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#El corazón en la mano

[HyungWon]

Casi veintiún años.

• ̶N̶u̶n̶c̶a̶ ̶h̶e̶ ̶t̶o̶m̶a̶d̶o̶ ̶d̶e̶ ̶l̶a̶ ̶m̶a̶n̶o̶ ̶a̶ ̶n̶a̶d̶i̶e̶
̶•N̶u̶n̶c̶a̶ ̶h̶e̶ ̶t̶e̶n̶i̶d̶o̶ ̶u̶n̶a̶ ̶c̶i̶t̶a̶
•N̶i̶ ̶s̶i̶q̶u̶i̶e̶r̶a̶ ̶m̶e̶ ̶h̶a̶n̶ ̶b̶e̶s̶a̶d̶o̶

Casi veintiún años y ya había tachado las tres cosas que antes me pesaban demasiado. Haber crecido a la sombra de un hermano gemelo que era perfecto —ante mis ojos, claro está—, había sido algo con lo que había tenido que aprender a convivir para sobrevivir en mi piel. SungJae. Jae. Mi hermano, mi amigo, mi compañero. Mi hermoso, brillante, alegre, encantador y carismático hermano gemelo.
Y el modelo que secretamente siempre quise ser desde que Hoseok entró a nuestra vida para alborotárnosla con sus sonrisas fáciles y su hermosa manera de ser.

Lo había amado desde esa mañana en que había cruzado la puerta del aula y lo seguía amando cuatro años después. Sólo que con más intensidad. Si eso era posible.

Siempre tuve esta confianza innata de que mi persona vendría cuando se suponía que debía hacerlo. Y lo hizo. Ni tarde ni temprano. Sólo llegó, aunque no de la manera que hubiera querido. Estando ahí, con sus brazos alrededor de mi cintura y sus labios sobre los míos, me sentí el espectador de la mejor película del mundo. Hoseok era la estrella más brillante de toda la película, mi actor favorito. El único protagonista de la historia. Sus besos frutales eran suaves y delicados, perfectos. Mi boca ya los conocía. Dicen que cuando uno se imagina algo por demasiado tiempo, acaba por creérselo. Y, en parte, eso era cierto. Cuatro años soñando que mi hermano era yo, muriéndome por tomar su lugar en los brazos del chico musculoso y amable que me desordenaba la vida sin saberlo. El que me hacía suspirar y morir de amor con cada gesto que hacía, el que me tenía al borde de la agonía por los rincones de la casa con su pelo desordenado y sus camisetas deportivas. Me creí sus besos, me creí cada caricia que me había dado en mis fantasías. Mis sueños estaban materializándose de una manera tan perfecta que por un segundo me asaltó la duda de no estar despierto. Abrí los ojos. Si todo era un sueño iba a ser difícil despertar a la realidad. Porque Hoseok siempre fue mi sueño. El único que había ocupado mi cabeza. El único que quería que se hiciera realidad.

Uno, dos, tres segundos. Mi corazón dio un salto violento y cayó sobre él.

—¿Me creerías si te dijera que imaginé esto algunas veces? —murmuró.

No sabía hacia dónde mirar. Mi cara estaba encendida y me estaba costando pensar en otra cosa que no fuera en sus manos acariciando mi cara, en su boca besando mis mejillas, la punta de mi nariz.

Sus ojos sonreían, todo él sonreía. Me estaba sonriendo a mí. Sus dedos delineando mi barbilla, el lóbulo de mis orejas, acomodando mi pelo rebelde.

Habíamos caído al sofá en medio del beso. Mi bata se había medio abierto por culpa de sus caricias y yo estaba totalmente acabado. Me pesaba el corazón de tanto desearlo y no estaba seguro de poder continuar con esa sesión de amor, porque cada beso me quitaba el poco oxígeno que me quedaba. Me sentía como si hubiera estado corriendo por mil años. Mis piernas temblaban. Todo mi cuerpo lo hacía. Quería gritarle que lo amaba con cada partícula de mi ser. Dejó algunos besos por mi cuello. Mis suspiros se habían descontrolado mucho tiempo atrás y él se los había tragado todos y cada uno de ellos.

—Me gusta mucho tu olor —dijo, su voz hizo cosquillas en mi piel. Me estremecí involuntariamente. Mis manos estaban fijas en sus costados. No sabían por dónde empezar a tocarlo. Era la única prueba que tenía de que todo eso estaba pasando. Que su cuerpo estaba sobre el mío, que era yo a quien él estaba besando. La punta de mis dedos quemaban por explorarlo completo, pero yo estaba tan abrumado por la felicidad que me estaba costando desentumecer mis emociones. Moví la mano, su camiseta se levantó y la suavidad de su piel me golpeó con fuerza. No era como en mis sueños. Nada era como lo había imaginado. Todo era mil veces mejor. Su olor era sublime, su piel quitaba el aliento, sus caricias eran de otro mundo... Pero encajaban a la perfección en el mío. Porque Hoseok era mi mundo.

—Yo... —Mi cabeza estaba embotada con todas las cosas que quería decirle pero las palabras estaban enredadas y no podía ordenarlas para soltarlas—. Me gustas, Hoseok, me gustas tanto que me duele...

Me miró a los ojos y sonrió. Sus ojos marrones fijos en los míos. Se inclinó y atrapó mis labios una vez más entre los suyos. Pude sentir sus manos grandes acariciando mis piernas sobre la tela de mi bata. Despacio, fuertes y calientes.

—Tú también me gustas mucho, Wonnie.

Sin dejar de besarme, sus manos encontraron mi piel entre la tela y su agarré se afirmó en mi muslo. Solté un pequeño suspiro asombrado. Su mano se detuvo y me miró.

—Lo siento —dijo—. ¿Estoy yendo demasiado rápido?

Mi mente estaba tratando de ignorar el bulto que sentía contra mi pelvis y el hecho de que él probablemente también estaba sintiendo el mío en la suya.

Negué con la cabeza, algo asustado de que creyera que estaba haciendo algo mal.

—No... No.

Asintió y volvió a besarme. Sus manos ahora se movieron con más libertad sobre mis piernas, sobre mis caderas... Hizo un movimiento hacia arriba y nuestras erecciones se frotaron. Jadeó quedamente sobre mi boca y me abandoné a las sensaciones. Tiré de su remera hacia arriba, quería sentir su piel sobre la mía. Se incorporó apenas y se la quitó, arrojándola hacia cualquier lugar y volvió a tumbarse encima mío. Su piel estaba tibia,  pero yo seguía temblando. Mis ojos lo barrieron por completo y su perfección me dejó perplejo. Ya lo había visto en ropa interior antes, en mi antigua casa, cuando se paseaba por la cocina para desayunar, pero mis miradas eran furtivas. Eran miradas culposas. Porque ese cuerpo no era mío para deleitarme. Pero ahora estaba ahí, expuesto para mí, para mis manos y mi boca. Y ese pensamiento hizo que algo en mí se pusiera en marcha. Solté un gemido de satisfacción y poniendo una mano en su nuca, lo arrastré hasta mi boca para devorarlo entero. Ya había estado quieto demasiado tiempo. Se sorprendió, lo pude sentir, pero me correspondió y fue tan satisfactorio para mí que sin poder contenerme, me incorporé hasta dejarlo tumbado y me colé entre sus piernas. Mis dedos, temblorosos, pero ya firmes y con un propósito, soltaron su cinturón y simplemente lo hice. Mi instinto solo me guió, haciendo a un lado mi inexperiencia y mis temores. Mi mano se coló entre sus boxers. Creo que ambos jadeamos al mismo tiempo. Miré hacia arriba y por un segundo deseé agarrar mi pincel y retratarlo. Sus ojos estaban cerrados y sus dientes hacían presión en su labio inferior. Nunca había visto nada tan perfecto como él.

—Wonnie... —dijo entre suspiros. Era un sonido hermoso que resonaba como un eco en mi cabeza. Estaba haciéndolo suspirar. Era algo increíble. Moví la mano despacio, mis dedos memorizando la textura aterciopelada de su miembro. Se sentía grande, grueso y suave en mi mano. Mi boca estaba reseca. Dejé un camino de besos en su cuello. Su mano se enterró en mi pelo y se movió apenas, jadeando.

Ya impaciente, con la mano libre empecé a forcejear con sus jeans y él dejó escapar una risita. Tragué con fuerza y regañadientes quité la mano de su miembro y tiré con fuerza de sus pantalones que también fueron a parar a algún lugar de mi taller junto con sus medias de conejos. Y nuevamente mi atención se volvió hacia él. Acostado en mi sofá, rodeado de mis cuadros y de potes de pintura. No sabía qué estaba haciendo o si estaba haciéndolo bien, pero mi cuerpo se mandaba por sí solo y pronto me vi arrodillado a su lado, besando su abdomen y acariciando sus fuertes piernas. Nunca había estado con nadie de esa manera y nunca querría estarlo con nadie más. Sólo con él. Para siempre.

—Nunca estuve con nadie antes —dije a modo de excusa—. Realmente no sé qué estoy haciendo, sólo sé que quiero besarte, Hoseok... Todo.

Su mano acarició mi cabeza y sonrió.
—Haz lo sientas ganas de hacer. Solo estamos nosotros dos y también deseo esto. Lo deseo mucho...

Se incorporó para besarme y nuevamente me vi arrastrado por el deseo de meterme dentro suyo. Hoseok parecía despertar todos mis sentidos. Lo besé. Besé su boca, su cuello, sus clavículas, sus hombros, su pecho, su abdomen... Mis ojos se anclaron en el sur de su cuerpo y pasé saliva con fuerza. Estiré un dedo y lo afirmé en el elástico de su bóxer. Hoseok se removió un poco y suspiré, más enamorado que antes. Aunque técnicamente eso era imposible. Dejé un beso en la línea de su pelvis y lo miré. Sus ojos chocolate ahora eran más intensos y brillantes. Su pelo estaba alborotado y sus mejillas encendidas.

Esa imagen iba a quedar para siempre impresa en mi corazón como el momento más perfecto y feliz de mi vida. Hoseok...

Honestamente estoy conforme cómo quedó el capítulo y pensé en hacerlo más lemon pero... no sé, ustedes qué dicen para el próximo? Aclaro que deben quedar dos capítulos más y adiós a los gemelos Chae ❤️

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