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Capítulo 4. Omega en apuros

Al llegar la noche a la ciudad las luces se encendían y daban paso a la vida nocturna. Restaurantes, cines, discotecas, pero sobre todo bares entraban en su apogeo.

Y era en uno de estos últimos donde se podían ver dos omegas pasando el rato, uno de cabello morado y ojos rubí y otra rubia de ojos rosas. Ambos parecían estar discutiendo seriamente sobre algo.

– Te está cortejando– insistía la rubia con una mano sobre su cabeza y la otra sujetando un vaso de cerveza recién empezado.

– Que NO me está cortejando– negaba el peli morado una y otra vez, nuevamente tratando de autoconvencerse.

– Mira, repasemos los recientes acontecimientos de nuevo– dijo ya exasperada de la negación de su amigo–. Este muy guapo Alfa que esta SOLTERO– quiso remarcar la chica– pasa enviándote regalos durante toda la semana, ¿y dices que no te está cortejando?– miró al contrario con el ceño fruncido que se encogía de hombros–. Sólo faltó que te enviara materiales de anidación o una de sus camisas, ¡¿y tú dices que ESO no es cortejo?!

– Ya te dije que solo estaba siendo agradecido– repitió Bonnie por enésima vez sintiendo sus mejillas rojas al pensar en todos esos lindos detalles que su alumno favorito estuvo dándole en nombre de su padre.

– ¿Y cómo explicas lo de su número de teléfono y encima su teléfono personal?– Ann seguía intentando que viera las pruebas delante de sus narices.

– Que es solo para emergencias por si Connor se vuelve a enfermar– la omega lo miró con cara de querer ahorcarlo, no podía creer lo muy ciego que era su amigo.

– ¿Ah, sí? ¿Entonces por qué te lo dio solo a ti?- dijo ella triunfante.

– Porque yo soy el maestro de Connor, ¿que no es obvio?– ella estaba harta y se pegó en la frente con la mano.

– ¡Un Alfa rico y muy guapo te está cortejando, YA ACEPTALO!– gritó la rubia ya hastiada de la actitud negativa de su amigo.

Bonnie estaba agradecido de que en The Pirate's Cove (que así se llamaba el bar) siempre hubiera música lo suficientemente alta como para que nadie oyera los asuntos de los demás. O eso creía él, porque alguien si escucho el grito de su amiga y no tardó en acercarse a la mesa.

– Pero bueno, miren qué tenemos aquí– ambos omegas voltearon y ahí estaba un Alfa que los miraba de soslayo.

Un hombre muy alto, casi de dos metros, con cabellos rojos como la sangre y ojos ambarinos que combinaban con un brillante colmillo de oro que asomaba por su boca en una sonrisa socarrona. Este Alfa era Foxy Sanders, Fox para los amigos, el dueño de este bar y viejo conocido del pelimorado.

– Oh, hola, Fox, ¿cómo estás?– Ann, siendo siempre tan alegre y amigable, no dudó en saludar al pelirrojo, mientras que Bonnie simplemente se limitó a saludar con la mano al Alfa.

– He estado bien, gracias– su mirada se fijó rápidamente en el pelimorado y su sonrisa se ensanchó–. Vaya, hacía tiempo que no te veía, Bonnie, ¿cómo has estado?– el pelimorado solo dio una sonrisa algo incómoda tratando de que no se notara a pesar de que sabía que su olor ácido podría delatarlo.

Él y Fox habían salido durante la secundaria, pero las cosas empezaron a ponerse algo feas y tuvieron que terminar por el bien de los dos, o así lo había dejado claro el omega. Aun así, después de unos años volvieron a ser amigos, aunque sería más fácil si Fox simplemente dejara de hacer esas insinuaciones hacia Bonnie sobre volver a intentarlo, ese zorro era más terco que una mula.

– Hola Fox– dijo al fin soltando el aire retenido–. Pues he estado bien, ya sabes el trabajo y eso... – dijo intentando ser amable.

– Ah, al final lograste el trabajo en esa guardería, ¿qué tal los mocosos? – el omega frunció el ceño al oír aquello, sabía que no iba con maldad, pero no iba a dejar que llamara "mocosos" a sus angelitos.

– Oh, bien, Bonnie ha estado más que bien– Ann sabía lo que Fox tramaba con su amigo, no por nada ella era su mejor amiga y le había contado todo sobre su pasado, así que decidió decir unas cosas para desanimarlo y de paso cambiar el tema–. Bonnie tiene un pretendiente muy guapo.

– ¿Pretendiente?– dijo Fox levantando una ceja mirando a la chica.

– N-No es eso, en realidad...– Bonnie volvía a ponerse nervioso.

– Sí~– insistía la fémina con su cabeza recargada en sus manos–. Es un Alfa muy apuesto y adinerado que ha estado cortejando a Bonnie, enviándole muchos regalos costosos– quizás ella estaba exagerando un poco, pero necesitaba dejar en claro que Bonnie ya no estaba disponible y menos para él.

–Ann, shhh, ya te dije que el señor Smith solo está siendo amable– le recriminó Bonnie en un susurro, a pesar de que Fox estaba delante, aunque con la mirada perdida.

Smith... ¿de dónde le sonaba ese apellido?

(...)

– ¿Seguro que *hip* no quieres que compartamos el taxi?– decía la rubia medio borracha, quizás ella había bebido un poquito de más con tanta charla.

– No te *hip* preocupes, yo llamare uno, vivimos *hip* en distintos lados de la ciudad después de todo *hip*– Bonnie también se había pasado un poco de copas, aunque parecía todavía en sus cinco sentidos, o eso creía él.

Bonnie se despidió de su amiga y luego tomo su teléfono para llamar al taxi.

– ¿Por qué la pantalla se *hip* mueve?– sacudió su cabeza para ver si su vista se arreglaba y marco el número.

Esperó unos segundos, esperaba que hubiera algún taxi disponible a esas horas, aún no daba la media noche pero las calles estaban oscuras. Si fuera por él podría ir hasta andando a su apartamento, pero a cada paso sentía que se iba a caer, mejor iba en un coche.

– ¿Hola?– dijo una voz ronca al otro lado de la línea, pero Bonnie solo sintió alivio al ver que le contestaron.

– Buenas noches, me gustaría pedir un *hip* taxi a nombre de Bonnie Valentine, me encuentro frente al bar The Pirate's Cove en el centro de la ciudad...– no pudo seguir dando detalles cuando una mano firme y gruesa se apoyó en su hombro.

– Espera, Bonnie– él volteo y vio a Fox que lo llamaba.

– ¿Qué es lo que *hip* quieres, Fox?– dijo Bonnie de mala gana, ya estaba muy ebrio y cansado como para fingir amabilidad ante él.

– ¿Estás llamando un taxi? Sabes que eso puede ser peligroso en tu estado– le dijo con un claro tono de preocupación fingida para luego acercarse más, casi acorralándolo contra la pared más cercana–. ¿Por qué no dejas que un Alfa fuerte como yo te lleve? Me aseguraré de que llegues... a salvo~– dijo el tipo de manera presumida y un tanto coqueta, su aroma a carbón quemado con toques de vainilla disgustaba a Bonnie, a pesar de que su omega aún reaccionara casi instintivamente a él.

– Sí, mira, creo que *hip* rechazaré la oferta, gracias– Bonnie iba a regresar a hablar por su teléfono, pero lo único que escucho fue como le habían colgado–. Ugh, genial *hip* por tu culpa me he quedado sin taxi– lo miró con mala cara, pero el contrario solo pudo sonreír triunfante.

– Ahora sí puedes tomar en cuenta mi amable oferta– insistió el pelirrojo acercándose más, Bonnie había chocado con la pared tratando de alejarse de él–. Yo puedo llevarte en mi auto, ven.

Fox lo tomó del brazo para guiarlo a hacia su coche, pero Bonnie, que no quería nada de él, empezó a intentar zafarse de su agarre, pero con su obvio estado de ebriedad y a parte de que su fuerza de omega no podía compararse con la bruta de Alfa de Fox, no tenía muchas posibilidades.

– Ya te dije que no, ¡suéltame!– se quejaba muy molesto.

– Bonnie, no hagas esto, la gente pensara...

– ¿Que me estas *hip* forzando a hacer algo que no quiero? Pues eso es exactamente lo que estás *hip* haciendo– el omega seguía intentando separarse pero solo conseguía que el pelirrojo forzara más su agarre, tirando de él contra su voluntad.

– Sólo quiero ayudarte, deja de ser un desagradecido– estuvo a punto de voltearse para doblegarlo y hacer que dejara de quejarse, pero entonces un lujoso auto de color rojo que venía a toda velocidad se estacionó justo frente a ellos.

De él bajó un hombre casi tan alto como el pelirrojo con una expresión totalmente molesta que hizo trastabillar al otro alfa.

– ¡¿Qué le está haciendo a ese omega?!– el tipo emanaba un aura que daba miedo y su olor a bosque quemado solo significaba peligro–. ¡Suéltelo ahora mismo!

– Oye, amigo, no te metas en... espera, ¡SMITH!– Fox cayó en quién se trataba aquel hombre y soltó a Bonnie inmediatamente que se fue al lado del peliturquesa–. U-Usted es el jefe de mi hermana...

– ¿Ah, sí? Pues me da lástima la pobre por tener un hermano como tú– Bon volteó a ver a Bonnie que lucía algo confundido mirándolo con ojitos curiosos.

– ¿Señor Smith, usted es taxista?– se nota que estaba muy ebrio, pero aun así para él se veía realmente precioso con sus mejillas rojas por el alcohol y la mirada perdida, seguramente estaba mareado por tantas emociones juntas.

– Vamos, Bonnie– tomó delicadamente a Bonnie de la mano para guiarlo hasta su auto, el omega no se resistió–. Y tú– fulminó con la mirada al otro alfa que los miraba molesto, pero su expresión cambió a miedo al ver que le miraba–. Espero no volverte a ver cerca de él.

Fox simplemente asintió y rápidamente se fue de ahí de vuelta al antro. Bonnie al ver como huía le saco la lengua de forma infantil haciendo reír al moreno.

– Perdedor, por eso terminé contigo– masculló cruzándose de brazos haciendo un puchero.

– ¿Eh? ¿T-Terminaste con él?– dijo el alfa muy intrigado y algo pasmado, no podía visualizar a aquel dulce omega con ese Alfa.

– Sí, en la secundaria– Bon suspiró aliviado y guio a Bonnie hasta su coche, le abrió la puerta para que entrara y se acomodara en el asiento del copiloto.

– Su taxi es muy bonito, señor Smith– el moreno soltó una risa mientras le ponía el cinturón de seguridad.

– Gracias, Bonnie– así empezó a conducir en silencio, Bonnie no sabía si era que la pelea anterior lo había agotado o que el olor a menta del señor Smith era muy agradable, pero estaba empezando a quedarse dormido, su propio aroma a moras iba suavizándose.

– Bien, Bonnie, dime dónde está tu casa– cuando Bon volteó a ver a Bonnie, pero este ya estaba dormido–. ¿Eh? B-Bonnie, despierta– inútilmente intentó despertarlo, pero el omega estaba en un sueño muy profundo– Ahora qué hago.

(...)

Ya era de noche en la mansión Smith y todos estaban dormidos, incluidos los sirvientes. Así que con eso a su favor, Bon entró lo más silenciosamente posible mientras cargaba a Bonnie al estilo nupcial, quien afortunadamente no llegaba a roncar muy fuerte. Fue lo único que se le ocurrió al Alfa, no podía dejar a Bonnie así y además era imposible despertarlo para preguntarle donde vivía. Por suerte nadie estaba despierto para malpensar esta situación.

– Señor, yo no soy quién para juzgarlo, pero estoy bastante seguro de que lo que planea hacer sería mejor con él despierto– Bon volteó asustado y ahí estaba Félix usando una bata rosa y llevando un vaso con agua, aunque no le gustaba esa mirada tanto pícara como disgustada en su rostro.

– N-No es lo que piensas– se apresuró a decir en un susurro para no despertar a Bonnie, aunque sabía que ni un tornado lo despertaría.

– ¿No pienso que usted está cargando a este omega inconsciente y metiéndolo a escondidas a la casa? Oh, señor, claro que no– comentó con claro sarcasmo a lo que Bon le dio mala cara.

– Es el maestro de Connor– con solo decir eso la expresión de Félix cambio a una más animada.

– Oh, en ese caso no lo molesto, usted continúe– el pelirrosa estaba a punto de irse hasta que su jefe le llamó la atención.

– ¡QUE NO PIENSES MAL!– calló al sentir que Bonnie se removía incómodo en sus brazos, pero se tranquilizó al ver que volvía a acurrucarse y seguir durmiendo–. Digo, no pienses mal, es una larga historia, ¿sí? Solo ayúdame a llevarlo a una de las habitaciones de huéspedes y te cuento todo.

– Como usted ordene, señor.

(...)

Bonnie se sentía muy cansado y sin ningún deseo de levantarse de su cama, además, no ayudaba hoy su cama se sintiera especialmente suave y cómoda.

– Uuugh esta es la última vez que le hago caso a Ann sobre hacer una competencia de bebidas– su cabeza dolía mucho y su cuerpo parecía lleno de pesas.

– ¿Qué es una competencia de bebidas?– una vocecita muy familiar le preguntó.

– Oh, lo siento Connor, te lo diré cuando... espera ¡¿Connor?!– Bonnie se despertó de golpe y se sentó rápidamente en la cama, la cual por cierto no era la suya, además que también al lado de esta estaba su pequeño estudiante.

– Hola, profe Bonnie, buenos días– le dio una de esas tiernas sonrisitas dejando ver su separación de dientes.

– Ho-hola, cariño, dime, ¿q-qué haces aquí?– le preguntó muy confundido y con la cabeza aun dándole vueltas.

– Pues esta es mi casa– Bonnie miró alrededor de la habitación notó que era muy lujosa y la cama donde estaba acostado era muy grande y cómoda.

– U-Un momento, ¿qué hago yo en tu casa?

– Eso puedo responderlo yo– el omega vio como entraba en la habitación un hombre alto y peli rosa y por su aroma podía decir que era omega.– Joven amo, ¿porque no vas al comedor y esperas ahí a tu profesor?

– Sipi– dijo dulcemente y el cachorro salió del cuarto.

– Un gusto por fin conocerlo, profesor Valentine– saludó Félix haciendo una leve reverencia–. Me han hablado mucho sobre usted.

– ¿A-Ah, sí?

– Así es, el señor Smith y el joven amo Connor están encantados con usted– dijo casualmente y haciendo que Bonnie se sonrojara de pena–. Permita que me presenta, soy Félix, el mayordomo de esta mansión. El señor Smith tenía planeado recibirlo esta mañana, pero parece que recordó que tenía un asunto importante así que me pidió que le atendiera yo.

– O-Oh, está bien, pe-pero solo quiero saber... ¿cómo llegue aquí?

– Es simple, según lo que el señor Smith me contó, usted lo llamó ayer por error. Creo que es entendible ya que estaba en estado de ebriedad, además el señor Smith mencionó algo sobre que un Alfa lo estaba molestando, así que decidió ir rápidamente por usted. Por suerte él estaba cerca de su ubicación– con cada palabra Bonnie sentía que se iba a morir de vergüenza, no podía creer que fuera tan torpe como dejar que el señor Smith lo viera en ese estado, ahora sentía que no podría volver a verlo a la cara–. El señor iba a llevarlo a su casa, pero creo que usted se quedó dormido y no pudo despertarlo, así que él pensó que la mejor opción sería traerlo a la mansión, y así llegó usted aquí.

– Y-Ya veo, eso fue muy amable de su parte.

– Así que, por favor, descanse, el señor especificó que lo dejará irse cuando se sintiera bien– se dio la vuelta para retirarse–. En un momento una de nuestras doncellas vendrá a dejarle algo para su resaca.

Bonnie obedeció lo que dijo el mayordomo y se recostó en la cama pensando en cómo de la noche a la mañana estaba en la mansión de aquel Alfa que durante una semana estuvo mandándole aquellos regalos, aquel Alfa que era el padre de su alumno favorito. Todo parecía tan irreal, y la resaca todavía le estaba matando la cabeza. Al cabo de unos minutos llegó una sirvienta con medicina y una sopa de que le aliviaría los síntomas de la resaca.

(...)

– ¿Se siente mejor, profesor Valentine?– le preguntó Félix entrando en la habitación del invitado que ya se sentía como nuevo.

– Por favor, llámeme Bonnie, y sí, ya me siento mejor así que creo que ya puedo ir...

– NO– le interrumpió el peli rosa alarmado–. Q-Quiero decir... ¿No le gustaría darse una ducha?

– ¿Una ducha?– preguntó Bonnie algo desconcertado, no le parecía demasiado apropiado.

– S-Sí, ya sabe, nada como una ducha para terminar de recomponerse después de la resaca, además así podremos lavar su ropa de paso, no creo que quiera volver a su hogar oliendo a alcohol, ¿no?

Bonnie lo pensó un poco, quizás una ducha no sanaba tan mal. Además, su ropa sí que necesitaba una lavada.

(...)

Bonnie salió de la ducha mucho más fresco y renovado con una toalla alrededor de su torso, pero se desconcertó un poco al no encontrar su ropa como Félix le dijo, si no un bonito vestido blanco con detalles de encaje por la parte del pecho, los tirantes y los volantes de la falda, hasta parecía de su talla y todo. Debajo había unas pequeñas sandalias sin tacón también blancas con pequeñas piedras de bisutería.

– Se-Señor Félix– llamó al mayordomo algo avergonzado.

– Sí, dígame– el nombrado llegó muy rápidamente para su gusto.

– Esta no es mi ropa– dijo con obviedad señalando el vestido tendido en la cama.

– Oh, bueno, el lavado de su ropa tomara más de lo esperado, así que decidí prestarle esto, creo que le quedará bien– dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

– B-Bueno está bien– Bonnie decidió no protestar más al ver la generosidad del pelirrosa y se dispuso a ponerse el vestido.

A decir verdad, le quedaba muybien, se ajustaba a su pequeña cintura y le llegaba por debajo de las rodillascon pequeños vuelos que realzaban sus caderas. Hacía tiempo que no usaba estaclase de ropa, principalmente por que le traían recuerdos no muy gratos de surelación con Fox, pero al diablo con eso, ya habían pasado muchos años y queríavolver a llevar esas lindas ropas.

– Profesor, se ve muy bien– la vocecita de Connor lo interrumpió mientras se veía al espejo.

– Gracias, cariño– le dijo a su niño muy avergonzado–. Oh, no te había preguntado, ¿cómo te encuentras? ¿Ya te bajó la fiebre?– se agachó para poder tomar la carita del nene entre sus manos y tomar su temperatura.

– Sipi, ya se me pasó, mi papá y Félix estuvieron cuidándome y las medicinas del doctor que me revisó hicieron su efecto– explicó con una pequeña sonrisa calmando a su profesor, que también sonrió acariciando sus mejillas con delicadeza.

– Me alegro mucho de que estés bien.

– Oiga, profe Bonnie, quería preguntarle algo– el pequeño parecía algo apenado mirando al suelo y jugando con sus dedos, haciendo que el pelimorado lo mirara atento.

– Sí, dime, ¿qué pasa?

– ¿Le gustaría jugar conmigo un rato?– pidió con carita suplicante–. Usualmente papá se queda a jugar conmigo los fines de semana, pero hoy tenía algo muy importante que hacer y no va a poder jugar conmigo.

– O-Oh, no lo sé, cariño, debo regresar a...

– Porfis~ – Connor lo miró con los ojos de cachorro más grandes y tiernos que había visto en su vida, era imposible para él decirle que no a eso.

– B-Bueno, creo que podría quedarme un ratito más– dijo Bonnie sabiendo que era inútil negarse, pero supo que valió la pena al ver al pequeño sonreír triunfante.

– ¡Yeiii!– celebré el cachorro dando ligeros saltitos–. Vamos a mi cuarto.

Connor tomó la mano de su maestro para guiarlo al segundo piso donde estaba su habitación y en el camino se encontraron a Félix, que discretamente le guiño el ojo a su joven amo.

Su plan estaba saliendo a la perfección.

(...)

Al llegar a la habitación de Connor, Bonnie solo pudo notar dos cosas; un peluche de mapache muy familiar para él sobre la cama de Connor y un diseño de hojas que se repetía por toda la habitación, unas hojas que eran iguales a las que adornaban sus zarcillos favoritos.

– Connor, cariño, ¿te gusta Animal Crossing?– le preguntó sonriente, aunque la respuesta era un poco obvia.

– ¡Siiii es mi juego favorito! Venga, le mostrare mi cuarto– así el nene procedió a darle un tour por su habitación, mostrándole cosas como un enorme librero con una gran variedad de libros (algunos un tanto avanzados para su edad), una mesa con una colección de pequeños fósiles, un telescopio puesto en la ventana de su habitación y una televisión grande. Debajo de ella había un mueble con consolas de distintas generaciones

– Tu habitación es muy bonita, Connor– elogió al niño, estaba claro que el señor Smith se esforzaba para que a su hijo no le faltara de nada, aunque fuera demasiado para un niño de cuatro años.

– Gracias, profe Bonnie– dijo el nene muy orgulloso.

– Y dime, ¿qué quieres jugar?– el cachorro puso una expresión pensativa pero rápidamente le contestó.

– ¡Animal Crossing! – Bonnie no evitó reír mientras Connor corría a encender la consola más nueva de su colección, una Nintendo Switch de la edición limitada de su juego favorito, y le mostro a su maestro su isla llena de vecinos conejos.

(...)

Durante toda la tarde, Connor se la pasó jugando con su profesor, desde sus videojuegos hasta juegos de mesa y puzles. También hablaron de muchas cosas como que a su maestro le gustaba tanto Animal Crossing como a él.

Connor estaba más que feliz, hasta se sentía como si al fin tuviera una...

– ¡Connor, ya llegué!– la voz de su padre los interrumpió en su plática.

– Papá ya llegó– dijo muy alegre el cachorro y volteó a ver su profesor–. Vamos, profe Bonnie, hay que saludara a papá.

– Ah, Connor, n-no creo que sea necesario que yo salude a tu padre– aún estaba algo nervioso por ver de nuevo a aquel Alfa que lo trajo a su hogar mientras él estaba borracho, tenía mucha vergüenza.

– No diga eso, a papá le agrada mucho, seguro lo hará feliz ver que usted sigue aquí en la casa– Connor tomó nuevamente la mano de su maestro y lo llevo a la entrada–. Papá, ya llegaste– Bon volteó a ver a su pequeño, en este momento se sentía tan cansado que lo que más necesitaba era la alegre sonrisa de su hijo para sentirse mejor.

Pero no esperaba que su niño viniera con alguien más.

¡Un ángel! Bon se quedó un poco pasmado al ver que el profesor seguía en la casa y que también traía un hermoso vestido blanco que lo hacía verse aún más lindo de lo que ya era. Su mirada no evitaba recorrer su cuerpo como si fuera una obra de arte, aquel atuendo realmente le favorecía en todos los sentidos.

– P-Profesor, si-sigue aquí– dijo Bon un tanto nervioso, por no decir embobado con el omega que iba tras su cachorro.

– Emmm sí, verá, Félix me dijo que esperara mientras lavaban mi ropa– Bon volteó a ver a su mayordomo que casualmente pasaba por ahí y silvaba haciéndose el inocente.

– Félix– llamó el Alfa en tono de advertencia.

– Oh, sí, olvidé mencionarle la secadora se averió– dijo intentando hacerse el inocente pero sin evitar sonreír travieso.

– Y luego Connor me pidió que jugara con él y nos lo estábamos pasando tan bien que no vi que hora era– el Alfa luego miro a su hijo que seguía tomando la mano del pelimorado y sonreía muy feliz, realmente no recordaba cuándo fue la última vez que lo había visto tan contento y eso de alguna forma ablandaba su corazón.

– Pero Connor, ¿por qué hiciste eso? Tal vez el profesor quería ir a su casa a descansar o tenía algo que hacer– regañó al niño que al instante borró su sonrisa.

– Lo siento, papá, pero no quería estar solo hoy– se excusó el niño agachando la cabecita y apretando la mano de Bonnie.

– No se preocupe señor Smith yo de verdad me divertí con Connor hoy y no debe enojarse con él, usualmente no tengo mucho que hacer los fines de semana.

– Aun así, Connor discúlpate con tu maestro, ¿sí?– el pequeño Connor se acercó al omega con una carita de culpabilidad.

– Lo siento, profe Bonnie– ante tal disculpa, el pelimorado se enterneció y tomó en brazos al cachorro.

– No te preocupes, Connor, solo la próxima vez programamos una cita de juegos en lugar de que sea sorpresa, ¿está bien?– dijo muy dulcemente picando con su dedo la naricita del cachorro, quien rió igualmente.

– ¡Yeii!– no evitó contener su emoción y se abrazó al cuello del omega que le devolvió el abrazo con ternura y cariño.

Aquella escena estaba haciendo que el corazón de Bon casi explotara de amor y ternura, era como si fueran madre e hijo.

Una madre para su pequeño Connor.

– ¡Bon! ¡Te dije que me esperaras!– aquella linda escena se interrumpió por una voz mandona, escandalosa y engreída– ¡Bon, no me dejes hablando sola!

– Oh, cielos, de saber que vendría habría rociado las puertas con agua bendita– dijo Félix con un tono molesto y cansado, no podía creer que justo viniera en ese momento tan lindo.

Connor pudo reconocer esa voz al instante y solo pudo abrazarse más fuerte a su maestro, escondiéndose en su cuello y temblando ligeramente. Bonnie no entendía que sucedía pero su instinto de protección se activó rápidamente abrazando a su pequeño niño. Entonces observó cómo una hermosa mujer morena de cabello color granate y ojos muy azules entraba a la casa. Sus ropas eran realmente elegantes y sus joyas brillaban casi cegándolo, tenía la impresión de haberla visto en alguna otra parte.

– ¡¿Qué te he dicho sobre dejarme hablando sola?!

– No lo sé, Toddy, de tu boca salen tantas cosas que no puedo recordarlas todas– Bonnie se sorprendió ante la respuesta de Bon, nunca pensó que un hombre tan educado como él trataría a alguien así de cortante.

– Eres un...– la mujer estaba a punto de arremeter contra Bon, pero algo la distrajo, un omega que desconocía cargando a su hijo–. ¡Oye! ¡¿Quién eres tú y por qué cargas a mi bebé?!

Bonnie sintió que su alma abandonaba su cuerpo y su mente solo podía pensar en una cosa.

"¿Su bebé?"

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