XIX
Los días pasaron lo suficientemente rápido para mí, una cautiva, desde que Chandler y Didier decidieron hablar más conmigo. Las clases particulares con Chandler fueron mejor de lo que imaginé. Él chico nunca se molestaba sin importar las preguntas que hiciera o las veces que tuviera que repetir la misma palabra. En cambio, parecía mucho más animado cada vez.
Didier se fue relajando conmigo poco a poco y también participaba en las clases de vez en cuando. Aún no actuaba con la misma soltura que escuché tras la puerta, pero era una mejora.
—Bonjour, Mademoiselle//Buenos días, señorita —Entró Chandler, con su característica alegría—. Le petit déjeuner.//El desayuno. —Dejó la bandeja en el escritorio y me levanté de los mullidos cojines del sofá para comer.
—Merci Monsieur.//Gracias, caballero. —Agradecí antes de sentarme y le ofrecí un croissant relleno de mermelada, el cual tomó de volada.
—Has mejorado en tu pronunciación. —Me felicitó Didier.
—Gracias. —Le sonreí y le tendí un plato con una empanada de jamón y queso.
—Deberías de comer más tú. —Dijo, sin tomar el plato.
—He estado comiendo muy bien gracias a ustedes. Puedes comer con Chandler y conmigo hoy también. —Él extendió su mano y tomó la empanada, dándole una mordida y yendo a sentarse en un mueble con Chandler.
Ya me había acostumbrado a la situación. Al principio, Didier no aceptaba por mucho que se lo ofreciera, y regañaba a Chandler por comer conmigo. Luego, no estaba segura de por qué, aceptó en silencio un pedazo de pastel de carne y hemos comido juntos mis tres comidas, las cuales comenzaron a ser un poco más abundantes.
—Está muy bueno. —Chandler se chupó los dedos azucarados y tragó con placer.
—¿Quieres más? —Me reí de su cara de satisfacción y le ofrecí otro croissant, el cual corrió para tomar.
—¡Eres tan amable! —Me sonrió y volvió a su asiento.
—Sabes que no todos los que te dan algo de comer son buenas personas, ¿verdad? —Le pregunté y él dejó de masticar para prestarme atención— No confíes en cualquiera que te de algo rico, hay muchas personas malas por ahí. —Le dije, algo en serio, y él miró a Didier con cara extraña.
—No soy un niño —Se rió—, y mucho menos soy tonto.
—Sí, las "personas malas" que se acerquen a ti son los que deberían de llamarse tontos. —Bromeó Didier con una sonrisa, y volvió a morder su empanada.
Cuando lo escuché, caí en cuenta de que... ellos eran "personas malas". Chandler y Didier eran mafiosos. Por muy simpáticos y carismáticos que se vieran, eran hombres entrenados para matar. Los días en paz habían comenzado a afectar mi manera de verlos. Al principio les tenía miedo, y luego desayunaba con ellos. Eran personas que probablemente habían matado a otras personas, y acababa de decirles que no confiaran en desconocidos. Debí haberme escuchado muy tonta.
Aclaré mi garganta y volví a comer mi desayuno, un poco incómoda y avergonzada.
—¿Quieres ir a la biblioteca cuando termines de desayunar? —Me preguntó Didier, y agradecí su intento por cambiar el estado de ánimo.
—¡Sí! —Acepté de inmediato.
Los caminos hacia la biblioteca ya los conocía. Había tres caminos disponibles para llegar, mi favorito era el más largo. La biblioteca era enorme y, a pesar de que no contaba con muchas novelas modernas o libros prácticos, tenía hermosos clásicos y algunas ediciones que costaban millones. La mayoría de los libros estaban en inglés, otros muchos en Francés y algunos en español. Era una maravilla solo pararse en el medio y ver las estanterías. El primer día pasé las tres horas que se me dieron ojeando superficialmente la mayoría de los libros, y al final no me decidí por uno para leer. Estaba tan sorprendida por la colección que las tres horas se me fueron volando.
—Vendremos por ti en tres horas. —Me avisó Didier y cerró la puerta de la biblioteca.
Caminé despacio hasta el escritorio, tomé el libro que había comenzado a leer hacía unos días y me tumbé en el diván afelpado de color café junto a la ventana. El silencio, el olor y el sonido al pasar las hojas me hacían olvidar todo lo que me dolía por tres horas. Era la mejor hipnosis para detener el ruido en mi cabeza. Consumía una oración tras otra como una adicta, y cuando me estaba perdiendo en la complejidad de la historia, Didier abrió la puerta.
—¿Ya pasaron tres horas? —Me sorprendí, porque sentí que era imposible.
—No, solo fueron cincuenta minutos. —Negó mientras se acercaba.
—¿Entonces?
—Boss León está al teléfono y quiere hablar contigo. —Hice una pausa al escucharlo, procesando la información. Él me tendió el teléfono, y lo tomé vacilante.
—¿Hola? —Murmuré despacio.
—Hola. —Me respondió, y por alguna extraña razón, su tono suave y ronco me puso nerviosa.
—¿Querías hablar conmigo? —Inexplicablemente, mi voz se mantuvo baja, como una niña a punto de ser regañada.
—Sí, quería saber cómo estabas. —Lo pude escuchar reír bajo. Tal vez se burlaba de mí.
—He estado bien. —Respondí sin saber qué más decir. Él guardó silencio por unos segundos y luego retomó la conversación.
—¿Haz disfrutado de la biblioteca?
—Sí, mucho. Gracias. —Agradecí sinceramente— ¿Tú... has estado bien? —Pregunté al recordar que le gustaba que le preguntaran de vuelta.
—He estado bien, gracias por preguntar. —Se escuchó satisfecho.
—Bien. —Y nos quedamos en silencio.
—He estado hablando con tus padres. —Me dió un brinco el corazón al escucharlo mencionar a mis padres.
—¡Ellos-
—Están bien, no te preocupes. —Me cortó, y no tenía motivos para creerle, pero le creí.
—Sí, está bien. —Todavía estaba preocupada y asustada pero, ¿qué podía hacer?
—Les dije que te traje de vacaciones a Grecia. —Mis ojos se abrieron como platos.
—¿Qué?
—En ocaciones he tenido que chatear con ellos como si fueras tú, fue toda una experiencia —Se rió—. Les mandé fotos mías estando en lugares turísticos de por aquí y, tu madre saltaba de la alegría y te seguía pidiendo un nieto —La situación continuaba siendo muy graciosa para él—. Tu padre estaba preocupado.
—Papá siempre está preocupado —Murmuré—. Supongo que es el trabajo de los padres.
Escuché como alguien más le hablaba sobre algo y él le respondió brevemente.
—Estás ocupado, debe- —Antes de terminar la frase, las puertas de la biblioteca fueron sonoramente abiertas, sobresaltándome— Nóel. —Transpiré.
—¿Qué? —León preguntó confundido, pero yo solo podía ver la figura alta acercándose a sancadas.
—Boss. —Didier lo saludó y él se detuvo frente al diván donde estaba.
—¿Isabella? —León llamó mi nombre, pero yo no tenía las suficientes agallas para responder teniendo a alguien que me quería muerta justo en frente.
Nóel me analizó despectivamente por unos segundos y luego miró el celular en mi mano. Yo estaba como petrificada, solo podía mirar hacia arriba desde mi posición, sin moverme una pulgada. León me había dicho que Nóel no me tocaría, pero nada era seguro en la vida, y menos si se estaba lidiando con mafiosos.
—Yo- —No sabía ni qué quería decir, pero no tuve que preocuparme por eso ya que Nóel me ignoró y solo me arrebató el teléfono.
—¿Ahora tienes tiempo para llamarla? —Preguntó a León, realmente molesto. Yo me encogí en el diván, con ganas de teletransportarme a cualquier otro sitio, pero como no podía, solo intentaba reducir mi presencia al máximo posible— Deja de distraerte y concéntrate. ¿No eres consciente de tu situación? ¡Esta llamada podría matarte! ¿Realmente quieres morir? —¿Matarlo? ¿León estaba en problemas?—Si crees que ya todo está en orden, ¡solo regresa y no hagas estupideces! —Nóel colgó el teléfono con rabia y se lo lanzó a Didier, quien lo atrapó en el aire, luego me volteó a ver feo—. Sal y cierra la puerta. —Ordenó a Didier.
—Sí, Boss. —Mi mirada nerviosa cayó en la tranquila de Didier y él solo pudo fruncir ligeramente el ceño y acatar la orden.
Cuando las puertas de la biblioteca estuvieron perfectamente cerradas, dejándome en el mismo espacio que Nóel, me fue imposible controlar todas las reacciones que tuvo mi cuerpo ante el peligro. La enorme biblioteca me pareció diminuta y el silencio que antes me relajaba ahora rozaba lo insoportable.
Nóel tomó asiento en el otro extremo del diván y alcanzó el libro que había estado leyendo.
—El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald —Leyó en la portada—. De un cuento de adas a un amor obsesivo, ese fue un gran salto —En circunstancias normales, hubiera tenido mucho que decir, pero frente a ese hombre, era imposible—. Por lo que puedo ver, tus vacaciones van cada vez mejor, ¿te diviertes? —Para conservar mi cabeza, ¿debía negar o asentir a esa pregunta? ¿Por qué simplemente no decía lo que quería decir y se iba?
—Lo siento. —Me fui por lo seguro. Con gente como esa lo mejor era disculparse primero, aunque no tuviera sentido.
—¿Por qué lo sientes? —Mordí mi lengua antes de decir algo incorrecto y rectifiqué la respuesta en mi mente.
—Por todo.
—Eso significa que no sabes por qué tienes que disculparte. —Por un instante, sentí ganas de pegarle. En primer lugar, ¡nunca hice algo malo! Y él debía de saber que mi respuesta fue meramente por presión, pero se empeñaba en provocarme.
—Tal vez el Señor Nóel podría ayudarme a saber eso tan incorregible que hice para incurrir en su ira. —Un matiz de sarcasmo adornó mis palabras, pero más que preocupada, estaba curiosa por saber si en verdad tendría algo que decir.
Él guardó silencio por unos segundos, no supe si pensando o simplemente observándome.
—¿Estar a un paso de arruinarme no te parece suficiente motivo? —Sentí que lo dijo porque no había nada más.
—Ya dije anteriormente que no fue a propósito. No me arruinaría a mí misma de esta manera. —Suspiré.
Él se puso de pie e inmediatamente me puse a la defensiva, inclinando mi cuerpo lo más lejos que pude.
—Yo que tú no me pondría tan cómodo —Acomodó su traje—. Y reza para que León regrese a salvo, porque si él muere, morirás con él. —Estaba por irse, pero lo detuve.
—¿León está en peligro?
—Y tú también. —Él no volteó a verme, pero respondió antes de salir por la puerta.
Me quedé en transe por un momento, pensando en León. Ese hombre, si estaba en peligro, ¿qué hacía yendo a sitios turísticos solo por una foto? ¿Por qué me llama solo para saber cómo estoy si podrían rastrearlo? Y yo, ¿por qué me estaba preocupando por él?
Bueno, mi vida dependía de él, era normal preocuparme... ¿no?
—Isabella. —Levanté la cabeza y vi a Chandler y Didier frente a mí. No parecía ser la primera vez que me llamaban.
—¿Estás bien? —Preguntó Didier.
—Sí, estoy bien. —Les sonreí.
—¿Boss Nóel te dijo algo? —Cuestionó Chandler, preocupado.
—Dijo que si León moría, moriría con él. —Suspiré.
—Entonces estarás bien. —Aseguró Didier.
—Es cierto —Confirmó Chandler—. Boss León es un hombre bastante duro de roer.
—Confían mucho en él.
—¡Claro que sí! —Asintió el menor, tomando asiento a mi lado—. No lo sabes, pero a pesar de solo ser lacayos, Boss León ha arriesgado su propia vida para salvarnos más de una vez. Es un hombre en el que se puede confiar sin titubear —No sabía si conmoverme o preocuparme—. Boss Nóel también. Es cierto que es más severo y distante que Boss León, pero todos en esta mansión estaríamos más que dispuestos a morir por él.
—¿Por qué?
—Somos vidas que ellos recogieron —Didier tomó la palabra—. Muchos de nosotros somos huérfanos o niños que fueron tirados a una orilla de la carretera a morir, pero Boss Nóel y Boss León vieron que valíamos para algo más que mendigar o dar pena, y nos llevaron con ellos.
—Yo era esclavo hace unos meses —Chandler se apuntó con un dedo—. Sé suponía que iba a morir por haberle pegado al tipo que me compró cuando intentó violarme, pero Boss León devolvió el dinero y me trajo con él. Pensé que mi vida volvería a ser el infierno que fue cuando tenía dies años y me mandaron a un campo de concentración, pero no. Cuando desperté estaba en una cama suave y me sirvieron comida cálida. —La historia de Chandler me hizo tener fuertes altibajos emocionales. Pasé de la sorpresa a la tristeza en menos de unos pocos segundos. No podía comprender cómo el chico que había pasado por todo eso aún tenía las fuerzas de bromear y reír todo el día todos los días. ¿Cómo era tan fuerte?
—Fuiste muy, muy valiente. —Murmuré con un nudo en la garganta, mirando sus ojos marrones de brillo inocente. Él me sonrió enorme y se puso de pie de un salto.
—También eres muy valiente. —Me dijo, pero negué con la cabeza.
—Yo jamás hubiese podido ser tan fuerte como tú —Solo con imaginar lo dura que tuvo que haber sido su corta vida, mis ojos se cristalizaron—. Eres alguien lo suficientemente fuerte como para contar tu historia y volver a sonreír —Me puse de pie y tomé su mano para darle un apretón reconfortante. Vi como sus ojos adquirían un brillo líquido y él miró hacia abajo—. Puedes estar orgulloso de ti mismo, porque eres increíble.
—Gracias. —Me agradeció con voz garrasposa y levantó la vista para volver a sonreírme, pero se veía tan triste que sentí que necesitaba un abrazo.
Él retiró mis manos de las suyas y dió un paso atrás, aclarándose la garganta.
—Saldré primero, ustedes pueden seguir hablando. —Sin volver a mirarnos, salió con la cabeza gacha.
—Ve con él —Le pedí a Didier de inmediato—. No lo dejes solo ahora mismo. —Didier miró la puerta con el ceño muy fruncido y se despidió brevemente de mí antes de salir con grandes pasos.
Yo suspiré y volví a sentarme en el diván. Me sentía triste y confundida. Pensé en Chandler y todos los horrores que pudo haber visto y vivido todos esos años, y luego pensé en Nóel y León. Ambos eran tan crueles, pero al mismo tiempo tan... no sabía cómo describirlos. La expresión de León al decir que habían muchos más niños preocupados por morir de los que yo creía destelló en mi mente. No le presté mucha atención en ese momento, ni siquiera le di tanta importancia a esas palabras, pero cuando escuché a Chandler, me di cuenta de que sus vidas eran una realidad, no una opción.
Esa noche, antes de irme a dormir, miré por largas horas la foto familiar que tenía guardada. Pensé en cómo sería mi vida si, en vez de nacer en mi familia, hubiera nacido en una como la de Nóel y León. ¿Hubiera tenido la vergüenza de juzgarlos como lo hago, o los hubiese entendido? ¿Mi mayor preocupación seguiría siendo escribir algo nuevo? ¿Mi meta sería ser exitosa? ¿Seguiría teniendo pensamientos moralmente correctos? ¿Continuaría siendo... yo?
Con mucho en que pensar, me quedé profundamente dormida, pero en una hora desconocida de la madrugada, me removí inquieta en la cama al despertar sin ningún motivo. La lamparita de noche con una tenue luz amarilla se había quedado encendida cuando me dormí, por lo que no estaba totalmente oscuro. Miré la puerta de la habitación por un momento, con la mente en blanco, y suspiré fastidiada por perder el sueño. Resignada me giré hacia el otro lado, dispuesta a librar una batalla contra el insomnio, pero casi sufrí un infarto al ver a alguien sentado en un mueble a lo lejos.
—¡Por Dios! —Grité asustada y me caí de la cama intentando retroceder.
—¿Estás bien? —La luz no llegaba a ese lado de la habitación, por lo que no podía ver quién era, pero al escuchar su voz y risa baja, supe inmediatamente a quién pertenecía esa silueta.
—León. —Murmuré su nombre y el pánico que sentí se calmó mucho.
—Hola —Saludó, entrando en la luz—. Un tiempo sin vernos. — Al verlo, me dí cuenta de que estaba sin camisa y un gran vendaje con algo de sangre cubría la mayor parte de su torso, lucía agotado y ojeroso, pero al parecer su estado de ánimo no se vió afectado.
—Sí, ha pasado un tiempo —Trepé de nuevo la cama y me senté para verlo—. Y creo que se te está haciendo maña eso de colarte en mi habitación para verme dormir.
—No tengo nada que decir. —Se burló, subiendo las manos.
—¿Estás bien? —Pregunté, preocupada por sus heridas.
—¿Preocupada? —Continuó provocándome y arrugué la nariz, descontenta— Estoy bien, al menos no morí. —Ignoré su comentario para nada sutil y miré sus vendajes. No era médico, pero no creía que fueran heridas simples. Aunque su cuerpo parecía estar acostumbrado ya que tenía muchas cicatrices— ¿Te gusta lo que vez? —Mis ojos fueron a los suyo y dejé de observarlo con un suspiro.
—No hay manera de que a alguien le guste ver un cuerpo herido y ensangrentado.
—Hay gente muy loca ahí fuera. —Dudó.
—Bueno, yo estoy aquí dentro. —Se rió de mi juego de palabras absurdo y se sentó en la esquina de la cama.
—Estoy agotado. —Suspiró.
—Entonces, ¿por qué no vas a dormir en vez de colarte aquí en medio de la madrugada y espiarme?
—Pensé que no podrías dormir. —Murmuró viéndome. Lo miré en silencio a los ojos y contemplé sus matices azules como hacía tiempo que no lo hacía.
—Tenías razón, no puedo dormir, ¿ahora qué?
—¿Te canto una nana? —Se burló. Su gran cuerpo se movió despacio debido a las heridas y logró acostarse en mi cama a todo lo largo.
—¿Qué crees que haces? —Me alejé un poco, sorprendida.
—Te ayudo a dormir. —Respondió, acomodando una almohada para él.
—Donde único funciona esto es en tú cabeza. —Negué.
—Los médicos dicen que, cuando tienes insomnio, dormir acompañado es muy bueno. —Suspiró, aparentemente relajado.
—¿Crees que alguien podría conciliar el sueño tranquilamente mientras duerme junto a su secuestrador? —Ironicé.
—En el avión lo hiciste muy bien.
—¡Eso y esto es diferente! En ese momento, más que dormir, ¡prácticamente me estaba desmayando!
—Con razón no despertabas sin importar qué hiciera.
—¡¿Qué?! —Me sobresalté—¡¿Qué me hiciste?!
—Nada de lo qué estás pensando. —Suspiró como si estuviese cansado de lidiar conmigo.
—¿Cómo sabes lo que estoy pensando?
—Casi siempre sé lo que estás pensando —Sus ojos me miraron directamente y, como hechizada, dejé de hablar—. Desde la primera vez que te vi, pude saber con claridad lo que estabas pensando. Tus ojos son demasiado expresivos. —Su suave murmullo me hizo remover incómoda y miré a otro lado.
—No tienes miedo de que te apuñale o te estrangule cuando duermas. —Forcé un cambio en la atmósfera.
—¿Quién, tú? —Me miró alzando una ceja, aparentemente divertido por lo que dije— Serías incapaz de matar una mosca —Se carcajeó—. Pero está bien, puedes intentarlo —Su voz se oscureció por un momento y parecía estar hablando en serio—. Mátame si puedes. —Sus palabras crueles daban un fuerte contraste con la sonrisa en sus labios y la caricia que dejó en mi mejilla. Me estremecí por el roce tibio de pieles y evité su tacto, quedándome unos segundos en silencio.
—Bueno, yo sí tengo miedo de ti —Me aclaré la garganta—. No tengo la confianza que tienes para creer que sobreviviría si me atacas.
—No lo haré. No te atacaré.
—¿Y se supone que ahora debo confiar en ti?
—Sí, así es como funciona.
Volví a guardar silencio y lo miré detenidamente. Su barba estaba más larga de lo que recordaba, sus labios estaban pálidos y agrietados, sus nudillos estaba heridos y se veía como alguien a punto de colapsar. ¿Qué había hecho en Grecia? ¿A quién se enfrentó para terminar así? ¿Qué tan herido estaba? ¿Qué tan peligroso fue? Solo con verlo, mi cabeza se llenó de preguntas.
—Está bien —Me rendí, aunque desde el momento en que se acostó, sabía que no se iba a levantar sin importar qué—. Solo duerme y descansa bien. Pareces a punto de morir realmente.
—He estado peor. —Argumentó, como si fuese algo por lo que estar orgulloso.
—No quiero saber. —Lo interrumpí y me tumbé boca arriba. Por unos minutos, solo se nos escuchó respirar. No supe si se había quedado dormido, pero igual le dije:—No puedes morir.
—No voy a morir. —Murmuró adormilado.
—Bien. —Asentí y le di la espalda.
—Buenas noches. —Susurró.
—Buenas noches. —Respondí.
Unos minutos después, gracias a su respiración tranquila y al silencio, finalmente me estaba quedando dormida. Sin embargo, estaba segura de que sentí una caricia en mi brazo en algún punto en noche.
♡📖♡📖♡📖♡
🔺️Recuerda dejar un triángulo invertido si te gustó el capítulo🔻
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro