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#Patear el tablero

[HyungWon]

Pero yo quería hacerlo. Yo quería besarte, Wonnie.

'Yo quería besarte'. Tres palabras. Tres palabras que significaban un mundo para mí. Y a la vez no eran nada. No podían serlo. ¿Cómo podían ser ciertas? Quise echarme a reír. Era tan patético que hasta en ese momento, el momento con el que siempre había estado soñando, no podía dejar de pensar en que todo era una mala broma del destino. Por supuesto que era una broma. No una muy graciosa, pero una broma al fin. ¿Debería estar enojado? ¿Eufórico? Solo sé que estaba desorientado como la mierda. Por supuesto que Hoseok estaba confundido. El pobre había pasado por tanto con el idiota de mi hermano. El muy imbécil lo había roto. Había agarrado el hermoso corazón de Hoseok y lo había hecho un bollo para arrojarlo a la basura. Incluso ahora, mirándolo a la cara, no podía encontrarle sentido a sus palabras.

—No... No es necesario que hagas esto, Hoseok.

Hoseok dio un respingo y ladeó la cabeza unos milímetros. Era tan hermoso el condenado.

—¿Eh?

Di un paso hacia él, apoyándole una mano en el hombro.

—Escucha —lo miré como si estuviera aleccionando a un niño en el kinder—, sé que estás confundido. Cualquiera lo estaría en tu situación —Hoseok parpadeó varias veces. Sus labios cerrados y rosados... y tan apetecibles. ¿Cómo se sentiría besarlos? ¿Qué decía? Por supuesto que debía ser genial. La boca de Hoseok era perfecta. Mis ojos se desviaron con una facilidad vergonzosa y me obligó a apartar la mirada.

—Wonnie —dijo en voz baja. Mis ojos se movieron a los suyos—. ¿De qué hablas?

—¿Qué? —Wow. Estaba casi en trance—. Ah, si. eso —me rasqué la nuca y me aparté de él.

—¿Piensas que te besé porque creía que eras él?

Bueno. En mi cabeza tenía sentido. Asentí.

—¿De veras piensas que haría algo así? Salí cuatro años con tu hermano. Creo que se diferenciarlos a esta altura. Mentiroso.

Mi cabeza estaba hecha un embrollo.

—No, Hoseok. Estás confundido.

—Puedes repetirlo todo lo que quieras —se acercó a mí, su perfume estaba ganando la batalla. No te acerques. Por favor—. Pero yo no miento, Wonnie. Créeme. Sé que puede parecer precipitado... —Sus manos se cerraron en mis muñecas. Estaba temblando. Aunque quizás era yo. O ambos—. Y no quiero que pienses que estoy jugando contigo.

Estaba tan cerca. Tan cerca. Podía verme cediendo. ¿A quién quería engañar? Ya había caído por él. Desde el día en que lo ví por primera vez, con sonrisa gigante y sus ojitos risueños.

—Wonnie, por favor, ¿puedes mirarme?

Moví la cabeza, negándome a hacer tal cosa. No quería que viera que estaba derrotado.
Sentí sus dedos en mi barbilla.

—Hey... —dijo con suavidad—. ¿Por favor?

Mis ojos estaban empañados. Ya había dicho que era patético.

Hizo una mueca y apretó mis dedos con los suyos. —Está bien —dijo al cabo de unos segundos—. Lo siento. No debí presionarte.

Parpadeé con fuerza intentando ahuyentar las lágrimas. Lo ví fruncir la boca y suspirar. Yo no podía hablar. Solo escuchaba los latidos de mi corazón en mis oídos.

—No me odies. —Dijo caminando hacia la puerta.

No te vayas...

—¿Qué te sucede?

Levanté la mirada de mi plato. Se Jun estaba parado apoyado en la mesada, mirándome.

—No es nada. Sólo me duele un poco la cabeza.

Asintió y fue hasta el baño para volver con una cajita de analgésicos.

—Gracias —le dije cuando me dio uno junto con un vaso con agua.

—Has estado muy ocupado con esto de la exposición. Deberías dormir un poco más.

Asentí en silencio y me tragué la pastilla.

—Tienes razón. Quizás solo necesite descansar un poco.

—Por supuesto. Vamos a dejar nuestra noche para otro día, ¿si?

—No es necesario que te vayas...

Sonrió y caminó hasta pararse detrás mío, pasando los brazos por mis hombros y recostando su cara en mi cuello. —Quiero que descanses, yo solo te distraeré.

Dejó un beso en mi mejilla y levantó los restos de la mesa.

—Deja eso, yo lo haré mañana —dije parándome para quitarle el plato de las manos.

—Nada de eso. Vamos. Tú a descansar. Yo me iré a casa ahora. Te llamaré mañana, ¿si?

—Está bien... Gracias.

Se giró y me dió un beso fugaz. Un beso. Y salió dejándome solo.

Me metí en el taller y me acosté en el sofá. Abrazándome la cintura con las manos. Sentía frío. Era curioso. Estuve toda la tarde con Hoseok, sintiéndome todo cálido por dentro. Y ahora parecía que mi temperatura interior había descendido hasta parecer un maldito congelador.

'No me odies'. Ja. Como si eso fuera posible. Si yo lo amaba, ¿cómo iba a odiarlo? Así me arrancara el corazón y se lo diera de comer a Lee Crow, seguiría amándolo. Estúpidos sentimientos masoquistas. El celular vibró en mis pantalones.

—Hola...

Un chillido me hizo apartar el teléfono del oído.

—¡Min, cielos! Pareces una banshee. Me dejaste sordo.

Una risita animada salió del aparato.

—¡Tengo algo que contarte! —chilló.

—Yo también —dije incorporándome.

—¿Quién va primero?

—Tú llamaste —dije.

—Los dos juntos, a la cuenta de tres. 1,2, 3

—¡Honey me beso / Hoseok me besó!

Silencio.

—¿Qué? —dijimos los dos al unísono.

—Espera, Min. ¿Honey te besó? —me levanté de un salto. Mi amigo llevaba enamorado de Honey desde la primaria.

—Eso puede esperar, ¿cómo que Hoseok te besó? Ay, espera. Haz café. Estoy en camino.

No me dio tiempo a nada que ya había colgado.

Veinte minutos después, Min apareció remolcando a una Wheein en pijamas. Me los quedé mirando parado en el umbral.

—¿Era necesario que la sacaras a la calle así vestida? —pregunté agarrándola de la mano para meterla a la sala.

—Dijo que era algo de suma importancia —dijo mi amiga tirándose en el sofá y abrazándose a uno de los almohadones.

—Ay, Wonnie, dile lo que me dijiste en el teléfono.

—Primero —dije abrazando a Min— felicitaciones. ¡Así que tu deseo se cumplió!

—Esperen —Wheein puso una mano en alto—,  ¿de qué me perdí?

—¡Honey lo besó! —exclamé. Wheein arrojó el almohadón y gritó.

—¿Qué? ¿En serio, Min? —dijo sacudiendo a mi amigo por los hombros.

Min asintió con una sonrisa que podría haber rivalizado con la del guasón.

—¿Cómo fue? —preguntó.

—No, no. Espera un poco. —Min me miró—. Vamos, escúpelo.

Mi sonrisa se borró de inmediato. Negué con la cabeza y me giré para ir a la cocina.

—Ven aquí, no te vas a escapar.

—¿Hay más chisme? —gritó Wheein desde la sala.

Escuché unos murmullos y luego otro grito. Min no podía mantener la boca cerrada. Ambos aparecieron corriendo en la cocina.

—Van a matarme de la emoción —Wheein se dejó caer en la silla dramáticamente—. Los odio. A mi no me besa nadie. Ahora, ¿cómo es eso de que Hoseok te besó? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?

—Basta, chicos. No es lo que están pensando...

—¿Sus labios tocaron los tuyos? —Wheein me apuntó con la cuchara de café.

Rodé los ojos. —¿Y eso qué tiene que ver?

Min golpeó la mesa. —Voy a matarte. A ver, princesa, el hombre de tus sueños, el protagonista de tus fantasías triple X —le lancé un repasador a la cabeza—, el amor de tu vida te besa y tú en plan, son cosas que pasan todos los días. Escúchame, playboy de cotillón, ¿qué pasó? Y quiero todo con lujo de detalles.

Quise protestar, pero mis dos amigos me miraban cruzados de brazos y con caras de que irían a cometer un asesinato en cualquier momento.

—No sé, vino a hablar conmigo esta tarde. Yo estaba con Se Jun...

—Oh, Se Jun —dijo Wheein—. Me había olvidado de él...

—Cuestión es que vino diciendo que quería hablar conmigo, Se Jun se despidió y nada. Hablamos. Conversamos sobre lo que había pasado. Luego fuimos al taller. Estuvimos toda la tarde juntos...

Min codeó a Wheein y ambos sonrieron.

—Basta, idiotas. —Los reté.

—Si, si, bla bla, pinturita, charla... ¡Salta a la parte del beso que a eso vinimos, Casanova! Increíble, hace un mes estabas a dos velas y ahora tienes a dos bombones peleando por tu amor. —Dijo Min y comenzó a aplaudir.

—¿Vas a continuar con el show o sigo hablando?

—Perdón, perdón. Sigue.

—Bueno, cuando se estaba por ir me preguntó si podía abrazarme...

—Clásico. —Dijo Wheein.

—Y nada... En un momento levantó la cara y me besó.

¡Ahhhhhh! —Gritaron ambos.

—Un grito más y se van —golpeé la mesa.

—¿Entonces? ¡Continúa, maldita sea! —gritó Min desesperado.

—Y eso fue todo.

Ambos se miraron. —Ay, voy a morir, escúchame, cielo de mi vida —Wheein se levantó y me agarró la cara entre sus manos—. ¿Vas a decirme que estuviste como una magdalena durante cuatro años, llorando por los rincones por el musculoso con cara de conejo para que te dé un beso y tú NADA? ¡Dime que al menos le agarraste las nalgas!

Me encogí de hombros. No sabía qué decir.

—Chicos, yo estoy con Se Jun...

Min cerró los ojos y asumió la posición de loto para intentar calmarse y no arrancarme las tripas con un tenedor.

Wheein levantó las manos al cielo y gruñó.

Iba a ser una larga noche intentando defender mi caso contra dos jueces que ya me habían sentenciado.

Hoseok…

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