Capítulo 9: La dignidad de una esclava
Se me dieron 10 latigazos ante los ojos fríos de mi hermana quien permanecía sentada en sofá, rodeada de cuatro guardias y atendida por dos sirvientas que le acercaban bandejas de fruta.
—Basta —ordeno Isabella en un gesto de hastió —los guardias que sostenían mis manos me soltaron, el verdugo termino de azotarme y me dejaron caer al suelo como un cuerpo inerte—. Bueno, bruja —se dirigió hacia mi—, ¿Qué tal? ¿Ya estas listas para admitir tu crimen?
—No he cometido ninguno —susurre sin fuerzas para levantar mi cabeza.
—¡La brujería es el peor crimen de todos! —alego Isabella.
—Yo no soy una bruja—ella se levantó del sofá y camino hasta a mí.
—Levántate—me ordeno, ya que no me moví, continuo —¡Que te levantes te digo! Anda, ¡es una orden de tu princesa!
Con las escasas fuerzas que permanecían en mi cuerpo, puse una mano frente a mi cabeza y después la otra, Isabella exigió que me apresurara, pero yo no podía ir más rápido.
Finalmente, logre levantar unos diez centímetros mi cabeza solo para sentir la bota de Isabella clavarse en mi mejilla y derribarme por segunda vez.
—¡¿No me escuchaste?! —pregunto Isabella luego de un rato —¡Te dije que te quería levantada!
Si bien el conocimiento había generado en mí el nacimiento de aquello tan valioso que es lo primero que se nos quita a todos los esclavos, la dignidad, también trajo consigo su amargo precio. La ira al ser humillada.
Consciente del límite de mis opciones, me trague esa ira para volver a levantar mi cabeza sobre mis brazos.
Claro que recibí otra patada al hacerlo.
—Una vez más —ordeno Isabella—, ¡levántate!
Y una vez más. Me levante.
—Sería más fácil —balbuceo— si simplemente dijeras la verdad.
—El hecho de que quieras que sea verdad no lo hace verdad. En el mundo real, las cosas no siempre son como tú quieres.
—¡¿Qué dijiste?! —reclamó con los ojos encendidos en furia— ¡Yo soy la princesa de este reino! ¿Cómo te atreves siquiera a tutearme?
—Es verdad—suspire—. Me disculpo.
—Eso no basta. Levántate y hazme una reverencia.
—No puedo.
—Te ordeno que lo hagas.
—Aunque dios bajase del cielo para ordenármelo, tendría que darme fuerzas para hacerlo pues a mí no me quedan suficientes.
—Búscalas donde sea, pero obedéceme o volveré a azotarte.
—Princesa, lo que es imposible es imposible de hacer. No puedo levantarme, así como no puedo convertir el día en la noche, ni a usted en un alma empática, si va a azotarme por eso, puede comenzar ahora mismo.
—¿De qué me estas acusando, bruja? —se agacho y tomó mi rostro entre sus manos —¿Empática dices? Claro que soy empática, pero empática se es con los humanos no con los animales y tu María, eres una esclava que vale menos que un perro.
—Dos yeguas y una carreta.
—¿Qué? —pregunto extrañada.
—Eso fue lo que el Varón acepto por mí del cuidador de caballos cuando le otorgó mi mano en matrimonio. Dos yeguas y una carreta, mi príncipe lo averiguo para mí. Así que, es verdad que soy esclava, pero dos yeguas al menos, que es más que un perro, eso es lo que valgo.
Pero Isabella se hecho a reír con cinismo.
—Eso era cuando eras virgen, idiota. Pero mírate ahora, el príncipe te ha usado más de una vez hasta cansarse y te ha desgraciado la vida. Eres tan ignorante que ni siquiera te diste cuenta de que ahora no podrás casarte nunca.
—No es que no me diese cuenta, princesa, es que a mí no me importa casarme—disfruté en silencio la sorpresa y dolor que percibí en sus ojos —, porque si el príncipe así lo desea, yo seré su amante toda la vida.
—¡Maldita pecadora! —chillo Isabella y me tomó de los cabellos—¡¿Qué fue?! ¡Dime el nombre del demonio que usaste!
Embriagada por ese sentimiento de euforia, exploté.
—¿Necesita acaso que exista algún trato con el diablo para justificar la inclinación del príncipe hacia mi aun por encima de usted? ¿Necesita que se lo confirme para no sentirse desplazada por una vil escala como yo? ¿O es que acaso quiero que lo haga para que pueda acusarme con el papá y así me quemen viva por bruja? ¿Es algo de eso, princesa Isabella, o quiere el nombre para conjurarlo usted misma porque cree que tal vez así pueda lograr que el príncipe la voltee a ver?
Harta de mi osadía, la princesa Isabella enloqueció. Me zarandeo de los cabellos me abofeteo y me rasguño la cara mientras me gritaba:
—¡Eres una maldita maldición!, ¡Debimos dejar que te comieran los lobos!, ¡Debimos apedrearte como a la puta de tu madre!, ¡Has arruinado mi vida desde que apareciste en ella!, ¡Pero no me vas a arruinar esto, no te quedaras con el príncipe, aunque tenga que matarte para impedirlo!
—¡Princesa, compórtese, por favor! —la levantó Abraham obligándola a soltarme—, ese comportamiento no es digno de la corte.
Mientras Isabella suspiraba para calmarse, yo la vi a los ojos.
Estaban rojos, llenos de cólera, pero en ellos también había una innegable desesperación. Yo por mi parte, que jamás la había visto perder el control de esa forma, le sostuve la mirada como nunca antes lo hice, después forcé mi cuerpo a sentarse e hice algo que a ella le pareció como un sueño.
Me quite el paño de la cabeza y lo arroje al fuego liberando así tanto mis rizos como el ultimo símbolo de mi sumisión ante ella.
La satisfacción de ver como su cara se deshacía en sí misma, incrédula por los acontecimientos, liberó en mi todo el miedo que su figura había represando en el pasado, pero ojalá no lo hubiera hecho porque mi acto de rebeldía causo en el susurro de su voz una orden que me condenaría.
—Úsenla—ordeno ella —, úsenla como le gusta ser usada, úsenla como la usa el príncipe y háganlo con tanta violencia y salvajismo que el príncipe ya no pueda usarla nunca más.
Oír esas palabras de la voz de mi propia hermana mato todo sentimiento de culpa que experimenté al desobedecerla, supe entonces que esa era su verdadera cara y que ese despreciable ser y yo nunca hubiéramos podido ser hermanas.
—Princesa...—trato de razonar con ella Abraham, notablemente incomodo ante su mandato, pero solo logro que Isabella se zafara de su agarre en un desplante.
—¡Úsenla hasta que no quede nada! —repitió Isabella su orden— ¡Rómpanla tanto por fuera como por dentro! ¡Quiero que esos ojos de demonio que lleva encima en se conviertan en los de un cachorro abandonado y que esa altanera voz me ruegue piedad!
—Tú puedes hacer lo que quieras—repuse—, tienes el poder para convertirme en un vestigio de ser humano, para apagar en mi la vida y para destrozarme como un buitre a la carroña, pero te lo digo desde este momento, hermana, que esta voz jamás rogara piedad, estos ojos jamás te volverán a ver con la suplica que expresaba en cada acto mi antiguo ser y este corazón se mantendrá intacto ante ti hasta que deje de latir, porque nunca volverás a tener sobre mi el poder de hacerme daño.
"Así que hazlo si apacigua tu dolor, y moriré con la cabeza alta como es debido, pero, aunque yo no exista en este mundo más, mi príncipe sabrá que luche en su nombre hasta el final y ten por seguro que mi espíritu volverá a buscarte para susurrarle al oído que jamás te ame, porque ahora se muchas cosas y una de esas es que, en ti, no hay nada que amar.
Abraham me miro con un desprecio casi tan palpable como el filo de su espada.
Atrapada en su propia impotencia, Isabella miro a sus soldados.
—¿Qué están esperando? —hizo un berrinche—¡Les he dado una orden, cúmplanla!
Abraham suspiro, después me vio con la ira de un halcón, como si fuese mi culpa y entonces, las puertas se abrieron de par en par.
—¡Esperen! —era Eugenia, camino hacia mi pero su paso fue detenido por dos guardias.
—¿Quién es esta sirvienta? —pregunto Isabella en cólera.
—¡Ni se les ocurra hacer algo como eso! ¿Acaso no saben quien es ella? —me apunto forcejeando con los guardias—Aquí todos sabemos que la verdadera mujer del príncipe no es quien lleva el título de princesa —amenazó —y si se les ocurre tocarle un pelo, sepan bien que se enfrentaran a la ira del príncipe, así que ni piensen acercársele.
—¿Cómo se atreve? Yo soy la princesa de este reino, ¿Quién es esta sirvienta que pretende refutar una de mis ordenes?
—Se los advierto —siguió forcejando —, Abraham, Dante, Jacinto, Villegas y Guzmán, se quien es cada uno de ustedes y no me detendré al listar sus nombres ante el príncipe cuando me pregunte quien se atrevió a tocar lo que es suyo. Tengan por seguro que, si obedecen esa orden, se condenarán a muerte.
Los guardias se vieron entre si preguntándose con las miradas como proceder, eran como niños pequeños incapaces de tomar una decisión sin que sus padres llegasen para aprobar sus decisiones.
—Ah, ya veo, les preocupa morir—asintió divertida Isabella —. Pues bien, si no se atreven a tocar lo que "es del príncipe" —se giro a Eugenia —, usen a su amiga entonces.
Notas de autor:
Bueno, entramos en un pequeño hiatus pero ya termino. Ahora volveremos a nuestra programación normal de un capitulo semanal, presuntamente los sábados.
Lamento las molestias que esto les pudo haber causado, les agradezco que sigan aquí semana a semana, espero que la historia les este gustando y siento que este tomando un rumbo oscuro. Es lo que me nace hacer.
Si les gusta esta historia, no duden en dejar sus comentarios para ayudarme a crecer como escritora y si les gusta mucho, por favor indíquenmelo con un voto. No saben como me motiva eso a escribir.
Gracias por todo su apoyo y que pasen un muy Feliz inicio de año. Oportunidad perfecta para que inicien nuevos proyectos en los que se que les ira muy bien.
Soy shixxen y me despido, chaobye.
Pst. Shixxen anda enferma banda, envíen sus buenas vibras par que se recupere pronto, abríguense y no anden descalzos, no sean como yo :(
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