11. Una nueva Ailani
/LUCIUS KEIN/
Apenas podía controlar la rabia y la profunda tristeza que sentía. Su hija, su querida Ailani, les había cerrado la puerta en las narices, sin el menor escrúpulo. ¿Que había sucedido a la pequeña y dulce niña que él mismo había criado? Aquella niña que nunca le había faltado el respeto, ni a el ni a su hermano.
¿Quién era aquel sujeto con el que ella se había casado?
Eran indescriptibles las sensaciones que cruzaban por su viejo corazón. Decepción, decepción, decepción. No había otra palabra para describir el conjunto de horribles sentimientos.
Había tanto que quería preguntarle. ¿Por qué los había abandonado así? ¿Por qué sin despedirse? ¿Por qué los rechazaba? ¿Por qué había rechazado con tanto afán a Rydhian y a Lucybell? ¡Ellos eran sus mejores amigos, por Dios bendito! ¿Cómo osaba atentar contra todos los que la amaban? ¿Por qué no había detenido la pelea en la que Tyler había salido tan desfavorecido? Ahora mismo estaba dolorido.
Aquella mujer descorazonada no era su hija, decidió con resolución. Había algo que la había hecho cambiar. ¿Qué podía ser? Lo único nuevo en ella era aquel hombre que la acompañaba.
¿Aquel hombre era en verdad su esposo? ¿No sería un secuestrador, obligándola a aparentar encontrarse bien? ¿La estaría chantajeando de alguna manera? ¿Le estaría quitando todo su dinero?
Se sumergió en las sombras de la lujosa habitación que lo rodeaba. ¿De qué les servía tener tanto poder y dinero, si no podía influir sobre lo que más quería? ¿Cómo podía arrancarle de los brazos a aquel sujeto, a su hija?
/TYLER KEIN/
Despertó de una verdadera pesadilla. Por un momento, no reconoció el lugar donde se encontraba. Cuándo se percató de que se trataba de la suite que habían rentado por su estadía en París, suspiró. Sentía la cara dolorida, pero no más dolido que su orgullo y espíritu.
Se sentó. Tanto tiempo practicando esgrima, para nada. Este oponente tenía más o menos la misma estructura física que él, y a pesar de eso, salió perdiendo. Pero eso era lo de menos, ese hombre no sólo le había ganado aquella estúpida pelea, también había arrebatado a su hermana menor. Cuándo escuchó un ligero golpeteo en la puerta, no dijo nada. No estaba preparado para ver a nadie.
Pero poco le importó a esa persona.
Cuándo la puerta se abrió, se reveló a una Lucybell de ojos llorosos. Aunque estaba preparado para correr a cualquiera que hubiera osado acercarse a la habitación, se le partió el corazón al ver a la que también podría ser su hermanita, llorar.
¿Y quién no lo haría? Toda esta locura incluso lo movía a llorar.
-¡Oh, Tyler!- La escuchó lamentarse. Sólo pudo entrecerrar la mirada.
-¿Qué?- Prácticamente grite. No estaba de ánimo para nada, ni siquiera para Lucybell.
Pero Lucybell no lo tomó de esa manera. Ahora no sólo había perdido a su mejor amiga sino que también lo estaba perdiendo.
/LUCYBELL FULLER/
La mirada acusadora de él recayó sobre la de cabello oscuro.
-Ailani. Ailani no te dirigió la palabra ni a ti ni a Rhydian- casi se atragantó.
-¿Qué?- ¿En qué momento él se había percatado? Pudo recuperar la postura, justo cuando creyó ser estudiada con más agudeza. -Por supuesto que no. No nos dirigió la palabra a ninguno de nosotros- dijo en voz baja.
Tyler desvió su mirada. -Por supuesto que no, pero hubo un momento durante mi pelea con aquel sujeto que...- Se interrumpió para suspirar. -...que me pareció que Ailani estaba rechazando a Rhydian...-
Sintió que el corazón había dejado de latir. ¡Oh, Dios! Si no conseguía desviar aquellos pensamientos de Tyler, del rumbo en el que estaban corriendo, no quería ni imaginarse...
-¿Ailani? Es probable. ¡Mira todo lo que nos ha hecho! Se ha escapado sin decirnos nada, y déjame decirte que ésa no es la la chica que todos conocemos-
Oh. Se iba a pudrir en el infierno, por todas las mentiras que le había contado a Tyler, con tal de cubrir la barbaridad a la que Ailani había sido arrastrada...
¿Cómo una mentira se podía convertir en una cadena viciosa? Ella no lo sabía.
/AILANI KEIN/
Cuando ya le había exprimido el frasco de alcohol, justo en plena herida -la cual estaba ubicada en el arco de la ceja-, había pegado un sonoro alarido.
-¡Mujer, qué diablos te pasa!- Expresó enfurecido. Por su parte, sólo atinó a fruncir el ceño.
-¿Qué diablos te pasa a ti?- Dijo, enojada. -¿Es que no eres lo suficientemente macho como para aguantar la curación?- Se cruzó de brazos sentándose en el sofá.
-Hasta hace poco eras lo suficientemente macho, si debo recordártelo-
Keithan frunció el ceño. -¿Estás enojada por eso?-
No lo aguantó más.
-¡¿Enojada?! ¡Enojada es poco, Keithan Lower! ¡¿Cómo te atreves?! ¡Golpeaste a mi hermano, estúpido! De hecho, ¡Lo dejaste inconsciente!- Vociferó perdiendo el poco control que le quedaba.
Al parecer a Keithan aquel ataque de furia lo tomó por completo desprevenido.
-¿Qué? ¡¿Estás enojada por que te defendí?! ¡El sujeto te había acabado de golpear por si el bofetón te borró la memoria!-
Se mordió el labio. -Me da igual. ¡Lo golpeaste!-
Keithan entrecerró su mirada.
-Creí que todos ellos se merecían golpes, Ailani. Honestamente, no te entiendo. Eres más voluble que la marea, y a decir verdad, yo no estoy para tus jueguitos de niña malcriada- La miró una última vez, para decir. -En ningún momento escuché un "Gracias Keithan, por defenderme", cuándo Dios sabe por qué lo hice-
Algo la golpeo mentalmente. Al ver a Keithan comenzar a dirigirse hacia el gran corredor, tuvo algo más de qué arrepentirme.
Aunque el orgullo no le permitía agradecerle, su ira quedó más aplacada.
-¿Dónde voy a dormir?- Preguntó con voz débil. Keithan había hecho demasiado por ella. No merecía ser el chivo expiatorio.
Lo observo encogerse de hombros. -En mi cama definitivamente no. Estás tan loca que podría entrarte un ataque y me asesinarías en pleno sueño-
Suspiró. -Lo siento, Keithan-. Pero ni esa frase lo detuvo, y simplemente volvió a encogerse de hombros.
-Supongo que el sofá estará bien para ti- Lo escuchó decir, cuándo ya casi se había perdido al fondo del pasillo.
Y aquella frase tan insignificante, la hizo sentir como la peor alimaña de la tierra.
❁
Muy lejos de considerarse preparada, sabia que era hora de integrarse al mundo de los vivos. Keithan se había sumido en aquella actitud de más frío que un témpano, y por su parte, había estado sumida en la oscuridad de sus cavilaciones.
Por eso, casi después de una semana de estar vegetando, se levantó temprano a preparar el desayuno.
Ayer por la noche, Keithan había llegado tarde, y no se había molestado en preguntarle de dónde venía. Sencillamente no era su asunto, pero el lápiz labial en la camisa blanca del hombre, le daba algunas pistas. A pesar de no estar celosa por aquellas mujeres que habían gozado del talento del hombre, tuvo envidia porque Keithan parecía sufrir de amnesia, y a ella los recuerdos la atormentaban. La semana pasada había sido un huracán de emociones. Todo había sucedido, incluyendo el hecho de que casi habían tenido relaciones sexuales.
Agradecía a Dios, que Keithan no se le hubiera ocurrido tocar el tema, ni ése ni el de su familia. No por nada se había asegurado de pasar como una completa sombra, en los días que había estado residiendo en el apartamento.
Hasta la fecha, no había recibido recriminaciones por parte de él, ni tampoco había percibido noticias de su familia. Seguramente Tyler estaría demasiado avergonzado que se negaba a enfrentar a las críticas que los Kein estaban recibiendo gracias al comportamiento tan "inmoral" de la menor heredera.
Creyendo ya poder superar todo el caos que había reinado en su vida durante los últimos meses, decidió que estaba lista para enfrentarse al mundo, volver a trabajar a pesar de que su fama seguramente estaría destruida. También debía enmendar muchas cosas, como la relación con su padre y hermano, además de Keithan. También debía emprender la venganza que tanto había codiciado.
Ya no era ninguna clase de mártir, y se aseguraría que tanto Rydhian como Lucybell sufrieran la misma vergüenza, pero concediéndoles el triple de todo por lo que había pasado.
Era tiempo de que una nueva Ailani se levantara de sus cenizas, y el primer paso consistía en vencer el miedo de mirarse en el espejo.
/KEITHAN LOWER/
Decidió no dedicarle otro segundo de pensamiento, a aquella mujer que se hospedaba en su departamento. Era difícil no hacerlo, debido a todas las circunstancias por la que habían atravesado. Fue muy duro reconocer que de esta mujer, de verdad no conocía nada más que su superficie, que parecía estar hecha del mejor de los aceros, tan fría y resistente como siempre.
Se había asegurado de no incomodarla, de tratar de mantenerme alejado de ella. Y casi lo había conseguido de no ser por la "menuda" sorpresa que había encontrado.
-Buenos días, Keithan- No tuvo oportunidad de prepararse para lo que se le venía.
Sólo hasta ayer había visto a una demacrada, flacuchenta y debilucha mujer, que había sufrido, pasándolas duras para poder huir de su familia.
Pero de aquella mujer no quedaba ni el color de pelo. Aquella cara pálida y con semblante preocupado que había ganado en los últimos meses, se había esfumado. El rubor en sus mejillas era testigo de ello. Cabellos dorados caían por su espalda, y mechones adornaban el contorno de su rostro. El contorno de los ojos, había recibido tratamiento, y los párpados estaban reformados con un color que no sabía que existía, o que podría verse tan bien en una mujer.
Lo más extraño era encontrar a esta nueva Ailani, sentada en el comedor, desayunando y leyendo el periódico, con una pinta extraña en ella, la de profesional.
Parecía que las palabras no se formaban con la suficiente rapidez como para evitar quedar en ridículo. ¡Vaya!
Fue por esto que no respondió inmediatamente al saludo, y prefirió guardarse cualquier tipo de cumplido.
Ailani, por su lado, pareció sentirse un poco decepcionada. Si creía que iba a demostrar que estaba impactado se equivocaba, jamás lo demostraría.
-¿El gato te comió la lengua, querido?- Dijo ella con naturalidad, continuando con su lectura.
Pero no hizo caso omiso a su comentario. -Buenos días, Ailani- Y se dispuso a servirse el café humeante que había en la mesa.
Ella hizo una mueca. -¿Nada que quieras agregar, antes de que cambiemos de página?- Supo exactamente a lo que ella se refería. Para Ailani, todo lo anterior que había sucedido entre ellos, era el pasado. Y el pasado, ya está pisado.
Si ella podía hacer eso, pretender que nada había ocurrido entre nosotros, diablos, él también lo haría. No se auto-torturaría a si mismo.
Encogiéndose de hombros masculló. -¿Acaso no tienes el cabello negro de nacimiento?-
Creo que Ailani lo volvió a odiar en ese momento.
Ailani simplemente sonrió.
-¿Acaso no eres estúpido de nacimiento? No, no hace falta que me respondas- Dijo ella rodando sus ojos.
Río con una carcajada sonora. -Bienvenida, Ailani. Se te extrañaba-
Ailani bebió un trago de su café y lo miró con intensidad inusitada.
-Gracias-
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