31. Celos
/KEITHAN LOWER /
Keithan depositó con delicadeza suaves besos sobre el tenso vientre de Ailani. Ella no podía evitar sentirse cada vez más tensa, completamente a la merced de aquel hombre que había demostrado tener una mente retorcida.
Él la miró desde su posición, observando con deleite, la expresión torturada de su mujer.
Cuándo descendió aún más, casi a la altura de su femineidad, se topó con la última prenda que ella vestía. Al sentir sus manos contra la tela, ella abrió los ojos y una mirada sospechosa le pintó los ojos.
—¿Qué crees que vas a hacer?— Él sólo rió, divertido del rubor que cargaba las mejillas de su esposa.
Él rodó los ojos, como si fuera lo más evidente –Te voy a dar el mejor orgasmo que hayas tenido en toda tu vida—
Ailani se sintió escandalizada por un momento, pero volvió a sentirse lo suficientemente malvada para rebatirle con otro comentario.
—Querrás decir el único orgasmo de mi vida— Keithan abrió los ojos desmesuradamente e incluso se sintió ofendido.
—¡Único! ¡Ja! Sí, claro— Masculló, continuando con su tarea
–Querida, tienes muy mala memoria. Quizás debamos llevarte al médico. Recuerdo con claridad cada vez que tú...—
Ailani gritó, interrumpiéndolo
–¡Ya cállate!— Pero aquello sólo provocó que más de su ronca risa la humillara.
Él se encogió de hombros, despojándola por completo de su prenda íntima. –Si quieres que me calle, no digas mentiras—
Ella le envió chispas por los ojos, en el mismo momento en que le separó las piernas.
—Repito mi pregunta, ¿qué crees que haces?— Keithan le sonrió de aquella manera sexy que sólo él sabía hacerlo.
—Darte uno de los mejores orgasmos de tu vida—
Ella suspiró, frustrada. –Yo no hago esas cosas, Keith—
Keithan no se dejó intimidar por esa frase —Antes que me conocieras, no sabías lo que era sexo, pero ahora ya te ves...—
Ella gruñó —Sé que no me va a gustar—
Él sólo la miró, y se aproximó más a su centro –¿Cómo sabes que algo no te va a gustar si no lo pruebas?—
Ailani hizo un último esfuerzo, intentado forzar sus piernas a cerrarse. Keithan frunció el ceño, cuándo se vio atrapado por sus muslos.
-Hablo en serio— Repuso él, completamente serio. Y en una voz sedosa, él añadió más convincentemente –Vamos, cariño. Si no te gusta, siempre puedes decirme que no—
Ella se dio a la fuga —Ya lo estoy haciendo—
Él la miró enojado —Podrás tener venganza— Ni bien había dejado toda la frase, en libertad, la rubia se comenzó a debatir.
En un gesto inocente, la idea le resultó irresistible –¿Podré hacer todo lo que quiera?—
Aunque le costara aceptarlo, Keithan se vio imposibilitado en decir 'no'. Hosco, aceptó, mientras descendía su tórax para poder estar más cerca de su objetivo.
Ailani tomó un bocado extenso de aire, como si de una tortura se tratara.
El primer contacto de su intimidad con los expertos labios de él, y se sintió arder en llamas. Los mismos besos apasionados que antes habían sido propinados en todo su cuerpo, fueron incluso más ardorosos en su sensibilidad.
Ailani sintió un pinchazo de deseo, mientras soltaba renuente un enronquecido gemido al sentir que la húmeda lengua de su esposo la invadía sin ninguna clase de pudor.
No pasó mucho hasta que se veía profundamente invadida por ella, y aunque su conciencia se oponía, ella misma abrió más sus piernas, todo con tal de facilitarle al acceso. Cuándo sus traicioneras manos intentaban hallar la cabeza de él, no sabía bien si para alejarlo o para acercarlo más, un sonido perturbador resonó en el departamento, trayéndola de nuevo al planeta tierra.
Pero Keithan no se movía. Continuaba empeñado en su labor, pero el timbre de su celular era aún más insistente que su decidida lengua.
Aunque estaba al borde de llegar al clímax y quería sentirse inconsciente del mundo que la rodeaba, Ailani continuaba oyendo aquel sonido.
—No. Keithan, para— De verdad había necesitado toda su fuerza de voluntad, especialmente cuando todo lo que quería decir era '¡sigue!'.
Keithan le dirigió una breve mirada, pero parecía más enfurecido de lo que ella podía estimar. La idea le resultó ridícula. ¿Por qué estaría enojado?
Con un esfuerzo, alcanzó el móvil desde su posición, puesto que seguía insistiendo, y él no cooperaba, lo obtuvo, finalmente para contestar.
-¿Hola?—
Keithan se levantó, furioso, y se escabulló con dirección desconocida, justo ante la mirada confundida de Ailani.
Y a éste, ¿qué le pasa?
/KEITHAN LOWER/
Keithan se movió inquieto, mientras se lanzaba agua a la cara. ¡Maldición!
Hubiera querido adjudicarle aquellos aguijonazos de celos, al hecho de que habían sido interrumpidos. Pero no podía hacerlo.
Apretó los puños, descargando su furia sobre el lavabo. Ailani seguramente estaría hablando con aquel sujeto.
¿Con qué facilidad podría ella olvidar todo lo que había sucedido entre los dos, para marcharse otra vez a su primer amor? ¿Sería él mismo, tan sólo un mal recuerdo en su memoria, alguien a quien olvidaría con extrema facilidad?
Gruñó, desconforme. Él no sería fácil de olvidar.
Porque Ailani Kein nunca tendría la oportunidad ni la necesidad de olvidarlo.
/AILANI KEIN/
-¿Qué? ¿Un sobre, dices?— Ailani murmuró, sorprendida. Interesada, escuchó la temblorosa voz de su secretaria, Ginger, por teléfono.
-Sí. Encima del escritorio, pero yo no lo puse ahí— Contestó ella.
Ailani frunció el entrecejo –¿Tiene remitente?—
Ginger negó –No. Y me resulta extraño, porque a usted sólo le llega el correo que yo le hago llegar—
Ailani suspiró –¿En serio? Pues ábrelo, tienes mi permiso—
Se escuchó el movimiento de papel, hasta que después de unos segundos, la secretaria contestó.
-Está abierto. Dice: "Tengo a su mejor amiga"—
La rubia soltó un grito ahogado
–¿Qué más dice? ¿No dice nada más?—
Ginger volvió a negar –No. ¿Tiene esta frase algún significado especial para usted, señorita?—
Ailani esquivó la pregunta de Ginger –Gracias. Nos vemos mañana en la oficina— Y colgó, sin importarle cuán descortés podía haber sido con su secretaria.
Oh, no. Todo este asunto se estaba complicando más de lo que ya estaba. No sólo habían raptado a Lucybell. Bien sabían quién era Lucy para ella, y aquello constituía un nuevo factor de riesgo. ¿Sería acaso un ataque? ¿Estaría en peligro? ¿Cómo la habían relacionado con Lucybell, especialmente después de no haberla visto en un tiempo, mucho menos de haber compartido algo con ella?
Ailani se revolvió inquieta desde su lugar.
Frunciendo el ceño, fue en busca de Keithan. Tenía que advertirle. Sabía que tenía que hacerlo. En medio de sus cavilaciones, recordó aquella pelea en la que él había estado involucrado. ¿Sería posible que ambos fueran un blanco? ¿Habría acaso alguien lo suficientemente desquiciado como para acecharlos? Después de todo, Keithan había sido de lo más esquivo con respecto a la golpiza —había pensado que era por orgullo— y nunca habían discutido aquel tema.
El sonido de agua corriendo la guió hasta él. Se había mojado la cabeza, y parecía estar furioso por algo.
Con suavidad, se acercó a él. Sus rasgos eran severos y su ceño demostraba que estaba pensando sobre algo que le disgustaba.
No pasó mucho, hasta que su negra mirada recayó sobre ella. Tampoco pasó mucho hasta que espetó una pregunta.
—¿Quién te llamó?—
Ailani abrió los ojos por la sorpresa. Keithan... ¿estaba controlándole las llamadas?
Ella se limitó a responder con voz calculada —Ginger, mi secretaria.—
Él le dio la espalda con rapidez, como si quisiera evitar su mirada y su escrutinio.
—¿Tenía algo importante que decirte?— Su voz ya no sonaba tan tensa, e incluso sus anchos hombros se habían relajado un poco.
Ailani suspiró, no tenía cabeza en este mismo momento para ponerse a descifrar a este complicado espécimen masculino. Quizás luego.
—Estoy preocupada. Aparentemente, me ha llegado un sobre el cuál no ha pasado por sus manos. Ella siempre registra mi correspondencia—
Él volvió a encararla –¿Y qué hay con eso?—
Ailani se sumió en sus pensamientos —En realidad, que hayan entregado aquel sobre no me inquieta. Lo que me molesta es su contenido— Antes de que él pudiera preguntar, ella prosiguió –El mensaje que contenía guarda muchísima relación con la desaparición de Lucybell. "Tengo a su mejor amiga"— Finalizó recitando con exactitud la frase escrita en la anónima carta.
Keithan guardaba un férreo silencio. Tras lo que parecieron horas, pero en realidad fueron minutos, él habló.
—Sabían que guardas relación con esa tal Lucybell. ¿No será una advertencia para ti misma?— Rascándose la incipiente barba, masculló –¿Podrían querer algo de ti?—
Las dudas de Ailani aumentaron, y la mirada firme de él le confirmaba el peligro al que todos estaban expuestos. Una de sus mayores dudas se encontraba en aquel relato en el que Keithan había sido bastante reservado.
—Dime la verdad, Keithan. Aquel día en el que te atacaron, ¿te dijeron algo? ¿Te amenazaron?—
Como por arte de magia, Keithan volvió a esquivar su mirada. Pero ella no se iba a rendir tan fácilmente. No planeaba dejarlo en paz hasta que le contestara.
—¿Tiene relación tu ataque con el secuestro de Lucybell y esta carta?—
Ailani aguardó paciente, rogando mentalmente una respuesta.
—No— Keithan parecía extremadamente seguro en lo que negaba. Su expresión daba una seguridad completa, que dejaba afuera cualquier rastro de duda.
En un momento de debilidad, se sintió tentada a confesarle su amplia preocupación por él.
—Keithan...yo...—
El timbre del celular volvió a sonar, haciéndola reaccionar lo suficientemente rápido. Su frase quedó colgando, y tras una breve mirada en su dirección, pudo notar que aquella misma tensión aparecía, endureciendo sus expresiones faciales.
...Keithan, estaba celoso...
...¿de su celular?
/TYLER KEIN/
No había tomado demasiado tiempo para que los agentes que lo acompañaban despejaran en el lugar. En la entrada del mismo, no había nadie. El lugar por fuera se veía desierto, pero Tyler no andaba para juegos. Éste era el lugar desde dónde Lucybell había llamado.
Con lentitud, el equipo avanzó hacia el almacén, cuidando que nadie realizara algún sonido que pudiera advertir al secuestrador.
Tyler estaba desesperado. Todo se movía demasiado lento, maldita sea. Le importaba un comino si el maldito cobarde huía. Lo único que quería era encontrar a Lucybell o descartar este sitio, para seguir la búsqueda en otro lado.
Ignorando los brazos que intentaban agarrarlo, después los gritos de advertencia, entró casi corriendo al almacén.
Tal y como había sospechado, el lugar estaba tan o más desierto que su exterior. Buscó hacia la izquierda, pero no había nada. Hasta que miró hacia la derecha, donde una pared sucia se levantaba, y una puerta de acero llevaba el acceso hacia otra habitación.
Sin dudar ni por un instante, Tyler corrió a la puerta y de un tirón la abrió.
Lo primero que percibió fue el hedor, para luego hallarse en una suma oscuridad.
Un quejido lo puso alerta.
—"T...Ty..ler...—
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