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24. Solo a ti


/AILANI KEIN/

Ailani tomó su maleta, y empezó a meter todas sus cosas, ignorando expresamente todas las agrias palabras que Keithan le dirigía. Ya era suficiente de vivir con aquel asno sin sentimientos.

Le reclamaba el por qué ella había estado con Derek, sin siquiera darle explicaciones del por qué estaba él, en primer lugar, con Naiara. Le reclamaba el por qué se había besado con él, —no quería saber qué habría sucedido si le hubiera visto en realidad besándose con Derek, no aquel beso fugaz en el automóvil—. Le decía que era una zorra.

Haciéndose de corazón de hierro, y oídos sordos, Ailani finalizó de empacar todas sus cosas. Qué mala suerte tenía en el amor. De hecho, todos sus problemas se derivaban de éste o por la falta del mismo. Había perdido ya una vez, a su familia, por la culpa de su amor por Rydhian, ahora, no perdería también su carrera por la culpa de ese naciente sentimiento por Keithan.

Estaban tan cerca, pero tan lejos. Los sentimientos de él eran más que obvios para ella, pero no se atrevió a dudar. Ella sabía que él sentía por ella mucho más de lo que se aventuraría a decir, pero también sabía que una relación entre ellos acabaría en un completo desastre. ¿Qué más podía hacer? Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder, y ella primero se condenaría antes de decir el primer 'perdón'.

Su cercanía con Derek simplemente era consecuencia de la escenita que había armado Keithan con Naiara. Ella sabía que no tenía la culpa, por lo menos, así lo sentía.

¿Cuántas otras veces Derek se le había acercado, con evidentes intenciones de seducirla, y ella había cortado directamente por lo sano? Hoy era la primera vez que había tenido algo con él —y aún así, era muy poco para poder reprenderla— y efectivamente, no lo había hecho por elección propia.

Asegurándose que ninguna de sus cosas se quedara en el departamento al que planeaba no volver a ver más, continuó ignorando los gritos de Keithan. Si algún día, llegarán a aclarar sus malentendidos, ella no volvería a este departamento. No cuándo todos los vecinos de él estaban enterados de sus mutuas infidelidades.

Ella no sería comidilla para las críticas y chismorreos, no cuándo en Inglaterra, su país, ya la habían destrozado los rumores y comentarios sobre su conducta.

Tomando aire, escuchó finalmente las quejas de él.

-¡Ahora te largas, eres una zorra!— Vociferó él, sin importarle el qué dirían sus vecinos. –¡Pues lárgate, lárgate! ¡Ya me usaste! ¡¿Para qué querrías quedarte conmigo?!—

Ailani se sentía pesada. Pero aún así continuó escuchándolo.

-¡Maldita sea! ¡Seguro ahora vas corriendo a donde ese desgraciado!—

La rubia levantó una ceja, sin dejarse vencer por las ganas de vociferar y gritar tanto como él lo estaba haciendo. Suspirando, preguntó.
-¿Has terminado ya con tu repertorio?—

Seguramente, si Keithan fuera un agresor de las mujeres, ya la habría golpeado. Estaba más furioso de lo que alguna vez recordaba estarlo, y el combustible para aquella ira era sencillamente el dolor que aquella mujer sabía inflingirle. Guardó silencio inmediatamente.

Maldito fuera el día en el que los ojos de hechicera de aquella mujer se habían posado sobre él.
Ailani, al notar que él no pensaba decir más nada, apretó sus labios.

-En primer lugar, YO no te he usado. TÚ fuiste quien me quitó mi virginidad— Keithan la miró enfurecido, pero ella continuó. –Segundo, no puedo creer que estés sacándome en cara cosas que yo nunca he hecho, especialmente después de que tú fuiste el que me traicionó. Tercero— Ella tomó aire para darle énfasis. –Lo que yo haya hecho, haga o deje de hacer después de que tú me traicionaste, no es de tu incumbencia—

Keithan estalló. —¿Ah sí? ¡Ahora te vas con él, cierto! ¿Eso también lo vas a negar?—

Ailani lo miró furiosa. —Si tanto te mueres por saberlo, ¡me voy a un hotel!—

Keithan no perdió la oportunidad para aguijonearla. —¿Qué, acaso papi ya no te persigue?—

Ailani contuvo su furia con poco. —¡Me importa un bledo! ¿Y sabes qué? ¡A ti tampoco debería importarte!—

Él no soportó la provocación, y en pocos segundos la alcanzó y la tomó con medida fuerza por la muñeca. Ella se sorprendió pero no se dejó dominar, ni le expresó que en realidad, su agarre estaba siendo un poco más que fuerte.

-¡Pues sabes qué! ¡Sí me importa!— Le gritó, demandándole entregar tanto como él lo hacía.

Ella rió, en una carcajada cruel.
–¿Ahora te importa? ¡Pues es muy tarde, querido! ¡Este tren se marcha!—

Keithan la aferró por los hombros y gruñó su respuesta. —No, si no te lo permito—

Ailani se sintió al borde de un colapso. Seguramente, lo que él se proponía era provocarle un infarto, ¿no? ¡Porque, maldita sea, ésa sería la única cosa que impediría que se marchara de ese infierno!

Ella frunció aún más su ceño.
—¡Quisiera verte intentarlo!— Y quiso zafarse, pero su agarre era demasiado fuerte. —¡Déjame ir!— Le gritó en la cara, ahora luchando con todas sus fuerzas por apartarse de él.

Pero él tenía otros planes.

Y Ailani los descubrió inmediatamente cuándo sintió la implacable presión de sus labios con los de él.

/RYDHIAN WOODS/

Rydhian escuchó con estupor la conversación que Tyler y Lucybell mantenían. No podía creer que el viejo Kein decidiera eliminar a alguien, nunca se le hubiera cruzado por la cabeza aquella idea. Sí, bien sabía que el hombre tenía bastante influencia y poder, pero nunca hubiera asociado la palabra 'asesinato' con él.

Aquello ya formaba parte de una advertencia. Había alguien lo suficientemente tonto como para cruzarse por el camino de los Kein y él ya lo iba a borrar de la faz del planeta. Sin duda, si sus planes llegaban a los oídos del señor Lucius Kein, ni cenizas quedarían de él.

Prestó la mayor atención a cada palabra que era pronunciada por el par.

—¿Estás segura de que quieres salir? Digo, ¿no es mejor que descanses hoy?— Oyó que Tyler le preguntaba a Lucybell.

Pero ella sólo respondió con un asentimiento. –¿Podrías dejarme en el centro comercial? Debería haber uno por aquí, que quede cerca, ¿no?—

Al oír la quejumbrosa aceptación de él, Rydhian sonrió. –Sí, sí. ¿Me llamarás para que te recoja?—

Fue ignorante de la respuesta que ella le hubo dado, porque ya se estaba alejando. ¡Ésa era la oportunidad perfecta! Oh, no podía estar más contento de que una oportunidad así se le brindara en bandeja de plata.

Todo tenía que llevarse con la máxima discreción. No podría arriesgar su pellejo, ni el de Jeremy. No si no quería enfrentarse también a Lucius y a Tyler.

Finalmente, hoy podría silenciar a Lucybell Fuller. Y estaría a un paso más cerca de su verdadera meta.

/AILANI KEIN/

Oh, qué fácil y poco complicado hubiera sido rendirse ante el fogonazo de deseo y pasión que la atenazó cuándo Keithan la había besado de aquella manera tan única que sólo él podía hacerlo.

Habría sido demasiado sencillo, tan sólo permitirse olvidar todos los sucesos previos, desde el encuentro con Naiara hasta la reciente pelea, permitirse recordar sólo las partes de disfrute junto a él, borrando de su memoria todo lo desagradable en la relación de ambos.

Vaya que hubiera sido fácil rendirse a su brutal pasión y dejarse llevar por las sensaciones.

Pero Ailani, era Ailani y ella nunca tomaba el camino más fácil.

Haciendo acopio de su orgullo, se forzó a separarse del embriagador beso. Cuándo lo hizó, no le sorprendió el ver shock en los ojos de él, completamente pasmado ante su rechazo.

No, cualquiera otra simplemente lo habría perdonado, y le hubiera permitido usar aquella lengua que el hombre tenía para cosas más productivas que el insultar y el maldecir.

Oh, bien sabía que desde ya podía estarse arrepintiendo por apartarlo, pero no se permitiría demostrarle que era débil ante sus besos y que era una completa inútil cuando se trataba de alejarlo.

—Basta— Pronunció en una pequeñísima voz, que seguramente Keithan no hubiera oído, de no ser porque se encontraba verdaderamente cerca de ella.

—Basta— Repitió, bajando la mirada y apretando las manos, estrujándolas en un puño, buscando fuerzas para enfrentarlo.

/KEITHAN LOWER/

Keithan se limitó a permanecer en silencio, aunque en su cabeza había todo menos aquello. ¡Era un imbécil! Sí, de verdad lo era. Al menos, se consideraba a sí mismo uno, porque no podía evitar sentir todo aquel huracán de emociones sobre que aquella mujer, que había puesto su mundo de cabeza, apenas ingresó en él.

No podía creer que continuara deseando con locura a aquella mujer, que le había faltado el respeto, que quizás lo haría quedar como el más grande venado de todo el edificio, que lo había traicionado en el momento más crítico, sin darle una oportunidad para retractarse, para explicarle.

Ailani se había dispuesto a ignorar sus insultos, dándole tiempo a descargar todo aquel horrible temor, aquel horrible desprecio hacia ella y hacía sí mismo. Por eso, en el mismo momento en el que el beso se hubiera interrumpido, inmediatamente supo que era el turno de ella para descargarse, y ahora a él le correspondía escuchar. Y si ella había escuchado todo, sin refutar nada, él haría lo mismo. Ya había reforzado su corazón en un frío acero, batallando por no salir herido después de escuchar todo lo que ella tenía que decir.

—Estoy cansada de que pienses que en la cama se resuelve todo— Dijo ella, esta vez mirándolo directamente a los ojos.

Keithan gruñó, forzándose a permanecer callado.

—Estoy cansada de que me maltrates y luego me beses, como si no hubiera pasado nada— Continuó ella, con una voz extrañamente dura, y una expresión fiera en el rostro.

—Estoy cansada de que digas lo que sea que se te venga en gana, y luego no te retractes—

A eso, Keithan ya no pudo contener su objeción. –¡Vaya que sí me retracto, Ailani! ¡Me retracto de haber firmado aquel maldito contrato, en verdad que tienes razón!—

—Estoy cansada de tus berrinches, Keithan—

Keithan rió, amargado. –¿En verdad, Ailani? Pues yo también estoy cansado de todo este teatro—

Ailani abrió los ojos, desmesuradamente, ¿teatro? ¿De qué diablos estaba hablándole?

Keithan suspiró, agotado. –¿Te sorprendes tanto, ah?— Volvió a reír sin humor. —Creí que era bastante obvio, supongo que al menos debo estar satisfecho por eso—

Ailani arrugó su entrecejo.
–Explícate—

Él la miró más intensamente, mucho más de lo que alguna vez pudo imaginarse, transmitiéndole calor a través de sus ojos negros.

—Yo no besé a Naiara, ella me besó a mí—

Ailani quiso burlarse, pero aún así guardó silencio.

Keithan continuó, acercándose un par de pasos más a ella. –Y yo nunca podría besarla, porque...— La cercanía entra ambos era cada instante mayor, y Ailani no se atrevió a alejarse. –Porque... es contigo con quien quiero estar— Acto seguido, la tomó de la barbilla, sin darle importancia a la mirada estupefacta de ella, y la besó con más ternura que la que hubiera besado a alguien en su vida.

Y para Ailani, eso fue más que suficiente para renunciar a su terquedad y a sus celos, olvidar todo lo que había sucedido, porque en los ojos de Keithan no veía sino la verdad.

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