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Capítulo 6

La infantería 1-C no puede evitar festejar por su victoria, sin embargo Pucheta le pone fin a la celebración.

—Puede que Alicia se rindiera, pero todavía queda un integrante de mi infantería en pie —habla para luego indicar al muchacho pecoso que está parado a unos metros de ellos.

—¿Yo? —él se señala al notar que es el centro de atención, entonces sube y baja los hombros—. Me rindo.

—¡Ni lo intentaste!

—¿Ayudar a mi hermanita o a la manga de egocéntricos que se burlan de mí diciendo que tengo pulgas? Me la ponen muy fácil —se defiende para luego unirse al festejo de la infantería ganadora. Pucheta aprieta los puños al ver como en muchacho ni siquiera muestra interés por formar parte de su grupo, no importa las veces que hablara con él o la psicología inversa que utilizara, nada funcionaba.

—Bien, intercambiaremos tareas —dice el hombre al girar hacia Rey y compañía.

—S-Si —responde Joaquín, al escucharlo pudo salir del shock en el que estaba debido a lo que acaba de presenciar. Él toma los papeles que el mayor le entrega y mira a Rey en silencio—. ¿Y ahora? Pensé que-

—¿Qué? ¡¿Eh?! —Simón se acerca a pasos firmes luego de haberlo escuchado—. Chetito de mierda, nuestra infantería no es menos que las otras.

—Barrios. —Rey lo llama en un tono de regaño, sin embargo él la ignora y continúa molestando a Joaquín—. A ver, basta —alza la voz para luego alejar al castaño.

—No, no es lo que quería decir. Pero vi en los informes que la infantería 1-A está más preparada y tiene más experiencia, además pelearon contra la organización de los Originales, enfrentaron a adultos y... —responde el rubio en su defensa, entonces Valentina suelta una risa al ver a Simón mucho más enojado, incluso también molestó a Mía, Brayan y a Delfina.

—Es un tarado, no le hagan caso. —Ella roda los ojos para luego ofrecerle la mano a Daniel—. ¿Te ayudo o no? —le pregunta al chico mientras ladea la cabeza. Él mira a un lado para luego estrechar sus manos, Valentina lo levanta.

—Gracias.

—Por nada, hay que ser buenos con los lusers —comenta haciendo reír a Mía a carcajadas, Simón también se une a ella mientras que Daniel aprieta los puños para reprimir su enojo. Aunque las telas de su espalda de mueven de manera violenta detrás de sí.

Joaquín niega ante el comportamiento de su hermana, pero suelta un suspiro ya que ahora no sabe cómo arreglar lo que causó. Entonces ve a la mujer, suplicándole con la mirada. Rey le da una sonrisa, entonces felicita a la infantería 1-C por la victoria, aunque también les ordena llevar a los afectados a la infantería.

—El lado bueno es que tenemos el día libre —comenta Delfina mientras lleva de la mano a dos chicas del 1-A, quienes no pesan nada gracias a los poderes de Catalina, de hecho, ella usó su habilidad en todos ellos, excepto en Daniel y Alicia, quienes prefirieron caminar por sí mismos. Cuando todos estaban flotando sobre las camillas, Catalina los tocó nuevamente y cayeron sobre el suave colchón. 

Una vez libres de esa tarea, Mía propone dar un paseo o algo así, sin embargo Isabella debe decir que no, ya que pasará tiempo con Simón.

—¿Listo? 

—¿Para qué Isa? —pregunta él, ladeando un poco la cabeza. 

—Para entrenar, dijiste que... querías que te enseñe a controlar el hielo como yo —le responde mientras un sonmorado comienza a esparcirse por sus mejillas pálidas.

—¿Yo dije eso? Pero no tengo pod-

—Francisco me explicó lo que pasó —lo interrumpe deteniendo sus labios con los dedos—. Los demás no pueden tocarme por el frío, ¿por qué tú si? —cuestiona para luego darle una sonrisa.

—Porque... ¡Ah! ¡Si tengo poderes! —exclama el castaño. Ángelo, quien estaba escuchando desde la sombra de un árbol, festeja en silencio. Sin embargo—. En un chiste, es obvio que tengo un poder que es la invulnerabilidad al frío. Por eso estoy en el 1-C con ustedes. De otra forma no estaría en el ejército.

—P-Pero-

—No puedo controlar el hielo y era una excusa para estar juntos —responde dándole una sonrisa.

—¿Juntos? ¿Cómo salir? —dice la rubia y esconde su rostro con su cabello largo.

—Isa... estás evaporando —indica Simón al ver el vapor alrededor de ella. Su comentario sólo provoca que la vergüenza se apodere de Isabella—. ¿Tienes sed o algo?

—Yo, no sé.

—¿Un helado? Vamos, está haciendo bastante calor —dice mientras la toma de la mano.

—La puta madre, estuvo así de cerca —murmura el morocho para luego recostarse por el tronco del árbol—. ¿Por qué? ¿Así son los traumas? 

—Al. —Él levanta la mirada hacia la pelirroja al escucharla—. ¿Podemos hablar?

—Si, ¿qué pasa? —En ese momento ella le arroja una bola de papel en la cara, la cual golpea su ojo derecho—. Ay.

—Me encantó tu carta... porque fue escrita con letras de canciones —dice con los dientes apretados.

—Pero yo-

—Valentina me lo dijo, ella escribe mucho y no copia a nadie. ¿Pensaste que no me iba a dar cuenta? —por su tono al decir eso, Ángelo nota su enojo y desvía la mirada—. ¿No vas a decir nada? —cuestiona al cruzarse de brazos.

—No —responde luego de un corto silencio—. No sé que decir, por eso escribí esta cosa —murmura al tomar la bola de papel, que es de hecho, la carta.

Catalina lo ve desenvolver el papel y mirarlo por un momento, entonces lo dobla para guardarlo en el bolsillo de su pantalón, todo esto lo hace de manera torpe debido a la movilidad reducida de su brazo derecho. Ella no puede continúa con su expresión dura y también deja caer los brazos a los lados de su cuerpo.

—Vamos a que te saquen eso —murmura al señalar el yeso.

—Mmm, bueno... ¿No estabas enojada? —pregunta cuando se pone de pie.

—Si, hubiera sido más lindo que tú escribieras para mí.

—Entiendo y gracias —habla al entregarle el carretel de alambre. Catalina niega y se lo devuelve, diciendo que es un regalo de su parte.

—Pensé que como no mueves cosas pesadas, este alambre resistente te puede ayudar mucho. Atando al enemigo desde grandes distancias, ¿viste? Justo como hiciste con los de 1-A —explica mientras caminan hacia la enfermería. 

—Yo... gracias —murmura. Él no había pensado en eso, además, por lo que vio en la práctica es una buena manera de reducir personas sin necesitad de pelear—. Lina —la llama, pero de inmediato se arrepiente porque le había hecho una promesa a su padre y esta vez no piensa romperla. No puede hablar sobre Antonio por más que quiera desahogarse.

—¿Si? —Ella lo mira y el morocho entra en pánico.

—Eh, eres muy inteligente. Nunca pensé en eso del alambre.

—Así soy yo —asiente para luego soltar una risita, pues el rostro de Ángelo está un poco rojo—. Jajaja, ya llegamos.

—¿Por qué te reís? —le pregunta al abrir la puerta.

—Tu cara está roja.

—Es el calor y el yeso me pica —responde para luego acercarse rápidamente a una enfermera que está desocupada. Ella se ofrece a ayudarlo, sin embargo debió llamar a una doctora para asegurarse que el brazo ya había sanado completamente. Mientras tanto Catalina lo esperaba sentada afuera.

—¿Qué estás haciendo? ¿Tienes lástima de mis compañeros? —le pregunta Kevin, quien caminaba por el pasillo.

—Ah, no. Espero a alguien —responde haciendo un ademán con la mano hacia las puertas.

—Adivino, ¿es mini Vega? —habla, sacándole colores a la chica—. Yo vine a ver a mi infantería.

—¿Si? Que tierno.

—La verdad no, la pulga está con Brayan. No me gusta ser paleta —se corrige un segundo después—. ¿Ángelo se lastimó otra vez? Por qué-

—No, no. Es que tienen que sacarle el yeso, Brayan lo curó con un poder de sanación —le dice cuando él se sienta a su lado, lo nota un poco cabizbajo, hasta puede imaginarlo agachando las orejas—. ¿Todo bien?

—Bueno... No, pensé que ahora Delfi y yo íbamos a pasar más tiempo juntos pero justo aparece un chico que le gusta y a él le encantan los reptiles —le explica mientras apoya sus codos sobre las piernas y sostiene su rostro—. Y además Julián ya no me habla. No sé qué le pasó.

—Él cambió desde la pelea con Romeo —murmura ella—. Es raro pero los doctores dijeron que con el tiempo va a volver a ser él mismo.

—Ah, era por eso...

—Ahhhh, ya me picaba hasta la conciencia —comenta el morocho al salir de la enfermería. Su brazo está un poco blanco debido a los restos del yeso, sin embargo ya está completamente sano y alivia la comezón de su piel.

—Lina si quieres podemos ir a- ¿Kevin? —suelta cuando ve al pecoso.

—Hola, ¿puedo estar con ustedes?

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