Capítulo 13: La orden de un príncipe
Por un segundo, me encontré incapaz de moverme.
Mi príncipe había vuelto, pero de alguna manera, ya no era el mismo.
Antes tenía sobre él una mirada que me convertía en piedra o acaso, lo correcto sería decir que me volvía una muñeca moldeable a su voluntad que esperaba su orden o su permiso para actuar.
Pero en ese momento, después de esperarlo tanto tiempo, al fin lo tenía frente a mis ojos y me importaba muy poco.
Mi prioridad no era él, sino mi venganza.
Quizás la que ya no era la misma era yo.
Pese a que él sostenía mi mano, yo volví a abalanzarme contra Gilbert, pero el príncipe me empujó desde la muñeca. Luché por zafarme de su agarre, por lo que se posicionó detrás de mí sin soltar mi muñeca para tomarme por la cintura y jalarme lejos de mi objetivo.
—Es suficiente, María.
—¡No, no, no! —renegué en el forcejeo—. Tiene que pagar lo que hizo.
—Sí, pero a ti no te corresponde impartir justicia— me arrojó hacia atrás, soltando al fin mi muñeca.
Casi caigo en la torpeza de mis pies, pero, de alguna forma, logré mantener mi equilibrio. Aún empuñaba la daga; sin embargo, mi príncipe se había puesto en mi camino. Vi detrás de él al gigante siendo rodeado por dos espadas; saber que ya no representaba ningún peligro para mí no fue suficiente para apagar la llama de mi furia.
—Príncipe Alister, por favor, apártese —balbuceé en el ardor de mi rabia. Escuché una espada siendo desenvainada.
—¡Que nadie se atreva a tocarla o a acercarse a ella! —reprendió el príncipe el acto, luego se giró hacia mí volviendo a una voz calmada—. María, sé que estás enojada y entiendo tu sed de sangre en medio de esa rabia.
—No. Usted jamás podrá entenderlo, príncipe Alister. Nunca podría porque usted nació como un príncipe.
"Jamás sabrá lo que es ser tratado como menos que un animal, como una herramienta o un objeto, como si su vida no valiera nada. Jamás entenderá el dolor que se esconde bajo los costales de comida para cerdos que nos dan para vestir, que se queda en los esclavos, grabado en nuestros huesos, un dolor mucho más profundo que las cicatrices en nuestra piel y jamás experimentará el deseo de ser de hecho un objeto solo para dejar de sentir por un momento, todo ese dolor.
—Tienes razón, no lo entiendo y no lo entenderé nunca. Pero entiendo lo que es sentir tanta cólera que se convierte en una imparable sed de sangre y de venganza. He recorrido ese camino antes que tú y por eso estoy aquí, evitando que tú lo tomes.
"María, no lo estoy protegiendo a él sino a ti.
—Sí, está aquí ahora. ¿Y dónde estaba antes? —le reclamé—. ¿Dónde estaba mientras mi propia hermana me humillaba como a un perro con el poder que usted le dio? ¿Dónde estuvo cuando me vendió? No, de hecho, ella pagó porque me llevaran lejos de usted, con la dote que dejó intacta para ella.
"¿Dónde estaba mi príncipe cuando este hombre se adentró en mí y destruyó todo lo que encontró allí? ¿Dígame dónde estaba cuando se llevó la vida de mi hijo? —mi cara se descompuso entonces víctima de mi llanto —. ¿Dónde estaba mi príncipe?
"¿Viene a salvarme ahora? Demasiado tarde, príncipe Alister. Ya no hay nada que salvar aquí.
"¿Me pide que renuncie a toda mi rabia ahora? Cuando esta rabia fue lo único que me mantuvo viva hasta su retorno.
—Es cierto —admitió tras tragar saliva —, es todo mi culpa. Y al ser de esa forma, una vez que hayas desbordado esa rabia con tu daga sobre ese hombre. ¿Qué harás? ¿Acaso la usarás contra mí?
—Impensable—murmuré negando con la cabeza.
—¿Y si no? ¿Qué pretendes hacer? ¿A qué te vas a aferrar para seguir viviendo? ¿O es que acaso no pretendías seguir viviendo luego de ello? —No contesté, hundí mi mirada en el suelo —. Ese es el problema de dejarse guiar por la rabia.
"Los sentimientos son como las semillas. Las plantamos, las cosechamos y después las volvemos a plantar. Pero, justo como las semillas, hay sentimientos cuyo fruto es dulce y nos alegra haberlos plantado.
"En cambio, cuando sembramos la rabia y dejamos su fruto crecer, lo que cosechamos nunca es nada bueno.
—De todas formas, para mí no existen los campos verdes.
—Yo te llevaré a ellos entonces, pero dame la daga —exigió estirando hacia mí su mano.
—No —negué con la cabeza—, yo necesito hacer esto, necesito vengarme.
—No. Lo que tú necesitas es soltarlo —seguí negando entre sollozos —. María, entiendo que te han quitado muchas cosas, pero no permitas que roben quién eres.
"Porque no eres una esclava, ni un objeto, ni un animal. Tú eres María de la Magnolia, la única mujer que yo amo.
Volví a clavar mi vista en él, encontrándome con la determinación en sus ojos. El corazón que se había detenido desde su partida volvió a latir entonces al escuchar por fin la confirmación de sus sentimientos hacia mí.
No solo había rabia en mi interior, también había mucho, mucho amor.
—Por favor —susurró él, quien jamás, ni cuando vio la muerte de cerca, había pedido nada por favor—. Tienes que soltar la daga porque te juro que después de haber quitado una vida, nunca volverás a ser tú misma —tal vez leyó la duda en mis ojos vacilantes, pues se acercó a mí con la mano extendida—. Dame tus pecados, amor mío, y nos reencontraremos juntos en el mismo infierno.
—Si se la doy, le entregó en ella mi vida.
—¿No es mía ya tu vida? —sonrió para mí—, no necesitas seguir siendo fuerte. Ahora, yo lo seré por los dos.
A petición de mi príncipe, no tuve más remedio que respirar hondo y entregarle la daga.
Él la tomó de la empuñadura y me sonrió complacido.
—Gracias, María— yo asentí aún temblorosa devolviendo el gesto —. Soldado Rafael, llevé a María al carruaje.
—Esperé un momento —reclamó Gilbert, dio un paso, pero se detuvo cuando las espadas se chocaron frente a él—. Aunque sea un príncipe, usted no puede llevarse a mi esposa.
—Es verdad —asintió mi príncipe, hablaba con una voz neutral como si ordenase cualquier cosa—, la ley me impide llevarme a su esposa. Pero despreocúpese, porque no haré tal cosa. Yo voy a llevarme a su viuda.
—¿Cómo dice?—La cara de Gilbert palideció, víctima del manto del pánico que le envolvió el cuerpo.
—Capitán Aron —lo llamó el príncipe, llegando este Ipso facto a su orden—, quiero que lleven a este hombre al bosque, abran su vientre y expongan sus viseras al aire y quiero que lo mantengan vivo mientras lo hacen. Después, quiero que te quedes cerca para que te cerciores personalmente de que muera siendo devorado por las alimañas cercanas atraídas por el olor de su carne— volteó a ver a los cerdos con un gesto de desagrado al notar la puerca que había muerto al no ser atendida por nadie en su parto—, si tarda demasiado, lleva a sus propios cerdos a comérselo.
—Cómo ordené, mi señor—reverenció Aron mientras 4 guardias tomaban los brazos de Gilbert.
Sinceramente, hasta yo me horroricé al escuchar el castigo impuesto por mi príncipe. Gilbert por su parte, se volvió tartamudo.
—Espere... —murmuró Gilbert—, príncipe Alister... —al ser jalado por los guardias, forcejeó con ellos sin éxito.
—¡Príncipe! —se aproximó a él Noom, quien había salido de uno de los carruajes. Su voz detuvo a los soldados—, espere, es importante justificar el acto.
—¿Justificar qué cosa, Noom? —le preguntó con fastidio.
—La ley le impide...
—¿Qué ley? ¿Ves algún juez aquí? —expuso sus manos al aire.
—Un príncipe abusando de su poder. Eso es lo que veo.
—¿Qué príncipe? ¿Qué abuso? El pobre de Gilbert ¿dices? ¡Es una pena que los bárbaros vinieran y lo mataran para robarle, ¿no es así, señora Francisca?!
La señora Francisca se asomó entonces del carruaje. Mordiendo su labio por la pena.
—Una completa pena, su majestad—dijo sin mirar a Gilbert. Después volvió a cerrar su ventana.
Noom asintió entonces visiblemente incómodo.
En el anchar de los ojos del mounstro pude ver su humanidad derramarse en llanto. Probablemente, fue la traición de la mujer que amaba lo que terminó por matarla por completo.
Con un ademán de su cabeza, mi príncipe hizo que los soldados retomaran el paso jalando a Gilbert.
—¡Esto no es justo! —exclamó él antes de llegar al bosque.
—Ya, pero yo no soy el príncipe Alister "el justo", ¿verdad? —le aclaró mi príncipe mientras él se perdía en la espesura del bosque—. ¡Yo soy el cruel!
Me quedé ahí, atónita, mientras mi pesadilla desaparecía tras los árboles y el caer del atardecer, con una cara que lucía, de algún modo, más trágica que la mía.
Notas del autor:
Hola, soy la autora y quiero agradecerles por leer este capítulo.
La historia se puso un poco fuerte en algún punto pero las cosas se van resolviendo :)
A que pensaron que el príncipe Alister iba a dejar a Gilbert sin castigo XD. Creo que le salía mejor si le cobraba María.
Espero que les haya gustado este capítulo, al menos lo suficiente para volver a pasarse por aquí la próxima semana. De ser así, les agradecería mucho si mostraran su apoyo con algún voto o comentario, no saben lo bien que me hace leerlos.
Ya recuperé mi computadora por lo que nos será más fácil hacer las correcciones y eso.
Sin más, yo soy shixxen y me despido. ChaoBye.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro