Unholy
Ryomen Sukuna está casado.
Uraume es una buena mujer y lo que cualquier hombre desearía como esposa.
Sin embargo, el pecado que estaba al alcance de su mano era mas poderoso, abrumador y completamente indecente de lo que debería, a lo que su poca moral era incapaz de negarse.
Noche tras noche cuando sentía que la necesidad lo abrumaba volvía al lugar en el que sabia no debía poner un pie. Indecente, pecaminoso, infernal, la verdad era que no sabia que adjetivo utilizar para describir sus acciones. Yuuji tiene parte de la culpa por dejarse llevar por ese mal que corre por su sangre, es tan culpable como él cuando el sudor perla su cuerpo como si de brillantes diamantes se trataran.
Sus pasos no son silenciosos, resuenan en el eco del pasillo por donde transita, puede escuchar la tenue música que viene de la habitación a donde se dirige, cosa que provoca que su cuerpo comience a hormiguear con anticipación.
Lo sabe, es imposible evitar la sensación creciente en su piel, el calor que va hacia el sur y; cuando abre la puerta con lentitud, escuchando el sonido viejo de las bisagras protestar, además de la música que ahora es mas perceptible, ver la imagen de sus mas impuros deseos hechos un ser humano.
La espalda de Yuuji se ha coloreado de un rojo sangriento debido a la luz de las velas, la media oscuridad que lo rodea lo hace parecer un demonio etéreo que está dispuesto a devorarlo entero. Su cintura se mueve de un lado a otro sobre su mismo eje. Sukuna relame sus labios cuando sus ojos se posan por las nalgas de su hermano, ese que a pesar de no haber nacido al mismo tiempo se le parece tanto.
Su cuerpo esta vestido; si es que esas prendas pueden llamarse ropa, con una diminuta prenda interior que enmarca bien sus torneadas y rellenas nalgas, sus largas y estilizadas piernas siendo abrazadas por unas mallas de red.
—Yuuji... — susurra sin aliento
La saliva se hace espesa en su garganta, haciendo difícil tragar cuando Yuuji se da la vuelta. Sobre sus hombros lleva una estola emplumada, misma que hace girar con jugueteo con una de sus manos. Sus pasos se mueven en sintonía con la música sensual que suena en la habitación, camina en su dirección meneando su trasero encantado, como una serpiente que se envolverá alrededor de su cuerpo para asesinarlo.
Sukuna gustosamente se lo permitiría.
Cuando están frente a frente lo toma por la cintura, aprieta sus grandes manos en la piel desnuda, tibia y algo húmeda. No se dicen nada el uno al otro, sus miradas son como fuego que devoraría sus cuerpos desde el interior. Le besa con un frenesí impulsivo y lujurioso, llevando las manos a donde sea que puedan vagar, hasta dar con las redondas nalgas que no duda en apretar. El sonido húmedo que resuena por sobre el murmullo de la música es tan soez que sabe nunca podrá salir de su cabeza.
—Tan jodidamente sexy— le dice al oído
Yuuji solo ríe, un sonido infantilizado que sabe lo hace gotear en desesperación. Sigue sin decir nada más, lo cual no le extraña, su Yuuji siempre planea las cosas mas lascivas que pueda encontrar. Es tan pervertido como él mismo y no sabe si es su culpa o si de alguna forma nacido así y la mala sangre solo sea de familia.
Es algo que no le importa.
Su repentino enfoque cambia cuando Yuuji le toma de la mano y lo dirige a una silla en medio de la habitación de la que no había tomado importancia. Es sentado ahí sin ceremonias, su corazón esta desenfrenada en su pecho, mu miembro duro e incomodo aun atrapado en su pantalón. Yuuji le da la espalda, pero aun es capaz de mirarlo. Le guiña el ojo y eso le provoca que le falta la respiración.
Se agacha solo lo suficiente para que su trasero sobresalga mas de lo que ya lo hace, notando algo brillante apenas perceptible por el encaje del que debe de estar hecha su ropa interior. El maldito trae puesto un plug profundo en su agujero.
Su respiración se detiene un segundo cuando las manos de su hermano comienzan a vagar por su cuerpo, puede notar con claridad como sus dedos se aprietan un poco, haciendo que su piel se contraiga ahí por donde pasa, sus caderas se mueven al ritmo de la música, misma que se repite una y otra vez. Las manos de Yuuji bajan impresionantemente hasta sus tobillos, su culo alzado, haciendo que la maldita cosa en su culo sea aun mas notoria. Sukuna intenta abrir el botón del ojal de su pantalón, pero una sola mirada de Yuuji se lo impide.
Su coraje esta flaqueando para evitar correrse, entonces Yuuji vuelve a su posición recta y se da la vuelta con lentitud, baja hasta el suelo, poniéndose de manos y rodillas, contoneándose en su dirección, bajando cada par de pasos el pecho hasta el suelo, lamiendo sus labios sin dejar de mirarlo. Sukuna quiere levantarse de la silla, pero se contiene, sus manos fuertemente aferradas de el reposabrazos, sus venas marcadas por la fuerza que imprime en la acción.
Esos segundos que perdió en su mente para calmarse, Yuuji los utilizo para llegar a su regazo, Sukuna reacciona echando hacia atrás su cabeza sobre la madera de la silla cuando los labios de su hermanito menor se cierran dulcemente sobre su pene marcado en la ropa, chupa a pesar de que es casi imposible por la tensión de la ropa, pero la humedad y el aliento caliente que emana de esos labios maquillados de rojo lo hacen volverse loco.
Araña con los dientes por encima de la ropa y el leve dolor e incomodidad lo hacen derramar un pequeño chorro de liquido seminal que lo hacen sentir asqueroso. Pero no es por el acto profano, sino porque desea quitarse la ropa y por fin follar a su hermano. Pareciera que Yuuji lee su mente, porque con manos diestras saca el botón de su ojal, con pericia usa sus dientes para bajar con lentitud el cierre y por fin; después de lo que pareciera una eternidad, saca con sus manos su pene húmedo y muy duro.
Yuuji vuelve a reír, saca su lengua para que pueda verla y luego es capaz de entender la palabra que sale de su boca aun sin sonido.
—Papi...—
Sukuna no es capaz mas que vocalizar un largo y vergonzoso gemido cuando Yuuji se lleva su pene a los labios, viendo como delinea cada vena sobresaltada con esa lengua traviesa, quiere envestir con todas sus fuerzas, pero aún sigue conteniéndose, sabe que aun no llega el momento de tomar el control. Es Yuuji después de todo el actor principal esa noche, su noche especial.
Con un sonoro plop que es capaz de sobre ponerse contra la música Yuuji se levanta de su posición, dándole con rapidez de nuevo la espalda, no duda en usar sus dedos para rasgar la ropa interior junto con las medias, mostrándole una forma brillante, con una piedra roja al medio, el plug es sacado de su lugar solo un poco para luego se introducido con fuerza, escuchando con placer los gemiditos quedos que su Yuuji le deja escuchar.
Es ahí cuando pierde por fin el control, usando sus manos para tomar de las caderas a su hermano, es todo lo que es capaz de hacer porque lo siguiente que ve es el plug siendo eliminado de la ecuación, la humedad del lubricante se derrama lo suficiente para poder notarlo en la ropa rota. Yuuji menea su trasero de un lado a otro, Sukuna se acerca a la piel desnuda sobre la cadera y sin dejar de ver la mirada lujuriosa de Yuuji, lo muerde con rudeza, la marca será notoria y un poco de sabor a sangre se vierte en sus papilas.
Yuuji toma una pequeña distracción para sentarse sobre el regazo de su hermano mayor, se mueve de un lado a otro, moliendo su trasero sobre el pene duro de este, toma las manos de Sukuna, llevándolas a su piel desnuda, la estola de plumas que antes se movía al ritmo de sus movimientos estorba un poco, pero aun tiene un uso así que la deja donde esta.
Sukuna embiste desde abajo y; con un movimiento fluido aprieta sus muslos, se levanta solo lo suficiente, tomando el pene con una de sus manos. Sin mas demora baja sobre la extensión, el plug a ayudado a que sea menos doloroso, pero no lo hace más fácil, después de todo Sukuna tiene algo más entre las piernas.
—Tan grande...— escucha al fin Sukuna, la dulce voz de Yuuji.
Sube y baja con su ayuda, aprieta con fuerza su agujero entrenado por la experiencia de tantos encuentros clandestinos. Lo ha entrenado para moldarse a sus gustos, al placer que quiere y que puede darle. Nadie es capaz de hacerle hacer tales actos. Solo él.
Los movimientos se hacen mas rápidos, el calor mas intenso. Sus oídos ya no son capaces de reconocer la música, solo el sonido húmedo del chapoteo que produce la humedad del interior de Yuuji. Sus manos vagan hacia los pezones duros y húmedos, abusando de ellos con cada gemido lastimero que sale de los labios de su hermano.
La estola pica en su rostro, la silla se vuelca contra el suelo haciendo un sonido grotesco, aun en el interior de Yuuji da los pasos suficientes para llegar a alguna de las paredes de la habitación. Yuuji se sostiene apenas, antes de tomar la suave tela, enredarla en una de sus manos y jalar con fuerza.
El delgado cuello se aprieta y con ello un gemido que llena la habitación. El sonido de la música se ha ido, por lo que cada fuerte embestida es mas sonora. Los gemidos se oyen a la par de cada palabra lasciva sobre el cuerpo que somete. Que si su cintura es pequeña, que si su piel es como porcelana.
—Es que eres una puta Yuuji, mi puta...— dice a penas entre resuellos por la falta de aire, por el placer que lo embarga
Yuuji grita "Papi, papi, no pares de follarme". Sukuna sabe que eso es obra suya, que cada palabra y gemido lleno de pecado que sale de la boca de Yuuji es cada una de sus enseñanzas. El agujero que lo llena de placer se contrae sobre su pene cuando el orgasmo alcanza su máximo punto alto. Sus caderas se mueven insistentes para lograr el propio, deteniéndose solo cuando su semen lo llena profundamente, saliendo de ese interior húmedo con lentitud, solo para ver la sustancia blanquecina saliendo también lentamente.
Yuuji le sonríe como el sol en esa oscurecida habitación, Sukuna lo besa, lo besa tanto que ambos labios se ven mucha mas que hincados por la forma en que se devoran. Y es entonces que con la mirada; la de ambos, que sabe que también se verán ahí el día de mañana.
—¿Cómo te fue cariño? — escucha en cuanto entra a la habitación. Sukuna lanza su saco sobre una silla, caminando hasta la habitación si decirle nada a quien lo ha llamado.
—Estoy cansado— le dice cuando se da cuenta que camina a sus espaldas, sin dirigirle una mirada mientras se va a la ducha.
Bajo la cascada de agua fría recuerda cada acto que sucediera hacia poco tiempo, logrando que una erección cobrara vida en su pene. No evita el acto, lleva su mano sobre esta y la mueve hasta lograr la liberación dentro del cubículo de la ducha, con cada sensación aun fresca en su mente, del rostro indecoroso de Yuuji, de la forma en la que se abre su boca cuando el placer lo embargo o cuando tiene su pene entre sus labios. Termina insatisfecho porque quiere poseerle de nuevo, pero no hace más que volver a la cama y donde le da la espalda a su abnegada esposa.
Uraume acaricia la espalda de su esposo, puede ver la tensión en sus hombros, pero no sabe como disiparla, intenta infructuosamente que le vea, a usado su ropa interior mas sexy, pero eso siquiera es notado. Sukuna no puede hacerlo, no cuando el erotismo del cuerpo de Yuuji es lo que habita en su mente.
—Hoy no...— le dice con frialdad
—Está bien— responde la pobre mujer con un poco de pena y dolor —Buenas noches—
Y la luz se apagó.
Fin
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