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Capítulo 13

Todo es tan rápido que su cuerpo tarda en reaccionar, sólo puede sentir unos colmillos aferrarse a su nuca, lo toman de su uniforme y lo carga como una cría.

—¿Que? ¡Tiene un collar! —exclama sorprendido, entonces nota como otros dos lobizones los están persiguiendo—. ¡Cuidado! —grita al ver una reja frente a ellos. Al ver que no se detendrán, abre la puerta con sus poderes e inmediatamente la cierra, golpeando a los gigantescos perros.

En eso su trasero golpea el suelo y ve al lobizón más grande acercarse a los otros dos. Ambos saltan el obstáculo pero uno termina atravesado por los puntiagudos hierros de la reja, suelta un chillido desgarrador mientras que su compañero ataca a la bestia del collar.

Debido a su tamaño reduce fácilmente al más pequeño, el cual terminó con mordidas y cortes en todo su cuerpo. Ángelo presenció la pelea y se paraliza cuando ese lobizón voltea hacia él.

—Eres bu-bueno, ¿no? —dice, sus palabras se oyen débiles y entrecortadas.

El gran perro negro se acerca unos pasos y levanta la cabeza, así deja ver su collar con más detalle y también su placa.

—"Obregón Matías, 6-C" —lee en voz alta para luego abrir la boca del asombro—. Entonces... Este es tu poder.

Recibe una negativa, entonces un mensaje llega a su celular, este es un audio de Rey.

-Vega, espero que todo esté bien. Es muy pronto para tu primer trabajo con el soldado Obregón. Él una vez transformado no podrá hablar contigo para explicarte esto y si ya han controlado a los lobizones sueltos deberán regresarlos a su forma humana usando tierra bendita de cualquier iglesia. Seguramente él tiene mucha, siempre piensa en todo. Llama si necesitas ayuda.

—Tierra bendita —repite para luego mirar al mayor.

Este comienza a caminar, lo guiará hacia su auto, sin embargo se detiene al notar que el muchacho no lo estaba siguiendo. Sino que ata a los lobizones utilizando un alambre grueso, así se asegura que no escapen.

—No los detendrá por mucho —habla para luego correr. 

Una vez en el auto Ángelo revisa los asientos traseros, encontrando un surtido de armas blancas y sacos de cuero llenos de dicha tierra. Ahora le da la razón a Rey porque Matías realmente está muy preparado. Antes que nada él decide arrojarle un poco de tierra a la cara a su instructor, provocando que regrese a su forma humana. 

El Obregón sacude su cabeza para quitar la suciedad para luego buscar algo de ropa, la única cosa que conservó es el collar, el cual continúa alrededor de su cuello. 

—No era necesario, puedo cambiar a voluntad. Vamos por ellos —dice cuando ya tiene su uniforme puesto. El primero al que derrotó está aún tendido en el suelo, entonces Ángelo le arroja un poco de la tierra. 

—¿Y ahora? —pregunta mirando a su nuevo instructor.

—Es muy extraño que salgan de día, además es lunes —comenta pensativo—. Debemos recogerlos a todos y llevarlos a la base, ahí veremos que hacer.

Ángelo asiente, entonces van en busca del resto luego de dejar al primer chico en el auto, el morocho pregunta si no escapará a lo que Matías responde que no se preocupe ya que la transformación gasta mucha energía y que dormirán el resto del día. 

—¿No estás cansado? 

—Soy adulto —contesta y esa es sólo la primera pregunta, pues Ángelo comienza a interrogarlo mientras regresan a la normalidad a cada lobizón.

—¿Al ser adulto eres más fuerte? ¿Tienes control estando transformado? ¿Cómo funciona?

—Me tenía que tocar un curioso —murmura para sí mismo, luego suspira—. Nací con la maldición del séptimo hijo y además un poder, el cual me permite controlar mi transformación. Así funciona y cualquier adulto bien entrenado es más fuerte que estos mocosos, pero muchos entran en pánico. Tú lo manejaste bien. 

—Lo único que hice fue correr, n-nunca me había atacado un lobizón antes —comenta el morocho, tan solo falta la bestia atrapada entre las paredes. 

—¿Vez? A esto me refiero, lo guiaste a una trampa utilizando su tamaño en su contra —dice para luego arrojarle la tierra, el gran animal continuaba gruñendo, pero cuando la tierra bendita lo toca cae inconsciente y revela su forma humana.

—¿Va a estar bien? —pregunta luego de ver los miembros torcidos del, ahora, muchacho castaño—. Se rompió varios-

—La maldición no nos deja morir fácilmente, sanará de a poco como los demás —interrumpe Matías para enseñarle como el vientre, del chico que fue atravesado por las rejas, deja de sangrar por sí solo. 

—Entiendo —asiente el morocho para luego levantar al chico del suelo sin cuidado para llevarlo con el resto. 

—¡Tampoco te pases! —exclama el mayor al oír los quejidos de dolor del castaño—. Está despierto.

—S-Si, ¡suéltame! —exclama, para luego ser arrojado al suelo por Ángelo, quien se esconde detrás de Obregón rápidamente. El otro chico parece muy confundido hace una mueca mientras sus huesos vuelven a unirse nuevamente—. ¿Dónde es-estoy?

—Un momento, ¿no eran cinco? —dice el mayor sorprendido, pues sólo tienen a cuatro de los muchachos.

—¿Ángelo? ¡Mini Vega! —Él voltea hacia la persona que lo llama, encontrándose con un hombre alto y de cabello rubio, este viste como un paramédico y se acerca al muchacho sonriendo. 

—¿Te conozco? —pregunta ladeando la cabeza. 

—Ah, no —contesta mientras rasca su cabeza—. Darío habla mucho de ti —agrega para luego entregarles al chico que faltaba mientras le comenta que ha estado 24 horas persiguiendo a los lobizones. Fue él quien se encargó de reunir a todas las bestias en esa villa.  

—¿Quién eres? —cuestiona Obregón.

—Trabajo con su tío, nos atacaron ayer —responde, provocando que el morocho se altere. Rápidamente comienza a preguntarle sobre lo que pasó y si Darío está bien, aunque el otro lo tranquiliza diciendo que todos estaban bien. 

Ángelo asiente, aunque en su mente rápidamente viene la idea de preguntarle con respecto a Julián. Sin embargo debe dejar eso para después ya que una ambulancia se acerca a ellos velozmente. Darío baja corriendo del coche y se acerca al morocho.

—Casi me da algo cuando me dijeron que estabas acá —dice casi sin aliento—. Hemos rastreado a los lobizones por horas y también a... ¡Hey! ¿Por qué te fuiste de esa manera? —agrega al señalar al otro paramédico.

—Lo siento. Soy nuevo, ¿recuerdas? No podía permitir que ellos estén sueltos —se disculpa su compañero.

—Bien, ya viene la ayuda. Soy Darío Vega Espinoza —responde para calmar a su sobrino, luego mira al otro adulto y le extiende su mano.

—Matías Obregón, instructor de Ángelo —se presenta al estrecharle la mano—. Tenemos controlado la situación. ¿Qué debemos hacer ahora? —pregunta mientras voltea hacia el muchacho. 

—¿Que? Bueno... p-podemos llevarlos a un lugar seguro y llamar a-a sus padres —contesta, no muy seguro de sus palabras. Pero Obregón asiente diciendo que harán eso, aunque deberá esperar allí porque en la ambulancia y el auto no hay espacio para todos.

Darío decide esperar junto a Ángelo y su nuevo compañero, los tres se sientan en la vereda mientras el castaño cura su mano como debe ser.

—Listo —murmura al terminar de vendar sus heridas—. Es un curso especial, ¿no? —supone luego de palmear la espalda del morocho.

—Si, nos asignaron los instructores hoy —comenta dándole una sonrisa.

—Y ya tuviste una misión exitosa, ¡que nivel! —dice el rubio al entrar en la conversación. Darío presume de eso, entonces el otro le cuenta lo que pasó con la chica loca y el ataque de los lobizones.

—Quiero preguntarte algo. —Ángelo llama su atención—. ¿Quién atendió a Julián después del ataque de Romeo? Es por curiosidad.

—Ah, fue él —indica a su compañero y éste sonríe—. Me dijeron que fue el único que pudo tocarlo cuando estaba nervioso y asustado. 

—Bueno... ¿Pasó algo cuando lo estaban llevando al hospital? —cuestiona mirando al hombre.

—No, todo normal, ¿por qué?

—Sus poderes cambiaron mucho de repente y tiene desmayos cuando siente emociones fuertes —le explica mientras el mayor lo escucha atentamente—. Algo debió pasar cuando-

—Julián tiene buenos amigo —lo interrumpe al ponerse de pie. 

—¿Eh? —Ángelo lo ve tocar a Darío y este cae inconsciente al suelo—. ¿Qué le hiciste? —le reclama mientras sacude al hombre, quien no reacciona. 

—Nada malo, pero si se asusta puede atacarme de 12 formas diferentes —contesta para luego mostrar su verdadera forma, pues mantenía oculta su identidad—. ¿Y esa cara? Ya me conoces —cuestiona mientras arquea una ceja. Su cabello rubio dio paso a uno negro y más largo, incluso su piel cambió de tono.

El paramédico es el señor de las aves, no lo había visto desde que había huido luego de que el verdadero Romeo regresó. Parece que su pasatiempo es tomar la identidad de otros.

—Eh... s-si, pero-

—Yo hice un trato con Julián, quería controlar sus poderes y ahora yo soy su batería por así decirlo. Contengo sus poderes para que no lastime a los demás —piensa en voz alta mientras rasca su barbilla. Ángelo guarda silencio, intentando controlar los ligeros temblores de su cuerpo al escucharlo hablar de dicho trato y los poderes de su amigo—. Gracias por avisar, liberaré un poco más de energía para que no tenga esos desmayos. Ese chico tiene mucho poder.

—No fue nada... ¿Tú haces tratos? —pregunta con cierta curiosidad.

—Hmm. No tienes nada que me interese —responde para luego sonreír—. Además sería irresponsable de mi parte.

—Puedo conseguir cigarrillos y miel, eso era para los tratos, ¿no? —insiste el morocho haciendo suspirar al mayor.

—No, ya no fumo porque acortaba mi vida. —Ángelo baja la mirada, al menos ya sabe lo que pasó con su rizado amigo, sin embargo tiene una duda.

—¿Qué te dio Julián a cambio?

—Parte de su poder, aunque es mucho. Si no tuviera siglos de experiencia tendría problemas para controlarlo. 

—Jamás escucharé eso de mis poderes —murmura el morocho al suspirar.

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