VIII
Al llegar a casa, Lauren y Bradht estaban preparando la cena en la cocina, parecían estar disfrutando así que decidí no interrumpirlos y seguí adelante, subiendo las escaleras. Al entrar en la habitación, vi a Mariam tendida en la cama, entreteniéndose con su teléfono.
—Volviste. —Me dijo, dándome una ojeada.
—Tú también. —Solté mi bolso en el escritorio y me tiré en la silla giratoria frente a la cama.
—Hace unas horas. —Abandonó su teléfono y se giró, de lado, apoyando su cabeza en su mano para mirarme mejor.
—¿Qué? —Pregunté, revirando mis ojos porque esa sonrisa en sus labios no auguraba nada bueno.
—Nada, solo mi curiosidad por saber en qué momento cambió la estación y ahora usamos mangas y cuello alto. —Se burló con cinismo.
—Para mí, cambió anoche, cuando un hombre de casi dos metros me azotó y me ató a la cama. —Respondí en su mismo tono. Ella gritó como fangirl loca y se sentó con las piernas cruzadas, haciendo gestos exagerados.
—¡Cuéntamelo todo! —Yo me reí de ella y comencé a contarle todo.
De esa forma, una historia que no prometía ser muy larga, se extendió durante casi dos horas. Mariam no cooperaba mucho con el proceso ya que necesitaba gritar, ver las marcas o recordar sus propias vivencias parecidas a la mía de vez en cuando.
—Y eso fue todo. —Concluí y el alivio se sentía como haber ganado la guerra.
—Fue bueno que te haya gustado. —Celebró.
—Sí, fue bueno. Pero si te soy honesta, no es algo que haría muy seguido.
—¿Por qué? —Su pregunta sonaba como si la hubiesen ofendido.
—Mmm...no lo sé. Siento que, a pesar de haber disfrutado ese momento, no es algo que necesite hacer cada vez. Además, no me gusta estar atada y las cuerdas fueron incómodas. Me sentí inservible al terminar.
—Bueno, todos tenemos nuestras preferencias. Supongo que no te va el bondage.
Después de un rato más de charla, ambas bajamos a cenar cuando el tío Bradht nos llamó. Hansel no aparecía desde la tarde, así que no estaba en la mesa. Los cuatro charlamos de manera familiar y divertida mientras cenábamos. Los tíos de Mariam nunca fueron serios; eran muy responsables, pero jamás los verías serios cuando estaban en casa.
Esa noche, Mariam y yo nos fuimos a dormir tarde, entre conversaciones sin sentido y otras muy importantes. No le conté sobre el desconocido de la biblioteca y mi cita con él, porque no quería que exagerara la situación o, peor aún, que decidiera seguirme al día siguiente para descubrir quién era. Aun así, no olvidé poner la alarma para las ocho de la mañana.
La alarma sonó a tiempo. Me senté en la cama, un tanto aturdida, y la apagué. Mariam se removió a mi lado, pero siguió durmiendo sin enterarse de nada. Entonces me levanté de inmediato y comencé a prepararme.
Me lavé rápidamente y después me detuve frente al armario, sintiéndome impotente. No sabía qué ponerme y me sentía frustrada. Con mi estilista inconsciente sobre la cama, no tenía opciones, así que busqué en mi celular algunos conjuntos que pudiera copiar. Finalmente encontré uno que me gustó y opté por una falda de color naranja claro con flores pequeñas de color blanco, combinada con una blusa blanca de mangas largas sin adornos y una boina del mismo color. Completé el atuendo con unos tacones bajos de color crema y un maquillaje ligero.
Me miré satisfecha en el espejo y, después de rociar un poco de perfume en mi cuello, tomé una cartera del mismo color que mis zapatos, la cual ya estaba equipada con todo lo que necesitaba, y crucé la cadena larga y dorada alrededor de mi torso.
Al mirar el reloj, noté que eran casi las nueve de la mañana, así que bajé a tomar un desayuno ligero. En la cocina, vi a Hansel preparándose el desayuno. Supuse que los tíos de Mariam ya habían salido a trabajar.
—Buenos días. —Saludé alegremente al chico de espaldas a mí y que no me había notado.
—Bueno días. —Devolvió el saludo, dándose la vuelta, y luego de verme, hizo una pausa—¿A dónde tan hermosa? —Alagó pero tenía un tono de burla al final.
—Gracias por el cumplido —Me acerqué al refrigerador y saqué la leche con chocolate, sirviéndome un vaso—. Tengo planes hoy.
—La compañía debe ser buena. —Siguió mortificando y me reí.
—Eso está por verse. —Respondí poniendo la leche en el microondas y robando una de sus tostadas preparadas con almíbar.
—¡Oye, no robes! —Se quejó y, antes de que me la quitara, le di un gran mordisco.
—La marqué, ya es mía. —Me reí con la boca media llena. Él protestó y siguió preparando tostadas.
Yo terminé mi ligero desayuno mientras platicaba con Hansel y me retoqué el brillo de labios antes de salir a mi encuentro.
Cuando estuve frente al Museo, busqué en la agenda de mi celular el contacto "Sr. Desconocido" y toqué en llamar. Luego de dos tonos, la llamada se conectó.
—¿Quién? —Respondió, y el tono severo de su voz borró todas las oraciones que tenía listas para decir.
—Hola, soy Mariam. —Inconscientemente, mi voz se volvió cautelosa al sentir que él estaba enojado.
—Así que este es tú número. —Su voz se relajó notablemente, tanto que por un momento me hizo pensar que había escuchado mal antes.
—Sí. Supongo que se acabó el suspenso. —Me reí.
—Aún no. Todavía no te digo mi nombre.
—Cierto. Estoy frente al Museo, te espero y entramos juntos.
—Yo acabo de llegar y ya te vi. —Al escucharlo, miré a mi alrededor pero no pude localizarlo.
—Yo aún no te ve- —Mi frase murió en mi garganta cuando lo ví caminando hacia mí. Estaba más guapo que la última vez que lo había visto.
—Hola. —Me saludó con una sonrisa, colgando el teléfono.
—Hola. —Respondí en transe, copiando su acción de colgar, pero aún mirándolo de pies a cabeza.
Su cabello rubio no estaba meticulosamente arreglado, pero se veía perfecto. Con una camisa de vestir negra con botones sueltos y recogida hasta los codos, un pantalón negro y zapatos de vestir pulcros. Sus ojos azules eran más oscuros de lo que recordaba y su sonrisa parecía un poco rígida.
—¿Todo bien? —Pregunté al percatarme de que parecía frustrado.
—Sí, todo bien. —Respondió restándole importancia a la preocupación entre sus cejas—¿Entramos?
—Sí. —Asentí, a pesar de no estar muy convencida. Pero ni siquiera podía preguntar qué le pasaba ya que literalmente éramos dos desconocidos tratando de conocerse.
Sin muchas palabras entramos al Museo. La cita no estaba yendo como yo pensé, pero entendía perfectamente que lo más probable era que él estuviese preocupado por algo, así que no forcé el tema de conversación, simplemente caminamos en silencio mirando las exposiciones.
—¿Te gustan este tipo de sitios? —Lo escuché hablarme desde atrás y me giré para mirarlo.
—Sí —Respondí y no pude evitar reírme al ver su cara—. Y por lo que pude apreciar, a ti no.
—Es cierto, no me gusta. —Se sinceró y me reí.
—¿Entonces por qué aceptaste venir?
—Por ti. —Dijo y me sorprendió, porque lejos de lo cursi que pueda sonar una confesión como esa, sus palabras cargaban intensiones que desconocía.
En ese preciso momento, su teléfono sonó y quebró la extraña atmósfera. Su semblante se volvió dos grados más serio y, tras contestar en un idioma que intuí que era francés, colgó sin más.
—Perdón, trabajo. —Se excusó.
—Está bien, no te preocupes.
—¿Seguimos? —Me instó, como si no fuese incómodo para él estar en un lugar que no le gustaba.
—Espera —Detuve el inicio de su andar y rebusqué en mi cartera hasta encontrar una vendita. Entonces tomé su mano derecha entre las mías y pude ver y sentir la aspereza de su palma. Sin alargar mucho el momento apreciativo, puse la vendita sobre el pequeño corte sin sanar que tenía en el exterior de su dedo meñique—. Listo. —Terminé y le sonreí, soltando su mano.
Él estaba muy serio, tanto que tuve que detenerme a pensar si había hecho algo mal. ¿Tal vez las venditas con dibujos animados no le gustaban? Aunque, en mi opinión, un osito no estaba mal. ¿Tal vez no le gustaba el contacto físico? Si es así, ¿lo ofendí?
—Lo siento —Me disculpé en cuanto llegué a esa conclusión—. No sabía que te resultaría incómodo el contacto físico. No volveré a tocarte, ¿de acuerdo? —Pregunté, esperando internamente que no estuviese muy enojado.
Él me miró con sus ojos indescifrables, y no supe qué decir cuando guardó silencio. La cita estaba siendo más dura de lo que imaginaba.
—De acuerdo. —Dijo y suspiré disimuladamente antes de sonreír.
—¿Qué te parece si salimos de este lugar que no te gusta para nada, pasamos por unas bebidas y caminamos en el parque? —Pregunté, pero no respondió— ¿O tienes algún lugar en mente?
—No, vamos por bebidas. —Al fin dijo algo y salimos del museo que ni terminé de visitar.
Pasamos por una cafetería y yo me pedí un café frío y él un Lemon, lime and bitters. No sabía cómo podía tragarse eso, pero él parecía satisfecho. De esa forma, caminamos en total mutismo por el parque.
Juro que había imaginado miles de escenarios posibles para ese día, pero jamás pensé que sería así de incómodo. Él no parecía interesado, y yo no sabía de qué hablar. Imaginé que, si tenía un problema, probablemente no quisiera hablar mucho al respecto, pero el silencio me estaba matando.
—¿El problema que te atormenta lo puedes solucionar si vas ahora? —Me arriesgué a preguntarle. Él me miró por un momento y luego negó.
—No, no es algo que pueda solucionar inmediatamente.
—Entiendo. —Entonces mi idea de dejarlo ir no tenía mucho sentido.
De esa forma, caminamos un poco más, y a pesar de que el parque estaba hermoso y desprendía buena vibra, yo no podía apreciarlo por la nuve gris a mi lado. A lo lejos, vi a unos niños jugando con pelotas y pistolas de agua y en mi mente revolucionó una idea fantástica.
—¡Tengo una idea! —Dije deteniéndome en seco, y mi voz salió tan animada que hasta a mí me sorprendió.
Él me miró de forma interrogante y yo me avergoncé un poco por mi arrebato.
—Vamos al campo de tiro.
♡📖♡📖♡📖♡
✨️Preguntas por las que Eu siente curiosidad:
1-Nuestro desconocido está distraído, ¿por qué será?
2-¿Alguien más cree que las venditas con dibujitos son las mejores?
3-Nos pondremos serios a partir del próximo capítulo, ¿emocionadxs?
4-Este capítulo fue más corto, ¿se dieron cuenta?
🔺️Recuerda dejar un triángulo invertido si te gustó el capítulo🔻
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro