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Capítulo 10: De una crueldad a otra

Cuando Isabella dijo eso, palidecí.

Gire mis ojos hasta encontrar el rostro de Eugenia que parecía haber perdido todo su color, de pronto el natural rosado de sus mejillas había desaparecido y la tenue alegría que acompañaba su voz se borró de la existencia, notar sus ojos hundirse en la más profunda desesperación fue suficiente para que mi cuerpo recuperara todas sus fuerzas y yo pudiese contra el fuego ante los atónitos ojos de los guardias para tomar uno de los barrotes encendidos de la chimenea.

—¿Qué haces?—Exclamó Isabella, pero su voz ya no tenía ningún peso sobre mí.

Corrí de un rincón a otro encendiendo la alfombra como una loca, incluso hasta el vestido de la sirvienta Josefa encendí y los guardias me siguieron uno a uno apagando las llamas que dejaban mi paso.

—¡Basta! —Exclamó el soldado Abraham posicionando su espada frente a mi rostro—Esclava María, ¿acaso ha perdido la razón?

La perspicaz Eugenia aprovechó la distracción de los guardias para posicionarse detrás de mí.

—¡Dejen en paz a Eugenia—Exigí levantando el barrote delante de su espada—o les juro que quemaré este lugar hasta las cenizas! ¡Poco me va a importar que estemos adentro!

—Pienselo, por favor—suspiró—, lo único que logrará con eso es que muramos todos los aquí presentes.

—¡Prefiero morir antes de ser ultrajada por sus sucias manos! —aseguró Eugenia—¡Si es la voluntad de mi princesa, moriré entonces!

—¿Cómo te atreves? —balbuceo Isabella—¡Tu princesa soy yo!

—¡Mi princesa es la mujer que eligió mi príncipe!, ¡Viviré por ella o moriré por ella y si hemos de perecer todos ante el fuego por su voluntad—Eugenia se agachó y levantó otro barrote para apuntarlo contra Isabella—, que así sea!

—Si está tan dispuesta a sacrificarse por esa esclava, que esta mujer sea vendida a un burdel, entonces.

—¡Basta ya! —exigió Abraham—, princesa Isabella, esta sirvienta es propiedad del consejero real Noom, incluso si es una orden de su majestad, nosotros no podemos disponer de ella así.

—¿Cómo es que no puedo? —se quejó Isabella—¿No soy acaso dueña de todo en esta tierra?

—Aunque sea dueña de todo, así como el príncipe, él respeta la ley y la ley de la Magnolia dicta que un esclavo pertenece a su amo. Noom jamás firmó la liberación de la esclava Eugenia, por lo tanto, le pertenece a él.

—¿Y quién es ese Noom? —Repuso Isabella—Un lacayo más, que venga ahora mismo a obedecer a su princesa.

—El consejero real Noom ha partido sin dar razón alguna.

—¿Cómo? ¿Con el permiso de quien ha partido en tiempos de guerra?

—Noom es un lacayo del palacio, él puede entrar y salir de la Magnolia a voluntad, no del príncipe sino del mismo Rey.

—De ser así ¿Cuál sería entonces mi derecho sobre la sirvienta?

—Puede castigarla, pero no puede matarla o verse beneficiada por ella.

Isabella analizó a Eugenia.

—Y si decidiera cortarle un brazo o una pierna o incluso la lengua por su deslealtad, ¿Puedo hacerlo?

Sentía un infierno en el estómago cada vez que Isabella abría la boca para decir ese tipo de cosas, como si nosotras no fuéramos seres humanos para ella.

—Puede hacerlo—concedió Abraham.

—¡¿Qué ganarías con hacer algo como eso?! —repuse—es a mí a quien quieres perjudicar, ¿no es cierto? Tómala conmigo, no con Eugenia.

—Pero parece que té has vuelto imperturbable, ¿no? Ya que no importa que tanto te azote o te lastime, sigues con esa altanera mirada bajo tus sienes.

—Si quiere que me arroje sobre ella —propuso Eugenia para mí en voz baja— y la queme viva, juro que lo haré.

—Si lo que quiere es separar a la esclava María del príncipe —intervino Abraham —, ¿Por qué no la casa?

La sala hizo un silencio tan pesado que se podía escuchar el cantar de las aves a lo lejos.

—¿Casarla? —preguntó Isabella curiosa.

—Una esclava que contrae matrimonio ya no es una esclava más—se explicó el hombre—, es la señora de la tierra de su esposo. Y un matrimonio es algo inquebrantable bajo nuestra ley, si casa a la esclava María, ella ya no podrá estar con el príncipe porque él no puede reclamar a la mujer de otro hombre. Esa ley es mucho mayor que la de nuestro pueblo, es la ley de dios.

La cara de Isabella se iluminó.

—Entonces, eso es lo que pasará —proclamó Isabella y me miró—, te vas a casar con el hombre que yo elija para ti y si te niegas a hacerlo, cortaré a tu nueva amiga pieza por pieza.

"Una vez lo hayas hecho, la exiliaré de la Magnolia, si el tal Noom la quiere de vuelta, irá él mismo a buscarla. Eso o nos matas a todos ahora mismo, tú decides.

Miré a Isabella como si fuera la primera vez que la hubiera visto, no tenía ni idea del monstruo que de verdad era. Después miré a Eugenia, mantenía el barrote firmemente empuñado, aun así, tenía la piel erizada y temblaba como si la moviera el viento, después vi mi propia mano y el barrote en ella estaba muy cerca de terminar de consumirse para llegar a mi carne.

Sabía por qué Isabella quería que yo lo aceptara, porque así iría a decirle al príncipe que yo había dicho que "sí" y lo convencería de que lo traicione. Aun sabiéndolo, elegí confiar en él, le rece a un dios que nunca escuchaba las súplicas de los esclavos y arroje el barrote de vuelta al fuego aceptando el mandato de la princesa.

Eugenia arrojó su propio barrote al fuego, agacho su cabeza y vi en el gesto como tiraba sus lágrimas al suelo.

Dos guardias caminaron hacia ella para arrestarla.

—Encierrenlas alejadas una de la otra —ordenó Isabella—, que no puedan comunicarse entre ellas.

—¡María! —me gritó Eugenia luchando contra sus carceleros—¡Sé fuerte, María! ¡Te aseguro que, el príncipe irá a buscarte y lo solucionará todo! ¡Espéralo, María! ¡Mantente viva hasta su regreso!, ¡viva!

—¡Te encontraré, Eugenia! —exclame entre la impotencia y el llanto —¡Haré todo aquello que esté en mis manos para encontrarte, así me tome la vida entera, te encontraré a donde sea que te lleven!

Lo último que vi en el rostro de Isabella mientras me llevaban a mi celda fue una inolvidable sonrisa de satisfacción en su rostro.

No tardó ni dos días en encontrar un esposo para mí.

Nos casaron en la misma prisión que había sido mi hogar los últimos días con un sacerdote sin escrúpulos que había accedido a bajar a la mazmorra con su biblia en mano y dos guardias que yo no conocía como testigos.

 Él era un hombre alto, con sobrepeso mucho mayor que yo. Vi su cara por primera vez durante la boda, tenía el rostro lleno de paño y los dientes sucios, el alto de su cabeza era calva y el resto de su rostro estaba cubierto por rizos parecidos a la paja sobre una piel lechosa, además vestía harapos y olía a alcohol todo el tiempo.

Su nombre era Gilbert y tenía una sonrisa enorme, como la de los bufones en el circo, tan siniestra como la de un caballo loco. Realmente no me importaba quién fuera, al decir "acepto" mi única pena era que no estaba al lado de mi príncipe.

Cuando metió su babosa lengua en mi boca y me chupo como un escarabajo apenas y pude contener las nauseas.

Antes de subirme a su carreta vi cómo subían a Eugenia a un carruaje cercano, estaba muy triste, algo sucia y bastante tranquila, pero, en general, estaba sana y salva, eso me dio cierto consuelo.

Gilbert no me habló durante todo el camino, me llevaba a un lado como otro saco de los vegetales que entregaba a lo largo del pueblo y yo no tuve ni siquiera la fuerza para mirarlo.

Llegamos a su casa al anochecer, era una choza destartalada cercana al río, pero muy lejos de la mansión del príncipe. Al llegar me encontré con una niña harapienta de cabellos rubios que juntaba calabazas en una canasta, ella me miró un segundo y después retomó su labor.

Era claramente una granja vieja, pero no tuve tiempo de mirarla, pues mi esposo me jaloneo para hacerme entrar en la cabaña.

Casi no vi los tratos sucios o la decadente choza antes de llegar a la recámara principal y ser arrojada con brutalidad contra el colchón.

—Por favor — supliqué mientras se quitaba la ropa —, soy cercana al príncipe Alister. Le aseguro que, si me mantiene a salvo hasta que llegue, él le dará una recompensa.

Gilbert soltó entonces una carcajada.

—El príncipe Alister está a la cabeza de esta guerra en la que estamos en plena desventaja, creer que ganaremos es estúpido, pensar que además sobrevivirá a ella es hasta risorio.

—sobrevivirá— aseveré—, cómo ha sobrevivido a tantas otras.

—Puede ser, puede ser, pero ¿Por qué vendría a salvarte de ser así? —me tomó de los cabellos para verme y agregó—. No eres bonita, ni siquiera agradable a la vista, pero bueno, espero que al menos tengas buena carne para haber sido la mujer de un príncipe.

—Al menos no soy una tragedia a la vista, ni mi olor es tan nauseabundo como el de un pantano a diferencia de usted.

Mi reproche solo le valió para arrojar mi cabeza contra la pared, acto con el que me rompió la nariz. Juro en dios que luche con todas mis fuerzas para apartarlo, solo sirvió para que me diese la vuelta y me ultrajara con más violencia.

Definitivamente, no fue como con mi príncipe. Gilbert me sostuvo de los cabellos todo el tiempo y se montó sobre mí como si fuese un animal, no hubo compasión alguna, ni siquiera lo llamaría pasión.

Fue una masacre que molió mi carne desde adentro mientras yo me ahogaba con mi llanto aprisionado en mi garganta, el sabor de la sangre entre mis dientes y el dolor que se aferraba a mi cara pues cada vez que gritaba, mi rostro volvía a ser azotado contra el muro.

Hubiera preferido perder la conciencia y a él poco o nada le hubiera valido, pues en mi interior ya no había una mujer, solo un cascarón podrido que alguna vez albergó un alma.

Aunque mi príncipe regresase algún día, ¿Qué iba a hacer ya por mí?

La ley del matrimonio era una que ni él podía romper. Al final no me quedó más que preguntarle a dios ¿Por qué se enseñaba tanto conmigo? ¿De verdad había cometido tan grande pecado al haber nacido esclava en este mundo?

¿Cuándo iba a terminar todo esto? ¿Cuándo iba a terminar mi sufrimiento?

Con el paso de los días, incluso comencé a preguntarme si acaso mi muerte era lo que dios quería de mí. Pero como el primer rayo de sol de la primavera, tras el más brutal de los inviernos, una nueva esperanza llegaría pronto a mí cuando note que se me había comenzado a abultar el vientre. 

Notas de autor:

Bueno, esta ha sido una semana de puras tragedias para mi y  encima tenia que escribir este capitulo :L 

Sin embargo, estoy bastante orgullosa de como se esta desarrollando el personaje de Maria, realmente me estoy emocionando con estos episodios.

Por desgracia, mi laptop ha perecido en el proceso, pero aqui buscamos soluciones.

Espero poder tenerlos por aqui la proxima semana, gracias por todo su apoyo. Yo soy shixxen y me despido, no sin antes, desearles un increible inicio de año ;) ChaoBye.

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