2:- Anhelo sobre dignidad
¿Que había sucedido para llegar a ese punto?
La respuesta era tan clara como el petróleo, no encontraba una justificación para tales comportamientos.
<<... ¿Me lo merezco? ¿Por qué putas merezco que me pase ésto? ...>>
Le dolía muchísimo la garganta, y aún con todos los golpes que recibió la noche anterior no pudo quitarse el casco.
Sólo había buscado aquel trabajo para complacer a su padre, mantenerlo tranquilo, y alejarse un poco de la situación en su "hogar"
Cada momento que pasaba en su casa era un infierno, tener una mirada de morbo sobre el a cada momento no era precisamente cómodo, puesto a que únicamente compartía techo con su padre.
El tambaleó en sus piernas se hizo más notorio a medida que caminaba, lo cuál lo volvió objeto de burla una vez llegó al castillo. Fuera de las burlas, sus compañeros se veían satisfechos, increíblemente alegres.
Al ser dispersados por el pueblo notaron que sobre ellos no habían miradas de temor, sino de fastidio, que pronto se convirtió en enojo, groserías, e incluso agresiones a los guardias a medida que avanzaban.
La resistencia estaba complicando el asunto, denotaba que el miedo había disminuido, y todos sabían cuál era el motivo.
A nadie le gustaba, todos miraban con despreció al guardia de casco abollado.
-Tu nos metiste en esto.-
-Busca las cosas de ese puesto, o te matamos.- Dijo uno de los guardias más grandes, que fácilmente superaba la estatura de Abdelnour por veinte centímetros.
Al escuchar eso supo que no tenía opción, y por ello sé sintió asustado, no quería volver a encararse con Ga'Bleo.
No le importaba quedar como un cobarde, pero sabía que la mayor cualidad de todos ellos era la creatividad, y no a rasgos generales, sino cuando de hacerle la vida imposible a alguien se trataba.
Sabía que de ser humillado una vez más su padre no lo perdonaría, no quería ir a donde estaba Ga'Bleo, pero sus súplicas no fueron escuchadas, y ante la presión de sus compañeros acabo cediendo. Luego de ello se acercó temblorosamente al puesto de manzanas.
Una vez más cruzó miradas con Ga'Bleo, solo que en esta ocasión no tenía la confianza para formar tan siquiera una oración.
-La...-
No tenía intenciones de ser educado, quería clavarle un cuchillo en la cara...
...Pero sabía que era imposible, sabía que si hacía enojar a Ga'Bleo no tendría a nadie que lo defendiera.
-La ofrenda, por favor...- Pronunció con torpeza.
-Vete de aquí.- Le dijo sin mucho interés, pero en un tono medianamente alto, que hizo que todos voltearan a ver.
Al escuchar eso Abdelnour sintió un nudo en la garganta, nuevamente estaba siendo humillado frente a todos, y su frustración supero su miedo, por lo cuál consiguió hablar de una forma más ruda.
-Dame... Todas las frutas del puesto, Ga'Bleo.-
-Puedes dejar tu armadura para pagar.-
-Soy un caballero, tú eres un granjero, ni tus manzanas ni tu valen lo mismo que una bota de mi armadura.- Respondió haciendo uso de cada ápice de valor que le quedaba.
Sus ojos húmedos delataban que lágrimas estaban próximas a salir, no quería quedar como un cobarde frente a todos, pero el miedo que sentía era evidente.
-Tienes razón, esa armadura es tan blanda cómo tú, no valdría más de manzana y media.-
Luego de escuchar su respuesta Abdelnour se sintió confuso, la frustración lo nublo. Se perdió tanto en sus pensamientos que no noto que Ga'Bleo se acercaba a el.
No estaba nada contento con su insistencia, entonces le dio un empujón que lo hizo caer.
No sintió tanta fuerza en el empujón, pero lo que si sintió fue miedo, mucho miedo, tanto que decidió fingir que estaba inconsciente.
De todas formas no tenía nada que perder, era eso o levantarse para pelear con Ga'Bleo, y ser víctima de las burlas de la multitud, que pasados unos minutos se dispersó.
Los demás guardias ignoraron el cuerpo de su compañero, continuaron ejerciendo su labor, y entre tanta indiferencia surgió curiosidad.
-¿Por qué no lo llevan al calabozo?- Preguntó uno de los guardias, llamado Ostin.
-Nadie en este reino tiene poder sobre esa familia.- Respondió el que parecía ser más experimentado antes de dar un suspiro, cosa que dejo confundido al que hizo la pregunta.
Esa respuesta no era suficiente.
-¿Por qué?-
-Porque es así, tenemos la ordén de no meternos con ellos, no tengo idea de porque Abdelnour no lo sabía, quizás no se molestó en averiguar bien dónde se estaba metiendo cuando eligio ser guardia-
Mientras decía eso el guardia más experimentado de ambos observaba de reojo a Ga'Bleo.
-Lo mejor sería que ignores eso, el que busca encuentra, y no siempre es bueno encontrar.-
La gente sabía cosas de Ga'Bleo y su madre, pero nada especialmente relevante fuera de que el chico era extremadamente fuerte.
Algunos especulaban que la razón iba más allá de lo normal, algunos decían que la señora era una bruja, y que su hijo era producto de las artes oscuras, quizás un demonio, pero lo cierto era que nadie sabía el origen de la fortaleza de Ga'Bleo.
Era un hecho, pero Ga'Bleo tenía tan poco impacto en el pueblo, que el rey decidió exonerar sus ofrendas solo para no tener episodios de resistencia, puesto a que uno solo podría motivar una rebelión.
......
Al día siguiente los guardias fueron llamados a la formación, se les pidió retirarse el casco y la mirada de todos se centro en Abdelnour, que no podía hacerlo debido a lo que le hizo Ga'Bleo.
Y como si no fuera poco, el castigo de su padre le había dejado secuelas, una muñeca lastimada, que al estar vendada le daba una apariencia más frágil.
La vista de todos se centraba en un trono de madera clara cubierto por una fina tela de un azul oscuro, decorado con toques dorados y rojos. Y tan pronto un chico con evidente sobrepeso se sentó todos se colocaron la mano derecha en el peso. A sus costados se encontraban dos guardias luciendo armaduras evidentemente más lujosas que las de los demás, mantenían una postura firme, y el que se encontraba a la derecha sostenía una caja de madera de un tamaño considerable.
El príncipe de rostro regordete, sudoroso y con abundante acné levanto su dedo señalando la dirección en la que se encontraba Abdelnour, ordenando su cercanía con un gesto, pero una vez esté comenzó a caminar el príncipe se mostró irritado.
-Como un caballo.- Ordenó con voz chillona.
Tras escuchar sus palabras Abdelnour mostró confusión, que ante la mirada expectante y llena de lagañas de aquel hombre se esfumó, ya que sabía que no tenía opción.
Entendió que tendría que caminar en cuatro patas hacia el príncipe; y así lo hizo, aunque con no con cuatro patas, sino tres al tener su mano derecha lastimada de tal forma que se le hacia horrible simular una cuarta pata con ella.
Al avanzar, nuevamente escucho un sonido de molestia proveniente del príncipe
-Un caballo tiene cuatro patas.- Dijo mientras el guardia a su izquierda acercaba su lanza al hombro derecho de Abdelnour, impidiendo que siguiera.
Un par de segundos parecían ser una eternidad hasta que el príncipe hizo una mueca de enojo.
-Es demasiado lento, quizás haya que buscar otro.-
Tras decir ésto el guardia acercó su lanza a la nuca de Abdelnour, en espera de la palabra del príncipe.
Sintió el filo del arma rozando su piel, y sintió la desesperación inundar su ser, en un intento de salvar su vida coloco su extremidad lastimada en el suelo, provocando un dolor punzante que formó una sonrisa en el rostro del príncipe.
Abdelnour bajo la mirada antes de dar un suspiro, quitó la tela que sostenía su brazo, y sintió el dolor pasar de su mano hasta el hombro, provocando tiriteos en su mandíbula. Se mordió el labio, contuvo los gritos, y comenzó su avance.
Aún intentando distribuir su peso en sus tres extremidades sanas era doloroso, y por ello tres metros se convirtieron en un recorrido de más de veinte minutos.
Al culminar se sintió aliviado, pero no duró mucho, puesto a que la tortura que pensó superar apenas comenzaba.
-Demasiado lento, vuelve a hacerlo.-
Sabía que no tenía opción, y luego de retroceder esos mismos tres metros avanzo más lento, buscando mitigar el dolor con "descansó" entre pasos más pausados.
Lo repitió una, y otra, y otra vez, haciendo de tres metros un recorrido interminable, tanto para el como para quienes lo miraban, a excepción del príncipe.
Abdelnour sentía que el mundo se le venía abajo, penso en todo lo que podía suceder si se detenía, quería detenerse, quería morir, no tenía nada ni nadie si sobrevivía a eso, pero el miedo a la muerte fue mayor.
Repitió una vez más su rutina de caballo, y logro llegar hasta el príncipe, consiguiendo su aprobación.
-Abdelnour, ¿Cómo has estado?- Pregunto el príncipe con una expresión relajada, que a todos los guardias confundía.
Acaba de destrozar hasta el último ápice de dignidad que tenía aquel chico, para luego dirigirle la palabra como si fueran colegas.
-Bien...- Respondió el chico, buscando tener un tono no tan temeroso, aunque consiguió el efecto contrario, un tono que delataba sus nervios.
-Algunos de tus compañeros me comentaron sobre un altercado en el puesto de manzanas.- Comento el príncipe.
Tras exhalar e inhalar profundamente, tragar saliva y pasarse la mano por el rostro para quitarse el sudor, finalmente abrió la boca para pronunciar un par de palabras.
-Ellos no querían entregar el dinero, su majestad, y cuando intenté dialogar fui agredido.-
Tras las palabras del chico el príncipe desvió la mirada hacia el resto de guardias.
-¿Por qué permitirían que un ciudadano le robe a la realeza?- Cuestionó antes de comenzar a limpiarse la baba que se le cayó luego de alzar su tono.
El silencio inundó la sala, nadie quería responder y arriesgarse a que la atención del príncipe se desviará hacía ellos.
-Abdelnour II cumplió con el juramento impuesto, por lo tanto...-
Antes de terminar su frase uno de los guardias que acompañaba al principe casi de igual a igual se acercó hasta quedar frente a frente con Abdelnour, mientras que el otro retiraba la tapa de la caja de madera para revelar una daga oxidada.
-Traigan al ladrón y a su madre ante mi.- Ordenó, haciendo creer a todos que podían retirarse -Y en cuanto a ti.-
Al pronunciar las últimas palabras de su frase las miradas de todos se centraron en Ostin, nadie sabía con certeza si era el a quién se referían, pero al ser el que estaba frente a todos, lo empujaron.
Los guardias que estaban a los lados del príncipe tomaron de los brazos a Ostin, le arrancaron el casco, y mientras que uno dirigió las manos de Abdelnour a la daga, el otro bajo la cabeza de Ostin.
Ambos tomaron sus espadas, y apuntando desde lados contrarios lo inmovilizaron.
-Matalo.- Ordenó el príncipe.
-¿Qué?-
-Matalo.-
No tenía mucho tiempo para pensarlo, el príncipe se veía desesperado, y tan pronto entrecerró los ojos uno de los guardias apuntó el filo de su espada al cuello de Abdelnour.
Sabía que su vida dependía de ello, y cerró los ojos al momento de clavar la daga en la carne, provocando un sonido que inquieto al resto de guardias.
Luego de ello el príncipe ordenó la retirada, y trajo una segunda caja, en la cuál se encontraba una armadura peculiar.
Todas las armaduras eran forjadas por el único herrero de la zona, y está se veía diferente, mucho más trabajada, y muy posiblemente más cara, pero...
¿En qué momento su padre tuvo el timpo de forjar eso?
La forja de armas y armaduras era un proceso tardado, que aunque fuera ejecutado por un herrero experimentado, tardaba horas y horas, su padre solo podría forjar aquella armadura si no tuviera más trabajos, o más opciones...
Con lo que acaba de pasar sabía de sobra que decirle que no a la realeza era una opción fantasiosa, y supuso que lo obligaron a forjar aquella armadura en un tiempo inaudito, que probablemente fue acompañado por amenazas.
Ahí lo entendió, pero no tuvo el valor para decir algo más, sabía que la realeza no desperdiciaba palabras ni recursos, si le entrego aquella armadura fue porque tenía algo pensado.
-Nadie en este pueblo puede robarle al rey, es tu deber hacerlo saber.-
Abdelnour trago saliva, tenía temor por las condiciones en las que su padre podía estar en ese momento, pero decidió contener su miedo, y poner atención a las palabras del príncipe.
La hora del almuerzo llegó, y con ella una señora cargando dos platos de sopa, que coloco en una enorme mesa cuidadosamente ordenada por un par de campesinos.
-Acompañame para almorzar.- Ordenó mientras caminaba hacia la otra sala, dónde ambos se sentaron a degustar una sopa de res inusualmente dulce, no del agrado de Abdelnour, pero si del príncipe, quien dejando los modales a un lado comenzó a comer sin darle importancia a ensuciarse con la carne, verduras y condimentos de la comida.
Abdelnour quería preguntar por su padre, supuso que se fue a la taberna más cercana, pero no lo vio llegar en la mañana antes de ir al castillo, y eso junto con la armadura le daba una sensación de incomodidad.
No conseguía manera de hacerlo, hasta que el príncipe tomo la palabra, confirmando algo que temía.
-Tu padre hizo un trabajo impecable.-
-Si... Seguro que si...- Respondió el guardia en un tono nervioso, mientras comía de la forma más educada posible, no quería que por falta de modales fuera el próximo sacrificio para mantener calmado al bosque.
-¿No es así, Abdelnour?- Pregunto el príncipe mientras mordía un trozo de carne, que salpicó sopa en la mano del guardia.
-Mi padre es un gran herrero, se que hizo un buen trabajo.-
-No te preguntaba a ti, ¿Eres Abdelnour II, no?-
-Si...-
-Entonces, ¿Hiciste un buen trabajo, Abdelnour?- Pregunto el príncipe nuevamente, observando ahora el hueso de la carne que estaba masticando.
Abdelnour II pensó que el príncipe estaba delirando, hablaba con un hueso de res, y le colocaba su nombre, era sorprendente, y a la vez extraño.
-Quiero que seas tú quien mate a Ga'Bleo.-
Definitivamente ese enano regordete sabía bien lo sucedido, y con las cartas sobre la mesa, Abdelnour acepto.
Paralelo a esto el resto de guardias se dirigieron al puesto de manzanas, apuntando con sus lanzas a Ga'Bleo tan pronto lo vieron.
-Hoy no habrá dinero.- Mencionó en un tono tranquilo, intentando no sobresaltarse ante la gran cantidad de armas que lo apuntaban.
-No hemos venido por dinero, sino por ordén del príncipe.- Respondió uno de los guardias.
Al escuchar aquello la madre de Ga'Bleo paso de ser blanca a tener un tono tan pálido como el de la luna, temía lo peor, una ejecución para su hijo.
-No tengo problemas en ir, pero si me entero de que le pasó algo...- Mencionó Ga'Bleo mientras señalaba a su madre con su mano -Colgare sus cabezas en la entrada del castillo.- Sentenció antes de emprender su viaje al castillo, dónde pudo observar desde cerca al príncipe, quien lo miraba con evidente disgustó.
-Deberias ir a revisar eso.- Mencionó Ga'Bleo luego de echarle un vistazo a Abdelnour, notando su brazo lastimado.
-Sabes que nadie puede robarle a la realeza, ¿Verdad?-
-Perfectamente.-
-Hacerlo conlleva una ejecución.-
-Si, pero yo no le tengo miedo a eso. Yo no soy alguien a quién puedes controlar- Afirmó Ga'Bleo con firmeza.
Tras escuchar las palabras de Ga'Bleo el príncipe paso de tener una expresión arrogante a una más seria, que se convirtió en una de molestia a medida que el chico de cabello largo hablaba.
-Ninguno de tus guardias es capaz de hacerme algo, ellos no me trajeron contigo, me facilitaron tenerte en frente.- Dijo Ga'Bleo a medida que se acercaba, notando como todos los guardias se miraban tensos -No hay nadie que me impida arrancarte de ese trono, y tomarlo para mí.-
Tras decir su última frase una lanza de mango negro golpeo a centímetros del medio de las cejas de Ga'Bleo, cortando un mechon de su cabello y amenazando con clavarse en su frente.
-Alejate, o muere, Ga'Bleo.-
-No... Déjalo...- Dijo el príncipe antes de que el hombre que atacó a Ga'Bleo se alejara, volviendo a un lado del príncipe.
Por primera vez Ga'Bleo retrocedió, no porque tuviera miedo, sino porque de no haberse echado hacía atrás esa lanza le habría perforado el cráneo.
Su confianza pasó de estar por las nubes a estar solo por las montañas, ese movimiento denotaba entrenamiento, y si habían mas guardias como ese la situación podría complicarse. Analizó su situación, comprendió que lo mejor sería evitar un conflicto, y decidió dialogar.
-Te desafío por el trono, trae lo mejor que tengas, tus mejores guerreros, y yo los mataré.- Dijo Ga'Bleo con total seguridad.
Ya había metido la mata, y no podía echarse atrás.
-O no lo hagas, y te mato a ti.-
Al terminar de decir esas palabras los dos guardias de mayor rango que escoltaban al príncipe se acercaron a Ga'Bleo, amenazando con apuñalarlo.
-La corona no tolerará faltas de respeto.- Dijo el príncipe -Pero acepto tu propuesta, una vez te maté haré un espantapájaros con tú piel.-
....
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Tres días.
En tres días Ga'Bleo y tres representantes de la realeza escogidos minuciosamente librarían una batalla a muerte.
Con el pacto establecido Ga'Bleo se dio la vuelta, y retorno a su hogar, ganándose miradas de admiración por parte de las personas que presenciaron su acto de valentía. Por primera vez sentían esperanza, por primera vez en mucho tiempo sentían que podían hacer algo más allá de lo que dictará la realeza, por primera vez esa generación dejo de ver a sus gobernantes como dioses.
Algunos mostraron su gratitud de manera irónica, con ofrendas, zanahorias, limones, papas. De alguna forma u otra todos entregaron algo en señal de apoyo a Ga'Bleo, qué más que ser un guerrero fue considerado un símbolo de libertad por su decisión tan arriesgada, que podría poner el panorama de cabeza.
Al llegar a su casa dejo a un costado de la puerta dos sacos llenos de verduras y frutas, siendo recibido por el regaño de su vida, con el argumento de que tanto su vida como la de su madre y su hermana corría peligro. Y era cierto, era probable que el príncipe no respetará el acuerdo, realmente era probable que intentarán irrumpir en su hogar para raptar a su familia a modo de chantaje, por ello la madre de Ga'Bleo lo obligó a mantenerse despierto el restó de la noche, vigilando a la espera de algo inusual, que nunca llegó.
.
Al siguiente día Ga'Bleo se sentía como un muerto, estaba cansado, y tenía que ir a trabajar, pero nada más salir para colocar las cosas del puesto un guardia le informo sobre su primer duelo, que sería al mediodía.
Ga'Bleo maldijo de forma indescriptible a la realeza, el príncipe se aprovechó de las palabras del chico, y uso las reglas a su favor. Ninguno de los dos específico que los tres guerreros lucharían el mismo día, por lo cuál el príncipe estableció que sería uno cada día durante los próximos tres mediodías.
Un combate con armas, donde todo estaría permitido, y solo se detendría una vez uno dejará de respirar.
Con eso en mente, el sol del mediodía quemando su rostro Ga'Bleo, y una evidente expresión de cansancio, observo con molestia al hombre que tenía en frente.
Se trataba de un mercenario que portaba un pantalón negro, cintas en sus muñecas, y un abrigo de piel que a simple vista se veía pesado e incómodo, su nombre era Jack. Y cómo su oficio lo indicaba, tenía cientos de muertos a su nombre.
Al mirar a Ga'Bleo dio una sonrisa, la apariencia del chico era poco intimidante, seguramente sería un trabajo sencillo.
-Un niño no debería estar aquí.-
-Un anciano tampoco.- Respondió Ga'Bleo -Las cicatrices en tu rostro te hacen ver más rudo, ¿Verdad?-
-La verdad si, un par te haría ver menos maricon.- Respondió el mercenario con una sonrisa llena de dientes negros, podridos por la falta de higiene.
Toda persona del pueblo que espectaba la situación cargaba consigo un temor profundo, producto de la incertidumbre de no saber si lo que verían sería un duelo entre dos hombres, o una masacre.-
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