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35. Plan A

/AILANI KEIN/

Ailani se mordió el labio inferior, de nerviosismo. No había estado entre sus planes el revelarle a su hermano lo que sucedía entre Lucybell y Rydhian pero Tyler... oh, Dios, su cara de enamorado comenzaba a darle asco.

No dejaba de ver la puerta tras la que Lucy se hallaba, mientras que suspiraba de tanto en tanto.

Su padre y el rubio habían salido Dios-sabría-dónde, y ella había aprovechado en ir a la cafetería. Apostaba a que Tyler no se había percatado de ninguno de los movimientos de nadie, puesto que al regresar, lo había encontrado en el mismo espacio. No se había movido, sino para pestañear.

Tyler era alguien fuerte, no alguien cobarde como ella, pensó Ailani con sorna.

De seguro él se repondría mucho más fácil de la desilusión. Era mejor así.

Después de algún tiempo en el que el silencio reinó, Ailani lo escuchó hablar.

—¿Hablas en serio?— Preguntó muy despacio, si no hubiera estado tan atenta, y no hubiera prestado la menor atención a sus movimientos; quizás aquello hubiera pasado desapercibido.

Ailani se limitó a asentir.

—Por eso...— La voz le faltaba para llegarle a confesar a su hermano, sus motivos —Por eso yo no podía casarme con Rydhian... Ahora lo comprendes, ¿no, Tyler?—

Él asintió.

Después de un momento, recuperó el habla —Nos podías haber dicho, huequita. Mi padre... te dio una opción—

Ailani suspiró —Yo... lo iba a hacer, Tyler. Pero por alguna extraña ...— Frunció el ceño al pensar en algo que nunca antes había analizado del todo — ..razón...Rydhian se mostró complacido con nuestro compromiso—

Tyler la miró, también pensativo —Nunca lo hubiera sospechado si no me lo hubieras dicho. Lucybell nunca... es decir, nunca se mostró preocupada por Rydhian...—

La conversación no pudo continuar, puesto que se vieron interrumpidos por la presencia de su padre y del recién mencionado. Ambos se acercaban, con diferentes expresiones en su cara, pero por el momento, Ailani tenía demasiadas cosas en las que pensar como para poder analizarlos en ese preciso momento.

Tyler volvió a enfurruñarse, mientras que ella ya había tomado la decisión de irse de aquel lugar.

No soportaría un segundo más en la presencia del rubio. Ya había tenido suficiente por un día.

Era ya tarde, y necesitaba ver a Keithan.

Era extraño. Hace un par de años, si le hubieran preguntado a quién necesitaba ver, de seguro ella habría contestado 'Rydhian'. En qué curiosa forma trabajaba el destino, ¿no? Precisamente en este momento, lo más primordial era alejarse de él.

Rápidamente se despidió de su hermano, de su padre y precisamente, como venía haciendo hacia tiempo, ignoró a Rydhian, muy deliberadamente.

A penas abandonó el recinto, la calma la invadió, junto con la leve brisa nocturna.

/KEITHAN LOWER/

Aria rechistó algo imposible de entender. Lo que lo hizo reaccionar.

—¿Qué dijiste, Ari?—

—Keithan. Ahora es muy tarde para arrepentimientos. De hecho, Ailani sí está casada contigo. Supongo que tienes razón. Ya es tiempo de que tengas tu herencia. Si al menos vas a conseguir algo bueno, que sea lo que tus padres te dejaron.— Bufó, ciertamente arrogante. —Haré los arreglos. Volveré a llamarte cuando tenga todo listo. Tú trata de convencerla, ¿está bien? No sería un viaje muy largo.

Keithan rodó los ojos —Está bien. Esperaré tu llamada—

Con eso, Keithan cortó la comunicación.

A Ailani le faltaría mucho para llegar.

Aria tenía razón. Si tienes limones, haz limonada. Ya estaba casado, así que, ¿por qué no cobrar al fin su herencia? Si Ailani le había movido el tapete, qué mejor que sacar provecho de la situación. Ella le debía esto.

Bostezando, se dirigió al baño. Necesitaba una ducha. Tenía que pensar una forma de alejarla tanto de su oficina como de su familia, al menos una semana. Ése sería el tiempo suficiente para la visita a sus tíos.

¿Cuál sería la mejor forma de extorsionarla? La palabra de cuatro letras a la que la mayoría de las mujeres —y seguramente todo hombre— eran dependientes, seguramente contribuiría en la toma de decisiones.

Sexo.

Keithan sonrió, malicioso.

Plan A: Convencer a Ailani

Ailani no tenía idea de lo que se le venía encima.

Ni la más mínima idea.

/AILANI KEIN/

A penas había cruzado el umbral de la puerta, Ailani sintió cierta inquietud, que la perturbó. El lujoso departamento estaba sumido en las tinieblas y Keithan no estaba a la vista por ningún lado. No pudo evitar contener un gruñido.

¿A dónde podía haber ido?

Suspirando, tiró su bolso sobre un mueble cercano y se quitó los zapatos.

Estaba muerta del cansancio y casi podía sentir cómo los párpados se le cerraban. Necesitaba un baño caliente, algo para aliviarle la tensión de los hombros.

Pero primero quería comprobar si en realidad, Keithan no estaba.

Con paso sigiloso, avanzó hacia la habitación que ambos ahora compartían. Las sombras la rodeaban y aunque eso limitaba sus pasos, no le impidió avanzar. Tampoco se tomó la molestia de encender las luces.

Abrió la puerta de la habitación e inmediatamente dirigió su mirada a la amplia cama que ésta contenía.

Tuvo que tomar un bocado de aire, porque juró que se desmayaba ahí mismo.

Keithan sí se encontraba en casa, después de todo. Pensó con ironía, mientras daba un paso más cerca a la viril imagen que ahí se mostraba.

Una sonrisa se formo en su rostro. Keithan estaba dormido. Sus músculos estaban relajados y su respiración era acompasada.

—¡Dios!, qué cuerpo que tienes— Murmuró en su interior, mientras sus ojos no podían despegarse de tanta belleza masculina que reposaba en la cama.

Y es que, Keithan yacía ahí, completamente desnudo.

/KEITHAN LOWER/

Unos labios lo despertaron. Unos labios, húmedos, llenos y que ahora mismo, recorrían su pecho, haciéndolo lentamente conciente de la realidad.

¿O quizás sería un sueño?

No se atrevió a abrir los ojos. Una lengua pronto acarició su mandíbula, mientras dos turbantes montículos se frotaban en contra de los suyos propios. Una suave risa se dejó oír en el viento.

Aquello fue el único estímulo que marcó la diferencia entre una de sus interminables fantasías eróticas, con la realidad.

—Ailani...—

Su erección pronto se mostró, mientras sus manos aferraban a la mujer que ahora se encontraba sobre él.

Ahora lo recordaba todo. Después del baño, se había aburrido de esperar por la llegada de ella, así que se había acostado en la cama. Pronto, el sueño lo había llevado y pronto había perdido la consciencia. No recordaba haberse vestido, así que ella seguramente lo había visto desnudo al llegar.

Y no se había resistido.

Con una sonrisa diabólica y maliciosa jugando entre sus labios, Keithan la aferró por las caderas.

No había planeado que su oportunidad para convencerla se diera tan pronto, pero por una vez en la vida, el destino estaba de su lado, juzgó con diversión.

Ella se contoneaba como una gata salvaje sobre su cuerpo, y no podía sentirse menos que excitado. Pero se reprendió porque en verdad estaba excitado y si ella seguía rodeándolo con las piernas, no conseguiría llegar a ningún lado si todo terminaba antes de comenzar.

Con seguridad, detuvo el lujurioso movimiento de caderas que ella hacía.

—Para— Sentenció en una voz solemne, aunque sintió que el aliento le faltaba. No recordaba haber estado tan excitado, jamás.

Respiró una vez, tratando de recordarse cuál sería el verdadero motivo de esta unión. Pronto, a sus oídos llegó primero el gruñido de frustración de ella, y luego una súplica que consiguió estremecerlo.

—Keithan, por favor— Había algo tentador sobre enviar todo al diablo y complacerla, pero había algo en la voz de Ailani que le recordaba que si se mantenía firme, esta sería una victoria asegurada.

—Shh...— La calló con un beso devorador en los labios, mientras conseguía ponerla a sus espaldas y él encima.

Por un momento, el encuentro de sus miradas fue casi insoportable. Ella podía extender calor con sus ojos, cuyo color había oscurecido por el deseo. Su cabello estaba alborotado y se desparramaba por la blanca almohada, mientras que su cuerpo resplandecía con la luz de luna que entraba por la ventana abierta.

Sus labios estaban hinchados y sus mejillas, coloradas. Emitía leves gemidos, avisándole qué nivel de excitación estaba experimentando.

Oh, Dios.

Qué deseable era.

Sin poder contenerse más, tomó las manos de la rubia y las levantó sobre las suyas, atrapándola a su vez en un arrebatador juego de besos, que cada vez conseguían motivarlo más.

Con una mano consiguió atrapar las dos de la mujer, mientras que su mano libre, descendía en su trayecto con cautela, primero rozando los sensibles pezones, luego bajando por el suave vientre, para luego encontrar la parte de la anatomía de ella a la que había planeado deliberadamente llegar.

Cuando se topó con su femineidad, no dudó un segundo en explorarla con sus dedos, provocando más de aquellos contoneos tan sensuales que ella hacía, resurgieran.

La besó con más fuerza. Demandando, exigiendo, tomando. Había planeado que ésta sería una tortura para ella, pero al torturarla a ella, también se torturaba a sí mismo, en el paso.

¿Quién diría que Ailani podía ser así de deseable y excitante?

Los suaves gemidos que ella pronunciaba, sólo conseguían encenderlo como nadie, y parecía no notarlo nunca.

Cuando sus movimientos pasaron de insistentes a frenéticos, Keithan supo que era el momento.

—Mis tíos..— Su voz salió ronca por la tensión sexual del momento —...quieren conocerte—

Parecía que Ailani no le había oído de no ser porque la vio asentir con debilidad.

—Ven conmigo— Le dijo, en un último intento de cumplir con su cometido. Ella volvió a asentir.
Keithan la soltó mientras abría un cajón que quedaba en el velador junto a la cama. Ailani le volvió a suplicar, casi temerosa de que él la abandonara.

—¿Keithan?— Soltó un gemido, intentando no separarse de él, aferrándolo con la poca fuerza que le quedaba.

Pronto, Keithan removió con rapidez el condón de su empaque y lo ubicó en su lugar.

—Shh... Protección— Consiguió tranquilizarla lo suficiente.

Ella intentó acariciarlo, —Te necesito, Keithan—

Él se escuchó a sí mismo, suspirar en satisfacción —Yo también—

Ella gruñó su respuesta, exigiéndole —Ahora— Keithan rió por lo bajo, mientras tomaba su posición entre las piernas femeninas, que ahora intentaban atraparlo.

—Hay...algo que debes prometerme primero— Consiguio mascullar lo suficientemente claro como para que ella entendiera.

El ímpetu de ella regresó con más fuerza que antes.
—Sí, sí—

Keithan sonrió ante su victoria, mientras se introducía a penas milímetros en su abertura. —Vendrás conmigo a Miami—

Ailani abrió los ojos, sorprendida.

Pero no tuvo tiempo de refutar aquella aseveración, porque inmediatamente perdió la consciencia de todo, excepto del acoplamiento de sus cuerpos.

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