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#Tus besos

[Hoseok]

Me sentía cómodo. Esa era la palabra. Cuando me abrió la puerta y lo ví, parado sonriéndome solo con su bata de estar en casa, todas las dudas que podía sentir desaparecieron como arrastradas por el viento. Luego de haber hablado —si podía llamar a eso una conversación— con Jae, me sentí desolado. Todo había sido tan confuso. Mientras me alejaba de la que alguna vez había sido mi casa pensaba cómo podía haber estado tan equivocado. Jae pensaba que lo de Wonnie era por despecho. Y me dolía que pensara eso. Se suponía que Jae me conocía. ¿Cómo podía pensar que haría algo así? Y para colmo con su hermano. Podía hasta entender cierta desconfianza por el tema del parecido físico entre ambos, pero de ahí a pensar que lo estaba haciendo por venganza era demasiado. Y uno pensaría que no debía importarme lo que él pensara después de haberme engañado como lo había hecho, pero si dolía. Me dolía el desengaño. El haber haber estado cuatro años con una persona a la cual se suponía que conocía para descubrir que no lo conocía ni un poco porque ni por un segundo creí que Jae podía llegar a pensar así de mí. Lloré como nunca cuando llegué a mi casa. Me sentía tan poca cosa. Siempre había intentado hacerlo feliz y él salía con eso. Y luego estaba Wonnie. Pensar en él me ponía de mejor humor, pero no quería que tampoco pensara que lo estaba usando como un sustituto de su gemelo.

Su llamada me había tomado por sorpresa. Wonnie era una persona sumamente reservada y hasta podía sentir lo que le había costado hacer esa llamada. Pero mi corazón se lo agradeció.

—Hoseok, hola. Soy Wonnie...

—Wonnie... Hola. ¿Pasó algo?

—¡No! Eh... yo... ¿Por qué preguntas eso?

—Bueno, es la primera vez que me llamas...

—Ah. Si. Lo siento. ¿Estás bien? ¿Estás resfriado?

Había estado llorando pero no podía decirle eso a él sin tener que omitir el motivo de mis lágrimas.

—No, no. No te preocupes...

—Emm, me preguntaba si podríamos vernos...

No había nada que quisiera más que eso.
Había oído ruidos en la sala y temí que fuera mi padre. No teníamos una buena relación y lo que menos quería era tener una pelea. No tenía ánimos de discutir con nadie porque en el estado en que me encontraba probablemente hubiera terminado llorando. Ya lo había dicho, era un llorón sin remedio.

Olvida lo que dije, yo... no sé en qué estaba pensando...

—Estaré en tu casa en media hora
—respondí rápidamente.

Corté la llamada y me asomé a la puerta de mi habitación. No escuché nada más así que me escabullí hacia el baño y me di una ducha rápida. Esa mañana había ido al salón a cambiarme el color del pelo y aún olía a tintura. Luego me vestí en tiempo récord y después de agarrar algunas cosas y tirarlas en mi morral, salí corriendo a verlo. Me sentía tan ansioso que tenía miedo de que mis nervios me jugaran una mala pasada. En el camino fui repasando lo que quería decirle, pero me distraje imaginando como lo vería, queriendo anticiparme a sus expresiones. ¿Qué querría decirme? ¿Jae lo habría llamado y por eso quería verme? Por un segundo me asaltó el miedo de que quisiera verme para decirme que no quería verme más. Y no tuve paz hasta que abrió la puerta y apareció ante mí luciendo todo precioso y sonriente. No tenía que tener miedo. No con él.

—Hola... —su hermosa sonrisa se extendió por toda su cara y su nariz se arrugó de esa manera que tanto me gustaba en él.

—Hola, Wonnie —dije levantando la mano e intentando que el corazón no se me saliera por la boca. De golpe había vuelto a tener quince años.

—Entra...

Lo seguí al interior de la casa.

—¿Café? —me preguntó.

Asentí y entramos a la cocina. Me senté en la mesada dando un salto. No sé por qué siempre hacía eso, pero definitivamente lo encontraba más cómodo que las sillas.

—¿Cómo has estado? —pregunté para romper el silencio. Quería escuchar su voz. Me quité el gorro y su boca se abrió en una O perfecta.

—Tu pelo... —dijo. Me llevé una mano a la cabeza, toqueteando mi cabello.

—Oh, si, lo cambié. ¿Te gusta?

Asintió despacio. —Te queda her... Muy bien. —El halago me hizo sonreír y volteé la cara porque ya la sentía caliente. Demonios. 

El olor a café se expandió por toda la cocina y aspiré con fuerza. Luego me pasó una taza. Café con crema. Todavía se acordaba de mis gustos. Eso me hizo querer abrazarlo y darle un beso. Uno que durara mucho.

—¿Cómo va eso de la exposición?
—pregunté para distraer mis pensamientos.

—Bien, estuve trabajando mucho, solo me resta darle los retoques finales al último cuadro. ¿Quieres verlo?

Por supuesto que quería verlo. HyungWon era muy talentoso con la pintura.

—Claro.

Me hizo pasar a su tallercito y me señaló el lienzo sobre el que estaba trabajando. Una pintura en blanco y negro que parecía una fotografía urbana.

—Wonnie, eso es genial... —Y era cierto. Todo lo que él hacía era genial.

—¿Lo crees? Estaba pensando en ponerle algo de color...

Lo miré, su perfil recortándose contra la ventana, su pelo oscuro escapando desordenado del rodete, su boca regordeta moviéndose para luego soltar una pequeña sonrisa. Mi pecho estaba por explotar, un calor subió por mi pecho y la ansiedad se me desbordó por dentro en olas incontrolables. Era ahora o nunca. No iba a perdonármelo jamás si dejaba pasar el tiempo. Mi cuerpo estaba en espera de algo más.

—Wonnie... —creí que lo había dicho para mí, pero cuando giró la cara, supe que lo había dicho en voz alta. Acorté la distancia entre nosotros y apoyé una mano en su nuca para besarlo. Suspiró contra mi boca, como si hubiera llegado de un largo viaje y por fin pudiera sentarse a descansar. Así me sentía yo. Y para mi dicha, me correspondió. Yo estaba temblando, entre emocionado y agradecido. Porque el beso que antes le había robado solo había sido apenas un anticipo, uno muy pequeño, de lo que iba a ser el siguiente. Fue un beso maravilloso. Uno inolvidable, uno revelador. Su boca amoldándose a la mía como piezas de rompecabezas que encajaban a la perfección.

—¿Me creerías si te dijera que imaginé esto algunas veces? —lo había imaginado demasiadas veces las últimas semanas y muy ocasionalmente antes, cuando aún sólo eran pedazos de una confusión que estaba ocupando terreno en mi imaginación.

Un hermoso rubor rosado pintó toda su cara e intentó desviar la mirada. Me encantaba cómo de golpe la timidez le ganaba la partida y quería esconderse de todo. Mis manos viajaban por su cara, una cara tan conocida, pero a la vez tan nueva para mi. Besé sus mejillas encendidas, esa nariz que tanto adoraba y su sonrisa. Tenía una sonrisa tan linda y pura que seguía preguntándome cómo es que había pasado tan desapercibida para mí cuando la tuve todo el tiempo bailando bajo mis narices. ¡Qué idiota somos en el amor! Quería aprenderme de memoria cada línea de ese rostro cincelado, me sentía incapaz de alejar mis manos de él.

Casi ni me di cuenta cuando caímos sobre el sofá. Su piel suave bajo mis dedos no me dejaban lugar para percatarme de nada más a mi alrededor. Lo sentí temblar bajo mi cuerpo y suspirar por lo bajo, susurrando mi nombre. Me sentía poderoso en su boca.

—Me gusta mucho tu olor —dije, descubriendo su cuello con mis labios y mi lengua. Todo parecía un sueño. Su mano se movió apenas y sus dedos tocaron mi piel. Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda.

—Yo... Me gustas, Hoseok, me gustas tanto que me duele..

Dios santo. Su voz se derramó por mi cabeza y no pude evitar sonreír. ¿Cómo podía una persona así ser real? ¡Qué ciego había estado! Me incliné para seguir besándolo, nunca podría cansarme de hacerlo.

—Tú también me gustas mucho, Wonnie.

Suspiró un poco más alto cuando cerré la mano en uno de sus muslos.

—Lo siento —me disculpé —¿estoy yendo demasiado rápido?

Lo cierto era que me estaba conteniendo para no asustarlo con el deseo que estaba sintiendo. Mi cuerpo estaba soltándose en la fiebre del momento y, a pesar de estar casi delirando por él, pude sentir que él estaba disfrutando del momento tanto como yo.

—No... No —dijo moviendo la cabeza. Asentí aliviado y volví a besarlo, aprovechando para pegarme más a él. Soltó un jadeo cuando me moví para sentir su erección contra la mía. Oh, dios...

Sus manos se movieron rápidamente y tiró de mi playera, así que me apresuré a quitármela para que no siguiera estorbando y no había terminado de desvestirme cuando me tiró en un beso casi violento. Wow. Pero más perplejo me quedé cuando sin dejar de besarme se fue incorporando hasta cubrirme con su cuerpo. Sus manos bajaron hasta la pretina de mis jeans y luego de soltar mi cinturón metió una mano por mi bóxer. Cerré los ojos y jadeé.

—Wonnie... —Ni siquiera sé si lo dije o lo pensé mientras su mano se movía suavemente por mi miembro. Estaba volviéndome loco y no creí poder seguir aguantando mucho tiempo más. Necesitaba sentirlo dentro mío.

Lo sentí forcejear con mis pantalones con la mano libre, pero al ver que no podía y sumado a mi impaciencia por seguir con las caricias, sacudí las piernas para después revolear el pedazo de tela molesto.

Wonnie se arrodilló a mi lado y regó mi abdomen de besos acolchonados y dulces.

—Nunca estuve con nadie antes —dijo con timidez—. Realmente no sé qué estoy haciendo, sólo sé que quiero besarte, Hoseok. Todo.

¿Cómo iba a ser capaz de manejar tanta ternura? No era merecedor de alguien así, pero quería serlo. Y prometí en silencio que si me daba la oportunidad iba a intentar todos los días de hacerlo el hombre más feliz del mundo.

Acaricié su pelo y le sonreí. Al parecer no podía dejar de hacerlo desde que crucé su puerta.

—Haz lo sientas ganas de hacer. Solo estamos nosotros dos y también deseo esto. Lo deseo mucho.

Lo deseo demasiado para ser verdad.

Me besó entero. Mi cuerpo se sentía demasiado pequeño ante la devoción que este ser humano excepcional y hermoso me profesaba. ¿Quién era yo y qué había hecho para hacer que él volteara a verme? ¿Por qué yo? Un hombre simple y casi aburrido. Un hombre que no podía ofrecerle nada de todo lo que él se merecía. Un hombre que había estado caminando dormido ante su amor. Que no había sabido darse cuenta de todo lo bueno que estaba dejando pasar. No podía renegar de lo que había amado a su hermano, pero sí podía intentar amarlo mucho más. Sus ojos me miraban con tanto amor que hizo que mi corazón se sintiera lleno.

Dibujó una línea de besos en mi pelvis y suspiré, feliz. Todo lo que pasó después, fue quizás, lo más intenso que experimenté en mi vida. Como si una ventana se abriera para dejar pasar la luz del sol. El amor debía sonar como sus risas y sus suspiros. Y entonces supe que no querría escuchar nada más por el resto de mis días. Su respiración agitada golpeando mis oídos, sus pequeños jadeos desordenados haciendo cosquillas en mi piel.

Quizás así se sentía estar enamorado.

Perdón, sé que es un capítulo un poco largo pero creí que ameritaba porque sólo queda un capítulo y adiós a una historia más.

Besos chiquis. Las quiero 💓

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