9. Ailani... ¿Eres... virgen?
/AILANI KEIN/
Cuando sus brazos la rodearon con firmeza, sintió desvanecerse. Confesó que había imaginado algo así, desde la primera vez que lo vio. La corriente eléctrica que descendió por toda su columna, fue un dato adicional. Sus ojos lo decían todo. Estaba dispuesto a completar aquella oscura promesa, como si fuera el mismísimo Lucifer, vendría a colectar su paga, tarde o temprano.
Pero con Keithan, había sabido que sería más temprano que tarde.
Cuándo los sorprendentemente suaves labios del hombre rozaron su desprotegido hombro, toda la resistencia que había puesto se vino abajo.
Como si toda su vida hubiera estado en un completo estado de avidez, se aferró con afán a los anchos hombros de su marido. Algo que sin duda no le había dicho, entre los motivos de la separación meses atrás, había sido precisamente el intenso deseo que sentía por este casanova.
Sabía que sería fácilmente desechada, como cualquiera de sus anteriores conquistas. Pero ya no le importaba. Nada importaba... Sólo aquella sensación maravillosa, de encontrarse atrapada en la dureza de este hombre.
-Sabes tan bien...- Lo escuchó murmurar con voz enronquecida por el deseo. Una oleada de satisfacción no conocida le recorría por el cuerpo, orgullosa de poder ser deseada por aquel hombre que seguramente había experimentado más de un tipo de mujer.
Sólo atinó a suspirar, incapaz de formar palabras, mucho menos frases coherentes.
-Mmm....- Un gemido se le escapó, cuándo aquella delicada y húmeda succión llegó a una de las áreas más sensibles de su anatomía. Le produjo un mayor placer, al ver la cara de este hombre tan apuesto, pegado a su pecho, estremeciéndola con cada lametón que daba. Sin poder soportar más la tortura, puesto que parecía que se encontraban a millas de distancia, enterró los dedos entre su cabello exigiéndole aún más cercanía, dejando escuchar su deleite.
-Keithan...- Sus piernas se convertían en gelatina, cuándo aquel apasionado beso se vio acompañado de más caricias. Peligrosas caricias que distaban de ser inocentes y que descendían para encontrar el punto en el cuerpo de ella, que parecía explotar en cuestión de segundos.
Fue arrastrada en medio del vaivén de sensaciones. El lugar era lo menos importante, de eso estaba segura. Una locura le había nublado los sentidos, éste hombre podía empujarla desde un precipicio y no se percataría hasta sentir el golpe.
Cuándo vio que más prendas le eran arrebatadas con poca paciencia, experimentó una súbita urgencia. Una urgencia por algo que nunca había sentido anteriormente.
Miró casi con gesto salvaje a Keithan, que sonrió satisfecho al verla tan necesitada, desnuda y a su merced. Fue así como se sintió para ella, al menos.
/KEITHAN LOWER/
Dos de sus expertos dedos, se deslizaron por la planicie de su abdomen, para encontrar el paraíso terrenal de Ailani. No pudo evitar volver a sonreír ante su sumisión. Cuándo el momento del contacto se convertiría en más íntimo, desistió de la tarea para besarla profundamente en la boca. Como nunca lo había hecho, arrasando con las pocas barreras de cordura que le faltaban todavía romper.
Ailani correspondió el beso, había esperado demasiado por aquel contacto. Demasiado tiempo anhelando... demasiado tiempo... esperando poder sentir.
Cuándo nuevamente su mano se deslizó hacia la zona íntima de ella, la posición provocó que uno de sus muslos tuviera un íntimo contacto con aquella dureza que se escondía de su conciencia. Lo sintió respingarse, pero ni aún así se detuvo la tortura para ella.
La asaltó con más pasión que antes, y cuándo tocó aquel delicado botón en su feminidad, creyó que moriría. Esto era demasiado para soportar al mismo tiempo.
Su necesidad por sentirse llena de Keithan incrementó a niveles insoportables.
Fue por eso, que casi con vehemencia, le suplicó. -Keithan, ahora. Por favor, te necesito dentro de mí- El cómo había mascullado aquella frase, lográndola soltar del intenso beso del hombre, aún le era desconocido.
-Shh...- Lo escuché murmurar, aún concentrado en acariciarla. Pero cuándo la frase activó una alarma de excitación interna en él, la mano se evaporó, dejándola por completo sola.
Sólo fue consciente de un breve periodo de tiempo, el del sonido de la cremallera deslizándose hacia abajo, permitiendo que el pantalón fuera removido con rapidez insólita.
Tan ansiosa estaba, que se sintió lo suficientemente audaz como para bajar la mirada y encontrarse con algo que la horrorizó, pero a la vez la excitó muchísimo más.
Completamente erecto y con una longitud mucho mayor a la esperada, se encontraba la virilidad del primer hombre que se había ganado toda la lujuria que poseía.
Sus ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa.
Y, aunque con algo de timidez, se atrevió a preguntar. -Es...quiero decir... ¿todos son siempre así de grandes?- Se percató de su gran estupidez, tan pronto como aquella frase brotó de sus labios.
Sufrió una profunda decepción. La curiosidad había matado al gato. Bueno, en su caso, a la pasión.
De repente, se sintió asqueada, por lo que estaba por hacer. Su desnudez le pareció insultante, y despertó del letargo en el que había estado sumida.
Se percató que de la sala no se habían movido, y estaba reclinada sobre el sofá, a la merced de la dura mirada que recaía sobre ella. Pero no hice nada por cubrirse. ¿Cubrirse de qué? Este hombre ya había visto cada parte de su cuerpo.
Cuándo las dos fuertes manos de él la sacudieron con severidad, por los hombros, no supo cómo reaccionar.
-Ailani, ¿eres virgen?-
Tampoco supo responder a la pregunta.
/TYLER KEIN/
Aunque ya menos furioso, pero para nada tranquilizado, se encontraba en una limosina, que se deslizaba con calma por las calles de París. Lucybell se encontraba dormida en uno de los asientos, no pudiendo soportar el alto nivel de exigencia física al que todos habían sido expuestos, desde que recibieron el horrible reporte, en el que se demostraba que la menor de la familia Kein estaba casada.
Aplastaría la cara de aquel vividor que había osado colocar un solo dedo en su hermana menor. Lo aplastaría como una cucaracha, después de darle una buena reprimenda a Ailani, por supuesto.
Apretó los puños. Ailani tenía mucho que responder. Su hermana no era una pequeña ramera que se casara con cualquier sujeto, en Las Vegas.
/LUCYBELL FULLER/
Pretendió dormir, sin ser capaz ya de soportar la ira de Tyler. Entendía el por qué sufría, diablos, ella también estaba sufriendo. Pero lo que no soportaba en realidad, era ser cómplice de toda esta situación. Se arrepentía tremendamente el ser cómplice de aquella locura que Rydhian había inventado.
Imaginaba la cara de Ailani. No la había visto en más de un año, y estaba segura que si algún día toda esta horrible situación fuera olvidada, la amistad que había entre ellas, ya no sería la misma. Ella, por su parte, ya no sé sentía igual que antes. Se sentía una traidora, sucia; a pesar que no había sido la generadora de todo el problema.
Sabía el peso que también recaía sobre los hombros de Rydhian. Pero a la vez, su cólera también estaba dirigida para el joven que había probado ser un completo cobarde.
No sabía cuándo expiraba aquella promesa que le había hecho a Rydhian, hace tanto tiempo atrás. No sabía si podría mantener la cordura, si continuaba guardando el secreto.
/KEITHAN LOWER/
Como si de un hechizo roto se tratara, toda la excitación que sentía se fue por el caño. ¿Ella? ¿Ailani? ¿Virgen? No, no se lo podía creer.
Espero ansioso una respuesta. Pero Ailani no parecía estar dispuesta a darla. Así que hizo otra pregunta, sin dejar de sujetarla.
-¿Qué edad tienes?- Preguntó no permitiéndose ni una mirada hacia el tentador cuerpo que ella no intentaba cubrir, y que dejaba expuesto sin ninguna clase de pudor.
Ella desvió la mirada. -¿Cuántos crees?- La sangre se le había ido a los talones.
-Por Dios, no me digas que eres menor de edad- Dijo aterrado.
Ailani volvió a dirigir su mirada hacia él, con el entrecejo fruncido.
-Idiota. Tengo veintidos, los cumplí en diciembre-
Cuándo la pasión se había evaporado, regresaba la misma contestona y gruñona mujer. Sin poder desviar la mirada del cuerpo de la mujer, casi con furia, la soltó y se inclinó a recoger la ropa de ella.
Lanzándosela casi a la cara, continuó con el interrogatorio.
-Ailani. Esta es la última vez que te preguntó- La miró con intensidad. -¿Eres virgen?-
Ailani esquivó la mirada, y sólo procedió a vestirse.
Tuvo ganas de arrancarse cada hebra del cabello que reposara sobre su cabeza. ¡Aquella mujer debía pudrirse en el infierno!
Cuándo ella terminó la tarea de vestirse, algo que parecía casi irreal, la frustración cegaba todos sus instintos.
-Mujer, me responderás ahora- Dijo casi sombrío de la furia.
Ella sólo le dirigió una mirada furibunda, -¡Sí, demonios! Soy virgen. ¿Tienes alguna opinión que dar?-
Todo su mundo se derrumbó. La evidencia había estado clara. Pero con una confesión así, no había forma de dudarlo. Si antes, Ailani había estado prohibida debido al acuerdo, ahora era su código de honor el que se restringía la delicia de disfrutar de esta mujer.
Él nunca, nunca se metería con una joven virgen. Ni siquiera si de virgen aparentaba poco, como era el caso de Ailani.
La escuchó cavilar sobre cosas. -Es sexo, maldita sea. No te estoy pidiendo que te cases conmigo- Pareció reír. -Oops. Creo que eso ya lo hiciste. De todas formas, fuiste tú el que sugirió esta horripilante idea-
Ailani tenía algo especial. Algo extremadamente especial, que conseguía sacarlo de sus cabales, para dejarlo ciego de furia.
-Supongo que tienes amnesia, querida. Hasta hace dos minutos suplicabas por mí- Ella hizo un mohín.
-¡Eso no es cierto!- Replicó, aunque sabía que él no podía estar más cerca de la verdad.
A pesar del enojo, consiguió mostrar una risilla sarcástica.
-Sigue engañándote, querida.-
Ailani decidió cambiar de tema.
-Como claramente no cumplo los requisitos, para poder disfrutar de tu lecho- Dijo sarcástica. -Igual tendrás que darme alojamiento, esposo mío-
Entrecerró la mirada. -Si no cumples con una de las cláusulas más importantes de nuestro acuerdo, lo siento querida, yo tampoco cumpliré con mi parte- Abriendo la puerta, comenzó otra vez a sacar las maletas de la joven.
-Keithan, ¡por favor! ¡Maldita sea, no puedes echarme a la calle después de...!- Pero por algún motivo la frase había palidecido en los labios de Ailani, y su cara estaba lívida. ¿Había visto alguna clase de fantasma?
Y es que, al encontrarse de espaldas al corredor, se había perdido de ver a un muy furioso hombre, con sus puños apretados de la furia.
Lamentablemente, Ailani no contaba con la misma suerte.
.........
La ciudad de Inglaterra resplandecía, a pesar de ser un día un poco apagado. Aún molesto abrió las ventanas y recibió con gesto hosco la brisa fresca que bañaba su rostro. Durante la secundaria, siempre había sido fastidiado por sus compañeros por lo pelirrojo de su pelo. A decir verdad, era una cabellera única y hermosa, pero su carácter había alejado a todos y a todas las personas que deseaban ser sus amigos o eso decían.
Había sido destacado en cada actividad física que se realizaba. Había arrasado con los corazones de cientos de muchachas, que lo había atosigado con cartitas de amor y uno que otro chocolate en su casillero.
Pero todo eso había quedado guardado en el pasado. Ahora vivía exiliado de su familia, si es que a eso se le podría llamar familia, y con un recién comenzado negocio. No tenía amigos ni amigas, y prácticamente vivía solo, de no ser por Rhydian.
Y precisamente se encontraba de mal humor, porque no había visto al hombre en lo que parecía ser una década. Sabía que se encontraba en aquella encrucijada por la hijita de Lucius Kein.
Durante la preparatoria, ya sabia que esa niña iba a ser un estorbo. Rydhian estaba enamorado de la ridícula joven, que se hacía coletas, como si tratara de un infante.
Año tras año, había convencido al rubio de despegarse de la joven, pero todo parecía inútil. Todos sus esfuerzos por alejarlos se habían visto en vano, y cada día que pasaba, odiaba más y más a la ahora, mujer. Le robaba el precioso tiempo que pasaba con Rydhian. Diablos, incluso cuándo no estaba, lo hacía.
Otro molestoso estorbo era sin duda Lucybell Fuller. Ella se encargaba de unir al par, y destruía todos sus esfuerzos por separarlos. Nadie podía entender el amor que lo unía a Rydhian, nadie. Mucho menos aquella entrometida de Fuller, y la despistada de Kein.
Pues entonces, ellas serían las primeras en pagar las consecuencias.
/TYLER KEIN/
Había llegado en el momento propicio para oír la última frase de su hermana.
-¡Keithan, por favor! ¡No puedes echarme a la calle, después de...!"- El ver las maletas de Ailani, en pleno pasillo del edificio, confirmó que aquella escoria de hombre planeaba echarla. Y como ella misma había dicho, a la calle.
Si antes había estado furioso, ahora estaba colérico.
El rostro de Ailani había palidecido con brutalidad. Bien, sabía lo que se le venía.
Pero primero era lo primero. Este hombre merecía ser estrellado contra la pared hasta morir. Sus puños se cerraron.
-Ailani. ¿Nos presentarás o sólo te quedarás ahí parada?-
━━━━━━⊱✿⊰━━━━━━
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro