Cometa
El niño, feliz en su mundo
sin problemas,
juega con su cometa.
Sus risas escucho
mientras su colorida cometa
por el cielo vuela,
surcando el firmamento
mientras las ráfagas de viento
la elevan
alto, más alto cada vez.
De pronto, se rompe el hilo
y la cometa sube
alto, más alto cada vez,
hasta perderse entre las nubes
ante la impotente mirada del niño,
que comienza a llorar.
Me acerco a él intentándolo calmar:
—No llores, pequeño—le digo—,
aunque tu cometa no vaya a volver,
está bien.
Ella simplemente se aleja
y, cuando en el espacio se pierda,
tu cometa se transformará
en un cometa,
que tras él dejará
una luminosa estela,
o bien en una estrella fugaz
a la que un deseo
puedas pedir
cuando la veas pasar,
cuando cruce el cielo
y desees
que tu cometa
regrese
y desees
que ella vuelva.
***
Conforme iba dando forma a este pequeño poema, me di cuenta de que se podía considerar una alegoría.
El niño simbolizaría la inocencia y la alegría que se experimenta ante el primer amor representado aquí por la cometa, la cual es también la personificación de la amada. La otra persona sería la versión adulta del niño, aquella que ya ha sufrido desengaños amorosos y, sin embargo, no quiere que el niño los sufra; quiere que siga en su mundo sin problemas en el que su cometa, la amada que se marchó, pueda regresar a él solo con desearlo.
O puede que todo este rollo profundo que acabo de soltar me lo haya inventado y el poema trate únicamente de un niño que pierde su cometa.
O tal vez estoy diciendo esto para confundir.
Del lector depende la decisión de leer entre líneas o quedarse solo con lo que escribe el autor.
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