XXIV
.Isabella.
Desperté cuando la luz solar atacó la habitación de forma imprevista. León también se removió a mi lado debido a la claridad y yo ya ni me sorprendía por su presencia a pesar de no habernos ido a la cama juntos anoche. Eso de estarme acostumbrando a él debía rectificarlo.
—Despierten. —La voz enojada de Nóel me hizo sentarme en la cama y lo miré confundida.
—Nóel, ¿qué sucede tan temprano? —Murmuró León, aún acostado y pasándose las manos por la cara.
—Cámbiate. —Fue la respuesta de Nóel, y fue dirigida a mí.
—¿A dónde vamos? —Cuestionó León sentándose a mi lado, mientras yo alcanzaba la bolsa que me lanzó Nóel.
—Tú no vas a ningún lado. Solo saldremos Isabella y yo.
—¿A dónde vamos? —Repetí la pregunta de León.
—Tienes quince minutos para estar lista, y no voy a repetirme.
Miré a León antes de bajar de la cama y él miraba a Nóel entre cuestionable y molesto. Entonces entré al baño dejándoles solos en su guerra de miradas y me dispuse a cambiarme y lavarme.
Cuando salí vistiendo el vestido azul cielo y los tacones blancos, ellos dejaron de hablarse y me miraron. El primero en moverse fue León, que se acercó a mí en pocos pasos y sostuvo mi cintura.
—Hermosa. —Dijo, y tuve que disimular la sorpresa que se quería revelar en mi cara.
—Gracias. —Respondí y di un paso atrás, saliendo de su agarre.
—Nos vamos. —Apareció Nóel, y asentí a sus palabras antes de comenzar a seguirlo.
Ni lento ni rápido, los tres llegamos a las puertas de la mansión. Antes de salir, Nóel se paró a mi lado y con su mano derecha envolvió mi cintura con firmeza. Yo me quedé helada y sentí como los pelos de mi nuca se me ponían de punta. Lo miré horrorizada, pero él parecía de lo más tranquilo, como si eso lo hiciéramos todos los días.
—¿Esto es lo que harás? —Cuestionó León a nuestras espaldas y me volví para mirarlo.
—No necesitas entrometerte. —Respondió Nóel.
Entonces León me miró de forma compleja y yo le lancé una mirada de auxilio.
—Nos vamos. —Los cinco dedos de su mano apretaron aún más mi cintura y contuve mis impulsos de alejarlo de mí con un empujón.
De esa forma, los dos salimos caminando hacia un auto y, a pesar de los esfuerzos de algunos guardias para permanecer estoicos, muchos nos miraron con confusión y sorpresa.
Los latidos de mi corazón se controlaron un poco cuando me soltó y di un suspiro de alivio antes de sentarme en el auto, pero mi calma duró poco ya que él subió al auto junto conmigo y se mantuvo en silencio todo el camino.
—Baja. —Fue su única palabra en lo que sentí horas y la dijo cuando el auto se detuvo.
Miré detenidamente el lugar al que Nóel me había traído y quedé confundida. Después de todo, nunca imaginé que me llevaría a un spa.
—Entremos. —Su mano volvió a envolver mi cintura y caminé con él casi conteniendo la respiración.
Al entrar, una chica con uniforme rosa se nos acercó sonriendo; era la primera persona normal que veía en un mes. Nóel habló con ella algo en francés y ella nos guió por el local hablando en inglés. Nos explicó un poco sus servicios y luego nos dejó a solas en una habitación donde me ofreció una bata y pantuflas para mi comodidad durante la sesión. Nóel me soltó en cuanto la chica se fue y yo me alejé dos pasos de él.
—Yo estaré esperando afuera hasta que termines. De más está decirte que no hagas ninguna tontería. Aunque eres libre de intentarlo si puedes con las consecuencias —Yo evité mirarlo porque la ira y el miedo acumulado en mi pecho me hacían sentir tan incomoda que en cualquier momento podría decirle algo equivocado—. Puedes cambiarte. —Permitió antes de salir.
Suspiré cansada contra la pared, y luego de tomarme un momento para calmarme, me puse la ropa rosa del spa. Al salir no vi a Nóel, solo a la chica de antes, y eso me hizo sentir mucho mejor. Ella me guió con la misma sonrisa y mantuvimos conversaciones casuales durante horas. Tan casuales que no se contuvo al decirme lo apuesto, educado y cariñoso que era mi pareja. La chica ya se había hecho toda una historia de amor conmigo y con Nóel de protagonistas, y parecía muy satisfecha con lo que creaba su imaginación. Yo solo podía sonreír, asentir y agradecer.
Cuando la sesión de spa terminó y me cambié de ropa una vez más, me volví a encontrar con Nóel. Esta vez si estaba detrás de la puerta, esperándome. El momento de relajación volvió a convertirse en tensión y empeoró por su mano en mi cintura. Yo no pude aguantarlo más y arranqué su mano que me hacía sentir incómoda y la sostuve enlazada con la mía.
—Creo que así podremos caminar mejor. —Me expliqué fingiendo calma y el llevó sus ojos de nuestras manos a mis ojos. Luego, sin decir nada, comenzó a caminar.
De nuevo en el auto, volvimos a mantener distancia y nos detuvimos en una tienda de ropa de aspecto muy caro. Al bajar, sostuve la mano de Nóel antes de que él sostuviera mi cintura y, sin mirarlo, a pesar de que me miraba, entramos en la tienda.
Fue el mismo patrón de acción anterior. Una dependiente se nos acercó, habló por un tiempo en francés con Nóel y luego nos guió hablando en inglés. Después de eso, me vestí y desvestí tantas veces como quiso Nóel. Todo tipo de zapatos, vestidos y accesorios fueron probados y cambiados una y otra vez sin descanso. Cuando estaba al borde de la histéria, Nóel se dió por satisfecho con el vestido largo de color verde lino, los tacones negros y los accesorios de diamantes.
Antes de irnos, habló por un momento con la dependiente y al salir sostuvo mi mano. En el auto, me di cuenta de que ya pasaba del mediodía y en realidad ya tenía mucha hambre después de no haber ni desayunado. Quizá con León hubiera dicho algo, pero con Nóel no me atrevía ni a respirar más fuerte de lo normal.
Como si leyera mis pensamientos o como si en realidad albergara bondad en algún lugar de su cuerpo, la próxima parada fue un restaurante. Nos sentamos en una mesa de manteles café y miramos la carta para ordenar. Cuando la orden estuvo lista, nos pusimos a comer en silencio. Yo estaba agradecida, aunque por momentos sentí que su mirada me daría mala digestión.
—Seguimos. —Se puso de pie en cuanto terminó y yo me di un trago de agua antes de seguirlo.
Nos detuvimos de nuevo en un salón de belleza. Las chicas a cargo me ayudaron a hacer un hermoso peinado semi-recogido muy elegante que se veía hermoso con mi vestido y me hicieron un maquillaje más refinado. Yo me giré hacia Nóel cuando terminaron y él me estaba mirando desde su posición en el mueble. En ese momento me di cuenta que su traje negro de tres piezas tenía detalles en el mismo tono de verde qué el mío.
—Se ven hermosos juntos. —Exclamó otra que ya se hacía ideas locas.
—Gracias. —Solo pude decir.
—¿Nos vamos? —Preguntó Nóel.
—Sí. —Asentí.
—Pásenla bien. —Nos deseó la estilista y le sonreí al engancharme del brazo de Nóel.
Cuando subimos al auto, contrario a las veces anteriores donde nos quedábamos en silencio, Nóel se giró para hablarme.
—¿Has estado en un salón de fiesta antes? —Preguntó.
—Sí. —En el de mi graduación. Aunque no estaba segura de si ese contaba.
—Entonces sabrás cómo comportarte a partir de ahora. No te aconsejo hacer tonterías en el lugar al que vamos. No suelo ir a lugares con personas muy pacifistas. El único lugar donde estarás a salvo será a mi lado. Aún así, eres libre de moverte a tu antojo —Hizo una pausa—. Eso es todo.
Yo asentí haciéndole ver que había entendido y seguí mirando por la ventana. En los minutos siguientes, intenté descifrar por qué Nóel me había sacado para ir a una fiesta con él, por qué perdía el tiempo llevándome a tantos lugares y por qué se empeñaba en fingir que eramos una pareja. Quería saber qué ganaba él con todo ese teatro y, sobre todo, a quién se lo estaba mostrando. Era imposible que un hombre como él hiciera cosas absurdas o sin objetivo, así que estaba segura de que me estaba usando para algo. No tuve tiempo de enojarme lo suficiente por eso ya que nos detuvimos en el lugar de la fiesta.
—Espera. —Me detuvo cuando estuve por abrir la puerta y él salió primero. Su hombre de negro abrió para mí y él extendió su mano para ayudarme a salir.
—Gracias. —Murmuré cuando estuve de pie a su lado y él me dió su brazo para que me sostuviera.
De esa forma, entramos a la fiesta.
La decoración interior era extravagante, del tipo que atraía los ojos de aquellos que nunca habían estado en un sitio como ese. La música instrumental era relativamente baja, predominaba el rojo, y además de algunos adornos florales y mesas dispersas en las que se reunían personas para platicar, no había mucho más.
—Señor Nóel —Saludó una mujer joven, elegante y muy hermosa—. Me alegra mucho verlo, pensé que no estaría dispuesto a venir.
—Amara —Saludó —. Hubo un cambio de planes. —Se limitó a decir.
—Que buenas noticias —Sonrió y posó sus ojos en mí— ¿Y quién es la señorita que tiene el honor de acompañarlo esta noche? —Cuestionó con curiosidad. Yo no estaba segura de si responder eso, pero Nóel habló por mí.
—Te la presento —Dijo, con su mano una vez más en mi cintura—. Ella es Isabella Slorah, mi mujer. —Sus palabras no solo afectaron a Amara, sino también a mí, que hice hasta lo imposible para que el shock no se viera en mi cara a pesar de haber perdido la sonrisa superficial que me estaba esforzando por mostrar hacía segundos.
—Que... increíbles noticias —Felicitó ella, un poco desencajada todavía—. Es todo un placer, Señora Chevalier. —Se recompuso, extendiendo su mano hacia mí, y si no fuera por ese gesto, hubiera creído que se refería a alguien más.
—Isabella está bien, Amara. —Sonreí al sostener su mano.
—Perdón por no haberme presentado correctamente, Isabella —Se disculpó apenada—. Soy Amara Bertone de Marchand. Pero que me llames Amara está bien.
—También es un placer conocerla. Muchas gracias por su amabilidad.
—No tienes que mencionarlo —Continuó—. Sé que no es mucho, pero espero sinceramente que disfrutes de la velada. Me reuniré contigo de nuevo una vez que terminen de llegar los invitados.
—Gracias por su bienvenida.
Después de despedirnos, Nóel se acercó a la mesa de bebidas y recogió una copa de champán. Yo me deshice de su mano en mi cintura discretamente y, para disimular, también cogí una copa.
—¿Qué fue eso? —No pude contenerme de preguntar.
—Solo la anfitriona dándonos la bienvenida. —Su respuesta desinteresada hizo que mi sangre, ya caliente, hirviera.
—No eres estúpido, Nóel. Sabes exactamente lo que estoy preguntando —Contuve el tono de mi voz, pero mi respiración y lenguaje corporal de seguro gritaban que estaba molesta—. ¿Para qué me estás usando? ¿Para quién haces todo este teatro? ¿Cuál es tu plan? —La oscuridad en sus ojos hizo que parara con mi cuestionario y mi parte racional me recordó que en ese momento estaba frente a Nóel, no frente a León.
Cuando evité sus ojos, él le dió un trago a su bebida y dejó la copa de nuevo sobre la mesa. Yo ya me estaba arrepintiendo de mi comportamiento cuando se acercó a mí despacio y me pegó a su cuerpo aguantándo mi cintura. Yo temblé entre sus brazos y no me atreví a mirarlo a la cara.
—Tú tampoco eres estúpida, Isabella —Susurró muy cerca de mi cara y tan íntimamente que cualquiera que mirara creería que se me estaba confesando—. Deberías mantener un poco más a raya tu temperamento. Esta noche solo tienes que portarte bien, sonreír y asentir. No es mucho —Se acercó a mí oído mientras me acariciaba el brazo desde el hombro. La caricia lenta y sutil parecía más una amenaza que un consuelo—. Y no vuelvas a cuestionarme. No quieres saber tanto.
Yo cerré mis manos en puños en cuanto me soltó e intenté controlar mi cuerpo para que actuara con normalidad. Los latidos de mi corazón iban a toda velocidad y el sudor en mi espalda me hacía sentir frío.
—Sonríe. —Me recordó cuando un trío de hombres se acercó y tuve que relajar mi rostro y saludarlos con una sonrisa cuando me volvió a presentar como su mujer.
Al cabo de un rato, le tomé la palabra de que podía moverme a voluntad y fui por un momento al baño. Al estar sola, tomé fuertes y largas respiraciones frente al espejo y me dije una y otra vez que podía con eso. Quise mojarme la cara para refrescarme, pero si hacía eso, perdería todo mi maquillaje y saldría hecha un desastre, así que solo pude mojarme el cuello y salir.
Volví a la mesa de bebidas, donde Nóel ya no estaba, y me bebí una copa de champán de un trago. Tomé un respiro y luego me bebí otra, y cuando iba como por la quinta, Amara se me acercó acompañada de un hombre alto y apuesto.
—Isabella —Llamó mi atención y le hice un gesto con la cabeza en respuesta—. Cariño, ella es Isabella Slorah, la mujer del Señor Chevalier. —Me presentó ella, y solo con escucharla, volvió mi malestar.
—Un gusto, señora Chevalier —Saludó el hombre extendiendo su mano, la cual recibí—. Soy el esposo de Amara, Oriane Marchand. Es un gusto tenerla por aquí.
—Para mi también es un gusto, en especial por poder conocerlos. —Nunca en mi vida había tenido que actuar con tanta cortesía.
—Señor Marchand. —Saludó Nóel, acercándose.
—Señor Chevalier. —Devolvió el saludo con el mismo nivel de rigidez.
—Estaba presentando a mi esposo a la señorita Isabella. —Dijo Amara.
—Es bueno que se conozcan. —Asintió Nóel y yo solo bebí cuando me sostuvo de nuevo.
—Bueno, nosotros seguiremos atendiendo a algunos invitados —Retomó la conversación Amara—. Isabella, espero que nos veamos de nuevo pronto. Deberíamos salir juntas alguna vez. —Yo le sonreí sin asentir o negar y ellos se fueron.
—Deja de beber. —Murmuró Nóel a mi lado y bajé la copa que llevaba a mis labios. Me sentía muy insatisfecha, pero ni siquiera podía decir nada.
—¿Puedo saber cuándo nos vamos? —Pregunté con cuidado.
—Todavía quedan un par de horas, así que controla tu ingesta de alcohol. Si te emborrachas y cometes un error... —Y dejó la frase al aire. Aún así, sabía lo que quería decir.
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