—Por favor, cógeme, Sana.

Un segundo después, Sana estaba encima de ella, sus cuerpos se fundían como acuarelas sobre un lienzo, cada movimiento que hacían perfectamente sincronizado. Los labios de Sana estaban por todas partes, besando, lamiendo y chupando la piel bronceada de JiHyo, marcando posesivamente su cuerpo para mostrarle al mundo a quién pertenecía.

Cuando los labios de Sana envolvieron el pezón endurecido de JiHyo, sus dientes apenas lo rozaron, la sensación fue casi demasiado para JiHyo. Ella gimió el nombre de Sana en voz alta, clavándose las uñas en la espalda para anclarse de alguna manera. Entonces, Sana introdujo sus dedos en la boca de JiHyo, callando efectivamente a la chica haciéndola chuparlos antes de llegar a donde JiHyo más la necesitaba.

—Dime que me quieres. — Sana susurró mientras frotaba el clítoris de JiHyo de manera provocativa y lenta.

—Te quiero... Dios, te deseo tanto, Sana... Por favor... te necesito—. JiHyo gimió, frotándose contra la mano de la niña.

Después de escuchar lo que quería escuchar, Sana entró en acción una vez más, introduciendo dos dedos en su desesperada amante, disfrutando del fuerte gemido que JiHyo soltó cuando lo hizo. Se cogió a JiHyo con movimientos profundos y precisos, usando su otra mano de vez en cuando para frotar el clítoris de JiHyo o pellizcarle los pezones, lo que hacía que JiHyo gimiera y echara la cabeza hacia atrás de placer.

No pasó mucho tiempo antes de que JiHyo se deshiciera, pero Sana no podía tener suficiente de la chica debajo de ella. Se sentía como una adicta, persiguiendo desesperadamente un nuevo nivel con cada nuevo orgasmo que JiHyo lograba. Necesitaba verla deshacerse una y otra vez, necesitaba ver esa perfecta sensación de euforia atravesar a la chica, necesitaba escuchar esos gemidos entrecortados que siempre dejaba escapar cuando alcanzaba su punto máximo. Y a JiHyo no le importó en lo más mínimo, amando la sensación de ser llevada a la nube nueve una y otra vez.

—Mierda... Sana, ¡me voy a correr! — JiHyo gritó de nuevo, su humedad cubría tanto la mano de Sana como las sábanas debajo de ellas.

—Espera un poco más, ángel. Solo espera un poco más—. Dijo Sana mientras ella misma la perseguía frotándose contra el grueso muslo de JiHyo.

—No puedo aguantar... mucho... ¡más! — JiHyo gritó de nuevo, una vez más deshaciéndose del hábil toque de los dedos de Sana.

—¡Joder, eres tan jodidamente sexy! — Sana gimió cuando ella misma alcanzó su punto máximo. Se cogió a ambas durante su orgasmo antes de disminuir y finalmente detener sus movimientos, notando lo cansada que parecía JiHyo después de su última ronda. —¿Estás bien, Hyo?

—Sí... eestoy jodidamente increíble—. JiHyo dijo con un suspiro de satisfacción mientras se dejaba caer en el colchón.

—Sí, absolutamente lo eres—. Sana respondió con una sonrisa, recostándose a su lado y acercándola. —Te amo.

—Yo también te amo... mucho... mucho.

—Creo que la próxima vez tendremos que reducir el número de rondas—. Bromeó Sana, besando dulcemente la parte superior de la cabeza de JiHyo.

—¿Dónde está la diversión en eso? — JiHyo bromeó mientras se acurrucaba más cerca del lado de Sana, sonriendo contenta mientras agradecía en silencio al universo por unirlas. Esto estaba bien, pensó, estar así al lado de Sana.

—Pervertida.

—Solo para ti. — Respondió JiHyo, besando la clavícula de Sana.

—Sólo tú podrías hacer que eso suene romántico—. Sana dijo riendo antes de inclinarse para capturar los labios de JiHyo en un beso amoroso, abrazándola aún más fuerte y deseando que pudieran permanecer congelados en ese momento para siempre. —Te amo.

—Yo también te amo, Sana.