Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. Normas del contrato

/AILANI KEIN/

El piso de roble de la capilla de mala muerte en la que habían terminado, estaba siendo víctima de las polillas. A la paredes les hacía falta una capa de pintura y el techo era un emporio de arañas.

Pero lo que quizás nunca olvidaría de su boda era la colosal arruga del ministro. Un ministro vestido de Elvis. Y aunque ahora todos aquellos detalles carecían de importancia, no podía evitar recordar las últimas cuatro horas.

Su cara lucía absolutamente exhausta... Si varios autos le hubieran pasado por encima, apostaría cada dólar de su cuenta a que no se sentiría tan molida.

Basta ya de quejas. Se reprimió a sí misma un bostezo.

Y, aunque su único consuelo era saber que Keithan se encontraba casi tan desgastado o quizás más que ella.

Elvis la regresó al planeta tierra. –Y tú...Alana Ken ¿tomas a... Kevin Loren para serle fiel y respetarlo?-

Si el ambiente a lo pasado de era no era suficiente, la cereza del helado había sido la pésima pronunciación y equivocación de los nombres. Diablos ¿de que se quejaba?¿Qué otra capilla estaba abierta a las cinco de la mañana?.

/KEITHAN LOWER/

Sintió ganas de reír. La expresión en la cara de su "prometida", no tenía precio.

-¿Tú, también?- Elvis lo sacó de sus cavilaciones.

-Sí- Ahí estaba, la palabra que lo uniría a esta perfecta extraña por un año. Sencillamente, no tenía planeado compartir cada aspecto de su vida con ella. Sólo una pantalla. Ella necesitaba una pantalla y no le había dicho la verdadera razón ¿por qué tendría que ser honesto con ella?.

El acta de matrimonio apareció en un segundo ante la vista de ambos. Un bolígrafo les fue otorgado a cada uno, y ambos no tardaron en terminar en todo aquello. Quizás, debería decirse, empezar toda aquella locura.

Extrajo su zapato derecho del pie, después de haberse sentado en la amplia cama que su esposa había proveído. Ahora mismo, su esposa, sí, su esposa, estaba en el aseo.

No había dejado de hacer cavilaciones sobre el nuevo contrato que había firmado, uno que incluía las cláusulas más extrañas que nunca se hubiera podido imaginar.

La luz del baño fue apagada y algo lo hizo erguirse de su posición. Siempre se había imaginado que en su noche de bodas, la que sería su mujer saldría en una sensual prenda adquirida en una tienda de chucherías atrevidas, dispuesta a hacer todo tipo de cosas pecaminosas y a realizar cada una de sus fantasías realidad.

Quizás fue por eso que sintió tal desilusión al ver a la sexy Ailani en pijama de una niña de doce años.

Tenía el cabello suelto, algo alborotado, sin una pizca de maquillaje en la pálida cara, con un pijama de Barney, el dinosaurio. Pero si aún le quedaban las dudas de que se trataba de aquel personaje infantil, las pantuflas lo confirmaban.

De la coqueta mujer que lo había atrapado en las cadenas del matrimonio no quedaba ni el recuerdo.

Dejó caer sus hombros en señal de derrota. Esto no podía estar pasándole.

La escuchó bostezar y su último atisbo de esperanza se quebró. –Ah... Tengo sueño. Supongo que mañana nos espera un día largo ¿no?-.

Ante aquella frase, una pizca de esperanza volvió a restaurarse.
–¿Mañana?-  ¡Mañana sería otro día! Seguramente ella estaría demasiado cansada hoy pero mañana...

–No seas tontito, mañana tenemos que viajar, tú mismo lo dijiste...-

Diablos, podría haberle dicho que le bajaría la luna, pero... ¿cómo podía haberse concentrado teniéndola en frente, casi rozándola?.

-Ah... sí, sí- Dijo ya, completamente exhausto. Últimamente, las mujeres parecían lograr manipularlo a su antojo.

Y, aunque Ailani no lo sabía, ella había sido la vencedora en lo que tantas otras no habían conseguido.

Lo había podido amarrar, a él, a Keithan Lower.

/AILANI KEIN/

Incómoda y con su mano entumecida, se retorcía en la cama. Pronto amanecería, pero no había conseguido pegar un solo ojo durante todo lo que restaba de tiempo hasta la salida del sol.

Tal vez sería porque estaba durmiendo en la misma habitación con un extraño.

Que bien podría estar enfermo.

Que bien podría ser un esquizofrénico recién salido del hospital psiquiátrico.

Que bien podría ser un asesino serial que sacaría un arma de la nada y la sometería a una tortura.

O quizás fuera que se había casado con este perfecto desconocido.

O quizás fuera que se había escapado de casa, huido del país en donde nació, sin dejar ninguna pista sobre su paradero y que, con algo de suerte, su familia no la encontraría hasta después de mucho, mucho tiempo.

Alguna de aquellas cosas debía ser.

Pero en medio de toda esta catástrofe llamada vida... estaba sacando algo de provecho.

Keithan había resultado ser más cómico de lo que esperaba. No había tenido precio la cara de éste, al haber visto su atuendo preconcebido.

Estuvo a punto de echarse a reír a carcajadas. ¿De verdad esperaba que después de conocerlo durante un día, se entregaría ¡Ja! Pues si así pensaba y estaba casi convencida de que así era, se tendría que dar derechito contra el poste.

Por un momento, no pudo evitar preguntarse si debía echar todo su estricto "código" por la borda. Se preguntó cuál sería la expresión de Ryhdian al saber que estaba en Las Vegas, disfrutando y casada, teniendo sexo frenético con un espécimen masculino.

Por más que lo había intentado, Ryhdian aún seguía en sus pensamientos. Qué irónico había resultado que después de tanto tiempo enamorada de él, huiría de su boda. Irónico pero real.

¿Qué estaría haciendo en estos momentos? ¿Estaría celebrando su ausencia, con Lucybell? ¿Estaría su amiga dándole besos, mientras ella se hundía en la miseria?.

Inhaló el aroma a limpio de la almohada del hotel. Rydhian podía pudrirse. Y también Lucybell.

/TYLER KEIN/

Estaba descargando toda la furia contra su contrincante. Sabía que era una mujer, pero el desahogarse le hacía tanta falta. Además, ella misma se había ofrecido como consuelo. Pero, no necesitaba exactamente consuelo.

La espada en su mano pareció más ligera, al imaginarse el rostro horrorizado de su hermana al haber sido secuestrada. Casi dos días habían pasado desde su desaparición, y los malditos que la habían secuestrado no había dado cara para enfrentarse a su furia.

Estampó el filo de la espada contra el cuello de su rival, en un movimiento certero, cerrando así el duelo.

Ambos hicieron las correspondientes venias ante el otro.

No sé tomó la molestia de quitarse el casco protector. Su adversaria sí.

Sus cabellos negros se deslizaron con suavidad, y los ojos azules revelaron preocupación en la chica.

-Escucha, Tyler- Ella suspiró desde su lugar. –Sé que esta situación es difícil... para ti. En realidad, es difícil para todos-

La miró no entendiendo el punto. –¿Para qué mencionar lo que se puede percibir con entrar en la casa?- Bufó. –Esos malditos se la verán conmigo los voy a ...-

Un destello de culpabilidad pasó por la mirada de la joven antes de interrumpirlo. –¿Has...¿Has considerado la posibilidad de que...?- Ella negó y sonrió levemente. –Olvídalo. Estoy hablando tonterías-

Frunció el ceño. –Continúa lo que ibas a decir, Lucybell-.

Ella simplemente lo miró con intensidad. –La posibilidad... de que no sea un rapto-.

La miró sorprendido, y no tardó en acercarse para aferrarla por los brazos. –¿Qué?¿Ella te dijo algo, Lucybell? ¡Contéstame!-Demandó con autoridad, casi sin conseguir perturbar la calma que siempre la rodeaba.

-No. No, Tyler. Ella y yo no nos hemos hablado desde...- No fue capaz de mirarlo directamente, así que desvió su mirada.

-¡Dilo, Lucybell!- La sacudió nuevamente.

-Desde que su compromiso con Rydhian fue... anunciado- Dijo sintiéndose culpable.

No necesitó otro segundo más para soltarla.

-¿Qué?-

-Yo...no puedo decirte. Lo lamento pero no te diré el por qué no nos llevamos- Se quedó atónito.

-¿Por qué, Lucybell? ¡Cualquier cosa puede ayudar en su búsqueda!- Casi gritó.

Lucybell negó. –Te aseguro que no tiene nada que ver con su desaparición...creo. Ella, creo que huyó porque...- Miró hacia un objeto inexistente en el piso. –Porque no le gustaría casarse en un matrimonio sin amor-.

La observó sorprendido. –¿Sin amor? ¡Ese par de tontos han estado juntos desde que nacieron. ¿Cómo no podrían estar enamorados?-

Los ojos azules de la mujer, reflejaron la mentira que no podía pronunciar.

«¡Maldito seas Rydhian!
Ahora, tenía que mentirle a la persona a la que más amaba en el mundo. A su Tyler.»

/KEITHAN LOWER/

Por su parte había dormido como un bebé. Cielos, después de todos aquellos tragos y sentir a Ailani revolviéndose en la cama, había conciliado un gran, profundo y reparador sueño. No, su esposa.

Aunque el término le parecía extraño proviniendo de sus pensamientos, una rara sensación de conformidad lo embargo.

Se levantó y después de salir de asearse, llamó al servicio de la habitación para pedir el desayuno de ambos. Les quedaba un día agotador, aparentemente. Ailani parecía querer partir de Estados Unidos tan pronto como le fuera posible, y por su parte no había ningún problema. Total, también tenía que partir para cancelar la deuda con Aria.

Cuando regresó a la cama, encontró a una Ailani, ya casi lista. Se estaba cepillando el cabello, sin importarle demasiado sus rizos, que cada vez se perdían, más y más.

Frunció el ceño a la vista de un pequeño mechón rubio que anteriormente se le había pasado desapercibido.

-¿Rubia, eh?- Preguntó casi con disgusto. Tenía que afrontar la realidad que no había percibido por el efecto de las copas. Esta mujer era una extraña.

De la Ailani risueña, seductora y fascinante, no quedaba nada. Ahora, sólo quedaba un duro caparazón de mujer, y una esquiva mirada. Sin olvidar el ceño fruncido.

-Buenos días- Dijo, ante la obvia respuesta de ella. No es tú asunto. Le había dicho con su mirada.

Ella guardó el cepillo, y con un ceño aún más apretado, farfulló.
–¿Qué tienen de buenos?-

En ese momento, se sintió totalmente embaucado. Aquella mujer lo había engañado por completo. Aparentaba ser una sexy tigresa dispuesta cuándo en realidad era una fría, calculadora y malhumorada abogada.

Ni siquiera sexo había obtenido de ella, anoche.

La expresión de desilusión de su rostro, fue incluso mayor a la que puso ayer, durante "la noche de bodas". Bien por ambos. Ella sencillamente no estaba disponible por el momento. Así que sintió que era apropiado decírselo. No valía la pena que se esforzara por alcanzar lo inalcanzable.

-Keithan- Pronunció.

La miró. –Quiero decirte... que disculpes mi mal humor- Al quedarse callado, ella prosiguió.
–También quiero imponer algunas reglas con respecto a nuestra situación-

Frunció el ceño ¿situación?.
–¿Qué?-

Ella tragó. Esto sería difícil. –En el momento en el que me pongas un dedo encima, haré que pierdas cada centavo que yo te proporcione. El contrato quedará nulo y los trámites para el divorcio comenzarán-

La miró sorprendido . –¿De qué diablos estás hablando?-.

Ailani suspiró. –Este no es un matrimonio real, Keithan. Necesito una pantalla, ya lo sabes, pero quiero conservar nuestras distancias. Lo siento Keithan, pero sólo podemos ser amigos- Arqueo una ceja.

-¿Eso está en el contrato?-

Ella asintió. –El momento en que me toques, perderás todo el dinero que alguna vez te haya dado. No estoy interesada en una relación. Ni contigo ni con nadie-

La vió intensamente, una mirada tan penetrante que juró ver su alma. –¿Es en serio?¿Podemos tener amantes?- Dijo sarcástico.
–Porque no creo que pueda subsistir una semana sin sexo-

Ella le envió una mirada de repulsión.

-Sí, sí podemos tener amantes-

Ni se inmutó. –Pues qué felicidad. ¿Tendré que unirme al convento para vivir contigo o qué?-

Ailani le envió una mirada amenazadora. -No. Podrás quedarte en tu prostíbulo hasta que el contrato se acabe. ¿Es que no leíste nada del maldito contrato?- Los ánimos comenzaban a exaltarse. La atmósfera de la habitación estaba cada vez más densa.

Tensó los puños. –No demasiado bien, querida Ailani. Quizás me distraje con tu faldita... o talvez con tus pechos, una de las dos fue-.

-Cállate. Sólo un imbécil firma algo sin leer. Pero llamarte a ti imbécil, sería insultar a los imbéciles- Dijo furiosa.

-Pues sí. ¡Soy un imbécil ¿Y qué?- Gritó fuera de sus cabales.

Ella estrechó su mirada. –Cuándo lleguemos a París, será la última vez que nos veamos, señor Lower-

Estaba a punto de explotar de rabia. Aquella mujer no sólo lo había insultado. También lo despreciaba. Aquella mujer que decía ser su esposa. Ahora, al fin podía entender por qué nunca antes se había casado.

-¡Perfecto!- Gritó, sentándose en la cama.

-¡Perfecto!- Replicó ella, antes de terminar de empacar sus cosas.

Y en medio de aquella discusión, el desayuno tocó la puerta.

━━━━━━⊱✿⊰━━━━━━

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro