14. Nunca digas nunca
/KEITHAN LOWER/
Cuándo Ailani llegó al departamento, oliendo a alcohol y tambaleándose, sonrió. No por nada había esperado que ella llegara, ¿no?
Después de ir a la reunión en la compañía de Aria, y de tener otra jornada de trabajo, había regresado para encontrar el departamento tan vacío como lo dejó. Pero ahora ya eran las doce de la noche, y Ailani todavía no aparecía.
Una ola de satisfacción egoísta lo bañó. A Ailani le había afectado tanto verlo con "otra mujer". A nadie le afectaría tanto si no sintiera algo por él, ¿cierto?
Observó con una sonrisa cómo la mujer se tambaleaba hasta llegar al interruptor que encendiera la luz. Cuándo al fin lo consiguió, la pudo divisar por completo. La mujer estaba por completo desaliñada, de eso estaba seguro, pero no tenía rastros de haber llorado desconsoladamente como debía haber hecho.
Frunciendo el ceño, esperó pacientemente hasta que la rubia se percatara de su presencia. No más de dos minutos pasaron, hasta que Ailani se sentó en el sofá, y se fijará en él.
-Hola- Dijo ella como si nada. Frunció en ceño con mayor profundidad. ¿Dónde estaban las recriminaciones, el llanto, el caos?
Ailani estaba celosa.
Él quería que lo estuviera.
Y ella tenía que estarlo.
-Hola- Casi gruñó. Ella lo miró extrañada.
-¿Pasa algo?- La inocente pregunta fue la gota que colmó el vaso. ¡¿Dónde diablos estaban los celos?!
-No- Dijo, mientras reprimía otro gruñido. -¿Dónde has estado?-
Está bien, eso no había salido como lo había planeado. Se suponía que ella era la celosa. No al revés.
Ella sólo se encogió de hombros.
-Me encontré con un amigo- Expresó con la mayor tranquilidad del mundo. Acto seguido, comenzó a quitarse los zapatos.
Una vena vengativa se apoderó de su frente.
¿Qué, qué?
¡¿Un amigo?!
-¿Amigo? ¿Qué clase de amigo?-
Ella sonrió levemente, y su semblante parecía más sobrio de lo que en realidad estaba.
-Ya sabes, Keithan. La clase de amigo que una mujer puede tener, ¿no? Supongo que las escuelas a donde has estado dan orientación sexual, ¿verdad?- Y se quitó la chaqueta.
Palideció. -¿Qué?- Casi murmuró.
Ella rió completamente cómoda -Ya sabes, cuándo una mujer y un hombre se gustan... -
La pared de contención de su paciencia flaqueó ante la última frase. Casi como un impulso saltó del sofá, hasta llegar a donde ella, que lo miro curiosa.
-¡Dime qué hiciste con ese tipo!- Completamente furioso gritó. Si las paredes hubieran tenido oídos, de seguro se los hubieran tapado. El rugido de furia de seguro lo había escuchado todo el edificio.
Y Ailani se carcajeó. -Ah, eso fue placentero.-
Se quedó perplejo. ¿Qué?
Ella volvió a reírse. -¿Alguna vez te han dicho que podrías ser comediante?-
En ese instante, entendió el pequeño jueguito que ella se traía en manos. Y él no era su juguete. Mucho menos su payaso.
Aunque tragándome la furia, se rió. -Supongo que no. ¿A ti no te han dicho que podrías ser dama de compañía?-
Oh-oh. Golpe bajo. Golpe muy bajo.
Ahora fue el turno de Ailani para quedarse boquiabierta.
-¿Disculpa?- Masculló.
Entrecerró la mirada. Estando ahí parado en frente de ella, con todas las ganas de estrangularla...
-Ya me oíste- Y la agarró de los brazos y zarandeándola, explotó.
-¡Dime con quién, qué has estado haciendo, y dímelo ya!-
Ailani lo miró directamente, casi perforándole el alma. -¿Quién era esa mujer?-
A regañadientes respondió. -Mi prima Aria- Pero no aflojó el agarré.
Ella rió casi histérica, hasta que finalmente se quedó callada. Y el silencio se hizo en la habitación.
Volvió a insistir. -Dime con quién has estado- La acercó más. -Y qué has estado haciendo-
Ailani evitó aquella oscura mirada. -Estuve con un amigo del instituto. Sí, es guapo.- Al ver la mirada de rencor con la que la miró, prosiguió. -Y no. No tuve sexo con él. Pero...-
Se vio totalmente interrumpida por sus labios, que la invadieron sin compasión.
/LUCYBELL FULLER/
Entró en la habitación de su amigo. Como amiga, podía entenderlo. Pero como persona, había llegado a aborrecerlo.
Su cobardía era lo que los había metido en el lío, en primer lugar.
Desde el día en que habían confrontado a Ailani, Rydhian había estado sumido en sus pensamientos, buscando una forma de llegar hasta ella.
Por su parte, ya se había dado por vencida.
-Rydhian- Lo llamó con un susurro. Pero fue lo necesario para despertarlo de su estado reflexivo.
Él la miró. Estaba ahí, pero en realidad no lo estaba.
-He decidido que me voy a Inglaterra- Prosiguió. -Si Ailani no puede ver más allá de sus propios problemas entonces...-
-¡Cállate! ¡No te atrevas a hablar mal de ella en mi presencia!- Aquel estallido no lo había esperado. Pero fue todo lo que tomó para que también se sintiera colérica.
-¿Ah sí? ¡Fíjate que yo no soy la que la lastimó, Rydhian!- Acercándose con paso seguro hacía su cama. Era hora de sacar los trapos al sol. -¡Fuiste tú! ¡Tú eres el culpable!-
Rydhian la miró con rencor. -¿Y qué quieres que haga al respecto?-
-¡Maldita sea, habla con ella! Si te ha perdonado tantas calamidades, ¿por qué no ésta?- Rió sin humor. -Pero claro. Tienes miedo. Miedo a que tus padres se enteren de Jeremy, ¿no?-
Rydhian desvió su mirada.
-Nadie tiene por qué enterarse-
-¡Ailani sí! ¡Ella se merece una explicación!- Gritó.
-No, si puedo evitarlo- Seguía empecinado.
-¿Cuál es el problema de que tus padres se enteren? ¿Qué pasa si eres gay? ¿Acaso eres menos hijo por tu orientación sexual?-
Rydhian se volteó.
/RYDHIAN WOODS/
...Gay...
Ahí estaba su mayor secreto. El secreto que no podía ser revelado, porque sus padres eran unos tradicionalistas, nunca aceptarían que su hijo era homosexual. Y por más que había intentado corresponderle a Ailani Kein, no había podido.
Ya podía imaginarse a la prensa de Inglaterra, sacando artículos y programas sobre Jeremy y él. Sobre cómo se habíamos conocido, sobre cómo la curiosidad adolescente había transcendido a mayores. Sobre cómo los Woods lo expulsarían de la familia. Sobre cómo la herencia que le correspondía por derecho, sería donada a la caridad.
Pero todo eso se podía evitar, si la boda con Ailani se llevaba a cabo. Lucybell no lo entendía, era tan corta de visión.
Aunque Jeremy fuera el amor de su vida, lamentablemente, no representaba los millones que Ailani sí.
Y por eso, ella nunca debía enterarse. Y el primer paso para asegurar aquello, era descartar a los testigos.
Lamentablemente para Lucybell, ella era la única testigo en su camino.
/TYLER KEIN/
Enfrentó a su padre. Lucius sólo se hundió más en su silencio.
-¿No crees que ya es hora de aceptar que Ailani nos abandonó?- Preguntó, mientras reprimía toda la furia que aquella frase levantaba en su pecho.
-No- Replicó el hombre mayor, sin siquiera inmutarse.
Se encogió de hombros. -Yo me regreso a Inglaterra. No soporto seguir viviendo aquí, mucho menos después de que la desagradecida de Ailani nos haya humillado- Después de apretar los puños, explotó en ira. -¡Ese bastardo! ¡¿Cómo nos pudo preferir ante ese bueno para nada?!-
Lucius cerró sus ojos con paciencia. -Ailani ha elegido. Aunque claro, no le importó nuestra alianza con los Woods y deshonró a la familia, debemos admitir que Keithan Lower tampoco es cualquiera...-
Aunque con el dolor del alma, aceptaba aquello.
Para su propia desgracia, aquel sujeto que se había casado con Ailani, no era cualquier mequetrefe. No por nada lo había investigado a fondo.
Para su sorpresa, Lucius continuó hablando. -Aunque, de alguna manera... el que él sea importante... no cambia mis planes, sólo los complican un poco...-
/AILANI KEIN/
Jadeó, tratando de mantener la respiración estable. Lo miró, con ojos sorprendidos. Por Dios, eso sí que había sido intenso.
Keithan seguía intentando controlarse.
Aquel impulso maniático lo había llevado a besarla con locura. Y le pediría que lo hiciera de nuevo.
Aunque después del beso que habían compartido, estában algo separados, sus cuerpos volvieron a juntarse para el segundo round.
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez?
Keithan invadió su boca, sin importarle ser rudo, mientras se aferraba a las caderas de la rubia, haciéndola consciente de su excitación.
Aunque se había prometido no volver a caer en las redes de este hombre, que hasta ahora sólo le había provocado problemas, el recordarlo tan cerca de otra mujer la había hecho enfurecer. En sus planes no constaba el frenesí que conllevaría el estar con él.
Esto no era lo correcto, demonios, pero se sentía perfectamente bien...
En un segundo, recobró la consciencia y se alejó rápidamente.
Keithan gimió de frustración. ¿Ahora qué?
Por un instante se sumergió en un trance. Luego de buenos segundos, lo miró con cólera.
-¿Qué crees que haces?-
-Te beso. ¿Hay algo de malo en eso?-
Entrecerró la mirada y aunque su cuerpo suplicaba las manos expertas de Keithan, supo alejarse con maestría, a pesar de que el acto tuvo que ser soportado por toda la fuerza de voluntad que poseía.
El cinismo de Keithan la mantuvo firme. -¡Esto está mal!-
-¿Por qué?- Él suspiró, y con una sonrisa malévola en sus labios, dijo. -Te recuerdo que no hace mucho me suplicabas por acostarte conmigo-
Lo miró desafiante, aunque no pudo evitar que el rubor se apoderara de sus blancas mejillas.
-¡Cállate! Eso... e-eso no es c-cierto...- Tartamudeo como pudo, alejando la mirada de la tentación que representaba los labios del hombre. -Yo nunca te supliqué- Y sintiendo más confianza expresó.
-Ni tampoco lo haré. Nunca-
Keithan mostró una sonrisa algo macabra, que aunque no quisiera aceptarlo, le provocó un estremecimiento a lo largo de la columna.
Acercándose hasta donde estaba, invadiendo su espacio personal, la tomó de la barbilla y la miró con los ojos cargados de deseo contenido.
-Nunca digas nunca, Ailani. Nunca sabes cuán pronto te tendré suplicándome, querida- Y con una mirada que pareció partirla en migajas, se alejó, en dirección a su habitación.
Cuándo ya había desaparecido por completo, y cuándo las piernas de la rubia, cedieron, ante el temblequeo que aquella última frase le dejó, cayó sobre el amplio sofá, detrás de ella.
No podía continuar con esto. Keithan sólo la iba a utilizar. Tal como utilizaba a esas mujeres con las que se acostaba todos los días... y que le pintaban las camisas con sus labiales...
No estaba bien, porque sabía que por más que el deseo estuviera manipulando sus acciones, el corazón también estaría en medio de la apuesta.
Y sabía que si llegaba a ceder, Keithan no tendría escrúpulos en tomar lo que me quedaba por corazón, y quizás ése sería su fin.
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