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XIII

El viaje en auto fue rápido y silencioso como siempre. Yo trataba de no mirar al rubio y de no pensar en las circunstancias que nos rodeaban. Intenté enfocarme más en las calles y las personas que pasaban por la ventana, recordando mis días en la ciudad y llevándome una última visión de este lugar que quizás nunca volvería a ver.

Con el dorso de mi mano, me sequé las lágrimas de las mejillas y tomé el libro amarillo que estaba sobre mi regazo para invocar buenos recuerdos en ese momento en el que tanto los necesitaba. Pero mi mente no me daba tregua.

Solo pensaba una y otra vez que volvería a estar en una celda oscura, fría y llena de cucarachas. Tomando agua y comiendo pan. Haciendo mis necesidades en un cubo. Esperando y contando los minutos y horas hasta que la puerta se abriera y decidieran que era hora de matarme.

Perdí la esperanza de que el hombre fuera lo suficientemente compasivo como para permitirme quedarme en el anexo para empleados, con una cama cálida y buena comida.

Toda la situación me estaba llevando al límite. No confiaba en que pudiera soportar más el estrés, el miedo, la incertidumbre. Si la situación era una especie de karma, al menos quería entender qué había hecho tan malo como para merecer semejante final.

En el viaje en avión, mi cuerpo se rindió y me quedé dormida en cuanto despegamos. Sin embargo, mi mente continuó sin darme tregua.

Soñé que estaba atada a esa silla de hierro, escurriendo agua y suplicando una vez más que no me mataran. Vi cómo se reían de mí mientras miles de cucarachas subían por mis pies, brazos y torso. Comencé a gritar y llorar, pero sus miradas me demostraban que solo los estaba complaciendo.

Me desperté sobresaltada cuando sacudieron mi cuerpo. Tuve que esforzarme por enfocar la vista, todo estaba muy borroso. La mirada azul del rubio se encontró con la mía, de un verde intenso, y retrocedí en el asiento por el susto.

-Ya llegamos. -Me dijo y retornó a su asiento.

Respiré hondo para calmar los latidos desesperados de mi corazón y sequé mis lágrimas al darme cuenta de que mi rostro estaba empapado. Mi captor no dejaba de mirarme con ceño fruncido y una mirada inquisitiva, a la que, una vez más, me negué a ceder.

Aterrizamos y casi de inmediato nos subimos a una camioneta negra con un coche delante y otro detrás. El recorrido fue silencioso, y hice lo mismo que cuando me dirigía al aeropuerto: observar las calles y a la gente. Me habría gustado visitar Francia en otras circunstancias. Ser una turista más, disfrutando de todo lo que el impresionante país de la moda tenía para ofrecer. Hacerme fotos y darle envidia a mi madre por estar en su país favorito.

Sin ser consciente del tiempo que nos tomó, entramos en la propiedad de mi captor. Los autos y la camioneta rodearon la rotonda frente a la casa y se detuvieron en la puerta. Sus hombres abrieron la puerta para él, mientras a mí me bajaron a tirones del codo.

-Que faisons-nous d'elle, Boss?//¿Qué hacemos con ella, Boss? -Escuché qué preguntó, pero solo entendí que hablaban de mí, no era muy buena con el francés.

León se volteó a mirarme y, luego de pensarlo un momento, respondió.

-Amène la.//Tráiganla. -Me arrastraron detrás de él y juntos entramos en la lujosa mansión, que más parecía un imponente castillo. Estaba adornada con exquisitas alfombras, relucientes candelabros, majestuosos jarrones y antigüedades en forma de pinturas. Casi se sentía como adentrarse en un museo.

Siguiéndolo, subimos unas escaleras a la derecha y, cuando estuvimos arriba, fue que dio otra orden.

-Emmenez-la dans la dernière pièce. Assurez-vous qu'il ne peut pas s'échapper.//Llévenla a la última habitación. Asegúrense de que no pueda escapar. -Yo no entendí ni una palabra, y me puse mucho más nerviosa cuando sus matones me llevaron por un pasillo diferente al que él iba.

Me soltaron en una habitación hermosa, dejándome allí después de asegurarse de que no podría escapar. La cama era enorme, más grande que la mía, con sábanas blancas y un edredón gris. Junto a la cama, había mesitas de noche adornadas con lamparitas. Las paredes eran blancas con tapices de flores pequeñas, y había sillones de color nuez con cojines cian y café frente a la ventana. La cómoda, también blanca, de madera, tenía un espejo y una silla baja. Había un armario, obviamente vacío, y la puerta restante daba a un baño con tina y regadera.

Al mirar por la ventana a mi izquierda, no pude evitar soltar un suspiro al contemplar la hermosa vista del patio, decorado con un laberinto y una fuente con forma de ángel.

Me dejé caer sobre la cama, exhausta por las tribulaciones del día y de todos los días anteriores. Las lágrimas brotaron al recordar a mi madre, lamentando no haber podido ver a mi padre. El peso de no haber tranquilizado a Mariam también me invadió, llevándome a un profundo sueño abrazando mi libro de cuentos favorito.

.León.

Avancé por el pasillo en dirección al ala izquierda de la casa, donde se encontraba la oficina de Nóel. Juntos debíamos analizar toda la información que estaba contenida en la agenda, buscando llegar a la misma conclusión a la que había llegado yo.

Las últimas semanas habían sido un torbellino de problemas. El viaje a Australia se alargó más de lo previsto debido a complicaciones con otras mafias, lo cual me obligó a regresar inmediatamente a Francia, consciente de que no podía mantener el control estando fuera de mi territorio. La situación había minado mi paciencia. La constante sensación de estar siendo desafiado y rebasado por otras personas estaba comenzando a molestarme. Y para colmo, el tiempo también había jugado en nuestra contra en cuanto a nuestro viaje a Inglaterra y de regreso. Ganas tenía de que todo se resolviera para ver quién demonios iba a tener de nuevo los cojones de tenerme corriendo de semejante manera.

Entré en su oficina, sin la necesidad de anunciar mi presencia, como siempre. El característico aroma a tabaco impregnaba el ambiente, dejando claro que Nóel se encontraba dentro. Solté la agenda con un leve golpe sobre su espacioso escritorio de caoba, interrumpiendo su concentración. Puso a un lado la pluma con la que estaba a punto de firmar y levantó la mirada, primero hacia mí y luego hacia la agenda.

-Decía la verdad. -Asentí en lo que me servía un trago de whisky, y él se reclinaba en su silla, hojeando la agenda.

-Y es peor de lo que pensábamos -Me tiré en uno de los sillones dispuestos frente a su escritorio-. Tenemos un topo.

-Eso ya lo suponíamos. -Agregó sin perturbaciones.

-Es una de las familias. -Ahora sí hubo reacción por su parte.

-¿Cómo lo sabes?

-La mayoría de la información en esa agenda es dicha en las reuniones que tenemos con la familia. No hay que ser un genio para darse cuenta de lo que implica eso. -Él no respondió, solo siguió prestando atención a la agenda en sus manos.

-Tiene mucha información interesante. A pesar de que está un poco desactualizada, sabían sobre nuestros horarios. Apuntaron algunas de nuestras propiedades en el país. Conocían muchas cosas de nuestra vida privada. Tenían un estudio sobre nuestros ingresos, nuestras pérdidas y sobre la producción aquí en Marsella. Anotaron los nombres de nuestros barcos y los nombres de cada persona con la que negociamos por aquel entonces. También hicieron una ficha de cada uno -Suspiró y tiró la agenda sobre el escritorio, presionando su sien-. Este fue un trabajo de mucho tiempo. ¿Desde cuándo nos estudian y no nos dimos cuenta?

-No lo sé. -Ese hecho me tenía de muy mal humor. Sentía como si se me hubiesen reído en la cara.

-Con razón ella sabía tanto. Esta agenda lo tiene todo. -Ese era otro tema, ella.

-¿Qué haremos con ella? -Le pregunté porque yo no sabía como lidiar con ese asunto.

-Sabe mucho sobre nosotros. Es una amenaza. -Y sabía lo que eso significaba: Debía matarla.

Y por primera vez desde que mi padre me hizo matar a una persona cuando tenía 10 años, mi estómago se contrajo en clara advertencia de mi falta de disposición para hacerlo.

-No estoy de acuerdo. -Dije incluso antes de analizar el por qué, que era justo lo que Nóel me iba a preguntar.

-¿Por qué? -Como predije.

-Es inocente. -¿Desde cuándo eso es importante?

-¿Y por qué eso es importante? -Era tan predecible ante mí.

Permanecí en silencio, sosteniendo la mirada de sus ojos azules, tan oscuros como los míos. No moví ni un músculo, ni siquiera parpadeé. No entendía por qué no podía reunir la voluntad para acabar con ella. A pesar de la clara amenaza que representaba, cada fibra de mi ser se negaba a apretar el gatillo en su contra, a pesar de que Nóel tenía toda la razón.

No lograba entender mi propio comportamiento, y la confusión que reflejaba en Nóel era evidente. Nosotros no éramos hombres de sentimentalismos, mucho menos de justicia. Sonaba hipócrita de mi parte decir que no quería matarla porque era inocente. Nosotros éramos los "malos", a los inocentes no les prestábamos atención si nos causaban problemas.

Pero ella... despertaba en mí un lado que no quería lastimar, sino proteger. Cuando estaba asustada y temblaba como una hoja, o cuando lloraba y evitaba mi mirada. Por primera vez, no deseaba ser temido. Quería que me sostuviera la mirada, que no se alejara cuando me acercaba, que supiera que no pretendía hacerle daño. Como aquella vez en el campo de tiro, cuando irradiaba confianza y firmeza.

-León. -Advirtió, y estoy seguro que supo más de la mitad de lo que estaba pensando- ¿Dónde está ella?

-Ordené que la llevaran a la última habitación del ala derecha.

-¿Por qué no a los calabozos? -Estaba un poco irritado, y hasta yo me sentía fuera de lugar conmigo mismo.

-Porque no quise llevarla ahí.

-León-

-No voy a matarla -Dejé clara mi posición respecto al tema y lo corté antes de tener que escuchar uno de sus discursitos-. Y tú tampoco lo harás hasta que nos pongamos de acuerdo. -Me puse de pie dejando el vaso vacío en la mesa del centro y miré una última vez a Nóel antes de dirigirme a la puerta.

Saliendo, mis pies me llevaron derecho hacia adelante. Luego doblé la esquina y pude ver a los dos hombres que custodiaban la puerta de la última habitación del ala derecha, donde ella se encontraba.

-Boss. -Saludaron cuando estuve más cerca.

-Situation?//¿Situación?

-Tout est en ordre, Boss.//Todo en orden, Boss. -Asentí.

Al adentrarme en la habitación, cerré la puerta tras de mí y me acerqué cautelosamente. Tal como imaginaba, ella yacía dormida en la cama, con sus zapatos puestos y aferrada a ese antiguo libro.

La observé detenidamente. Era tan menuda y frágil que despertó en mí un irresistible impulso de protección. Sin embargo, no lograba comprender por qué sentía esa necesidad con ella. Era una mujer que nos había causado más que solo enormes pérdidas económicas y nos había sumido en incontables problemas; no tenía sentido. Sería mucho más sencillo para nuestro futuro si simplemente apretara el gatillo con la boca del cañón apuntando a su cabeza.

La imagen la sentí extraña.

Un suspiro escapó de mis labios mientras retrocedía, sin apartar la mirada de ella. Necesitaba ser consciente de la situación. El mundo estaba repleto de mujeres, no hacía falta que fuera precisamente ella.

Salí de la habitación, sintiéndome exasperado. La sola visión de ella me llevaba a pensar en lo seductora que lucía empuñando un arma, en lo desafiante de su sonrisa, en su valentía y astucia durante el secuestro, e incluso en lo amable que fue al preocuparse por mí y vendar mi herida. Al final, era imposible para mí hacer algo contra esa diminuta figura que dormía ajena a los demonios que la rodeaban. Lo mejor sería entrenar y luego reflexionar sobre todo esto.

Al caer la tarde, y después de haber liberado todas mis preocupaciones a través de horas de sudoroso entrenamiento, Nóel ingresó en la sala de armamento. Aparté el rifle de francotirador que estaba ensamblando a medias y me volví para mirarlo.

-¿Qué es? -Su cara y el hecho de que lo conocía mejor a él que a mí mismo, me hacían consciente de que algo grave había sucedido.

-Los turcos tienen planes de detener las negociaciones con nosotros -Y eso era una bomba de noticia-. Hablé con ellos y dijeron que estarían aquí dentro de dos semanas para tratar las cosas.

-¡Esos imbéciles! -Maldije- Hemos modificado y cambiado muchas cosas en nuestras gestiones para que no sean como se publicó, y renunciamos a gran parte de nuestros contratos previstos debido a eso. No podemos permitirnos perder a Turquía. Ya perdimos demasiado dinero. Las otras familias están muy insatisfechas. Nuestras conexiones en el gobierno se están tambaleando. -Suspiré con resentimiento.

-Y aún así, insistes en mantenerla con vida. -Aprovechó para reprocharme, y lo entendía, también estaba muy enojado, pero... eso era otro asunto.

-¿Qué tienes en mente para afrontar esto? -Cambié de tema.

-Los japoneses aprovecharon que estamos en una mala posición y me siguen presionando con el tráfico de personas. -Mi sien palpitó con la mención de ese negocio.

-No confío en esos tipos. Su lealtad es solo para su gente y sus negocios no son muy claros. Obviamente, si algo sale mal, nos echarán el muerto y ahora mismo no podemos hacernos responsables de eso -Recordé-. Tenemos al primer ministro respirando en nuestras nucas por el maldito problema del libro, y la familia Gauthier no sabe cómo seguir manejando esa situación. Necesitamos dinero rápido y seguro.

-Lo sé, y estoy haciendo todo lo posible por remediar esta situación. Ahora mismo, lo más importante son los turcos.

-Para tratar con esa gente necesitamos seguridad de comercio, que es lo que no tenemos ahora por estar en la mira. Tuvimos que posponer muchos acuerdos con Estados Unidos y retomarlo llevará tiempo, un tiempo que Turquía no está dispuesto a esperar.

-La buena noticia es que los americanos seguiran trabajando con nosotros sin ningún problema -Y cómo no, si éramos su mayor distribuidor. Renunciar a nosotros era como darse un tiro en la pierna. Lo mas probable es que estuvieran pensando cómo sacar provecho, esos malditos americanos-. Estaba pensando trabajar con los mexicanos. -Propuso y en segundos me vino a la mente el cuerpo curvilíneo de una mujer morena y diabólica que me pegó un tiro.

-¿Ella otra vez? -Suspiré.

-Sí. Necesito que esta vez te comportes, estamos en problemas, no necesitamos más. -Me advirtió y asentí.

Definitivamente no me volvería a meter con una mujer que, luego del sexo, quería matarme. Pensé que estábamos claros de que era un encuentro casual y sin compromiso.

-Lo sé.

-Solo es lavar dinero para ellos. Ganaremos mucho y el riesgo es poco para nosotros. También, ellos se encargarán de negociar por nosotros en Colombia. Así nos ahorramos un viaje y recursos. Claro, el favor no será gratis.

-¿Seguro que puedes confiar en esa mujer? -Dudé.

-Por ahora sí. -Y su afirmación me dejó más tranquilo.

-Si podemos llegar a un acuerdo rápidamente con México y ellos se encargan de Colombia, entonces podremos enfrentar a los turcos. Ellos no se retirarán si ven algo seguro.

-También lo sé.

-¿Hablaste con Rinaud?

-Si, por ahora está haciendo todo lo posible por minimizar los daños y entorpecer la investigación policial. Me dió tiempo para desaparecer los barcos.

-Ya entiendo porqué el ministro no está tan histérico, resulta que lo que lo involucra está bajo control.

-Igual no nos va a dejar en paz por un tiempo. Los altos mandos en su círculo se lo están poniendo difícil por las sospechas. Solo puedo darle material para limpiar su nombre y que haga unas cuantas amenazas necesarias. Creo que las cosas por ese lado se calmarán con el tiempo.

-Entiendo. -La situación ya no estaba tan mal como al inicio del desastre, pero seguíamos inestables, y eso era peligroso. En el mundo en que vivíamos, no se podía mostrar debilidad, o estarías muerto antes de que te dieras cuenta.

-Muy bien, entonces comenzaré los negocios con los mexicanos. Prepárate para tenerlos aquí en un máximo de tres días. -Yo asentí y él se alejó para irse.

Tres días pasaron como unas horas. Había estado tan ocupado que no había podido ver a la inglesa. Aún no sabía qué hacer con ella, pero si la dejaba ir, solo sucedería una cosa, y es que la secuestrarían y le sacaría toda la información que pudieran antes de matarla.

-¿Qué pasó con Grecia? -Nóel entró en la oficina como un huracán. Los últimos días habíamos estado a tope por cuenta de los turcos. Nuestros contrincantes aprovecharon para darnos un golpe, pero los sicilianos intervinieron a tiempo. Le debíamos una grande a ese viejo.

-Él comercio de armas con ellos está bien. Hemos obtenido un gran negocio esta vez.-Nóel se tiró en la silla y asintió.

-Lo hiciste bien. -Se veía exhausto. Lo más probable es que haya dormido menos que yo todos estos días.

-Nuestros negocios legales siguen en orden, así que no debemos preocuparnos por eso. Clement se está haciendo cargo por ahora. De nuestros laboratorios también.

-Los nuevos barcos ya están listos.

-¿Tan rápido? -Me sorprendí.

-Sí. Es una suerte que no se filtraran nuestras rutas marítimas, o estaríamos perdidos. -Suspiró y sacó un Habano de su caja de tabacos cubanos.

-Los mexicanos llegan en la tarde.

-Ya tengo todo listo para tratar con ellos, no te preocupes. -Cortó y encendió su puro con movimientos mecánicos.

-El que está muy preocupado eres tú.

-Los malditos Marroquíes no dejan de dar problemas. -Dio una fuerte calada y el humo blanco hizo una nueve sobre su cabeza.

-Ese viejo aliado nuestro ya dio un paso adelante con eso. Por ahora lo tenemos bajo control.

-Sí, pero prepárate para deberle un favor.

-Siempre es así. Lo más probable es que nos pida nuestros negocios en Dubai.

-Ese viejo mal nacido no pierde su mañana de robar disimulando equidad. -Di un trago a mi bebida y pensé en ese viejo.

Su nombre era Giovanni Denaro. Un contemporáneo con nuestro padre. Amigo de negocios y un fuerte aliado. Siempre nos habíamos entendido y llevado bien, pero eso no quitaba que si estamos en problemas, aprovechará para morder.

-Por ahora, nosotros- -Lo cortó el toque en la puerta.

-Adelante. -Mandé.

-Boss, la dame de droite dit qu'elle a besoin de le voir.//Boss, la señorita en el ala derecha dice que necesita verlo. -Dijo el hombre en cuanto entró.

Mi hermano me dirigió una mirada dura, tan intensa que, de no compartir nuestra misma sangre, me hubiera estremecido. Sin pronunciar una sola palabra, sus ojos parecían proferir maldiciones en silencio, a pesar de su apariencia estoica

-Je comprends, je serai là dans un instant.//Entiendo, en un momento estoy ahí.

-Oui, Boss.//Sí, Boss. -Asintió y volvió a cerrar la puerta cuando se fue.

-¿Hasta cuándo, León? -Suspiré y me puse de pie, vaciando lo que quedaba en mi vaso en mi estómago.

-No lo sé, Nóel. -Y caminé hasta la puerta para salir.

♡📖♡📖♡📖♡

✨️Preguntas por las que Eu siente curiosidad:

1-¿Alguien más quiere maldecir luego de enterarse de que León se vio obligado a matar desde los 10 años? Nóel también. QwQ

2-¿Cuál ha sido su parte favorita hasta ahora?

3-En el próximo capítulo entran nuevos personajes~ ¿Serán amigos o enemigos? :)

🔺️Recuerda dejar un triángulo invertido si te gustó el capítulo🔻

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