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eight: I got you stuck inside my head

Durante seis meses atrás

          DAMIAN WAYNE SE ENCARGÓ PERSONALMENTE QUE Holly Brightwell se sintiera cómoda y acogida por todo el personal que ejercía una labor dentro de su veterinaria con el fin de que no se sintiera cohibida, avergonzada o tímida por la función de auxiliar de aseo que cumplía. Sin embargo, lo que él no se esperaba era que su chica fuera todo lo contrario a la imagen que había formado en su cabeza durante esos cuatro años de distancia y terapia entre medio.

Ella era tan alegre.

Extrovertida.

Y graciosa.

Con miradas secretas se encargaba de observarla gran parte del turno. Disfrutaba del ruido que sus pisadas emitían y que no cualquiera era capaz de diferenciar. Le encantaba observar su sonrisa gingival cuando saludaba a todo el mundo apenas ingresaba por la puerta trasera especial para el personal autorizado. Veía la forma en que realizaba sus labores, las cuales lo hacía con demasiado ímpetu y entusiasmo.

Pero había más.

Mucho más.

Cuando todo el personal veterinario comenzaba a desaparecer a las nueve por la finalización de sus labores el hospital quedaba mucho más vacío. A eso de las nueve con cuarenta de la noche solo Holly permanecía en el lugar para poder terminar de limpiar y cerrar la clínica, debido a que era encargada de aquello. Pero Damian al pensar que cualquier cosa podía pasarle a la chiquilla sintió un fuerte anhelo de protegerla, por ende desde la distancia y en secreto le cuidaba la espalda.

Y aquello le permitió conocer una faceta increíble en la muchacha.

Solía tomar sus cosas para guardarlas en su vehículo para posteriormente acudir a la sala donde se encontraban un par de computadores que le brindaban acceso ilimitado hacía los diferentes ángulos de las cámaras del recinto. La primera semana observó un comportamiento rutinario y normal en la chiquilla: se encargaba de terminar sus quehaceres para luego retirarse a las diez cuarenta como máximo y dejar cerrada la puerta donde ingresaban los trabajadores.

Luego de un par de días pudo ver como era realmente la chiquilla. Tuvo el lujo de observar cómo la rubia le hablaba a cada uno de los animalitos dándole palabras de aliento pero respetando la rejilla que la separaba de tocar a los peludos. No emitía ningún prejuicio ni tampoco hacía distinción de especies.

Sin embargo, lo que le había sacado una sonrisa enorme fue verla bailar música ochentera como si estuviera en una verdadera discoteca de aquellos años. Bailó sobre sus pies haciendo movimientos extraños con su cuerpo o en ocasiones tendía a tomar la escoba como su compañero de baile.

Y así fue como descubrió que a Holly le encantaba la música de Elvis Presley.

Sus ojos verdes se pasearon por todo su anotomía y la forma en que giraba con la escoba como si estuviera bailando alguna especie de vals. Daba vueltas y vueltas mientras cantaba en voz alta a través de los largos pasillos del hospital.

O también en aquella ocasión donde modeló al compas de la música que emitía sus audífonos con cable.

Damian recordaba que fue un día viernes de una semana sumamente intensa y agotadora. Aquel día en particular estuvo pesado, ya que llegó una urgencia de un can intoxicado con paracetamol. Se tardaron horas en estabilizarlo salvándole la vida para luego enterarse que el dueño totalmente irresponsable lo había abandonado en el lugar como si no valiera nada provocando que todo el día estuviera de mal humor.

¿Qué clase de persona hacía algo así? ¿Qué no tenía corazón?

Sabía que si lo enviaba a la perrera lo más seguro es que al tiempo lo sacrificarían al ser un American Staffordshire terrier de pelea que contenía múltiples cicatrices en su piel, por ende intentaría buscar alguna solución para el inocente animal. 

Su cuerpo se sentía cansado y adolorido por la tensión, además de que su mal humor no había disminuido en lo más mínimo a pesar de que el perrito estaba fuera de riesgo, pero por criterio medio fuera derivado a una de sus clínicas que permanecían abiertas las veinticuatro horas del día. Sin embargo, cuando se sentó en la silla incomoda que le brindaba una vista panorámica de las cámaras todo malestar si disipo al ver a su كنزي (kanzi)¹.

El cabello rubio estaba atado de una forma rebelde, la parte superior de la ropa de trabajo estaba sujetada de las mangas a su cintura mientras que en sus manos estaba ocupadas con la escoba y la manilla del balde plástico de color amarillo donde contenía el agua.

No pudo evitar acomodarse en la silla del escritorio para poder acercarse a las pantallas en un intento de verla mejor. Sus ojos ardían del sueño pero cuando vio como despejaba todo del pasillo arrugó el entrecejo confundido. 

—¿Qué...? —se silenció sorprendido al verla.

La revoltosa mujer caminaba por el pasillo de la clínica con una seguridad que parecía prestada de una pasarela de alta costura. Sus pasos eran firmes, calculados, con un ligero balanceo de caderas que llamaba la atención sin que ella lo supiera. El eco de sus zapatos resonaba en el piso de baldosas blancas, marcando un ritmo que parecía ensayado, aunque era completamente natural.

Llevaba la barbilla en alto, los hombros relajados y una ligera sonrisa en los labios que no era para nadie en particular, sino una expresión que emanaba pura confianza. Su cabello se movía suavemente con cada paso, enmarcando un rostro que irradiaba determinación.

Desde las cámaras de seguridad, su andar parecía una coreografía involuntaria, cada movimiento fluido y armonioso como si estuviera perfectamente consciente de estar siendo observada. 

Y aquello le sacó un sonrisita al azabache mientras negaba con su cabeza gacha.

Volvió a alzar la mirada para observar nuevamente la escena y una explosión de ternura se sintió en su fornido pecho. Holly no tenía idea de que detrás de las pantallas él la veía y no podía evitar seguir su marcha con tanto entusiasmo logrando que el desastroso día de Damian Wayne mejorase en un instante.

Desde aquel día el hombre no pudo evitar observar sus movimientos con total atención. Percibía como de vez en cuando la mujer lo miraba con curiosidad pero él no le devolvía la miraba para evitar parecer demasiado obvio. Cada vez que la joven pasaba a su lado no le brindaba ninguna mirada de frente pero apenas cuando sus anatomía se distanciaban en dirección contraria no podía evitar voltear a admirarla en secreto.

Se había percatado de ciertas cosas que la joven tenía. La primera era su preciosa sonrisa gingival que estaba seguro que era capaz de iluminar el día a quien sea que la viera, luego estaba el pequeño estrabismo convergente² que pasaba totalmente desapercibido tras los lentes ópticos redondos. También estaba la expresiones faciales que hacía al hablar y que provocó que Damian se diera cuenta cuán expresiva era su chiquilla.

Claro, también estaba esos pequeños gestos que delataban su notoria inseguridad con su cuerpo que lograba pasar desapercibido para el mundo con su personalidad extrovertida y alegre.

Pero no pasó desapercibido para Damian.

Notaba como evitaba pararse al lado de las mujeres que trabajaban ahí con el fin de no verse más grande de lo que era (según ella). La forma en que a pesar de utilizar colores llamativos en su outfits siempre buscaba de una u otra forma ocultar sus brazos, barrigas y piernas.

Y aquello le molestaba en demasía al azabache.

A él no le importaba como ella se veía. 

Si era alta o baja. 

Si era gorda o flaca.

Y le era imposible no arder en rabia al pensar en que alguien le provocó dichas inseguridades a su  كنزي (kanzi).

Sintió un anhelo inhumana de protegerla.

Pero lo que desató la necesidad de ingresar ahora ya a la vida de la rubia fue cuando la oyó llorar escondida en un box vacío luego de conversar a través del teléfono con una aseguradora.

Ese día iba de camino a realizar su ultima ronda a la sala de hospitalizados para gestionar el traslados de los animalitos más graves hacía otras de sus clínicas cuando escuchó la voz de la chiquilla totalmente afligida. 

—¿Esta seguro de que no hay posibilidad de otra fecha de pago? —su voz se escuchaba afligida. —Sé que firme un contrato pero este mes no puedo pagar porque el arriendo de mi casa subió ¿Se puede disminuir el interés del atraso? —silencio. —Señorita le ruego por favor... Espere, ¡Espere! No me cor... —y no oyó su voz. 

Con cuidado se acercó más a la puerta para oír mejor los movimiento de la chiquilla en un intento de descifrar lo que estaba haciendo, pero al no oír nada se preocupó aún más. Iba a ingresar a la habitación al sentirse temerosos aunque se detuvo de golpe cuando percibió los el sonido quebrado de los sollozo 

Sintió un dolor punzante en el pecho, como si cada lágrima que su mujer derramaba le quemara el corazón. Su amor por ella había sido un secreto guardado con celosa discreción, una llama que ardía desde la distancia, con un deje esperanza de ser correspondida. Pero ahora, con cada sollozo, esa llama se convirtió en un incendio imposible de ignorar.

Su frente descansó contra la madera fría de la puerta, mientras su mano grande, fuerte pero temblorosa, se apoyaba al lado. Cerró los ojos con fuerza, luchando por contener el impulso de irrumpir en la habitación y tomarla entre sus brazos. Era un deseo primitivo, nacido del amor, del dolor y de la necesidad inquebrantable de protegerla de lo que fuera que la hacía sufrir. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con intensidad, y el silencio del pasillo parecía amplificar la intensidad de aquel momento.

Por un instante pensó ¿Qué derecho tenía él de entrometerse? ¿Cómo podría justificar su irrupción en la vida de Holly, cuando durante tanto tiempo se había mantenido como un observador distante y un protector invisible? 

Damian estaba seguro que se había convertido en un hombre que era capaz de ejercer un control de sí mismo y que gracias a eso le impedía ser impulsivo.

Pero esa seguridad se desvaneció tan rápido como si los años de terapia no le hubieran servido para nada.

El sonido de otro sollozo desgarrador atravesó sus barreras. Fue entonces cuando lo supo: no podía seguir siendo un espectador. No podía seguir permitiendo que ella cargara con el peso de su dolor sola.

El calor de la decisión recorrió su cuerpo como un rayo. Apoyado aún en la puerta, prometió en silencio que pasara lo que pasara, él se encargaría de borrar cada lágrima de su rostro. 

No solo esa noche, sino para siempre.

Porque Holly merecía más que una vida de sufrimiento; merecía una vida llena de alegría, paz y amor, y él estaba dispuesto a dársela, aunque le costara todo.

Con un último respiro profundo, retiró su frente de la puerta y alzó la mano, firme esta vez. Ese fue el momento en que dejó de ser un simple espectador. Ese fue el momento en que decidió entrar a la vida de Holly y cambiarla para siempre.

Él simplemente tenía ojos para Holly Brightwell y por más que lo intentara no podría eliminarla de su sistema.

Porque la tenía jodidamente atrapada en su mente.

Y tatuada en su alma.

1.- كنزي (kanzi) proviene del árabe y significa "Tesoro"

2.- El estrabismo convergente, también conocido como esotropía, es una afección ocular que provoca que un ojo o ambos se desvíe hacia adentro.

¡Hola! ¿Cómo están? ¿Qué les pareció el capitulo? 

Les cuento que a partir del próximo capitulo se dejará de narrar desde el pasado y volvemos al presente (Capitulo 1 de la historia, donde Damian "pilla" a Holly bailando).

Pásense por mi canal de difusión y mis otras historias.

Nos leemos pronto.


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