8. Atrapada
/KEITHAN LOWER/
De verdad esta mujer debía estar desesperada.
Decidió aquello después de analizar la verdad que revelaban los ojos de Ailani.
Todavía le parecía imposible que aquella frase hubiera salido de los labios de su esposa. Una esposa no muy normal, por decirlo así.
-¿Disculpa?- Preguntó, no cediendo a la tentación de realmente creer que aquello no había sido fruto de su imaginación.
Pero todo lo dicho estaba escrito en grandes letras rojas en la frente de Ailani.
Pero como así de rápido había aparecido, así de rápido se había esfumado.
/AILANI KEIN/
Estrechó la mirada. ¿Tenía que rebajarse tanto para poder captar la atención de él?
Si no fueran por las desdichadas circunstancias y la desgraciada decisión que la habían llevado a estar parada en el umbral de la puerta, rogándole a un mujeriego que la aceptara. Aunque fuera en su cama.
Tuvo ganas de explotar en una risa histérica. Su vida era un chiste, eso era.
-No pienso arrodillarme ante ti. Eso te lo garantizo- Dijo con la poca dignidad que le quedaba. Si él se negaba a aceptarla, sería el final de la poca confianza que gozaba en si misma.
Y era por eso precisamente que esperaba con ansiedad la llegada de una respuesta.
/KEITHAN LOWER/
Estaba sorprendido. El descaro de esta mujer. Era increíble, cómo incluso en una situación en la que ella estaba atrapada, lo hacía sentir como la peor calaña del mundo.
Incluso pidiéndole recibirla aunque sea como su prostituta, de algún modo conseguía cambiar los hechos, saliendo ganadora. Lo hacía sentir como la última opción disponible en su lista de opciones, lo hacía sentir como la última rueda del auto.
Y era por ese motivo que sentía una ansiedad de tirarle la puerta en la cara, por segunda ocasión. Él también tenía orgullo, ¿lo sabían?
Pero por otra parte, ella de verdad necesitaba a alguien.
-Olvídate de esa estupidez de acostarme contigo- Se hizo a un lado, y con un gesto la invito a entrar. Y, aunque su cara no estaba bañada de dicha y felicidad, la seriedad con la que la miraba confirmaba la importancia de la pregunta aún no formulada. Ailani pareció sentir algo de alivio, pero sería tan sólo temporal, hasta imaginarse lo que vendría.
Claramente le pediría respuestas. Y ella, no parecía capacitada para darlas.
Por su parte, necesitaba resolver este misterio que significaba Ailani Kein.
-Tendrás que contarme cada detalle- Gruñó. -Cada. Maldito. Detalle-
/TYLER KEIN/
Era más fácil encontrar una aguja en un pajar que a su pequeña hermanita con una jugosa cuenta bancaria disponible. Cuándo los movimientos en la cuenta de Ailani, fueron revelados por Inteligencia, sintió una profunda decepción por Ailani. Ella nunca había sido una estúpida. ¿Cómo podía despreciar un matrimonio con el hombre al que había amado por más tiempo del que tenía conciencia?
Simplemente la huida de su hermana menor no tenía ningún sentido. Hasta ése entonces.
Ahora, todas las piezas habían encajado en su sitio. Cuándo el jefe de Inteligencia, le había dicho que Ailani, en realidad no había sido secuestrada, se había sorprendido. Pero cuándo éste mismo le había entregado una copia del acta matrimonial de Ailani, cómo articular palabras se había esfumado de su cerebro.
-¿Está tomándome el pelo, verdad?- Dijo varios minutos después. El jefe de la policía sólo atinó a negar. Estaba hablando con uno de los hombres más influyentes en toda Inglaterra. Y precisamente no de un tema muy agradable, puesto que el enojo enturbiaba ahora las facciones de su rostro.
-¡Esto debe ser una broma de mal gusto!- Exclamó histérico, a la vez que aventaba los papeles sobre el escritorio. -¡Déme algo en lo que pueda creer, no una barbaridad!-
-Lo lamento mucho, señor. Pero lamento informarle que esto no es una broma- Como
se atrevía a hacerle una mala pasada a él.
La familia Kein era demasiado importante en el país, como para ponerse a hacer bromas, y menos que nada con la heredera menor incluida.
Casi había parado en el hospital, al borde del colapso. No podía creer la irresponsabilidad de la rubia. ¿Ella? ¿Ella, la que siempre había sido la única de cabeza fría en la familia? ¿Ailani, la que siempre era seria y centrada en todo lo que hacía? Admitió que a veces podía ser un poco infantil, pero él lo era más, y era mayor.
Apretó los puños. Y este gesto no pasó desapercibido por los que estaban a su lado. Lucybell le dirigió una mirada culpable a Rydhian, que estaba sentado en el extremo lejano del avión privado de la familia. Lucius sencillamente no se había pronunciado ante la irresponsabilidad de su hija. El nombre de la familia estaba en juego. Los estaba avergonzando frente a toda la sociedad, al casarse clandestinamente con otro hombre, cuándo ya estaba prometida a su mejor amigo de la infancia y al heredero de otra fortuna.
Tenia tanta furia, que ni siquiera se había molestado en investigar quién era aquel sujeto que osaba robarle tanto a su familia, como a los Woods, a Ailani.
-Tranquilízate, Tyler- Lucybell comenzaba a perder su propia calma.
Por primera ocasión, no soporto la tranquilidad con la que Lucybell se manejaba. También algo de su instinto le dictaba que ella sabía algo más, y que no quería revelarlo.
Cuándo el capitán anunció el aterrizaje en el aeropuerto de Inglaterra, una nueva inyección de furia, se propulsó por todo su torrente sanguíneo.
Ailani iba a tener que vérselas con él. Si su padre no hacía nada por disciplinarla, entonces, por más que le doliera hacerlo, actuaría. No dejaría que Ailani saliera de ésta con tanta facilidad.
/AILANI KEIN/
Lo que más quería en este momento, era meterse en una bañera con agua tibia, sin tener que pensar en nada.
Keithan la había prácticamente obligado a sentarse en el sofá. Su cara lo decía todo. De verdad estaba esperando respuestas.
Suspiró. -Mira, no tengo que...-
Keithan frunció el ceño. -Si quieres quedarte ya sabes mis condiciones. De lo contrario, ya conoces cómo salir-
Finalmente, consiguió ponerla entre la espada y la pared.
-No...- Lo miró esquivamente. -No quiero que pienses mal ni...-
Keithan rodó los ojos. -Córtala. Ve al punto-
Sintió furia. -¡Está bien! ¡Está bien! Ya sabes que mi familia me está buscando. Lo que no sabes es el por qué escapé-
Keithan guardó silencio, expectante.
-Quieren que me case, ¿sabes?-
Esto se sentía como si estuviera en medio de una obra teatral. Aquí estaba, la dama indefensa que huía de casa, porque su familia la quería casada.
-¿Y?- Preguntó él, encogiéndose de hombros. -Mi familia quiere que me case desde hace años, y aquí me ves. Todavía no me caso- La miró burlesco. -Bueno, no me caso en serio-
Solo le envío una mirada despectiva. -Sí, claro. A ti no te están obligando a casarte con tu mejor amigo-
Técnicamente, no era obligación el poder casarse con Ryhdian. Su corazón palpitó, aún lastimado. Keithan no tenía por qué saber el verdadero motivo de su huida. Simplemente lo dejaría atar cabos falsos.
Al verlo sorprendido, continuó.
-Estábamos comprometidos a condición. Si nos llevábamos bien, seríamos prometidos. Ahora me arrepiento de pasar tanto tiempo junto a él-
Keithan sintió un aguijonazo de curiosidad. -¿Él quién?-
Lo miró. -No presiones, Lower-
Él rió -Está bien, sigue-
-Huí. Esperé hasta casi la fecha de la boda para escapar, así no sospecharían que no me casaría en realidad.- Tomó aire y dijo otra mentira. -Sólo lo quiero como amigo, por si te estás preguntando. Al vernos tan infelices, decidí que no quedaría bien que él me dejara plantada así que volteé la moneda a mi favor-
Keithan la escuchó con atención. ¡Al fin! El Infierno debía haber colapsado.
-¿Y eso no podías decirme?- Preguntó sarcástico.
Con hostilidad, continuó.
-Necesitaba salir del país si quería escapar de todas las influencias de mi familia. Fui a los Estados Unidos. Tenía que encontrar un hombre que estuviera dispuesto a casarse conmigo, quería cambiar mi nombre y también no poder cumplir con el acuerdo que mis padres hicieron antes de mi nacimiento- Terminó con un bufido.
-Y fue ahí cuando el primer mequetrefe, o sea yo, al que viste, le propusiste casarse contigo-
Asintió. -Tú lo has dicho-
Keithan cruzó sus brazos. -Quiero saber, ¿por qué te separaste de mí, ya sabes, en el aeropuerto?- Suspiró, sabía muy bien lo que se le avecinaba.
/LUCYBELL FULLER/
Estaba preocupada. Pensándolo bien, ¿cuándo no estaba preocupada, desde que Ailani cometiera la estupidez de huir? Pero si bien le echaba la culpa a Ailani por caer en suposiciones incorrectas, se echaba a sí misma la culpa de hacerlo creer en aquellas suposiciones.
Se pasó las manos por la cara. Cómo había sido capaz de traicionar a una amiga, para ayudar a un amigo a mantener las apariencias, ése había sido su grave error. Porque en aquel momento, o era seguir a uno, o era seguir al otro.
Dirigió la mirada hacia Tyler. ¿Cómo era posible que Ailani no se hubiera percatado de todas aquellas mentiras sobre su "enamoramiento" por Rhydian? ¿Qué acaso no se notaba que llevaba más tiempo de lo que podía recordar, perdidamente enamorada de Tyler? ¿Por qué Ailani tenía que ser tan despistada?
¿Y por qué tampoco se había percatado de quién verdaderamente estaba enamorado Rydhian?
/LUCIUS KEIN/
Todavía cavilaba sobre el paradero de su hija menor. Era casi inaudito que la pequeña Ailani huyera de una responsabilidad como ésta. No sólo quedaban mal ante la sociedad, sino con los Woods, que casi formaban parte de su propia familia.
Desde la muerte de Eileen, sus hijos no habían tenido demasiada disciplina. Siempre le había confiado aquella tarea a su esposa, y al ser inútil imponiendo órdenes a los dos seres que más amaba en el mundo, decidió que aquella tarea quedara omitida en la familia. Sus hijos eran personas de bien, puesto que las bases que su esposa había consolidado en ellos eran lo suficientemente sólidas.
Conocía a los dos, y conocía especialmente a Ailani. Ella no sería capaz de hacer algo así, en un arrebato de locura. No iría a casarse con alguien a quien no hubiera presentado a Tyler ni a él. La conocía. Y era por eso, que se negaba a creer que Ailani había tomado esa decisión por mano propia.
De seguro, se trataba de algún hombre interesado, que habría encontrado una manera de mantenerla a su lado o chantajearla. Estaba convencido. Aquel hombre pagaría con su sangre la falta de robarle a su hija.
No por algo se decía que era uno de los hombres más influyentes de toda Inglaterra y del mundo.
/KEITHAN LOWER/
-No vas a ceder, ¿verdad?- Dijo Ailani con cansancio.
Solo sonrió ansioso. -No-
-Cuándo... Cuándo insististe en ir a Paris yo... Necesitaba ir a Inglaterra- Dijo con gesto dubitativo.
Se cruzó de brazos. -¿Y?-
-Y fue por eso que me separé de ti. ¿No es obvio?- Ailani masculló ya fastidiada.
Ahora todo comenzaba a tener sentido. Necesitaba pagarle a Aria en París, pero si bien recordaba, Ailani le había dicho: «Cuando abordemos el avión hacia Paris, será la última vez que nos veamos, señor Lower» En ese tiempo, la furia había bloqueado cualquier pensamiento racional en su cabeza, y no había procesado aquel dato.
Con algo más de certeza de que pudiera ser que la mujer no había huido de él, sonrió más confiado.
Aceptó la información, sin hacer mayor requerimiento sobre el tema y decidió ir al punto.
La miró intensamente, -Todo está bien. Aunque todavía no cuadra en la ecuación, querida Ailani, ¿por qué estás aquí?-
-¿Me creerías si te dijera que estoy terriblemente desesperada?-
Gimió. Aquella frase de repente le brindaba pensamientos no tan inocentes.
-Sí-
Ailani lo observó, aunque exhausta, intensamente. -¿Me creerías si te dijera que... estoy terriblemente necesitada...de tu...?-
La habitación pareció haberse comprimido. Esperó ansiosamente a que terminara la frase.
-De tu... protección-
Ah, no. Esta mujer volvía a embaucarlo. Pero ya se había convencido una vez con aquella frase, no volvería a tropezar con la misma piedra.
-Explícate-
-Mi familia no está muy lejos de aquí. Pronto llegarán. Necesito que actúes como si de verdad estuviéramos casados- Expresó ella con vehemencia.
Aprovechó la oportunidad. De repente, el sacrificio que ella proponía, no lucía tan mal después de todo. A ver si acostándose con ella lograría arrancársela de la cabeza, de una buena vez por todas.
/AILANI KEIN/
Sonrió malicioso. -Cariño. Si damos una actuación... no nos creerán- Como si fuera un depredador, y él su presa, sintió que el pulso se le detenía.
-Quieres... ¿Quieres que...lo hagamos?-
Y aunque no quería oír una respuesta, la misma fue retumbada en su cabeza, una y otra vez.
-Tú lo ofreciste, cariño. Yo sólo acepto mi paga- Dijo con galantería, mientras se aproximaba más a la rubia. Bastó con que le pasara un brazo por la cintura, y quedaran cara a cara, para que su cuerpo temblara.
Y por primera vez, en la relación de ambos, se sintió atrapada.
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