34. Él...
/AILANI KEIN/
La sangre se le había bajado hasta sus pies. Su palidez pareció no notarse, pero el sentirse casi asfixiada le daba las suficientes pistas como para saber que no tendría el color normal de su cara.
No.
Esquivó la mirada, en un último esfuerzo de no concentrarse en aquella cara.
Quiso cerrar los ojos, pero aquello sólo daría a notar cuánto no hubiera dado, por no estar en aquel lugar en ese preciso momento.
La voz. Su voz.
—¿Ailani?—
Él...
Él.
Volteó su mirada hacia el hombre que había tenido el descaro de llamarla.
Los mismos ojos azules. El mismo cabello rubio. El mismo cuerpo. El mismo rostro.
No había cambiado ni un poco.
—Rydhian...— La voz le había salido rasposa. Incluso hasta algo quebrada.
¿Cómo era posible que después de tanto tiempo...?
No.
No.
Ailani se sentó en la banqueta más cercana, intentando como último recurso el esquivar al causante de todas sus desgracias.
No sólo la había alejado de su país, la había alejado de su familia. Eso era imperdonable.
Intentó concentrarse en alguna otra cosa que no fuera él y en lo mucho que lo...
...no.
No quería pensar en ello. ¿Alguna vez en realidad lo había olvidado?
Ya no lo sabía.
Tampoco importaba.
Ahora, nada de lo que hubiera pensado o sentido en el pasado, importaba; porque una nueva y fresca imagen del rostro que la había perseguido durante tanto tiempo.
Rydhian era alguien que le había causado el mayor daño todavía, constituyéndolo así en un recuerdo muy amargo. Pero la familiaridad aún estaba ahí, haciéndola incapaz de largarse de ese lugar para no volver a verlo nunca. Junto con los amargos recuerdos siempre venían lo dulces.
Sabía que debía despreciarlo como a nadie más en el mundo. Bien lo sabía. De hecho, Rydhian debía ser un enemigo para ella. Ella debía huirle como si de alguna plaga se tratara. Debería escupirle en la cara, debería recriminarle. Debía.
Pero al no poder sentir ninguna de las cosas que en realidad, debía sentir, hizo la segunda mejor cosa que pudo haber hecho. Lo ignoró.
No quería saber nada de él. Especialmente no, si lo veía preocupado por Lucybell, mientras ella seguía sin conocer si aquellos viejos celos y resentimiento volverían a tomarla presa, dejándola aún más confundida de lo que ya estaba.
Sabía que ya no sentía lo mismo por él, al menos no con la misma fuerza arrolladora de antes, pero, ¿cómo reaccionaría al verlo junto a su amiga? ¿Al ver que todos esos años de sentimientos, por fin salían a brote, sin preocuparles para nada el qué dirían?
Keithan.
Necesitaba a Keithan.
Sintió la súbita necesidad de tenerlo a su lado. Si bien aquel hombre conseguía sacarla de sus casillas con más frecuencia de lo normal, era el único con el que se sentiría lo suficientemente segura, por si todos sus viejos y muertos sentimientos querían volver a resucitar.
Ay, ¿dónde estaba él cuando más lo necesitaba?
/KEITHAN LOWER/
Por su parte, Keithan cambió el canal de la televisión por... ¿centésima vez?... en realidad, no había llevado una cuenta.
Ailani se había ido, y él, se había quedado atrás. Estaba cansado de pensar tanto en ella, como en su situación con su familia. Estaba literalmente desesperado por distracción.
Por eso, cuándo el teléfono del departamento comenzó a repiquetear, lo atendió con la mayor rapidez posible.
—¿Hola?— Al segundo timbre ya había levantado el auricular.
—¿Keith?— No le tomó demasiado tiempo para reconocer la voz de su prima.
—Ari, ¿qué pasa?—
Un suspiro le llegó desde el otro lado de la comunicación.
—¿En serio quieres saber la que se te viene?—
Keithan frunció el ceño, confuso. ¿De qué le estaba hablando?
—No te entiendo. ¿Hay algún problema?—
La escuchó reírse en una de sus típicas carcajadas. —No, en realidad no. Pero...— Se interrumpió para darle más dramatismo —Sí, hay alguien que quiere conocer a tu esposa—
Keithan tragó pesado. —¿A Ailani? ¡No me digas que les dijiste!—
—Sí. ¿Creíste que te ibas a salvar? Dio la casualidad que mi madre preguntó por ti... ¿Y qué puedo decir? Se me escapó.—
Keithan quiso arrancarse los cabellos de la frustración —¡ARIA!—
—Ellos insisten. ¿Qué puedo hacer yo? Quieren que los vayas a visitar.—
Keithan deseó nunca haber contestado el teléfono. —Tengo trabajo que hacer. Estoy ocupado, Aria. Además, Ailani no podría ir porque tiene a una amiga en el hospital... así que no.—
—Tonterías. Ya es tiempo de que te tomes unas vacaciones. Sabes cómo van a insistir, Keithan. Así que es mejor que te des por vencido. Además, sería cuestión de días—
Keithan se sintió malévolo. —Está bien. Convenceré a Ailani con una condición—
Aria no aguardó su pregunta, no podía ser que Keithan se rindiera con tanta facilidad, —¿Qué?—
—Que tú vengas con nosotros—
Ahora fue el turno de Aria para tragar pesado —¡¿Qué?! ¡No! ¡Bien sabes que eso es imposible, Keithan! —
Si a Keithan no le agradaban del todo sus parlanchines y curiosos tíos, Aria no los soportaba. Eran constantes las quejas de la pareja Lower, sobre la soltería de su hija y sobre cuán estresada siempre estaba. De hecho, siempre para las festividades, ellos le habían recriminado tanto a él y a su prima sobre el hecho que no sentaban cabeza. Keithan ahora podía salvarse de toda aquella lata, pero para su prima, la dosis aumentaría; especialmente sabiendo que su primo había contraído nupcias, siendo diez años menor que ella...
Una tortura. Eso sería una visita a sus tíos.
Keithan retuvo las ganas de reír. —¡Ésa es mi condición y no hay pero que valga!—
—P-pero no...— Aria tartamudeaba.
—¿Es necesario que se haga aquella visita? Ni a ti ni a mi nos apetece tener un adelanto del fin de año, ¿no?—
Escuchó a su prima suspirar.
—Mis padres quieren concederte tu herencia. Es necesario—
Keithan suspiró —Creo que puedo prescindir de la herencia, ¿no?—
Aria bufó —Insistirán más que antes. Estás atrapado. Tienes que presentarles a Ailani—
—Y tú estás atrapada conmigo. Si voy, tú te vienes con nosotros—
—¡Ya está bien! ¡No tienes que recordármelo!—
—¿No hay alguna manera de que atrasemos lo inevitable?— Preguntó como un último recurso, Keithan —Digo, no creo que se mueran por conocer a mi esposa, ¿no?—
Aria soltó un suspiro que no albergaba ninguna esperanza
—En lo absoluto. ¿Al menos podrías salvarme a mí de aquel tormento?—
El de ojos oscuros no lo pensó dos veces —Nop—
Aria estalló en ira —¡Eres un niño engreído! ¡Ay, no entiendo cómo conseguiste a una mujer como Ailani! ¿Quién desearía pasar el resto de sus días con un hombre con mentalidad de niño de tres años?—
Obviamente, aquel argumento era otra de las bromas que siempre había compartido con su prima. No había día en el que los dos no pelearan, por supuesto, siempre peleas inofensivas. Aún así, aquella última frase había removido una fibra sensible, que debía reconocer, le había afectado.
¿En verdad pasaría el resto de sus días con Ailani?
«No seas tonto. Ella sólo te está usando. Una vez que se vea libre de su pasado, te descartará como si fueras un envase inservible.»
Como siempre, la voz en su cabeza le recordaba cuán poco en verdad significaba para Ailani. Es decir, ¿cómo podría ella valorarlo más, si había tenido precio? ¿Cómo no podía esperar a ser usado? Para ella, seguramente no era más que otro capricho, fácil de adquirir y fácil de descartar.
Lo cual, le llevó a otra conclusión. Aria no estaba precisamente al corriente de su contrato con Ailani.
Lo mejor sería aclararlo todo, especialmente si Aria insistía en llevar a un engaño a la boca del lobo...
—Ari, hay algo importante que no te he dicho sobre mi relación con Ailani...—
Aria, como siempre impaciente, preguntó —¿Ahora qué? ¡No te irás a inventar algún cuento para sacarte ésta de encima, Keithan Lower!—
Este cerró los ojos, intentando calmarse. Es decir, ¿con cuánta paciencia tendría que armarse antes de hacerle tamaña confesión a su crítica prima?
—Primero, quiero que jures que no le contarás nada a tus padres—
Aria rechistó —Si se trata de algo malo, Keithan te juro que...—
Keithan la interrumpió en seco
—Júralo o no te diré nada—
Keithan escuchó a su prima suspirar —Está bien, está bien. Lo juro. Ahora cuéntamelo todo—
Este dudó una última vez, pero se resignó. Los golpes fuertes debían ser rápidos para que impresionaran menos. Indudablemente era algo fuerte, pero no estaba tan seguro de poder conseguir que la historia se narrara lo suficientemente rápido para que Aria entendiera...
—Recuerdas que yo había tomado prestado cierto capital de Lower Technology, ¿no?—
Al oír el 'sí' tajante de su prima, continuó —Fui a Las Vegas. Originalmente había planeado ganar cierta suma en el casino, al menos para tranquilizarte un poco hasta que hubiera consiguiera la otra parte...Pero terminé perdiendo el dinero de la apuesta y sumí mis penas entre copas.—
Aria acotó con sarcasmo —Nada fuera de lo normal hasta el momento, primito—
Keithan rodó los ojos —Bueno. La cuestión es que, una mujer como ninguna otra que hubiera visto, se me acercó, ofreciéndome una solución a todos mis problemas—
Aria nuevamente lo interrumpió —Escucha, Keithan, si esto se trata de alguna historia alocada sobre alguna mujer de tu larga lista, creo que no quiero—
Keithan la interrumpió, a su vez —Me ofreció un millón de dólares. Así, sin más. Pero por supuesto. Detrás de tanta maravilla, había un truco. Siempre lo hay.— Guardó silencio, recordando vívidamente la forma en que Ailani le había alcanzado una pluma, mientras en su mano se hallaba el contrato que los condenaría a ambos a estar juntos, —Ella... necesitaba protección. Había huido de su familia. Necesitaba una tapadera y si aceptaba, yo la sería. A cambio, ella me daría el dinero que me hacía falta—
Escuchó el grito ahogado de su prima.
—¡No! ¡Keithan debes estar bromeando!—
Keithan se mordió la pared interna de su mejilla —No. Eso no es todo. Inmediatamente cuando nos casamos, yo planeaba regresarme a Paris, ella se separó de mí en el aeropuerto. Por supuesto, el contrato que firmé estipulaba que yo no podía tocarla íntimamente, ni nada por el estilo, por lo cuál me olvidé de ella hasta el momento en que volvió a aparecer en mi vida.—
Hizo una pausa —Regresó. Estaba desesperada, algo había salido mal con su plan. Aún desconozco qué habrá hecho todos aquellos meses. Pero como si de un sueño se tratara, la encontré nuevamente, justo en frente de mi puerta.— Tragó saliva
—Obviamente, yo estaba demasiado herido por su desprecio, así que me negué a recibirla.—
—¿Y? ¿Qué pasó después?—
Keithan frunció el ceño, recordando con qué descaro Ailani se había ofrecido a sí misma. —Ella...se me ofreció. Literalmente.—
Escuchó otro gemido desde su prima.
—¿Y qué hiciste? No, olvida aquella estúpida pregunta. Obviamente no la rechazaste, ¿no?—
Keithan gruñó —Para tú información, sí la rechacé. Al menos por un tiempo—
La de ojos verdes suspiró —¿Y es así como están ahora? Aunque están casados, no tienen más relación que en lo sexual, ¿no?—
Keithan se mantuvo en silencio. ¿Había algo más entre ellos aparte de la cama —mueble, mesa o lo que fuera— que compartían?
Honestamente, no lo sabía.
Al no estar seguro, le contestó
—Así es. Obviamente aquella parte del contrato que decía que no debíamos tocarnos quedó bien olvidada...— Murmuró con ironía, acordándose de cuán firme Ailani se había mostrado al principio sobre aquel aspecto. Parecía gracioso que la desesperación le hubiera quitado aquella actitud tan recatada y puritana.
—Keith— Escuchó la voz de su prima, muy clara y firme —Dime algo. ¿El contrato tenía un límite de duración?—
Keithan frunció el entrecejo,
—No lo leí muy bien que digamos. Después de todo, estaba algo borracho—
Aria rugió de frustración —¿Qué clase de idiota firma algo sin leer, aunque esté borracho?—
Él sonrió con suavidad. La rubia le había dicho exactamente lo mismo.
—Ya es muy tarde, Ari. Ailani vive conmigo y lo hará, hasta que decida irse. ¿Ahora entiendes por qué en realidad no es mi esposa? Yo... no planeaba decirte todo esto, porque seguramente dentro de poco nos separemos, así que... ¿para qué tomarmr la molestia?—
—¿Para qué tomarse la molestia, dices? ¡Keithan! ¡Yo nunca les hubiera contado nada a mis padres de haber sabido todo esto!— Se quejó inmediatamente su prima.
—Bueno, pero ya lo hiciste, ¿no? La parte buena de todo esto, es que ahora me entregarán lo que me corresponde por derecho—
Aria lo detuvo —Keithan, eso no es ético. Tus padres querían verte casado de verdad. No un acuerdo matrimonial—
Keithan bajó la mirada en un gesto involuntario —Sí, ya lo sé. Pero, ¿te has puesto a pensar que yo podría no casarme hasta dentro de diez años? Diablos, por todo lo que sé, podría no casarme nunca. ¿Nunca voy a poder ser dueño del legado de mis padres, especialmente sabiendo que tengo la oportunidad entre mis manos?— Inhaló, tratando de calmarse
—Si yo no te hubiera contado mi historia con Ailani, habrías tenido que cederme la herencia—
—Tienes razón— Aceptó ella. —Al menos ya sé la verdad. Pero, aún no me has contado todo, primito—
—¿Sobre qué?—
—¿En qué pintan los sentimientos en tu relación con ella? Digo, para que tengan relaciones al menos algo debes sentir por ella, ¿o me equivoco?—
No. No se equivocaba para nada.
Keithan masculló una respuesta no del todo bien pensada, —Nos deseamos. Somos algo posesivos el uno con el otro, y nos pasamos peleando cuándo no estamos teniendo relaciones. A eso se resume todo lo que sentimos el uno por el otro, Ari—
A Keithan no le gustó oír todo aquello. ¿En verdad eso era todo lo que sentía por su esposa?
¿Dónde quedaban todas aquellas veces que había deseado sólo abrazarla, o complacerla? ¿Dónde había quedado aquel amargo sabor en la boca, que aquella vez que la había visto con su jefe, había sentido? ¿Y las veces que quería protegerla, incluso hasta de sí mismo? ¿Y aquel mal presentimiento que tenía en este preciso momento; porque ella se estaba encontrando con su familia?
No.
Bien sabía que a su prima podía mentirle todo lo que quisiera, pero que él no podía engañarse a sí mismo.
Ailani valía más para él que un cuerpo y una mente con la que debatirse.
Pero aún desconocía con exactitud cuánto en verdad ella le importaba.
/LUCYBELL FULLER/
Voces.
Voces que la rodeaban.
Voces que sonaban demasiado débiles como para entenderlas, pero lo suficientemente fuertes como para hacerla consciente de su presencia.
Intentó abrir los ojos, pero no pudo. Un súbito dolor de cabeza se sumó a los muchos otros que ya sentía.
Dolor. Mucho dolor, fue lo segundo de lo que estuvo consciente. Dolor agudo que bañaba todo su cuerpo. Dolor intenso, que la bañaba una y otra vez.
Intentó mover los dedos de la mano derecha. No pudo hacerlo.
En nuevo intento, luchó por abrir los ojos. Fue inútil. Mientras tanto, las voces se hacían más espesas, pero más entendibles a su oído...
—Está consciente, doctor. ¿Le inyecto otra dosis?—
Sintió un súbito pánico, que no le permitió escuchar la respuesta a aquella pregunta.
¿Qué le estaban haciendo? Y más que nada, ¿dónde estaba?
Con lentitud, sintió cómo otra vez el sueño la obligaba a despejar su mente, haciéndola perder la consciencia, alejándola de todo lo que estaba sucediendo.
/TYLER KEIN/
Tyler gruñó de frustración.
Tres malditas horas.
Ése era el tiempo exacto que había estado esperando por ver a Lucybell. Estaba literalmente desesperado. Es decir, ¿cuánto más podrían tardar en curarle las heridas? ¿Es que en verdad había estado en tanto peligro, pero él no se había percatado?
Una vez la angustia por encontrarla había pasado, pronto se encontró con la fría realidad.
¿Quién había estado atrás de ese ataque? Por Dios, aún se le revolvía el estómago al saber el estado crítico en el que la había encontrado, toda encharcada por su propia sangre.
Estaba en verdad desesperado, porque la única testigo de todo, estaba en ese mismo momento, completamente discapacitada para recibir visitas, mucho menos narrarle lo sucedido...
«¡Ja! ¡Sigue diciéndote eso, idiota! ¡Lo único que quieres es verla!»
Se estremeció al reconocer a su conciencia, reclamándole. ¿Era cierto eso?
Ah, pero que tonto en verdad era.
Lucy en este mismo momento estaba pasándola fatal, y él se encontraba ahí, con aquellos absurdos pensamientos. ¡Por supuesto que quería verla! Es decir, había estado a punto de orinarse en sus pantalones —algo que seguramente hubiera afectado su dura imagen masculina— con sólo imaginarse no encontrándola. ¡Obvio que estaba preocupado por ella! Después de todo, él era parcialmente culpable. Había llegado tarde, dándole una oportunidad de oro a cualquier maniático para poder llevársela.
Una taza de café en su frente, de repente lo arrancó de sus cavilaciones.
Tyler levantó la cabeza, para encontrarse a su hermana con el gesto más serio que alguna vez le hubiera visto.
—Gracias— Sólo atinó a decir, sintiendo cómo Ailani se sentaba a su lado.
El café estaba humeante, pero eso no le impidió dar un buen sorbo.
Pronto, escuchó la voz de Ailani. —¿Tyler?—
—¿Hmm?— Dio otro sorbo, saboreando lo amargo de su café.
—Se te nota preocupado— Dijo su hermana, en un gesto muy confuso para él —Es decir, mucho más de lo que estamos todos nosotros—
Tyler giró la cara. Un sonrojo había tomado sus mejillas, y cuándo desapareció, enfrentó a su hermana menor. Igual, decidió que guardar silencio era lo mejor, especialmente si se encontraba bajo su ojo y escrutinio.
Ella sonrió tristemente. —Ya veo— Dijo después de un rato.
Aquella actitud misteriosa, consiguió sacarlo de su enfurruñamiento.
—¿Ya ves qué?— Preguntó frunciendo el ceño.
Ella lo miró, —¿Estás seguro que quieres que te lo diga, Tyler?—
Él asintió sin dudarlo ni por un instante.
Ailani se encogió de hombros.
—Me da la impresión de que quieres a Lucybell—
Tyler abrió los ojos, sorprendido —Por supuesto que la quiero, rubia hueca. Así como te quiero a ti y a —
Ailani lo cortó en seco —No la quieres como a mí, Tyler. Me refiero a que la quieres como se quiere a una mujer, y no te atrevas a negarlo—
Tyler se horrorizó por un momento. —¿Qué? ¡No!—
Ella sólo volvió a encogerse de hombros.
—Sí. Pero es una lástima—
Tyler olvidó lo anterior, mientras arrugaba el entrecejo —¿Lástima? ¿De qué diablos estás hablando?—
Ante su pregunta, Ailani fue la sorprendida. —¿Quieres decir que no lo sabes?—
Tyler empezó a perder la paciencia —¿Saber qué, maldición?—
Ella dirigió una mirada perdida, como si le doliera lo que estaba a punto de decir. Aunque aquello duró muy poco como para poder ser definido del todo, Tyler igual lo percibió.
—Lucy está enamorada de Rydhian— Susurró.
—Y viceversa— Añadió con voz algo quebrada.
Tyler sólo consiguió reprimir la profunda sorpresa de su rostro, pero la decepción pronto llenó el lugar vacío. Pronto, todo le comenzó a dar vueltas.
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