#Café
[HyungWon]
Sus hoyuelos eran una cosa de locos. Hacía un mes que estaba viéndome con Se Jun y me sentía fenomenal. Teníamos muchas cosas en común y me sentía a gusto con él. Aunque una parte de mí sabía que lo hacía para intentar erradicar a Hoseok de mis pensamientos. Había estado dando vueltas por mi cabeza por tanto tiempo que su presencia se había apoderado de cada rincón de mis pensamientos. Había optado por ocultarme de él. Aunque me moría de ganas de verlo. Lo extrañaba. Ahora, ¿qué era exactamente lo que extrañaba de él si nunca había sido mío en primer lugar? Y la respuesta era siempre la misma. Todo. Su voz, sus risitas, sus ojitos preciosos.
—¿En qué piensas? —Se Jun me sonreía desde el otro lado de la mesa.
—En que tienes unos hoyuelos muy lindos... —su sonrisa se ensanchó y se levantó para caminar hasta mi lugar, sentándose sobre la mesa de modo que yo quedara entre sus piernas.
Se inclinó y me dio un beso. Besarnos se había convertido en una de mis actividades favoritas del día. Si hubiera sabido de lo que me estaba perdiendo, no hubiera sido tan quisquilloso y hubiera besado a algunos de los chicos que se me habían insinuado en el pasado. Claro que yo en ese momento sólo quería besar a una sola persona. Una persona que estaba besando a la versión afortunada de mi.
—¿Quieres que veamos una película esta noche? Podría quedarme a dormir.
Quedarse a dormir... ¿Estaba preparado para dar un paso así? Yo era virgen todavía y no estaba muy seguro de querer dejar de serlo todavía. Podía escuchar las palabras de Min como si el estuviera en la sala.
¡Hazlo! ¡Dile que sí, mira lo que es!
—Claro...
El timbre me sacó de mis vacilaciones y me dirigí a la puerta.
Mi impresión fue demasiado grande cuando abrí la puerta y vi a Hoseok parado en la entrada, con las manos en los bolsillos y una gorrita negra encasquetada hasta las orejas.
—Hola... —dijo y sonrió. Mi corazón se agitó de alegría.
—Hoseok, ¿qué haces aquí?
—Bueno... pensé que podíamos hablar.
Miré hacia atrás. Se Jun aún estaba en la sala.
—Em... no sé si sea un buen momento...
Se Jun apareció a mi lado y sonrió.
—Hola, soy Se Jun —estiró una mano que Hoseok tardó en tomar.
—Hola... —me miró— No sabía que estabas con alguien. —Hoseok se disculpó—. Vendré en otro momento.
—Oh, no te preocupes por mí —dijo Se Jun poniéndose el abrigo—, yo debo irme ahora.
—Se giró hacia mí y me dio un beso rápido—. Te veo esta noche.
Hoseok desvió la mirada y la clavó en la alfombra de la entrada.
—Pasa...
Lo guié hasta la cocina sin saber muy bien qué hacer a continuación. Hacía más de un mes que no tenía a Hoseok tan cerca mío y su presencia estaba afectándome. Muy a mi pesar.
—¿Café? —le pregunté sin mirarlo.
—Un café estaría bien...
Lo preparé con crema porque sabía que le gustaba. No sé qué buscaba al hacerlo, creo que simplemente cedí a mis deseos antiguos de complacerlo. Aún buscaba agradarle. Era un idiota.
—¿Cómo sabías que me gustaba con crema?
—Creo que una vez lo mencio... —Tarde. Me había delatado de nuevo.
Hoseok lo notó y juntó los labios formando una línea. Tomé asiento frente a él, pero no me atrevía a mirarlo a la cara. La vergüenza que siempre había sentido por haberme fijado en él cuando estaba prohibido para mí, volvió con una fuerza renovada.
—Wonnie...
Levanté la mirada. Tenía las mejillas levemente coloradas pero quizás se debía al frío.
—Yo quería hablar contigo.
Asentí sin decir nada. No tenía idea de qué decir tampoco.
—Sobre esa noche...
Quería huir. O esconderme para siempre.
Pero sólo me limité a asentir y a quedarme callado.
—Primero, antes que nada, quiero pedirte perdón.
Lo miré y luego me concentré en la taza de café.
—No tienes por qué. Tú no hiciste nada, Hoseok.
—Me fui sin decirte nada. Prácticamente salí corriendo de tu casa.
—Puedo entender por qué lo hiciste. No te sientas mal. Debería ser yo quién te pidiera disculpas.
—No, Wonnie. No te estoy pidiendo que lo hagas. Pero yo no actué bien, debería haberme quedado contigo, escuchar lo que tenías para decirme.
—¿Con qué fin? Creo... Creo que fue lo mejor. Que te fueras.
—Yo no sabía lo que sentías.
Tragué con fuerza el nudo que estaba formándose en mi garganta.
—Y no deberías haberlo sabido nunca.
—No digas eso, Wonnie.
—Mira lo que causó que yo abriera la boca. Todo cambió.
—No puedes pensar que lo que pasó fue por eso. Sabes que fue Jae el que alteró todo el panorama.
Negué con la cabeza. —No importa ahora. Así que no te preocupes por mí.
—Pero sigues sin hablar conmigo...
—No tengo mucho que decirte —dije y era verdad.
—¿Así va a ser todo de ahora en adelante? —sus ojos tristes solo estaban rompiéndome más por dentro. Era tan hermoso. No quería seguir mirándolo porque iba a terminar confesándome una vez más.
—Yo... No sé qué esperas que te diga. Esa noche actué por impulso. Ni siquiera lo pensé. No quise ponerte incómodo.
—Wonnie, mírame. Las cosas no tienen por qué cambiar entre nosotros. Todavía podemos seguir siendo amigos.
Amigos. ¿Por qué esa palabra se me hacía tan horrible viniendo de su boca?
—Claro...
—¿Volverás a sentarte con nosotros en el almuerzo? Todos te extrañan.
—Lo pensaré. —Mentí. No iba a poder soportar tenerlo tan cerca y fingir que nada me pasaba con él. No cuando ya todos sabían que estaría mintiendo.
Sonrió. Sonrió como solía hacerlo cuando aún estaba con mi hermano. Una sonrisa sincera y fatal para mí.
—Así que ahora tienes un novio... Es lindo.
Asentí, evitando su mirada. Esa camaradería amistosa todavía me desorientaba. ¿Podía llegar a verlo como un amigo alguna vez?
—Si, lo es.
—¿Cómo lo conociste?
Borracho. En un bar. Pensé que eras tú.
—En una fiesta que me llevó Min.
—¿Jae lo conoce? —mi expresión se endureció.
—No hablo con Jae.
—¿Por qué no? Wonnie, es tu hermano.
—¿De veras quieres saber por qué ya no hablo con él?
Hoseok dio un sorbo a su café y se hizo pequeño en la silla.
—¿Tú... ¿Él lo sabe? —su pregunta era legítima.
—No. Al menos no de mi boca. Igual no te paniquees, si se hubiera enterado no hubiera perdido la oportunidad de mortificarme.
Hoseok chasqueó la lengua. —De todas formas eso ya no es de su incumbencia.
Pero le dolía, podía verlo en sus expresiones. Y su dolor me dolía más a mí que a él.
—¿Tú... ¿Cómo has estado?
Sus hombros se alzaron y recostó la cabeza en su mano.
—No lo sé. Aunque creí que iba a estar peor, pero tampoco voy a mentir diciendo que estoy viviendo mi mejor momento.
—Entiendo. No debe ser fácil. Lo siento. Sabes, debí estar ahí para ti —me miró— me refiero a como amigo.
—No te preocupes, a veces las cosas no salen como uno espera. Pero todo mejorará, eventualmente. ¿Cómo estás yendo en la uni?
—Bien, fue un mes intenso. Estoy por exponer algunas de mis pinturas... —su sonrisa se ensanchó para mí.
—¡Wonnie, eso es genial!
—No es mucho, es una pequeña exposición que organiza la universidad, pero irán algunas personas importantes.
—Estoy orgulloso de ti —dijo—, tú lo mereces.
—¿Quieres ver algunas de las pinturas?
Asintió con entusiasmo y saltó de la silla para seguirme a mi pequeño atelier. Quizás si había futuro para nuestra amistad. El tiempo se encargaría de ello.
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