendo cómo Castiel avanzaba hacia ella. Cada paso que él daba, ella retrocedió —sé que no te podemos matar con nada de lo qué hay ¡y que no sos malo! —chillo hasta pegarse a la pared, él siguió. —SoselangelCastielyvinisteahablarbienconDean. Nomedesmayes.

Lo dijo tan rapido que a penas la entendió. Castiel frenó a escasos centímetros, casi su pecho rozando con el suyo. Lola respiraba agitada, mientras Dean los veía, preocupado por lo que le pueda hacer a la chica.

—no eres de aquí... —dijo en un tono bajo, su aliento cálido llegó a ella que asintió rápido.

—no... —susurró en un hilo de voz. Intimidada. —Y juro que no me meteré, no son mis asuntos... —miró a un lado y notó el mate que se le había caído —ay, no... se me abolló el termo. —abultó su labio inferior y Castiel siguió su mirada.

Castiel pareció percibir que no era amenaza alguna y retrocedió, logrando que ella suspire temblorosamente y camine hasta limpiar la yerba. Dean se apresuró a ver que Bobby estuviera bien, notando que el ángel no parecía dispuesto a seguir peleando.

Castiel caminó hasta ojear unos libros que había allí, sin preocuparse en los dos despiertos. Lola junto lo que se le cayó y lo puso sobre la mesa, viendo de soslayo a Castiel que se giró a verla, fijamente.

—¿eres de otro universo? —preguntó firmemente. —siento la lejanía de tu alma. Es más fuerte. Ajena.

—si, vos... —tragó saliva y lo miró con una pizca de curiosidad brillando en sus ojos —¿sabes si podes... regresarme a mi y a mi amiga?

—no tengo la fuerza para eso. —negó volteando a ver el libro otra vez.

Lola miró desalentada el libro. Genial. Ni siquiera Castiel podría devolverla a donde pertenecía. Ya definitivamente no tenía esperanza alguna.

—tu amigo está vivo. —le dijo a Dean.

—¿Quien eres? —cuestionó enojado

—Castiel.

—eso ya lo supuse, pero ¿qué eres? —reformuló, el castaño alzó la mirada. Dirigiendo sus orbes al desconfiado cazador.

La tensión en el aire podía cortarse con un alfiler. Castiel le daba casi la espalda a Lola, que admiraba lo derecho que era. Su cabello castaño despeinado y su carencia de emociones.

—soy un ángel del señor.

Su voz aterciopelada le envió un escalofrío a Lola en cuanto escuchó eso. Sin poder caer en cuenta que verdaderamente tenía al ángel allí. A uno de los hijos del máximo creador. Pudo ver de soslayo a Dean levantarse suspicaz de donde estaba.

—eso no lo creo. —observó a Lola que solo veía a Castiel —no existe.

—ese es tu problema, Dean. —dio cortos pasos hasta estar en una línea recta a él. Viéndolo fijamente, sin titubear. —no tienes fé.

Lola se limpió las manos, sintiendo el cosquilleo en ellas. Caminó lentamente hacia Dean, queriendo evitar cualquier movimiento impulsivo e idiota que él tuviese, mas, al estar a su lado, sonaron truenos y relámpagos, ambos volteando a ver a Castiel cuando las luces parpadeantes del cielo iluminaron la habitación. Mostrando detrás de él, la sombra de enormes alas pegarse a la pared.

Lola se pegó involuntariamente a Dean que tomó su mano por impulso. Apretándola fuertemente. Los dos viendo a Castiel que no aparto la intensa mirada que poseía.

—vaya ángel que eres. —ironizó Dean. —quemaste los ojos de esa pobre mujer. —al segundo, Castiel agachó la mirada.

—no fue su culpa. —Lola susurró y Dean la observó.

—¿lo sabías, verdad? —siseo molesto y ella lo demostró en su expresión, la culpabilidad. Dean soltó su mano y ella se tragó sus palabras.

—le advertí que no viera mi forma real —Castiel objeto, dando unos cortos pasos —eso puede ser... abrumador para los humanos. Igual que mi voz real... pero ustedes ya saben eso.

—¿hablas de la gasolinera y el motel? —Dean obvió —ah, ¿era tu voz? —Castiel asintió inocentemente —la próxima vez baja el volumen. —él aplanó los labios.

—no te ofendas, es que es... un poquito aguda. —secundó Lola. —casi nos revienta el tímpano. —sonrió incómoda y Castiel la miró.

—fue un error. Lo admito. —se disculpó. Lola notaba que él parecía tener cierto aire de superioridad —ciertas personas especiales perciben mi aspecto real. —volteó a ver a Dean —Creí que eras una de ellas. Me equivoqué.

—ajá ¿y cuál es tu aspecto ahora, eh? ¿La de un Santo Contador? —miró sus apariencia.

—esto... esto es un vehículo. —Señaló su ropa con balas y rasguñada.

—¿estás poseyendo a un pobre tipo? —se enojó notablemente.

—era un hombre devoto, rezó por esto.

—¿sabes qué? No te creo lo que dices ¿quién eres en realidad?

—che, hey —Lola río nerviosamente al ver cómo Castiel inclinaba su cabeza de lado, desafiante y viendo incrédulo a Dean —no enojes al ángel ¿si! Sino no vas a soñar con los angelitos por la noche. —siseo paranoica.

—¿y por qué un ángel me rescató del infierno?

—las cosas buenas pasan, Dean. —Castiel se acercó más a ellos. Él se quedó callado, respirando enojado.

—no en mi experiencia.

—¿qué te pasa? —a esa escasa distancia, Castiel frunció sus cejas. Viendo con ojos entrecerrados al cazador, desentendido. —¿a caso crees que no merecías ser salvado?

—si lo merecía —Lola dijo firmemente. Dean no pudo mirarla. —lo que él se pregunta es por qué a él y no al resto. —cosa que ella ya sabía. —pero déjame adivinar, planes divinos del señor.

—Dios me lo ordenó. —asintió mirando ahora a la menor.

Una orden directa del señor sonaba tan espeluznante que los hizo sentir que incluso el frío salió huyendo de la habitación.

—tenemos trabajo para ti, Dean.

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