Capítulo 10
Al encontrar al castaño, Ángelo comenzó con las pruebas, nada mejor que experimentar para ver las reacciones de Julián. Por supuesto Simón aceptó ayudar con gusto, mientras una sonrisa maliciosa apareció en su rostro.
—¿Qué hacemos? —pregunta él al estar sentado en su cama. Ellos se reunieron en la habitación de los varones y Julián mira curioso a sus compañeros.
—Descubrimos algo, él tiene desmayos cuando siente una emoción fuerte —comenta al anotarlo en su celular.
—Me contó que besó a la rojita —murmura el rizado mientras señala a Ángelo.
—Jodeme, ¿posta? ¿Cómo fue? —cuestiona el castaño al tomarlo de los hombros. También lo sacude un poco, por lo que debe alejarse.
—Bueno... Fue húmedo y muy suave —responde al recordar ese momento e inconsciente toca sus labios con los dedos.
—Jajaja, mirale al angelito.
—Hasta le contagió el rojo —agrega Julián—. Me quiero burlar... y no me sale.
—Me di cuenta. Es bastante grave, entonces comencemos. —Simón busca algo entre sus cosas y termina sacando unos anteojos de marco negro, él se los coloca y le pide su celular a Ángelo para ver lo que ha escrito hasta ahora. Los otros dos levantan las cejas por la sorpresa, entonces Julián vuelve a caer desmayado sobre su cama.
—Eh, ¿así se desmaya? —pregunta el castaño y también suelta una risa.
—No sabía que usabas anteojos —comenta Ángelo.
—Son para leer, nada más —responde como si fuera de lo más normal—. Bueno, escribiste que las emociones fuertes le hacen esto y que no recuerda nada de lo que pasó en su viaje al hospital. ¿Eso importa?
—Si, él estaba bien cuando lo subieron a la ambulancia. Algo pasó antes de que fuera a visitarlo —indica al rizado que volvió en sí—. Che, ¿recordaste algo de lo que pasó después de la pelea?
—Mmm... Yo...
—Su memoria borró datos —dice al rodar los ojos—. Hey, tu tío debe conocer a los paramédicos que atendieron a Julián.
—Son sus amigos del trabajo, podemos hablar con ellos para saber qué pasó —luego de decir esto recupera su celular para llamar a Darío.
—¿Si?, hablen rápido —Ángelo escucha su voz agitada y también hay un poco de interferencia.
—Hola, soy yo. Quería saber si podría hablar con-
—¿Al? Ahora no puedo hablar, es que-
—¡Darío, a ver si ayudas!
La llamada se corta luego de unos ruidos fuertes y extraños. Ángelo mira el celular con una mueca, luego voltea hacia sus amigos. Ninguno de ellos puede imaginarse lo que está pasando, Darío y su equipo se encuentran siendo atacados por una mujer.
—La puta madre —maldice al ver su celular destrozado, su mano también fue lastimada por las fauces de un lobizón. Pero pudo detenerlo con su poder antes de que se quedara con ella, inmovilizó su quijada y la abrió para liberarse, luego lanzó al gran animal lejos. Este vuelve a levantarse cuando se recupera, estando junto a otros cuatro lobizones.
—Amores, no peleen por mí —dice la mujer de cabello negro mientras sonríe hacia Darío.
—¡Nadie se pelea por vos, loca de mierda! —responde él mientras detiene la hemorragia de su herida y luego la venda rápidamente. Sus compañeros se encuentran heridos con mordidas, pero la mujer sólo le interesa él.
—¡¿La conoces?! —cuestiona uno de sus amigos estando escondido debajo de la ambulancia.
—¡Es mi ex, pero ya ven que está loca!
—Trata de calmarla —le sugiere la conductora de la ambulancia, sin embargo Darío siente un fuerte escalofrío en su espalda ante la idea.
—No, no, no. —Uno de los perros salta sobre él, entonces la adrenalina se dispara en su cuerpo para huir, pero su ropa es atrapada por el lobizón más grande—. ¡Noemi!
—Basta. —La mujer se acerca, su voz detiene a sus fieros seguidores, aunque Darío continúa en el suelo con las patas de ese lobizón en el pecho, sus garras desgarraron un poco la ropa y se clavan en la piel—. ¿Me hablaste Dadi?
—S-Si, si.
—También escuché que me dijiste loca, dos veces —comenta mientras suelta una risita, ella acaricia a la bestia en espera de una respuesta.
—¿Y cómo no? Te pones así cuando me ves... Me gusta, pero me reemplazaste por 5 perros falderos.
—¿Eh? Pero...
Ella da un paso atrás al ver que Darío aparta al lobizón con ayuda de su control de sangre, lo hace chillar mientras el cuerpo le tiembla y él termina por ponerse de pie.
—Ahora que estoy no los necesitas, ¿verdad? —Darío da unos pasos hacia ella, se sorprende un poco con el cambio de agresiva a tímida en pocos segundos. Pero siempre fue así y él no pudo notarlo desde un principio.
—¿Qué quieres decir? —Noemi baja la mirada y comienza a jugar con su cabello, sin embargo los lobizones comienzan a gruñir hacia él—. ¡Silencio!
—Podemos estar juntos otra vez y yo puedo hacer eso que tanto te gusta —murmura en su oído.
—¿En serio? Hazlo ya.
—¿De qué están hablando? —se pregunta su amigo al verlo desde su escondite.
—Voy a vomitar.
—¡Shhh! —La única chica del grupo calla a los demás y regresa su mirada a la extraña pareja.
—Pero todos van a verlo —contesta Darío mientras mira a su alrededor. Entonces Noemi toma su rostro con las manos para que su atención esté sólo en ella.
—No me importa.
Él suspira para luego tomarla de los brazos, utiliza su poder en ella creándole una sensación placentera a la mujer. Tanto que gime en voz alta. Darío hace una mueca pero la disimula con sonrisa. De repente siente las manos de su compañera que le cobren los oídos, entonces ella bosteza haciendo que Noemi caiga dormida en los brazos de él.
—Si que está loca, la hija de su madre —comenta mientras se cruza de brazos.
—¿Está roncando? —pregunta su compañero nuevo luego de acercarse—. ¿Por qué?
—Carina puede dormir lo que sea con su bostezo —le explica Darío al levantar a Noemi en sus brazos.
—¡Excepto a ellos! —indica a los lobizones, los cuales, al ya no estar bajo el control de la mujer, se dispersaron—. Yo me encargo, ustedes están lastimados —les dice el nuevo para luego correr tras las bestias. Los demás le gritan que se detenga, sin embargo él los ignora completamente y se aleja en poco segundos.
—La locura se contagia.
—¡Ven, perrito, perrito! —Corre detrás del lobizón más pequeño y termina por tomarlo del pellejo de su cuello. Entonces suelta un silbido potente que deja inconsciente al animal, luego saca una bolsa de cuero de su bolsillo y arroja su contenido sobre él. Poco a poco el lobizón retoma su forma humana y el muchacho lo cubre con una manta.
—Uno menos, faltan cuatro —murmura para sí mismo, luego le avisa a sus compañeros dónde dejó al chico destransformado y después comienza con la búsqueda del resto.
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