
Capítulo 24
Tres años lejos de casa...
Obregón está lejos de tener una familia feliz y perfecta, siempre hay problemas que debe solucionar, cada uno más complejo que el anterior. Ahora debe lidiar con Héctor, el chico ha pasado las últimas semanas dentro de su cuarto y sólo sale para ser encerrado cada viernes, esto le preocupa mucho.
—¡Feliz cumpleaños! ―exclama luego de golpear la puerta de la habitación. Obviamente no entra porque quiere que Héctor le de ese permiso, en ese momento ve al moreno asomarse por la puerta semiabierta.
El muchacho ve al mayor sosteniendo una torta pequeña con velas, le dice que está hecha de chocolate y frutillas, sus favoritos. Leandro también se uno, mostrándole una bolsa con listón azul.
—¿Podemos pasar o vas a salir?
—Pueden darme las cosas y después irse ―propone al extender sus manos hacia el pastel pero Obregón niega con la cabeza.
—Me preocupa que estés encerrado todo el tiempo, ya no sales del cuarto ni corres por los límites de la casa. Hasta dejaste de pelear con los demás —le dice cambiando su actitud a una más seria.
—Matías quiere lo mejor para ti ―interviene Leandro, haciendo que el menor suspire. Entonces deja pasar a ambos con la condición de que toda la torta sea sólo para él.
La habitación de Héctor, para la sorpresa de ambos, está muy bien ordenada. Sin embargo las paredes están cubiertas de hojas con dibujos. Obregón ve cada ilustración con detenimiento, reconociendo a Ángelo con su traje de combate.
―Has estado muy ocupado ―comenta el mayor para luego mirarlo.
—Estoy bien. Sólo que a veces me imagino qué poder o habilidad tendría si no hubiera nacido con la maldición ―murmura mientras su vista está en las velas prendidas del pastel, luego sopla para apagar las pequeñas llamas.
—Sabes dibujar muy bien. Los diseños tienen especificaciones y dicen para qué poderes son aptos —dice Ángelo, quien llama la atención de los otros tres. Héctor se sorprende y su primera reacción es lanzar el pastel con todas sus fuerzas hacia la cara del morocho, pues no le dio permiso para entrar a su cuarto.
Luego de eso Obregón ya se encuentra más tranquilo, también le dio la idea a Héctor de empezar a diseñar trajes para las infanterías más experimentadas y podría ganar mucho dinero.
—¿Por qué son tan complicados? Yo no era así a su edad ―murmura Obregón mientras se sienta en su escritorio. Sin embargo no fue criado como esos chicos por lo que no puede compararse a ellos.
Héctor era muy agresivo, su familia lo maltrataba, sus hermanos lo golpeaban y abusaban de él por ser el más pequeño. Todo por la maldición del séptimo hijo, entonces huyó lejos. Los viernes atacaba a los animales de los campos hasta que los dueños casi lo mataron. Obregón lo salvó y lo llevó a la casa, al principio el muchacho estaba confundido porque nunca nadie lo había tratado bien. Seguía siendo agresivo y violento con los demás porque decía que sólo reaccionaba a la acción violenta de los demás. Pero era al contrario. Sorpresivamente todo eso cambió con la llegada de Vega a la casa.
—Manejaste todo muy bien. Quieras o no eres como un padre para ellos ―comenta Leandro. El castaño entrecierra los ojos ante el cumplido. Los últimos días Leandro ha estado más atento con él, le ofrece su ayuda y pasa tiempo juntos aunque no sea necesario, antes no era así―. ¿Por qué me miras tanto?
―¿Tienes algo que quieras decirme? Puedes tener problemas también aunque tengamos la misma edad.
―No es un problema ―dice en un tono bajo para luego aclarar su garganta—. Eres una buena persona y comenzaste a agradarme... mucho.
―Ah, era eso.
―No quería hablar para que no te sientas incómodo pero no podía ocultarte algo así ―habla rápidamente mientras camina hacia la salida, sin embargo el otro lo llama para detenerlo.
—No pasa nada, no me incomoda —Matías se levanta de su silla para acercarse, viendo las reacciones de Leandro. Está tan avergonzado que no puede mirarlo a los ojos—. También me agradas.
—¿En serio? —la sorpresa es muy notable en sus palabras.
—Pero no puedo tener ninguna relación ahora, primero está mi trabajo ante todo —dice, viendo a Leandro un poco decepcionado, fue directo porque sintió que también debía decir la verdad—. Lo mejor sería que busques a alguien más.
—¡¿Y si no quiero hacerlo?! —Leandro alza la voz cuando levanta la vista. Toda su valentía se esfuma cuando hace contacto con esos ojos negros y profundos.
—Es tu decisión, yo sé lo que quiero ―responde Matías. Un segundo después el otro se da media vuelta y sale del despacho luego de cerrar la puerta con fuerza.
El silencio rodea al castaño por un momento, entonces escucha unos golpecitos en la puerta, al abrir encuentra a Guido del otro lado.
—Escuché lo que pasó —le dice para luego darle un abrazo―. No importa lo que te guste, siempre serás mi papá.
―Guido.
―No escuches lo que dicen los otros. No eres menos hombre, debes estar orgulloso —agrega al frotar su cabeza contra su pecho.
—Guido.
―Yo voy a estar de tu lado siempre, nos burlaremos de los insultos básicos hacia nosotros.
—¡No rechacé a Leandro por eso! —exclama ya que el rubio no lo estaba escuchando―. Ustedes son lo más importante para mí, quiero a Lea pero de otro modo. Además tener pareja me quitaría tiempo que no tengo.
―Entonces no dije nada. —Guido se separa con una sonrisa y sale del cuarto mientras Matías niega con su cabeza suavemente.
Un momento después escucha música a todo volumen desde el cuarto de Leandro, él está cantando una canción a todo pulmón y cree saber para quién es la indirecta.
—¡¿Dónde está el amor, del que tanto hablan?! ¿Por qué no nos sorprende? ¡Rompe nuestra caaalma! Déjame que vuelva a acariciar tu pelo, déjame que funda tu pecho con mi pecho. Volveré a pintar de colores el cielo, haré que olvides una vez el mundo entero. ¡Déjame que tan solo roce tu boca, déjame que voy a detener las horas. Volveré a pintar de azul el universo, haré que todo esto sea sólo un sueñoooo!
—Por lo menos de desahoga cantando.
En Buenos Aires, precisamente la casa de los Vega, Milagros y Diego intentan llamar a su hijo, pero la señal es muy mala. Cada vez que intentan hablar con Ángelo apenas consiguen decir hola y la video llamada se corta, los mensajes tampoco llegan y creen que se deba a la mala recepción del morocho al encontrarse en medio de zonas rurales, donde apenas llega la luz eléctrica y el agua potable.
—La señal es cada vez peor —comenta ella al acomodar sus anteojos.
—Es muy extraño —concuerda Diego, entonces mira las noticias. Los noticieros están hablando sobre un incendio que se extiende por gran parte de las villas, no saben muy bien lo que sucede hasta que uno de los drones enfocan a lo que parece ser una gran cantidad de lava moverse por las calles.
—¡¿Lava?!
—Es la habilidad de una persona —indica al distinguir la figura de una mujer. Las cámaras la enfocan mientras camina junto con la lava, su cabello parece ser parte de ella como del fuego abrazador—. Está viniendo para acá, ese es el mercado coreano donde siempre voy.
Diego se levanta para ir a buscar su uniforme de soldado, sin embargo ella lo detiene cuando se está colocando sus guantes.
―¿Qué pasa?
—No irás, no esta vez —niega de manera firme.
—Los bomberos necesitan ayuda, hay gente atrapada en los incendios y-
—No puedes pelear contra ella. Ni siquiera los que controlan el agua o fuego pueden detenerla —lo interrumpe mientras la ve colocarse su uniforme.
—¿Vas a pelear? —pregunta sorprendido, aunque Milagros niega.
—La distraeré, tú puedes evacuar a todos los vecinos de la villa. Tienes esa facilidad para hablar con la gente —responde para luego colocarse sus grandes lentes transparentes de trabajo.
—Bien, cuidaré al bebé también —asiente para luego soltar aire. Él ve a salir de la casa para luego tomar el auto y manejar hacia el lugar de los incendios.
Afuera el cielo está teñido de un color anaranjado por el humo y el fuego, cenizas caen mientras Milagros avanza a toda velocidad. A unas calles más adelante ve a un gran grupo de personas correr del fuego y la responsable.
La mujer de lava camina lentamente pero sin detenerse, derritiendo todo lo que está a su alcance, varias viviendas de dos o tres pisos que están al comienzo de la villa 3-23 ya se encuentran ardiendo, los postes de luz se derriten y caen sobre la lava. Milagros no había visto tanta destrucción.
—¡Mierda! —Ella frena de golpe al tomarse con un cordón policial, ellos intentan salvar a las personas que quedaron atrapadas mientras contienen el avance de la lava. Pero están perdiendo, es como si enfrentarán a un verdadero volcán en erupción—. ¿Cuál es la situación? —le pregunta al primer oficial al cual se acerca.
—No sabemos quién es, su habilidad no está en los registros y no se detiene —responde el hombre, entonces mira a la mujer de rizos caminar al frente—. ¿Perteneces al ejército? —cuestiona al verla avanzar hacia los desastres.
—Soy una simple obrera —contesta para luego continuar. Ella corre por las calles vacías, de inmediato siente un cambio de temperatura, todo se vuelve más caliente ya que a unas calles se encuentra la responsable del caos.
Al verla más de cerca nota que se trata de una chica, calcula que tiene unos veinte años más o menos. Los bomberos arrojan gran cantidad de agua y hielo para apagar la lava, pero ésta continúa ardiendo.
—¡Basta, no des un paso más! —exclama Milagros mientras el calor la envuelve—. ¡Si necesitas ayuda con tu habilidad podemos dártela!
—No te acerques más —le ordenan los bomberos, entonces escuchan a la chica hablar.
—¡Ven y dímelo a la cara!
¿Ah, si? Entonces no es un accidente, se dice Milagros para luego aceptar el reto de la chica.
Los demás no pueden detener a la mujer y ven como la lava comienza a expulsar gran cantidad de aire. La chica queda atónita mientras su lava comienza a convertirse en roca, el calor la abandona hasta el punto que esa mujer la pisa y continúa avanzando.
—Imposible... —susurra, los fuertes vapores se liberan nuevamente ante ella y debe cubrir su rostro con los brazos. Luego de que se disipa, encuentra a la castaña a sólo unos pasos de ella, la lava que la rodeaba ya está solidificada como roca, incluso parte de su cuerpo lo está. Ya no puede mover sus piernas.
—¿Quién te envió y para qué? —le pregunta Milagros mientras levanta su mano hacia la muchacha.
Ésta trata de responder, de un sólo movimiento podría lanzar lava hacia la mujer y matarla, pero todo su cuerpo se encuentra paralizado.
—¿No vas a hablar?
—¡Dijeron que sería poderosa! ¡¿Por qué no puedo moverme?! —exclama luego de que todos sus intentos sean inútiles—. ¿Quién carajos eres?
—Una obrera y puedo hacer lo que quiera contigo —responde para luego darle una pequeña demostración al moverle los brazos—. Es una transformación física completa, no creo que hayas nacido así.
—¡Me mintieron, todo fue una puta mentira!
—¿Quién? ¿Ellos te hicieron esto? —cuestiona Milagros, viendo el pánico en el rostro de la muchacha.
—No importa, ya estoy muerta. No les sirvo, no les sirvo —dice al soltar gran cantidad de lágrimas de fuego.
—Podemos ayudarte si te entregas —propone, pero ella niega rápidamente.
—¡Ya no importa! Los soldados me destrozarán. —La chica indica al grupo de uniformados, es la infantería 3-A.
Milagros voltea hacia ellos, entonces una telas intentan atraparla pero las detiene con un muro de roca. Esto sorprende a todos, mucho más a la muchacha de lava.
—¿No ven que tengo la situación controlada? —murmura al fruncir el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
Ambos deben interrumpir su charla al ver la gran bola de fuego formarse en el cielo, Milagros suelta un suspiro porque la infantería cree que está del lado de los malos. Deben ser novatos, después tendré que limpiar sus mierdas, se dice mientras comienzan a hundirse al mismo que el muro de tierra se hace más grande.
—¡Sol de guerra! —escuchan el grito seguido por el ataque. La bola de fuego impacta contra la tierra, destrozando y derrumbando los edificios que ya estaban en llamas.
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