Capítulo 22
Primer año lejos de casa...
Torres regresa a la base, respirando por fin el aire fresco del campo de entrenamiento, había extrañado tanto el lugar que no pierde tiempo en acercarse a la infantería 1-C. Ellos estaban escuchado la clase de Rey y Joaquín hasta que ven al hombre caminar hacia ellos.
—Me tomó un año. No se desharán de mí tan fácilmente —comenta con una leve sonrisa, entonces ve a los mellizos correr hacia él y derribarlo. Un segundo después Valentina se aleja para ayudarlo a levantarse.
—¿Por qué no nos avisaste que te dieron de alta? —cuestiona Joaquín al fruncir el ceño.
—Quería darles una sorpresa —responde al abrazar a ambos—. Ahora regresen a su lugar, sean profesionales —habla cuando empuja a ambos hacia el grupo.
—¿Qué le pasó señor? ¿Es cierto lo que dicen? —pregunta Julián al tener su mano en alto.
—¿Rumores?
—Dijeron que Ruidíaz lo lastimó también —comenta Brayan al tomar la palabra.
—No son rumores —niega para luego golpear su pierna derecha, todos escuchan un sonido metálico en ese momento—. Me cortó mi pierna cuando intenté detenerlo, ya tengo una prótesis y estoy bien —agrega, haciendo que todos comienzan a hablan entre sí.
—¡Silencio! —ordena Joaquín, entonces mira a su padre. Ya que regresó él dejará de estar al mando—. Perdón.
Como primera orden Torres los envía a correr tres kilómetros como al inicio del año. El soldado en encabezar el grupo es Catalina, ella corre con determinación, casi con furia. Valentina se acerca a la pelirroja y le da una sonrisa.
—¿Estás bien?
—Si, ¿por qué? —responde con los dientes apretados.
—No me hagas caso. —La rubia vuelve a sonreír y la deja seguir adelante—. ¿Qué le pasa? —ahora le pregunta a Isabella mientras se recupera el calor.
—Está así desde que rompió con Ángelo.
—¿Rompieron? Pero ella nos dijo-
—Hace unas semanas estaban bien pero Cata no quiere tener una relación a larga distancia. Todo terminó por llamada, él le mintió porque no iba a volver —murmura la otra rubia para que la nombrada no la escuche.
—Entonces... ¿Dejó la infantería?
—Creo que se unió a una infantería nueva, eso me dijo Simón.
—Oh... —Valentina termina detrás del grupo ya que quiere hablar con su padre al respecto, no sabía que había una nueva infantería. Él trota al final y ve a la rubia acercarse—. ¿Se puede hacer una nueva infantería?
—Claro. Mientras la función de ésta esté bien determinada.
—Entonces Vega ya no pertenece a la infantería 1-C —comenta pensativa.
—Ya no. ¿Él te gusta? —cuestiona al cambiar su expresión por una aterradora.
—¡No! Es curiosidad, era mi compañero.
Luego de la carrera la infantería se toma un momento para descansar. Como es costumbre rodean a Isabella para soportar el calor, pero es Simón el único que puede abrazarla mientras le dice lo fresca que es.
—Por última vez, no quiero saber más de las llamas ametralladoras —le dice Mía a Julián. No ha hablado de otra cosa desde que llegó de Jujuy, bueno, de las llamas y el entrenamiento de Dante. Los seis meses del curso él estuvo alejado de peleas.
—Entonces te cuento que Dante es descendiente de pueblos originarios quechuas, vive en una estancia con su familia y es el único de ellos que tiene poderes —al mencionar al soldado, ahora tiene toda la atención de la chica, después de todo es su amor platónico—. Todos los días me llevó a meditar a las quebradas, era muy difícil subir los cerros. Al principio no entendí por qué fui asignado con él pero después lo entendí. Él no puede hablar normalmente, cada palabra, suspiro o mínimo ruido que haga podría lastimar los oídos de las personas a su alrededor con sus ondas sónicas. Debe controlarse todo el tiempo, aprendió a comunicarse con lenguaje de señas y me enseñó a hacerlo también, toda su familia aprendió por él.
—Él es increíble —suspira Mía.
—Dante ya tiene dos fans —murmura Simón mientras continúa abrazando a la avergonzada rubia.
—¿Cómo estás? —le pregunta ya que lo notó bastante callado los últimos días—. No sueles abrazarme tanto.
—Estoy pensando... ¿Cuándo vas al baño salen cubitos de hielo?
Ella suelta un chillido para luego golpearlo. Está hablando en serio pero él sale con esas preguntas raras.
En Corrientes Vega tiene un problema grave, sus padres llamaron diciéndole que durante unos meses ya no enviarán dinero por tener una deuda muy grande. Resulta que su padre enfrentó a un criminal con una habilidad similar a la suya. El hombre se volvía muy fuerte por unos minutos, Diego tenía la ventaja pero terminaron causando muchos destrozos en la vía pública, muchos autos ahora son metal aboyado y deben pagarle a los dueños.
—No voy a tener mi uniforme nuevo —dice luego de cortar la llamada. Guido está en la sala con él y suelta una risa corta.
—Benja ya no puede seguir cosiendo el viejo, es más parche que uniforme —comenta al ver al castaño batallando por coser las telas degastadas. Benjamín recogió su cabello y se colocó sus anteojos de marco rojo para hacerlo, pero los arreglos no durarán mucho.
—¡Ah, mi puto dedo! —exclama luego de pincharse con la aguja—. ¿Por qué no te haces un uniforme tú mismo?
—¿Cómo?
—Leandro, puedes trabajar en la fábrica con él. Ahí hacen ropa —propone a lo que Ángelo se levanta decidido para ir a hablar con Obregón.
El mayor escucha su propuesta atentamente, entonces asiente. Normalmente no está permitido que los menores trabajen pero lo dejarán si él determina que es parte de su entrenamiento.
—Dame unos días para tener los permisos, mientras tanto puedes pensar en las características tu nuevo uniforme.
—Gracias señor —responde con firmeza para luego dejar la cocina, púes el mayor estaba preparando el almuerzo.
De regreso en la sala Guido y Benja ven al morocho con un libro mientras anota cientos de cosas en él. Es su diario que comenzó a escribir hace unos meses sobre sus poderes y cómo aprende a usarlo, es algo muy personal y no deja que nadie lo lea.
—¿Qué dijo papá? —pregunta Guido curioso.
―Tengo el permiso, pero ahora hay otro problema —contesta al escribir y borrar repetidamente.
—Siempre hay un problema para vos —se queja Benja.
—No sé cómo hacer mi nuevo uniforme. ¿Debe ser verde? No me gusta el color, la placa de metal me sirve como protección pero reduce mi movilidad —piensa en voz alta, ha intentado dibujar un uniforme pero no sabe hacerlo.
—¿Qué hacen las nenas? —pregunta Héctor al llegar. Él estaba limpiando su habitación, es el único que no socializa mucho con los demás, siempre está encerrado en su cuarto y se ocupa de sus cosas. En los únicos momentos que se encuentra con los demás es en el almuerzo y la cena.
—Miren quién salió de su cueva —suelta Guido sonriendo.
—Al trata de hacer un nuevo uniforme porque le que tiene está hecho mierda —comenta Benja al arrojar el dichoso uniforme roto.
—¿Qué es esa mierda? —dice al indicar el dibujo mal hecho de la hoja.
—Trato de hacer un diseño pero-
—Tengo muchas ideas, puede tener una capa y un símbolo que te identifique —habla el castaño de los anteojos.
—Yo creo que debería llevar el torso libre para presumir esos músculos —opina Guido.
—No creo que eso ayude, además no soy un superhéroe sino un soldado —murmura el morocho mientras mira su lamentable dibujo.
―Siempre te lastiman al pelear, el uniforme debería ser muy resistente y cubrir todo tu cuerpo. También cómodo y con la suficiente movilidad ya que eres ágil —comenta Héctor antes de seguir su camino hacia el comedor.
—¡Gracias por la idea!
—Si, si, tengo hambre.
El día siguiente Ángelo persigue a un lobizón que fue localizado en uno de los parajes cercanos a la casa. Sin embargo la bestia se escondió en un barranco y saltó cuando estaba por cruzarlo. El gran perro lo embiste con fuerza y su cuchillo se pierde entre los pastizales.
¡Mierda, mierda, mierda!, repite mientras esquiva una mordida, no ve su arma por ninguna parte entonces una tela llama su atención. Rápidamente la toma y envuelve las fauces del perro negro, éste, por más que lo intenta no es capaz de romper la extraña tela.
—¿De qué está hecha esa cosa? ―se pregunta para luego lanzarse e inmovilizar al lobizón con la misma, llevándose a cambio unos rasguños leves en sus brazos.
—¿Estás bien Vega? ―le pregunta Obregón al llegar al lugar. Él responde apenas que sí y se arroja al suelo, su ropa deportiva está destrozada―. Yo llevaré a este cachorrito a la casa —comenta al tomar al lobizón de su cuero, con unos gruñidos fue suficiente que este obedeciera al alfa.
—Luego los alcanzo, debo buscar mi cuchillo —responde mientras mira a su alrededor. En ese momento recuerda su diario y lo saca de su mochila para leerlo—. Eso, sentir el metal que me rodea —murmura mientras cierra los ojos. Había escrito cada cosa que hizo en el diario para recordar. Al enfocarse en los objetos de su alrededor él comienza a sentir los objetos de metal que están cerca, siente la cerca de alambre de púas que está a unos metros más adelante, también el cableado de luz y finalmente encuentra la ubicación del cuchillo.
Al recogerlo ve nuevamente la tela extraña que le salvó la vida, entonces tiene una idea. Con el cuchillo intenta cortarla, pero por más que pase el filo de un sentido o de otro, la tela no se corta, ni siquiera las hebras. Él nota que ésta es más larga de lo que pensaba y sigue el otro extremo hasta encontrar un gran bulto en el fondo de aquel barranco.
Se trata de Daniel Sirra de la infantería 1-A, está inconsciente y la tela que está tocando es suya pero ya no está unida a su espalda. Ángelo inmediatamente se acerca para subirlo y lo carga todo el camino hasta la casa Septimus, provocando que todos estén alterados por la presencia de los desconocidos.
Los niños están emocionados ya que creen que tendrán un nuevo hermano por el lobizón capturado, incluso le llevan sus presas a la jaula donde lo encerraron. Por otro lado está el joven soldado, a quien dejan descansar en la habitación del morocho.
—Lo conozco, es un soldado de la infantería 1-A —comenta Obregón mientras lo revisa en busca de heridas—. Tal vez está aquí en una misión, no fue herido pero le falta una de sus telas.
—Aquí está —señala Ángelo, pues la dobló cuidadosamente y la trajo consigo—. Es indestructible, pero uno de los extremos se deshilacha.
—Esperaremos a que despierte para hablar con él. Así sabremos cómo terminó en pleno campo, yo voy a llamar a la base y decirles que está aquí. —Obregón los deja solos mientras el morocho se pregunta la razón por la que Daniel perdió una de sus telas. Cuando estaba en registros leyó brevemente que esas cosas estaban unidas a su columnas y que eran indestructibles.
—N-No... no... —unos balbuceos hacen que levante la mirada y ve a Daniel retorcerse en la cama, su tela se mueve de forma errática y comenzó a golpear las paredes. Ángelo hace lo primero que se le viene a la mente y toma la tela para intentar controlarla pero ésta se termina desprendiendo en una mala maniobra. Daniel vuelve a dormir de forma tranquila pero Ángelo estaba paralizado con la tela en sus manos, ya inmóvil.
¡Es soltó!, grita en sus pensamientos. Luego de salir del shock él comienza a hacer unas pruebas simples para averiguar por qué se desprendieron de la espalda de Daniel. Intenta unirlas a él nuevamente pero su espalda ya es como la de una persona normal.
A pesar de ser indestructibles Ángelo puede desarmarlas cuidadosamente, obteniendo hilos igualmente fuertes los cuales envuelve en grandes carreteles vacíos que Leandro trajo del trabajo. Con esto podré hacer tela para mi nuevo uniforme, se dice a sí mismo al tomar los grandes carreteles.
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