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02

❝ Sufre de presión baja ❞


SAM SE DESPERTÓ respirando una gran bocanada de aire, como si lo hubieran estado privando de él. Miró a los lados, desesperado, y solo se encontró en que estaba en el sofá de la casa de Bobby.

Se sentó, peinando su cabello alborotado y sudado y observó sus manos, temblaban estrepitosamente. Estaba seguro de ese día juntar sus cosas e irse de allí. Ya no podía con el duelo de perder a Dean, la idea de que él estuviese sufriendo en el infierno. Las pesadillas se habían vuelto constantes.

La primera vez que soñó con esas dos chicas, el primer día, creyó que fue una mala pasada de su cerebro. El segundo día, debía ser coincidencia. El tercero, esa misma mañana, ya le puso los nervios de punta. Se levantó de un salto y fue a buscar entre las cosas de Bobby una libreta, un lápiz o lo que fuese para poder dibujar a ambas chicas.

Cuando Bobby se levantó, se encontró a Sam bebiendo su segunda taza de café, moviendo el pie errático, sentado en la mesa y dibujando.

—¿dormiste algo, hijo? —preguntó preocupado. Habían buscado sin cesar la forma de regresar a Dean.

—¿las conoces?

La pregunta lo tomó desprevenido, pero Sam se levantó de un salto, haciendo un estruendo al arrastrar la silla y acercó los dos dibujos al rostro de Bobby que se alejó por reflejo. Miró confundido a Sam y luego los tomó. Suspirando.

Eran dos rostros. De dos chicas que no había visto en su vida. Una peli negra y una pelirroja.

—no, ¿por qué? —se los devolvió y Sam suspiró frustrado, yendo a tomar otros dibujos y dárselos —¿qué son?

—ese parece ser un cementerio —señaló —... y eso no lo sé. Sé que nos nombraban pero no recuerdo por qué... —retrocedió errático, queriendo dibujar todo lo que recordaba antes de que se borre de su memoria. —No es coincidencia que comience a soñar con ellas a penas... —se calló sin querer nombrar la muerte de su hermano —tienen un acento extraño, casi parecidos. Algo las atacó, o va a hacerlo. Debo encontrarlas y ayudarlas.

—baja la velocidad, muchacho —Bobby le pidió. Sam parecía dar saltos en su lugar. —podrían estar en cualquier parte del país. O del mundo. Será difícil encontrarlas si lo único que tienes son dibujos hechos por un niño de primaria.

Un temblor sacudió el suelo bajo sus pies, descolocando a los dos hombres. Sam sostuvo la mesa, mientras que Bobby se sujetó del marco de la puerta. Unas cosas cayeron de las paredes y todo freno abruptamente. Se dieron una mirada confundidos, cuando de repente comenzaron a escuchar ruidos lejanos.

—¿oyes eso? —Sam frunció sus cejas.

—Es como una tetera hirviendo cada vez más —asintió Bobby, tomando su arma.

Sam tomó su cuchillo y ambos vieron a la ventana cuando una ventisca abrupta comenzó a sacudir los árboles. Corrieron afuera para ver qué era lo que sucedía, notando que comenzaban a estar en el centro de un extraño remolino que mandaba a volar todo. La tierra molestaba su vista y comenzaban a sentir la molestia.

—¿¡que está pasando, Bobby!? —grito sobre el estruendo del viento. Eso no era una tormenta normal.

—¡no tengo idea!

Escucharon un trueno, pero sin la compañía de rayos o luces. Levantaron la vista, al compás que una luz cegadora aparecía en un destello, borrándose al segundo y dejando solo dos pequeñas manchas que cada vez se hacían más grande.

—¿algo está cayendo del cielo? —susurró, Sam.

—¡cúbrete!

Ambos retrocedieron hasta el techo de la casa, viendo de soslayo a esas dos manchas caer a velocidades anormales. Gritando de forma aguda.

Dos figuras aterrizaron en el desagüe de Bobby. Una cayó sobre el césped, dejando una perfecta zona circular a su al rededor en sequía, mientras que la otra aterrizó sobre un impala negro. El corazón de Sam se detuvo al ver cómo esa entidad de silueta femenina destrozaba el techo del Chevy y lo usaba de amortiguador.

—ay, mi costillitas...

Lola soltó un gemido de dolor, llevando su mano derecha a sus costillas. Trató de abrir los ojos, justo cuando la tormenta se iba sin dejar rastro, llevando su mano libre a su rostro para tratar de tapar la luz del sol que le daba de lleno. No sabía donde estaba.

—¿Lu? —atinó a decir en voz alta.

—Acá, compi...

Al ver a un costado, Lucifer trataba de levantarse, sobre el techo de un auto clásico y viejo. Soltando pequeños lastimeros sonidos de dolor. Hasta que rodó y cayó al suelo, soltando un quejido.

Lola dejó caer su mano rendida y miró, desde donde estaba recostada, todo a su al rededor. Las cosas aún le daban vuelta y aveces la vista se le ponía doble. Luego, la imagen de las dos niñas y la bestia llegó a su mente y se sentó de golpe, gritando asustada.

—¡¿donde están?! ¡Me morí, me comieron! —se giró en el suelo, quedando de rodillas, manchando su ropa con polvo de tierra —¡Lu, las, las, las...! Ay, se me bajó la presión, me voy a desmayar. Necesito azúcar, necesito coca... un alfajor... —comenzó a respirar agitada.

Lucifer se sentó y la miró con una mueca, luego miró todo a su al rededor. Solo había chatarra y autos abandonados. No recordaba estar allí jamás. Comenzó a escuchar el llanto de Lola y se descolocó. Mientras que ella tenía reacción prematura y acelerada, antes de caer en cuenta, Lola siempre caía en cuenta antes y tenía reacción tardía y lenta.

—¿por qué el cielo se ve como la casa del ciruja de la vuelta?

Escucharon el sonido de un arma recargándose y giraron. A su derecha, un señor de unos cincuenta, con barba y gorra, las apuntaba con su escopeta. Mientras que a su lado, un chico alto y castaño, las miraba sorprendido.

—no me jodas... —Lucí balbuceó y comenzó a reír.

Lola cesó su llanto, sus ojos no podían estar captando aquello, debió sufrir una contusión o algo por el estilo. Repentinamente, como si eso fuera la gota que colmó el vaso, sus ojos se pusieron blancos y se desfalleció en un instante, cayendo de lado como un tierno conejito cansado.

—son ellas, Bobby —Sam dijo, refiriéndose a los dibujos.

—¿Bobby? —repitió Lucifer, levantándose con esfuerzo —¿Sam?

—¿cómo sabes nuestros nombres? —Bobby la apuntó y Lucifer levantó las manos, asustada.

—¡no pueden ser reales! —dio unos saltitos y luego miró a Lola —ay, ya se desmayó.

Ignorando el arma de Bobby, fue a agacharse a un lado de su amiga, abofeteando su rostro y esperando reacción alguna.

—perdón, sufre de presión baja. Le pasa mucho —Lucifer les dijo, levantándose y tomando las piernas de Lola para subirlas —así le bajara la sangre a la cabeza.

—¿Quienes son? —Sam repitió, frunciendo sus cejas.

Lucifer aplanó los labios para ahogar un chillido de emoción, girando a Lola para poder seguir sosteniendo sus piernas pero poder ver a Sam de frente. Sobre las piernas extendidas de su amiga, apoyó sus brazos y miró encantada a Sam.

Podía sacarle, con facilidad, una cabeza de altura. Era tan hermoso como pensaba. Con sus ojazos verdes y su chaqueta sobre su camisa a cuadros. Bobby, a su lado, tenía casi la estatura de ella, pero tenía su usual desconfianza pintada en el rostro.

—debo estar soñando, siempre tengo sueños lúcidos. Desventajas de tener una gran imaginación, pero Dios... —balbuceó viendo a Sam —si que parecen reales.

—es que lo somos. —afirmó Bobby.

—muy chistoso ¿lo escuchaste, cuchurrumina?—río agachando la cabeza para ver a la desmayada pelirroja —creen que son reales, que ternuras. Si así estás por ellos, no me quiero imaginar si aparece Dean.

—¿Dean? ¿Conocen a mi hermano? —Sam dio pasos apresurados, Bobby lo detuvo.

—Dah, por supuesto. Una vez soñé con él también, pero era mi papá en ese sueño. Era re pesado como viejo. —río divertida. —pero estoy acostumbrada a los daddy issues.

—¿daddy qué? —Bobby bajo la escopeta.

—daddy issues, la misma razón por la que todas las fans de supernatural te vemos como papá Bobby —río y suspiró —por cierto ¿donde esta Deansi?

Sam compartió una mirada con Bobby. Esa chica, ayudando a su amiga desmayada, parecía conocerlos. No entendían a que se refería con fans o muchas cosas de las que decía, pero estaban seguros de que ni ella misma debía saber donde estaba.

—si es una broma de mal chiste, no es gracioso —Bobby volvió a alzar el arma —si eres un demonio o lo que fuera, ya vete.

—No puedes dispararme, genio, solo harás que me despierte del sueño. Cosa que puedo hacer sola, pellizcándome. Apuesto a que me quede roncando antes de ir al cementerio con Lola, una mala pesadilla.

Vieron cómo soltaba las piernas de su amiga y llevaba su mano a su brazo para apretar su piel, pellizcándose. Soltó un quejido de dolor pero seguía allí. Volvió a hacerlo, una, dos, tres veces y comenzó a desesperarse. Los miró confundida y después a Lola.

—no, no, no... —balbuceó jugando nerviosa con sus manos —yo fui al cementerio, esa cosa nos atacó pero no era real, y después algo nos tiró hacia atrás y solo estábamos cayendo...

—¿era una bestia alta y oscura? —Sam cuestionó, Lucí lo miró al instante, asintiendo —¿y las niñas eran dos pequeñas con uniforme escolar?

—si, ¿como sabes?

—soñé con eso. Hoy. —se acercó con cuidado, escuchando la baja protesta de Bobby.

—si, porque vos aveces tenes premoniciones, ya sé, pero esto es diferente. Porque no es real. —dijo determinadamente viendo a Sam pararse delante de ella —vos te llamas Jared Padalecki. La única forma de que te conozca es que viaje a yankeelandia. Ósea que no puede ser real.

—mi nombre es Sam Winchester. —le aclaró y Lucifer comenzó a asustarse —él es Bobby Singer.

—ay, no... ay, no... —comenzó a tirar de su cabello, nerviosa. —¡bien! Voy a fingir que en serio me esta costando despertar, nada más. —se dijo a si misma —perdón. Soy Lucía Martinez, mis amigos me llaman Lucifer, como el diablo. Ella es mi tocaya, Lucía Álvarez. Le decimos Lola. Así no nos confunden.

—¿qué son? ¿Humanas? —Sam miró a la chica desmayada.

—si, ojalá fuésemos ángeles o algo. —trató de arrastrar a Lola —¡ih, ah, Uh! —tiró de sus piernas, en vano. —¡dale, flaca! ¿Ya te moriste? —se quejó, agitada —tengo brazos de fideo yo.

Sam se agachó a un lado de la chica, tomando su pulso. Seguía respirando.

—Bobby, debemos darle agua —Sam la levantó en brazos. Lucifer lo admiro maravillada.

—no entrarán a mi casa, no sabemos si están mintiendo. Pueden ser demonios. —se negó el anciano.

—dame agua bendita, me la tomo completa como cura antes de tocar nenes. Vas a ver que no somos demonios. —Lucifer se indignó —me estoy haciendo pis ¡necesito ir al baño! ¿Por qué voy a mear si estoy soñando? —susurró lo último para sí misma.

—Hazles todas las pruebas.

Sam le dijo, antes de llevarlas dentro. Miró a la chica en sus brazos, debía tener menos de veinte. Lucía tan pacifica e indefensa. Luego observó a Lucifer que prácticamente lo empujó para ir rápido al baño y bufó dejando a la chica en el sofá. Bobby fue en busca de un cuchillo de plata, agua bendita y demás cosas para comprobar que no eran sobrenaturales.

Bobby le tiró unas gotas de agua bendita en la frente a la pelirroja dormida en el sofá, ella arrugó el entrecejo por reflejo y él volteó a tomar el cuchillo de plata. No obstante, las pequeñas gotas desconcertaron a Lola que se levantó poco a poco, aturdida.

—no quiero ir al cole, papá... no me rompas los huevos. —susurró, a punto de voltear, pero vio a Bobby girarse con el cuchillo en la mano y abrió los ojos asustada —¡papá! —comenzó a gritar y se levantó, pegándose al sillón y luego parándose encima de él, tratando de huir torpemente.

—¡basta, basta! —Bobby trataba de chitarla pero ella se cayó del sofá y comenzó a gatear hasta tomar libros y tirárselos —¡niña, detente!

—¡Oye, oye!

Sam apareció de repente y la tomó por los hombros, agachándose a su altura, queriendo detenerla. Lola trató de zafarse del agarre, pero en cuanto puso sus manos sobre los brazos de Sam, se quedó estática. Su mandíbula se aflojó y parpadeo varias veces, estando a escasos centímetros de él.

—eres Lola ¿verdad? —murmuró al ver que se había calmado. Lola aferró sus manos a sus brazos y miró su propia acción. Sentía su camisa, su piel, estaba tocándolo y él la estaba sosteniendo. —Lucí está en el baño, de seguro te escuchó, ya viene... —notó como su respiración se alentaba —no te vaya a desmayar otra vez, por favor. Tenemos preguntas.

—eres real... —susurró, subiendo su mano hasta posarla en su mejilla. Sam la miró confundido, sintiendo las llemas de los delicados dedos de la joven acariciar sus mejillas —ay, por Dios... sos vos. Realmente sos vos.

—si... —río y bajó su mano, alejándose un poco —soy yo.

Lola miró sobre su hombro a Bobby. Era tal como parecía, un poco más panzón nomás. Pero tenía su gris camisa a cuadros y su gorra. Luego observó el cuchillo en su mano y tragó saliva.

—no quiso asustarte —Sam dijo rápidamente al ver lo que veía —solo queríamos estar seguros de que no eres un demonio o...

—fantasma o licantropo, entre otras cosas que un cuchillo de plata puede descartar —terminó por él y se relamió los labios. Atontada aún. —¿no estoy soñando?

—te aseguro que no. Pero ¿por qué creerías eso? ¿Cómo saben tanto y por qué nos conocen? —Preguntó tendiéndole sus manos, queriendo ayudarla a levantarse.

Lola las tomó, eran grandes y callosas, era extraño al fin sentirlas. Se levantó y luego se pasó las suyas sobre su ropa, queriendo eliminar el posible sudor y cosquilleo que le dio.

—¿entonces sos Sam? —señaló al castaño que asintió —¿no sos Jared, sos Sam?

De igual manera, no sabía que sería más imposible, si conocer a Jared o conocer a Sam.

—Estoy seguro que mi nombre es Sam —sonrió apenado y ella asintió.

—yo sabía que el multiverso era real... me llamaron loca —susurró llevando su mano a su boca para morder sus uñas —el shifthing no es lo mismo, es un sueño lúcido, está en nuestra mente. Pero el multiverso... para mi era real, ciencia. —señaló a Sam —aún que puedo seguir soñando.

Se acercó a Bobby que veía con sus cejas fruncidas a la joven y ella le extendió su mano.

—proba el cuchillo, en la palma de mi mano. Si es indoloro, estoy soñando, si es dolor real, me despierto. Sino... es cambio de universo. —Bobby, con duda, tomó su mano —Suele pasar, hay muchas películas y series de eso, oí que a gente le pasó... —la afilada hoja pasó rápido por su mano y Lola gritó alejandola —¡ay, eso dolió, en la serie lo hacen así nomas! No parece que pique tanto... —se quejó viendo su lastimadura.

—que chillona —Bobby tomó su mano de nuevo —no parece quemarla y no está sanando. Es humana.

Lola se miró el corte y soltó un quejido. Le ardía mucho. No estaba acostumbrada a los cortes como ellos.

—no estoy soñando. Estoy acá... —susurró viendo cómo Sam iba al escritorio a tomar vendas —¡Lucí, Lu!

—¡estoy en el baño, déjame en paz!

Hizo una mueca al oír de nuevo la voz de su amiga. Sabía que era ella en cuanto la escuchó rogar porque la deje hacer sus necesidades tranquila. Y siempre tardaba una hora, no importaba si había truenos o terremotos.

Sam volvió y dutativo le pidió su mano, Lola se la tendió y la guió al sofá para ayudarla. Lo miraba fijo, sabía que podía incomodarlo, pero necesitaba guardarse el recuerdo de sus facciones si por cosa del destino volvía a su casa en esos momentos. De cerca, notó que sus ojos eran verdes y por la pantalla de la televisión se veían tan oscuros que creía que eran cafés.

—auch... —dio un salto cuando la mojó con alcohol y comenzó a aguantar la respiración —voy a llorar, voy a llorar... —le dolía mucho —no sé cómo hacen esto solos.

—¿ahora si van a responder? —pidió Bobby —todo.

Lola suspiró. No tenía nada que perder.

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