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52. Te amo

/K E I T H A N/

Dos horas terribles habían pasado en menos de lo que hubiera creído posible. Los dedos aún me temblaban, y sentía que la angustia de mi pecho nunca iba a terminar.
Durante aquellas dos horas, tantas cosas habían sucedido en mi cabeza, que me sentía francamente agotado. Tenía tanto por lo que arrepentirme. Tanto, y tantos caminos a los que hubiera terminado acudiendo, si hubiera pensado con más calma.

¿Qué habría pasado si no hubiera agarrado ese adorno? ¿Qué hubiera pasado si lo hubiera golpeado antes? ¿Qué hubiera pasado si Ailani no hubiera abierto la puerta? ¿Algo de esta pesadilla habría ocurrido?.

Después de dos horas, una breve sensación de alivio recorrió mis venas. Lo que más había temido, poco a poco se iba alejando, pero todavía quedaba la duda.
Ailani prácticamente había muerto en mis brazos y yo me sentía como el imbécil más grande del planeta. Y me sentía así, porque no había conseguido decirle cuánto en verdad la amaba, cuánto en verdad me preocupaba por ella. Que daría cualquier cosa porque ella nunca se hubiera visto afectada por aquel idiota. Que daría cualquier cosa, lo que sea, por verla sonreír una vez más.

Mis manos parecían no tener control. No había nada que pudiera calmarme, jamás, hasta saber que ella estaba bien. La sola palabra 'muerta' me provocaba unas náuseas que amenazaban con vaciarme por completo.
Había tantas cosas por las cuales debía arrepentirme, y con gran ironía, pensé en aquel refrán que tantas otras veces yo había ignorado deliberadamente. En realidad no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Y la sangre se me congelaba en el cuerpo con el simple hecho de no poder volver a ver a una mujer, que había sido la primera en conquistar mi corazón.
Respiré con fuerza, y una taza de café se presentó ante mi, humeante, ofreciendo consuelo.

Levanté la mirada, para encontrarme con el semblante sombrío del hermano de Ailani. Dudé antes de tomar la taza. Conociendo cuánto la familia de ella me detesta, es probable que el café estuviera envenenado. Pero decidiéndome, y porque el café de verdad olía fantástico —ofrecía un cambio significativo al aroma limpio de la sala de espera— tomé un pequeño sorbo.

Esperé un par de minutos. Bien. Al menos el veneno no era de reacción inmediata, me burlé interiormente. Pronto, escuché la misma voz que había oído llamar con desesperación a Emergencias.

—¿Te importa decirme qué sucedió?-
Descubrí inmediatamente algo común entre Ailani y su hermano. ¿Cómo podían hacer sonar una pregunta autoritaria?
A decir verdad, para contestar a su pregunta, sí me importa. Encogiéndome de hombros, supuse que le debía demasiado a este hombre como para poder negarme a su pedido.

—Yo... estaba en la ducha. Sonó el timbre.- Recordé con poco entusiasmo, mi voz sonando más áspera de lo que esperaba —Ailani abrió. Yo salí de la ducha, me vestí y salí a ver quién era,- Mascullé, captando su completa atención. —Escuché cómo la amenazaba,-

—¿Qué hiciste?- Preguntó, ansioso.
Yo suspiré. —Vi que tenía una pistola apuntada hacia ella, y enloquecí. Tomé la primera cosa a mano, en vez de llamar a Emergencias o tomar un arma más apropiada.- Súbitamente recordé mi navaja de bolsillo que aún estaba guardada en mi maleta.

—¿Y?- Persistió.
Yo tomé otro sorbo del café —Tomé una estatuilla. Era de hierro, pesada. Me costó levantarla sobre mí. Él le disparó, y yo lo golpeé- Nuevos sentimientos poblaron mi pecho, furia, rabia, odio —Fue demasiado tarde-

Él permaneció en silencio, mientras yo bebí más ansiosamente de mi taza de café. Las manos aún me temblaban y un sudor frío había recurrido mi sien al recordar con cuánta precisión el tiro había ido a parar al pecho de Ailani.

La curiosidad en seguida tomó su parte en mi razonamiento. Fue inevitable el querer saber.
—¿Lo maté? ¿O sólo le partí la cabeza?-
Tyler pareció verme con algo de diversión, una mueca se dibujó en sus labios.

—Tiene roto el cráneo. Los paramédicos también lo están tratando. Dicen que tiene hemorragia interna. Maldito bastardo,- Finalizó furiosamente.

Yo suspiré. Ni siquiera lo había matado. El bastardo había merecido morir. Y yo ni siquiera pude vengar a Ailani.
—Espero que muera,- Respiré intentando calmarme, y por primera vez descubrí que Tyler y yo teníamos algo en común. El deseo de ver a aquel desgraciado muerto.

—Yo también,- Él asintió en mi dirección y un silencio cómodo se hizo entre nosotros. Yo sabía que había alguien más que se preocupaba por Ailani tanto o más que yo, y ése, era este hombre que se sentaba a mi lado, en esta sala de espera y mirando la misma puerta por la que los médicos habían conducido a mí esposa, con la esperanza que ambos sosteníamos.
Que la pudieran salvar.

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/L U C Y B E L L/

Observé meticulosamente el rostro de Tyler. Parecía más cansado de lo que podía recordar, e inmediatamente fruncí el ceño. El dolor lentamente había disminuido, no así sucedía con el peso de mi pecho, que aunque al fin había podido confesar todo los secretos que guardaba para él, aún me causaba una angustia inexplicable el saber que jamás me perdonaría.

Su mirada fue dura, aunque me auto consolé pensando que no era dirigida por mí —Ailani fue atacada por Rydhian- Sentenció mientras esperaba mi reacción.

Ailani  era mi mejor amiga. Yo le debía tanto, demasiado, porque le había fallado. Porque me había ubicado en el bando que no era correcto y porque me había dejado embaucar del hombre más despreciable sobre la tierra. Le debía tanto por no haberle dicho la verdad. Le debía porque era una cobarde. Y le debía, porque seguramente había arruinado su vida, al guardarme tantas cosas que eran de vital importancia para ella el conocerlas.

—¿Qué sucedió?- Ése había sido un cambio notable. La voz ya no me temblaba, y podía dejar las frases con más precisión.

El se sentó en la silla de plástico junto a mi cama, y suspiró.
—Le disparó, Lucybell-
El quejido de horror que salió de mis labios fue breve, pero logró que el dolor regresara.

No...

—No,- Negué, incapaz de reconocer aquella tontería que Tyler se empeñaba en decirme. Debía estar castigándome. Sí, eso debía ser. —No te creo-

Él me miró furioso, —¿Crees que mentiría sobre algo así?- Se levantó de la silla y lució frustrado y cansado —El bastardo le disparó a mi hermana,-

Yo tomé una respiración profunda, me preparé para recibir la peor de las noticias. —¿Cómo está Ailani?- Dios. Que estuviera bien.

Tyler se pasó una mano por los cabellos, pero guardó silencio. —El doctor acabó de hablar con nosotros. Dice que fue difícil, que...- Su voz se quebró por un momento —Que casi no logran detener la hemorragia-

Solté la respiración que había estado conteniendo —¿Está fuera de peligro?-

Tyler negó. —No del todo. Perdió demasiada sangre,- Sus ojos se clavaron en mí, y aquella mirada consiguió matar algo dentro de mi —No saben si sobrevivirá- Con un quejido dijo —Que depende de ella-

Ailani era fuerte, ella podría. —¿Le han hecho transfusiones?-

Tyler negó. —Todavía no. Por eso corre peligro. Aún está muy delicada, y durante el tiempo que no le hagan transfusiones hay el riesgo de que le de un infarto-

—Ella sobrevivirá- Dije con obstinación y con una esperanza que latía en mi pecho —Yo sé que ella lo hará-

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/L U C I U S/

Me senté confortablemente en frente del hombre que seguramente merecía más castigo del que ninguna ley humana pudiera darle.

Apretando mis puños, me pregunté qué hubiera sido de este despojo, si mis hombres le hubieran dado el castigo que en verdad merecía.

Su mirada lucía desenfocada a través del cristal. Él no tenía ni la más mínima idea de cuánto en verdad lamentaba el hecho de que la policía se nos hubiera adelantado. Ahora lo tenían en su custodia y tendríamos que transgredir algunas leyes si lo sacáramos de aquí para escarmentarlo.
—El traje de presidiario te sienta bien, Rydhian- El giró su cabeza a mí, con sus ojos aún perdidos, pero la misma sonrisa cínica plastificada en sus labios.

—Sr. Kein- Habló burlonamente —El traje de duelo le sienta bien, también-

Si no hubiera sido por el vidrio que se interponía entre nosotros, le habría estampado mi puño en la cara.

—No es duelo, lamento decírtelo- Vestía de negro porque había querido darle falsas esperanzas. Ailani vivía. Aún inconsciente, pero vivía —Fallaste Rydhian- Extraje las fotos con las que me había encargado de destruirlo, y le deslicé un periódico por la pequeña rendija que había en el cristal.

Él me miró sorprendido, mientras estudiaba con cuidado la página inicial del diario más popular de Inglaterra.
Le mostré una fotografía.
—Personalmente, yo hubiera preferido ésta para la página principal, ¿no te parece? Pero los dueños del diario dijeron que era demasiado grotesca,- Me burlé
—Pero yo creo que te quita un par de kilos de encima. No lo sé, ¿tú que opinas?-

Rydhian en verdad lució encolerizado, y aquella fue la más dulce de las venganzas.
—¡Largo! ¡Fuera de aquí!- Gritó, golpeando el vidrio impotente y dos oficiales lo tomaban de los brazos y se lo llevaban arrastrando.

Ésa era por Ailani. Sí, había mandado al periódico más amarillista de Inglaterra todas las fotografías del que alguna vez había sido el heredero de los Woods, un escándalo incluso mayor al revuelo que se causó por la desaparición de Ailani.
Con satisfacción, salí de la cárcel en la que Rydhian permanecería hasta que fuera extraditado a Inglaterra. Y accidentalmente, su avión explotaría.

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/A I L A N I/

—La bala estuvo sólo a dos milímetros de entrar en contacto con el corazón. Sugiero...-

La voz se desvaneció y el dolor me hizo consciente. La habitación era blanca y por un momento me pregunté en dónde me encontraba. Estaba oscura, pero tranquila, y no pude reconocer dónde me encontraba hasta que el olor de desinfección típico de los hospitales me llegó a la nariz.
Las agujas clavadas en mis muñecas se tensaron ante mi leve movimiento. Había intentado tocarme la nariz, en la que había una especie de pajilla atravesada en cada orificio nasal. Me sentí extraña, e incluso algo mareada, pero supe que había vivido.

¡Había vivido!

Cuando el dolor no había hecho más que cegarme, yo me había creído muerta. Había creído que no había esperanza, y aunque no recordaba nada de lo que había sucedido hasta entonces, sabía que estaba viva.
Porque si sentía dolor significaba que estaba bien, ¿no?

Sentí una cálida mano que me acarició la mejilla y reuní todas mis fuerzas para volver a abrir mis ojos.

La mirada llorosa de Keithan me tomó por sorpresa. ¿Keithan? ¿Lloraba? ¡Dios, eso significaba que de verdad había estado a punto de estirar la pata!

Intenté sonreír, pero el movimiento era desconocido para mis músculos. Por primera vez estaba feliz. Sí, feliz. Porque oxígeno de extraña procedencia entraba por aquellos extraños conductos hacia mi nariz. Porque aunque mi pecho estaba vendado, sentía el lento palpitar de mi corazón. Porque mis ojos me mostraban a Keithan, estaba sumamente feliz.
Y aunque mi cuerpo rehusaba demostrar cuán feliz verdaderamente estaba, eso no importaba, mientras tuviera a Keithan, mi héroe personal —me había salvado, sí, estaba segura— junto a mí.
Porque en sus ojos brillaban lágrimas de amor.

—Ailani...- Su voz era ahogada, mientras me daba un beso fugaz en los labios.
—Dios, creí que te había perdido-
Mi corazón bailoteó en alegría, porque yo no lo había perdido a él, ni él a mí.
Porque después de las locas circunstancias que nos habían unido, sabía que no habría nada que pudiera separarnos.

Sus manos en mis mejillas y sus labios en los míos, me hicieron olvidar de todo el dolor que sentía, y me confirmaron, que pasaríamos juntos para todo lo que nos quedara de vida.
Porque nos dijimos 'te amo' a través de una mirada, y yo sentí su amor, y aquello bastó.

Al final lo que nos unió no fue un contrato sino nuestro amor.

Fin

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