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04

❝ adaptarse ❞

                       OBSERVÓ LAS enormes camisas de Sam, pensando en cual usar ese día. No tenía ropa. No tenía absolutamente nada. Lo único que tenía fue lo que llevo el mismo día que cayó allí y luego se quedó sin. No pensaba quedarse tanto tiempo como para comprarse ropa, pero tal vez si lo necesitaría. Se colocó la roja y la ató con un nudo. Saliendo del cuarto de invitados de casa de Bobby.

—¿no salió aún?

Llegó a la mesa, donde Bobby le dejó una taza de té. Sam marcaba en un mapa el lugar al que irían para buscar respuestas sobre el cambio de universo de una forma sobrenatural y no científica.

—buenos días, corazones. —dijo tomando su té y haciéndose tostadas —¿y Lu?

—eso acabo de preguntar. —Bobby se sentó a su lado. —parece que sigue abajo. Ya lleva tres dias en el cuarto de pánico. A penas y sale para ir al baño. Yo no soy mula para llevarle la comida. Ni camello para estar llevándole yerba. —señaló los paquetes detrás, para el mate.

—que no es marihuana... es un tipo de té —Lola río —pero si. Ya debería salir o va a pudrirse ahí adentro y no la quiero mas loca de lo que está. —tomó el periódico de Bobby. —¿es de hoy?

Él asintió y Lola miró la fecha. Estaban en junio. Cinco. Tragó saliva, esa era la fecha del cumpleaños de su sobrina. La hija de su hermana mayor. Luego miró el año, claro, era dos mil ocho. Ni siquiera había nacido... y si ella existía allí, tendría dos años.

Comenzó a morder sus uñas, pensando en su deberían buscar la forma de llegar a Argentina. Aún que dudaba que fuese lo correcto. Tal vez ir al cementerio, pero para ese entonces, no sabía si los espíritus de las niñas estarían allí.

—¿qué sucede? —Sam la miró, levemente preocupado.

Lola se levantó de un salto, tomando un rápido sorbo de su té y una tostada que se metió de un mordisco a la boca. Yendo escaleras abajo, al sótano donde Lucifer estaba acostada, en el suelo, mirando el ducto de ventilación, y replanteando hasta sus más oscuros pecados.

—che, cara de rana —Lola se asomó por los barrotes. Escuchando un "Uhm" de su amiga. —¿sabes quiénes eran las dos nenas que casi nos mandan con Judas?

—Sofia y Luana... —le dijo volteando a verla —eran dos niñas de doce y once años que iban a la escuela Santa Maria. Murieron en el accidente de Zanjitas. Un tren impacto contra su colectivo donde iban más niñas y maestras. ¿Por qué?

Lola trató de hacer memoria, pero ni eso. Sabía que el accidente, uno de los más reconocidos, de San Luis había sido después del dos mil ocho. Unos cuantos años después. Ni siquiera tenía suerte con eso.

—sabías quienes eran las nenas... y lo que les pasó. —afirmó más para sí misma. Lucifer asintió, sonriendo cortamente, orgullosa de saberlo —¿y aún así me hiciste ir a ese cementerio choto? —borró su sonrisa al ver su cara enojada.

—¡no pensé que fuera real! —se sentó en el piso, viéndola rodar los ojos detrás de los barrotes —En el cementerio las enterraron solo a ellas dos, las demás en el jardín del recuerdo. Se decía que se ve a las dos jugar en el cementerio en la noche, se escuchan risas y algunos gritos de "Ahi viene el tren" "el conductor nos dejó" o "Vinieron por nosotras".

—agradece que esta jaula no es solo anti demonios porque la puerta es tan pesada que mis brazos de fideo no la pueden abrir, porque sino, entro y te mato. —la amenazo, suspirando —ósea que ir al cementerio no nos va a ayudar en nada.

—¿vamos a ir a casa? —se levantó de un salto.

—No. Sam buscó regristros de nuestras familias en internet. No hay nada. —se quejó, sintiendo una pequeña opresión en el pecho. —y si lo hubiera, yo no quiero ir. Pero vos tenes que salir de acá, vamos a conseguir ropa y respuestas.

—mañana se cumple una semana desde que estamos acá ¿en serio te pensas que vamos a salir? —Lucifer se burló —no. Déjame acá. Prefiero morir lentamente o caer en la locura.

Lola bufó. No podía creer que ella se mataba por buscar la forma de volver y Lucifer se había rendido. No a quedarse, sino a morirse. Sabía que solo debía darle tiempo y se uniría a la investigación cuando se aburra de esperar a la muerte. Así que subió las escaleras de vuelta.

—¿qué sucedió? —Bobby cuestionó cuando le devolvió el diario.

—pocas esperanzas que se esfumaron como heteros en cana. —susurró abatida. —y no quiere salir. Está esperando a que se la coman las ratas o las cucarachas.

—¿no hay nada que la haga salir? —cuando Sam preguntó, Lola lo miró.

Cuando una joven veía una serie, tendía a enamorarse de alguno de los personajes por más cuestionable que sea. Comenzó a sonreír como el gato de Alicia, sabiendo que, así como ella estaba enamorada de Dean, Lucifer lo estaba de Sam.

—Bueno... vos si podes hacerla salir. Ofrécele chocolate y, si no quiere, anda dejando un rastro de barras escaleras arriba y los va a perseguir como pajarito a las migas de pan. —Se encogió de hombros —yo mientras voy a arreglar el auto de Dean.

—¿por qué tengo que hacerlo yo? Tu eres su amiga. —Sam la miró salir.

—Porque yo no soy hombre de dos metros con sonrisa de gato chamuyero que la va a mandar a terapia. —salió de la casa. Sam volteó a ver confundido a Bobby.

—¿le entendiste?

—no.

                         LOLA ESTABA metida debajo del auto, sus manos engrasadas estaban pegajosas y tenía manchas por su rostro. Podía escuchar las mil lecciones de su hermano mellizo, sobre qué debía tratar a un auto con tanto amor como se trataba a una mujer. Sabiendo que lo hacía a escondidas de su papá, ya que él no lo prohibía, pero tampoco lo consentía. Simplemente no le agradaba la idea de que mujeres estén al volante.

Una pequeña fuga de aceite logró que comience a gotear la mejilla de Lola que arrugó el rostro. Habiéndolo visto venir, ya que quería arreglar la rotura del cárter de aceite. Ya había arreglado las abolladuras y faltaba cambiar los vidrios, pero notó que Dean, a pesar de mimar tanto su auto, se olvidaba que era muy anticuado y debía estar constantemente arreglándolo.

Luego pensó en que Dean no se olvidó.

Dean no estaba.

Sus manos temblaron ligeramente, pensando en cuando vio esa escena. Quería recordarse que era actuado y falso. Pero no, allí era real, eso fue lo que Sam vió. Eso fue lo que Dean sintió. Ahora debía estar sufriendo en el infierno, siendo la perra de Alistair.

Mas gotas de aceite cayeron en su rostro y se desesperó. Se sentía ahogada debajo del auto, sin tener espacio suficiente, necesitaba una fosa, el espacio adecuado para trabajar en el auto. Pero también sabía que ese modelo se caería en uno. No era fácil. Nada le estaba saliendo fácil. Arrastró la camilla sobre la que estaba con sus piernas y salió de debajo del auto.

Se sentó de golpe, sacudiendose para tratar de calmarse. Estaba arreglando el icónico auto del amor de su vida, pero ni siquiera estaba cerca de él. Tampoco estaba cerca de su vida. Ni de su molesto mellizo o sus otros tres hermanos insoportables, ni de su papá chapado a la antigua o de su lunática mamá con la que ni siquiera hablaba. No tenía nada.

El aceite se desparramó sobre su rostro a causa de pequeñas gotas de agua que se escaparon de su lagrimal. Lola hipó, queriendo no llorar. Observó a los lados, notando que estaba sola, que podía llorar. Así que comenzó a hacerlo. No sabía que estaba haciendo, solo ocupaba su tiempo, porque parecía tener demasiado y ya nada de donde conseguir respuestas.

Estaba en blanco. Era un lienzo en blanco y no sabía si debía pintarlo o solo verlo hasta que alguien lo tome por ella. Temía pintarlo y que alguien le arrebate su pintura justo cuando comenzaba a gustarle.

Sollozó débilmente y se levantó, pateando la camilla mecánica con fuerza y luego apoyándose en el auto. Sintió el frío del capo a través de la tela y volteó a verlo. Icónico Chevy. Real. Cerca de ella. Era el auto de sus sueños, aún cuando muchos lo llamaban polémico, para ella tenía un significado especial.

Se levantó y lo rodeó, hasta abrir la puerta, buscando el soldadito atascado en ella. Sonriendo al ver que estaba allí.

¿Y si estaba bien el esperar a ver qué hacía el destino con ella y solo disfrutar? Disfrutar de poder cumplir algo con lo que muchos soñaban.

Con duda, se metió dentro del auto y se recostó en los asientos traseros, sintiendo el acolchado lugar donde Dean y Sam pasaron noches durmiendo. Miró todo dentro y cerró los ojos, relajando su respiración para poder disfrutar de la sensación. Queriendo recordar el perfume que había dentro.

—¡Lola! —Escuchó a Bobby gritar y se sentó, viendo a través de la puerta sin cristal al hombre asomarse desde su casa —¿vas a comer o te pido pizza de otro universo?

—ya voy. Chistoso.


                         LA PELIRROJA se sintió mucho más cómoda con ropa de su talla. Sonriendo al tener una chaqueta de cuero. Siempre había querido una. Se ató las agujetas de sus botas y salió del cuarto. Sam estaba sentado en una silla al lado de la puerta al sótano.

—dejé los chocolates y estoy esperando a que venga pero nada. —se quejó, aburrido.

—seguí esperando, entonces. —se encogió de hombros, yendo a tomar las llaves de la camioneta de Bobby —voy con Bobby a buscar nuestra última pista antes de rendirnos y dedicarnos a ser streapers en algún club que paguen bien.

—suerte. —murmuró antes de abrir el chocolate y comerlo él.

Lola salió de la casa, viendo a Bobby subir unos bolsos a la parte trasera de la camioneta.

—¿Lucifer y Sam?

—adivina. —ironizó dándole las llaves y yendo al asiento de copiloto —será un viaje de tío Bobby y Lola.

—ya quisieras que fuera tu tío, mocosa. —se subió al asiento de piloto, arrancando el vehículo.

—Lo bueno es que podremos ir a ver donde vendan termos, mates de verdad. Y, urgente, de vida o muerte, dulce de leche.

Se abrochó el cinturón y se acomodó, poniendo música en el estéreo.

—no te vas a aburrir, Bobby, yo hablo hasta por los codos.

Bobby creyó que pasaría las horas de viaje escuchando a la pelirroja hablar hasta el cansancio, pero notó como ella a las dos horas caía profundamente dormida, babeando todo. Sonrió burlón, negando divertido. Luego recordó que solo era una chica lejos de su casa, que se había pasado esos días preocupada, y bajó la música para dejarla dormir hasta llegar a casa de su solución.

Unos instantes antes de llegar, Bobby puso AC/DC y subió el volumen al maximo. Lola dio un salto y se levantó al oír los gritos, mirando al instante indignada al hombre que rió.

—ya llegamos, Bella durmiente. —estacionó delante de una casa.

Lola se desabrochó el cinturón, pensando que le era familiar, se bajó de un salto del coche y siguió al mayor a la entrada. Donde tocó y una mujer no tardó en abrirles.

—¡Bobby!

Ella saludó emocionada hasta que cayó en cuenta de la presencia de Lola y ensanchó su sonrisa. La joven comenzó a boquear, hasta dar saltitos en su lugar. La reconoció al instante, Pamela.

—Pamela, es un placer volver a verte.—Bobby la saludó y se giró a la joven —ella es Lola. No pude traerte a Sam y a la otra chica, Lucifer. Sigue en shock.

—no hay problema, con una me basta —estiró su mano —Hola, preciosa. Soy Pamela Barnes...

—la mejor psíquica del estado. —terminó Lola, estrechando su mano. Pamela era hermosa, con unos fuertes brazos. —si, te conozco. Sos mas linda en persona.

—Bobby me contó por arriba lo que te sucedió, pero ansío saberlo en primera plana. —se movió a un lado para dejarla pasar. —¿en tu universo son todas tan tiernas como tu?

Lola río apenada y Bobby le dio un empujón a Pamela que se encogió de hombros inocente, ofreciéndoles té antes de que haga cualquier cosa que pueda disipar sus dudas.

—tiene dieciocho. Muy joven para ti.

—ya es mayor. —se excusó y le guiño el ojo a Lola —además, siempre me gustó ser la que tiene experiencia.

Cuando le tendió la taza, sus dedos rozaron levemente y Pamela soltó antes de tiempo el vaso, haciendo que caiga al suelo y se haga añicos. Alejó su mano como si quemara y Lola ahogó el grito de sorpresa.

—¿estás bien? —le preguntó apresurada.

—Si, si... lo siento. —trató de reconfortarse —es solo que... lo que te trajo aquí, te trajo de muy lejos. Vi... solo una parte de la trayectoria y es más de lo que jamás vi en mi vida. —se sentó algo aturdida. Logrando incomodar a la joven. —Bobby, ¿podrías...?

—ya vuelvo. —se apresuró a ir en busca de algo para limpiar.

—¿sabes si podemos volver? —Lola murmuró y Pamela negó, muy a su pesar.

—En caso de que pudieran, debe ser la fuerza más poderosa y limpia, linda. No debió ser fácil traerlas y no imagino lo difícil que debe ser llevarlas de regreso. —dijo suavemente, no queriendo ahogarla. Pero debía ser sincera. Lola bajó la vista al instante. —lo siento mucho pero, con lo poco que vi, será mejor que comiences a plantearte una vida aquí.

—debe haber algo, lo que sea. —le rogó, suplicante. —tengo familia y amigos allá. No sé si el tiempo pasa, si me creen perdida.

—Si lo hay, yo no lo sé. —miró de soslayo a Bobby tenderle las cosas que Pamela tomó para limpiar. —Lo siento, hermosa, pero estás atrapada aquí.

Lola se dejó caer hacia atrás en el sofá, mirando el techo, tratando de ahogar el picor en sus ojos. Estaba atrapada allí, su sueño se había hecho una pesadilla.



                       BOBBY SE ENCARGÓ de decirle a Sam y Lucifer lo que descubrieron, porque Lola solo se enfocó en el Chevy. Hasta que el sol desapareció, ella no se alejó del auto. Iba de un lado a otro, retiró el panel de la puerta para acceder al vidrio restante y aspiró los pequeños pedazos que quedaron y cualquier otro residuo.

—anda a San Luis sola... —se reclamaba, poniendo la nueva ventaja lateral —anda a ese estupido cementerio... mira supernatural. Genia. Estupida, tarada, boluda, pelotuda, inútil... yo sola. Yo sola me hago esto.

Cuando probaba el regulador para asegurarse de que la ventana funcione correctamente, notó la figura femenina de Lucifer salir por la puerta de la casa. La miró de soslayo, centrándose en acabar.

—¿qué te falta? —le preguntó, siendo que había visto desde adentro todo lo que Lola hizo.

—esto y reemplazar el panel de la puerta. —murmuró, limpiando el sudor de su frente. Lucifer asintió, con las manos dentro de sus bolsillos.

—¿cómo estás?

no respondió.

—vamos a volver. —le dijo luego de un largo silencio —Te lo prometo. Podes acostumbrarte y disfrutar de todo, porque me va a tomar tiempo, pero vamos a volver.

—¿cómo? ¿Uhm? —se limpió la nariz, relamiendo sus labios, molesta. Tenía muchos de sus tics nerviosos al mismo tiempo. —no escuchaste a Pamela. No podemos volver. Los únicos que podrían, y que se me vienen a la mente, son los trolos de los angeles que ahora deben estar salvando el culo rostizado de Dean. Ellos pueden volver al pasado, ir al futuro. Hacer muchas cosas. Pero porque quieren.

—van a tener que querer devolvernos entonces. —obvió pero Lola río sin gracia. —te lo juro, Lola. Vamos a volver.

—si, bueno, avísale a Bobby que no voy a comer. Quiero terminar esto e ir a dormir.

Lucifer se fue a regañadientes, ignorando a su amiga. Viendo en la ventana a Sam y Bobby ver. Cuando entró, ellos dos esperaron que le cuente la reacción que tuvo.

—salí de mi cueva al pedo. —se quejó, yendo a sentarse en la mesa y apoyando su rostro sobre esta misma. Molesta. —dice que no va a comer. Esta enculada.

—¿qué van a hacer ahora? —Sam se sentó a su lado, impaciente.

—no sé... matar el tiempo. Ver si podemos tener la fuerza como para amenazar al diablo para que nos lleve de vuelta a casa. —se recompuso y un peligroso foco se prendió sobre su cabeza —¡eso!

—¿qué? —Cuestionó el castaño.

—Una cacería. Algo simple. Siempre quiso participar en una. Puede distraerla o causarle un patatús. Y mientras yo sigo buscando información... ¡y a la vez, si es que no la conseguimos, en cuatro meses van a aparecer personas que nos pueden ayudar! —aplaudió emocionada y luego hizo una mueca —cuatro meses es mucho tiempo. Que paja. Mejor denme un arma, me pego un tiro. —cambió de opinión.

—no, de hecho, es buena idea. —Sam la detuvo —Hay una cacería que parece ser un espíritu. Solo hay que salar y quemar huesos. Cosa de principiantes. Nos ayudaríamos mutuamente y, si Dean no vuelve en cuatro meses, voy a matarlas yo por darme falsas esperanzas. —sonrió radiante.

—me gusta, pero me asusta —Lucifer lo señalo, asintiendo —Hecho.

Estiró su mano y Sam la estrechó.

Era un camino de ida.

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