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Capítulo 2: El capricho de un príncipe

El príncipe me pidió que lo llevase a un lugar en el que él y sus hombres pudiesen dormir. Ya que el pueblo estaba lejos, lo lleve a la casa.

Descubrí que el hombre gritón usaba el nombre de Noom, nosotros nos quedamos a fuera mientras él fue enviado a anunciar la situación.

Durante todo el tiempo que esperamos, el príncipe no me miro ni me hablo una sola vez.

Claro que no lo haría, no importa si lo salve o no de la ira del río, yo seguía siendo solo una esclava.

Noom regreso al poco tiempo y se dirigió a él.

—Su majestad—le dijo en una reverencia—, el varón, la varonesa y su hija, están listos para recibirlo.

—Bien. Adelante—contesto en tono autoritario.

Entro a la casa con paso lento y fuerte, fue anunciado por Noom.

—¡Atención, el príncipe Alister de Magnolia!

Aproveché una distracción del príncipe para dirigirme a mis aposentos junto con el resto de esclavos, estaba por llegar a ellos cuando fui interrumpida en mi camino por uno de los guardias del príncipe.

—Señorita—me llamo el hombre—, el príncipe pregunta por usted.

—¿Qué pregunta?

—Quiere que lo acompañe en la mesa.

—No puedo hacer eso.

—Son órdenes de su majestad.

Entendí que no podía negarme, por lo que me dirigí al comedor. Al parecer, Isabella se había cambiado de ropa y ahora usaba su vestido de seda rosa con encaje de algodón blanco, también se recogió el cabello en una media cola y se puso el broche de cisne de la abuela, además, se encontraba sentada inclinándose en dirección al príncipe.

Por otro lado, en el centro de la mesa, se encontraba una enorme bandeja de frutas pizcadas y un tazón de curri con pollo, verduras y arroz.

A penas entre, el varón y la varonesa me dedicaron sus afiladas miradas que formaban sus cejas inclinadas, Isabela se esforzó notablemente en mantener su sonrisa, me apresure entonces a hacer una reverencia.

—¿Pidió verme—le pregunté directamente al príncipe, quien se encontraba sentado en el extremo contrario de la mesa al varón —, su majestad?

—Señorita María —contesto el príncipe —por favor, venga a comer conmigo.

Mire a los señores de la casa, no relajaron su vista ni un poco, la señorita Isabella divago con los ojos.

—No sería apropiado, su majestad—me negué.

—Dejemos que yo decida—dijo aumentando el volumen de su voz—, lo que es apropiado o no.

Incapaz de decidir qué amo obedecer, permanecí en mi sitio.

—Su majestad—le sonrió la varonesa—, entendemos que esté agradecido con ella, puesto que ayudo a salvarlo. Pero debemos respetar la jerarquía, después de todo, María solo es una esclava.

—Y yo solo soy un príncipe— le contesto cruzando sus dedos—, que entiende que esta es su casa. Sin embargo, su casa se encuentra en las tierras de mi reino, por lo que, creo que, según la jerarquía, yo puedo decidir con quién quiero comer.

Ante aquella respuesta, la varonesa agacho la mirada y carraspeo, tomando una copa de vino para disimular su enfado.

—Esclava María—me llamo el varón desde su silla, yo levanté mi vista— ¿Qué estás esperando? Siéntate.

Vi al príncipe, él me ofreció la silla a su derecha.

Esa fue la primera vez en mi vida que me senté en una mesa.

—Pongan un plato para ella—ordeno el príncipe. La varonesa vio al varón con indignación, la señorita Dagma, sirvienta principal de la casa, sirvió un plato y lo puso frente a mí.

Busqué la aprobación del varón con los ojos, él solo asintió ante la enfurecida mirada de su mujer. Comencé a comer mientras todo mi cuerpo temblaba, el príncipe me miro, probablemente adivinando que yo no tenía modales en la mesa.

—¿Se quedará mucho tiempo? —pregunto Isabella en enternecida voz— su majestad.

—Me iré mañana.

—¿Tan pronto?

—Quiero llevarme a María conmigo—en ese momento, detuve mi cuchara —. Díganme, ¿Cuál es su precio? Se las compraré.

La varonesa lanzó entonces un largo y pesado suspiro mientras apretaba fuertemente el mango de su cuchara.

—Padre, María no puede ser una esclava del palacio—balbuceo Isabella al varón—. Viviría en un mejor lugar que yo.

—Lo lamento mucho, su majestad—explico el varón causando la irritación del príncipe—, pero la esclava María no será una esclava por mucho tiempo. Ella está comprometida.

—¿Comprometida?

—Así es, a penas se concrete el compromiso y futuro casamiento de mi hija con el duque de Chereza, María se casará con un socio y amigo mío.

—Ya veo—reflexiono el príncipe—, ¿y cuándo será eso?

—En unos cuantos días, cuando el duque venga para conocerla.

—Entonces, no es un hecho, ¿cierto?, aún no se concreta el compromiso.

—Se concretará, cuando se concrete el de Isabela.

—Entiendo.

El príncipe giro su vista hacia mí, volvió analizarme con los ojos y después puso una media sonrisa que en su momento no entendí.

—Como puede ver—sonrió Isabella al príncipe—mi compromiso no es un hecho tampoco.

—Dígame—llamo el príncipe al Varón — ¿Dónde dormiré?

—Esclava María—me llamo la varonesa— prepara la mejor habitación para el príncipe.

—Sí—me levante de un salto y limpie mi cara con la mano.

—Espere—me llamo el príncipe y agache mi cabeza—, aún no termina de comer.

—Está bien, no estoy acostumbrada a comer tanto—se quedó un rato en silencio.

—Al menos dese un baño, antes de hacer eso.

—Como ordene, su majestad.

—Además, me gustaría una habitación alejada de las otras. Mi sueño es muy ligero y cualquier ruido podría despertarme.

—Comprendo, siendo así, le prepararé la última habitación del tercer piso. Tiene vista al bosque y es la más alejada del resto, ¿esa le gustaría, su majestad?

—Suena bien. Gracias.

Al oír un "gracias" mi mente se puso en blanco, lo observé retomando sus alimentos mientras yo me llevaba la mano al pecho para contener en él la calidez de su voz.

Finalmente, espabilé, me despedí con una reverencia e hice lo que se me ordeno; Me di un baño, después prepare con toda devoción su habitación, cuando finalmente termine me encontré con dos guardias, uno a cada costado de la puerta, se pusieron enfrente de mí para evitar mi salida.

—Lo siento, señorita—dijo uno de ellos—, el príncipe ordeno que no la dejásemos salir hasta que él venga.

—¿Por qué? No robe nada.

—No se preocupe, él le explicará cuando llegue.

—Espere adentro, por favor—agrego el otro guardia.

Lo pensé un segundo, pero soy una esclava y no podía cuestionarlo.

Espere a su majestad parada a un lado de la puerta.

En toda mi vida, yo jamás creí que conocería a un príncipe, mucho menos que tocaría a uno.

El príncipe Alister era el segundo hijo de su majestad, el rey Guillermo, "el honesto" primero de Magnolia. 

Tenía 20 años, era bien sabido que su hermano mayor, Octavio "el blando", era el siguiente en la línea al trono, mientras, el príncipe Alister, llamado por sus enemigos, "el cruel" era el comandante de los 5 ejércitos bajo el control de la Magnolia.

En el pueblo se decía que ambos príncipes eran muy apuestos, pero, no fue hasta que tuve en frente a uno de ellos que pude confirmarlo.

Estaba agradecida. Aunque mi plan de muerte fracaso, estaba agradecida de haber vivido un día más, solo para conocerlo.

Aún pensaba en ello, cuando el príncipe atravesó la puerta.

—Su majestad—lo saludé con una reverencia, en cuanto lo vi, él cerró la puerta sin dejar de mirarme.

Se había quitado la ropa mojada y ahora portaba un pantalón ligero café y una camisa de algodón blanca con zapatillas azules, yo, por mi parte, usaba el vestido de retazos de manta y portaba los pies descalzos.

Ante su silencio, retome la palabra.

—Me dijeron que lo esperase aquí—el príncipe mantuvo su rostro en seriedad, sin levantar mi vista, fui capaz de sentir como mantenía su mirada en mí

—Se negaron.

—¿Disculpe?

—Se negaron a dejar que te comprara.

—Ah, lo siento, su majestad—ya lo sabía, debido a que, Agned dijo que hablaría con el duque solo si le daban mi mano en matrimonio. No iban a dejar que yo arruinase el matrimonio de la señorita Isabella—¿Necesita algo más de mí?

Me vio de pies a cabeza una vez más.

—Te tomaré igual—declaro ante mi confusión.

El príncipe camino a mí, luego me puso las manos en la cintura.

—¿Su majestad? —lo llamé confundida mientras levantaba mis ojos para encontrarme con los suyos.

Su toque era firme, sus manos estaban suaves y su piel emitía tanto calor que un solo roce me quemaba por dentro.

Levantar la vista para ver su rostro fue el peor error que pude cometer, pues el dejo caer sobre mis labios los suyos y los entrelazo con un beso.

Nunca había besado a nadie. No sabía cómo hacerlo, solo seguí el movimiento de sus labios y cerré mis ojos, mientras un calor desconocido para mí me nacía en el vientre.

Mi príncipe paseo sus manos por mis caderas y me cargo sosteniéndome de los muslos, luego me arrojo a la cama, antes de que yo pudiese reaccionar, él se posicionó sobre mí.

Él acarició mi mejilla con sus dedos, me quito el velo de la cabeza, liberando mis risos y choco con los míos, sus inmensos y grisáceos ojos de tormenta.

Después volvió a besarme, la imagen de dios afloro mi mente para hacerme saber que pecaba, cuando paseo su mano derecha por mi pierna hasta que comenzó a levantar el manto de mi vestido.

—Su majestad— susurré, él no se detuvo, me beso una vez más y después siguió acariciando mi piel.

—¿Qué pasa? —me pregunto sin despegar su nariz de la mía, dejando que su aliento golpease mis mejillas— ¿acaso no quieres complacer a tu príncipe?

—Su alteza—le recordé provocando que se formase el nudo en mi garganta—, estoy comprometida—Él lo pensó un segundo—. Dios lo ve mal.

—Y dime, según la ley de dios, ¿Puede alguien que no es virgen, casarse con alguien más, María?

—¿Cómo?

Su respuesta fue meter sus dedos en medio de mis piernas, la respuesta de mi cuerpo fue contraerse y comenzar a gemir.

El príncipe solo me observaba, los movientos de sus dedos dentro mío fueron contrayendo y expandiendo mis pulmones, del centro de mis piernas fue saliendo algo que es pecado mencionar.

La mirada del príncipe sobre mi rostro caliente y su maliciosa sonrisa, de alguna forma, empeoro mi situación.

La más intensa e impura de las fiebres ataco mi cuerpo.

Me daba vergüenza, ¿Qué iba a suponer el príncipe de mí? Haciendo esos sonidos tan lascivos con mi voz, mostrando esa cara tan desvergonzada, moviendo mis caderas por mí misma con sus dedos dentro, solo por impulso.

Por un momento, pensé que no sería capaz de respirar otra vez, entonces, el príncipe saco los dedos de mi entrada y mientras yo me esforzaba por calmar el ardor en mi pecho, los uso para desatarse el pantalón.

—Príncipe...—lo llamé en un suspiro, él solo abrió mis piernas y entro con su hombría en mí.

En ese momento grité, entendí entonces por qué el príncipe quería una habitación alejada de todas las demás.

Había planeado hacerme esto, quién sabe desde cuándo y de alguna forma supo, que yo era el tipo de chica que gritaría cuando lo hiciera.

Hasta que logre regular mi respiración, su majestad se quedó quieto viéndome calmarme, cuando finalmente me estabilice, el beso mi cuello y lo volvió hacer, volvió a entrar en mí haciendo que se me escapara un quejido, el dolor que me provocaba era un dolor diferente a cualquier otro.

Era un dolor en mi interior que escalaba, se convertía en una burbuja dentro de mi vientre y aceleraba mi corazón, era un dolor cargado de calor, el calor propio que provoca el fuego de la pasión, un dolor tan intenso que en algún punto se perdía y se convertía en placer.

Yo no sabía qué hacer, él era mi príncipe, pero yo... yo solo era una esclava, solo podía gemir y dejarlo empujarse dentro de mí, lo dejaba acariciarme la espalda y apretarme los senos.

Con su lengua recorrida mi pecho, sus manos removieron mi vestido, en sus besos y su aliento se volvió mío y en su sexo entrelazado al mío nos hicimos uno.

Mi príncipe me marco desde aquella vez, me tomó y me hizo suya tal y como dijo que lo haría, el golpeo tanto mi interior que llego a mi pecho y cuando quise encontrar el origen de esos golpes encontré mi propio corazón.

Que estoy segura de que exploto al final, cuando la esencia de mi príncipe me lleno por dentro, justo antes de que saliera de mí y abandonase mi cuerpo.

Justo antes de que observase la mancha roja entre las sabanas y entre jadeos me dijese:

—Vaya, si eras virgen.

Estaba tan concentrada en mi propia respiración que ni siquiera entendí lo que dijo después, solo recuerdo que me beso la frente y se dejó caer en la almohada conjunta hasta quedarse dormido a un lado mío.

Desperté en medio de la noche y salí del cuarto dejándolo dormir, los guardias me vieron irme, ninguno dijo nada o movió un solo músculo.

Para ocultar mi pecado, espere a que el príncipe se marchase y después saque las sabanas yo misma para lavarlas.

Con el dolor aún vigente en mis piernas, fui al río, lave las sabanas y regrese a casa, solo para encontrarme con una impactante noticia.

Al parecer, mi boda se canceló, el varón ya no la necesitaba.

Su hija Isabella había conseguido una propuesta de matrimonio mucho mejor que la de un duque, la de un príncipe.

La de mi príncipe.

Pero eso no era todo, para casarse con Isabella, el príncipe puso una extraña condición, además de la escritura de la casa, la tierra, los cultivos y las 100 000 monedas de oro que ya establecía, la esclava María tenía que estar incluida, como parte de la dote.

Notas del autor:

Hola, un placer tenerte de nuevo por aquí.

Así como lo prometí, la época en la que se desarrolla esta historia y la historia en si, me permiten ir a pasos agigantados a diferencia de en mi otra novela.

Sin embargo, no se preocupen, ya planee una buena historia de fondo, solo es mas corta que la otra. Pásense por aquí la próxima semana, yo se que les va a gustar.

Lo he decidido, esta historia se publicara los sábados. 

Si te ha gustado, deja un comentario, no sabes como me motiva eso para seguir escribiendo.

Te deseo que tengas la mejor semana y ojala nos veamos por acá la próxima.

Yo soy shixxen y me despido. Ciaobye.

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