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Capítulo 3. Regalos de "cortejo"

Después de esa pequeña charla, padre e hijo llegaron en unos minutos a su hogar; su muy grande y lujoso hogar. No era una sorpresa que siendo el Alfa un hombre de negocios viviera en una gran mansión junto a su cachorro.

– Buenas tardes, señor Smith– un par de sirvientas los recibieron con una leve reverencia y junto a ellas estaba un hombre pelirrosa alto y delgado, por su aroma dulce a chicle de fresa fácilmente se podía notar que era omega.

– Buenas tardes, señor y señorito– saludó alegremente al alfa y al cachorro que recién entraban por la puerta.

– Buenas tardes, Félix– le devolvió el saludo con un movimiento de cabeza mientras su hijo simplemente entraba corriendo para saludar al mayordomo–. Dime, ¿recibí alguna carta o llamada importante?

– Solo una, sus padres desean que se comunique con ellos más tarde– le dijo el omega acompañando a su jefe hasta las escaleras.

Bon puso mala cara al oír eso y soltó un gruñido de disgusto, ya sabía para qué lo llamaban sus padres y no tenía ganas de tener esa conversación. Aun así, sabía que si no los llamaba, ellos vendrían personalmente a hablar con él, sobre todo su madre. Así era ella.

– Está bien, muchas gracias, Félix– volvió a ponerse en marcha subiendo las escaleras–. Por cierto, empieza con el almuerzo, Connor decidirá esta vez– y con eso dicho el hombre se retiró a su oficina.

El mayordomo pelirrosa asintió con la cabeza y se acercó a su joven amo que lo seguía con la mirada.

– Creo que acabo de arruinar ese buen humor que traía– soltó una leve risa mientras le susurraba al pequeño que negó con la cabeza.

– No es tu culpa, Félix, papi solo está cansado– dijo el nene sin dejar de sonreír desde que entraron al hogar.

–Aun así, señorito, ¿me podría decir a que debía ese buen humor de su padre?– preguntó intrigado el omega tratando de no sonar muy entrometido, aunque a veces ni se molestaba en disimular su curiosidad.

– Hoy por fin pudo hablar con mi maestro– dijo el nene muy emocionado y con un peculiar brillo en sus ojitos.

¡¿Really?! – exclamó el mayordomo, también emocionado de oír que por fin su jefe le haya hablado a ese omega del que no había parado de hablar desde el primer día de clases en el que lo miró a lo lejos–. Eso es muy bueno, señorito.

– Estoy seguro de que si consigo que el profe Bonnie y papi pasen más tiempo juntos y se conozcan...– Félix solo pudo observar cómo el pequeño exponía sus planes para que su padre y su profesor puedan, en palabras de su joven amo, "empezar una relación amistosa con potencial a una relación sentimental".

– Señorito, creo que es mejor que deje de leer libros tan avanzados para su edad– sugirió el peli rosa entre asustado e impresionado–, aún es muy joven para saber esas cosas.

– ¿Eh? ¿Y por qué? Me gustan esos libros, mi abuela dice que ayudaran a potenciar mi capacidad cerebral– explicó el cachorro como si nada, como si fuera lo más lógico del mundo para él.

– Mejor dígame qué quiere de comer– decidió simplemente cambiar de tema, ya le había dicho su jefe que no había caso en intentar tratar a su pequeño como otro niño cualquiera cuando se hallaba en su faceta de intelectual.

– ¡PAPAS FRITAS!– y ahí estaba esa capacidad de Connor de hablar como el genio que era y al momento regresar a ser un niño de 4 años común y corriente, Félix sólo pudo reír divertido mientras se dirigían a la cocina.

En el fondo, esperaba que el deseo de su joven amo de que ese maestro y su padre lleguen a ser algo se hiciera realidad.

(...)

Después del almuerzo, de preparar a Connor para dormir su siesta y leerle su cuento, por sugerencia de Félix, un libro infantil esta vez, Bon regresó a su oficina a terminar un par de pendientes. Sin embargo, entre esos pendientes estaba el más difícil y extenuante.

Llamar a sus padres.

Bon se mentalizó, respiró hondo y finalmente marcó el número en el teléfono. El tono de llamada empezó a sonar y finalmente contestó una voz cálida y aguda.

– Bon, hijo mío, me alegra que llamaras al fin– la alegre voz de su madre se escuchó al otro lado de la línea y el Alfa no evitó bufar suavemente.

– Mamá, tú le pediste a Félix que me recordara llamarte– dijo un poco cansado.

– Sí, porque si no es así, no llamas nunca a tu pobre madre– y ahí estaba de nuevo haciéndose la víctima, como siempre hacía, le encantaba exagerar las cosas.

– Mamá, estoy muy ocupado con la empresa y todo el tiempo libre que consigo lo guardo para Connor, debes entender.

– Oh, ahora que lo mencionas, ¿cómo está mi dulce niño?– al menos parecía que su madre iba cambiar el tema.

– Está muy bien, le gusta mucho ir a la guardería.

– Qué magnífico, ¿ves lo que dije? Mi idea de la guardería era mil veces mejor que la idea de tu padre sobre contratar un maestro particular.

– Sí, mamá, tenías toda la razón– Bon solo rodó los ojos con una sonrisa, sabía que lo mejor siempre sería darle la razón a su madre.

– ¿Ves que sí? Ahora solo debes hacerme caso sobre buscarte una omega y verás cómo también tengo razón en eso– la tranquilidad no le duró mucho, aquellas palabras le cayeron como un balde de agua helada y, sin saber por qué, el dulce rostro de aquel pelimorado volvió a su mente haciéndolo suspirar.

– Madre, ya hablamos de esto...

– Sí, pero, cariño, necesitas una pareja y Connor una madre y además...

– ¿Además qué?– insistió al segundo de silencio que guardó su madre.

– Ya sabes, pronto tendrás que reunirte con Toddy y los abogados y que tengas una omega a tu lado ayudara a este caso– Bon se quedó en silencio, él entendía a su madre, pero ella debía entender que podía con esto solo.

– Lo sé, madre, pero tranquila, te prometo que tengo todo esto bajo control, ¿sí?

– Está bien, mi amor, recuerda que tu padre y yo estamos aquí para apoyarte.

– Lo sé– dijo en un suspiro.

– Te quiero, hijo, hasta pronto – se despidió con tono maternal.

– Yo también, mamá, adiós– y así su madre colgó la llamada, haciendo que el Alfa suspirara, necesitaría un trago después de esto–. Félix– llamó a su mayordomo que conociéndolo estaba escuchando todo detrás de la puerta de su oficina–. Sé que estás ahí, sal ya.

– Yo solo pasaba casualmente por aquí– el mayordomo finalmente entró a la oficina con un aire inocente, a pesar de la sonrisa de autosuficiencia que portaba en su rostro exfoliado.

– Sí, claro– dijo con sarcasmo el Alfa frotando sus ojos con cansancio–. Solo sírveme un trago de wiski, por favor.

– ¿Sabe señor?– dijo el omega sacando la botella de una de las vitrinas de la oficina–. El joven Connor me contó que hoy habló con su maestro. ¿Sucedió algo?

Bon soltó una suave risa al recordar eso.

– Bueno, Connor se cayó hoy y tenía miedo de que yo lo sacara de la guardería, así que me dijo que su maestro me contaría todo– la mirada de Bon se suavizó y Félix se sorprendió, sólo veía esa mirada cuando su jefe estaba con su hijo–. Fue muy lindo de su parte seguirle el juego a Connor, se puso muy contento cuando le dije que no lo iba a sacar, se ve que realmente le gusta ir ahí.

– Tal vez debería agradecerle al maestro por todo lo que está haciendo por Connor– sugirió el pelirrosa con sutileza mientras servía el trago en un vasito de cristal–. Cada vez que regresa de la guardería está muy feliz y siempre tiene una nueva historia que contar sobre lo que el profesor y él hicieron.

–¿Un regalo?– Bon dudó un poco–. ¿Tú crees que sería apropiado? No deja de ser un docente.

– Claro que sí, después de todo los maestros siempre son menospreciados, quizás deberíamos cambiar eso– dijo Félix, el Alfa pareció meditar su consejo durante un momento.

– Dile a tu esposo que mañana pasaremos por la floristería de camino a la guardería– dijo Bon muy decidido.

– A sus órdenes, señor– contestó Félix entregándole el trago a su jefe y una sonrisa traviesa adornando su cara.

Su amo no era el hombre más brillante en cuanto a sentimientos se trataba, pero él con gusto le ayudaría, no por nada llevaba casado más de tres años con su propio Alfa destinado.

(...)

– C-Connor, cariño, ¿qué traes ahí?– le preguntó Bonnie a su alumno que llegaba a la clase un gran ramo de rosas rojas y blancas casi tan grande como él, acercándose a su maestro a pasos torpes tratando de no tropezar.

– Un regalo para usted, profe Bonnie– dijo el niño como si fuera la cosa más obvia del mundo, sonriendo entre los pétalos de las flores.

– ¿Pa-Para mí?– el omega no podía creerlo, nunca le habían regalado flores y menos unas tan preciosas como las que cargaba el cachorro.

– Sip, mi papá se las obsequia, dice que es para agradecerle por su gran trabajo y por cuidar tan bien de mí.

– ¿E-En serio? Vaya, qué lindo de su parte– un sonrojo se extendió por sus mejillas, aún no podía creer que ese apuesto Alfa le regalara algo así, hacía que su omega interno gritara de la emoción y su corazón palpitara rápidamente.

– Profesor, ¿podría tomar las flores? Creo que las hojas se me están metiendo en la nariz y además es pesado– la vocecita del cachorro sacó a Bonnie de sus pensamientos y se fijó cómo el niño trataba de mantener el ramo en sus bracitos.

– O-Oh, s-sí dámelas, cariño– le quitó el ramo de encima y le dijo que fuera a su lugar con sus demás compañeros mientras él observaba el gran arreglo floral, aún con las mejillas rojas, aspirando el dulce aroma que desprendía.

"Bonnie, no te ilusiones, es solo un regalo de agradecimiento" era su parte racional que trataba de convencerle de que solo era un detalle de parte de un padre agradecido. "Sí, de seguro a su esposa le regala flores aún más hermosas".

Aquello rompió un poco sus ilusiones, debía aceptar la realidad, no había ninguna posibilidad de que aquel atractivo Alfa fuera un padre soltero.

(...)

– Profe Bonnie, mi padre le manda estos dulces– al día siguiente Connor lo sorprendió con una caja llena de paquetes de sus gomitas de mora favoritas, los ojos de Bonnie no daban crédito a lo que veía.

– ¿C-Cómo es que tu padre sabe que me gustan estas gomitas en específico?

– Yo se lo dije– contestó el nene muy orgulloso al haber sorprendido una vez más a su maestro de parte de su padre.

"Supongo que estaba más agradecido de lo que creí" Bonnie insistía en creer en eso, pero al día siguiente Connor llegó con juego cuerdas de guitarra acústica de repuesto justo cuando estaba a punto de cantarles algo a sus niños antes de la hora de la siesta.

– ¿Cómo es que...?– Connor lo interrumpió antes de poder decir algo más.

– Le dije a mi papá que las cuerdas de su guitarra ya estaban algo viejas, así que me dijo que le trajera estas que él tenía guardadas– Bonnie miró al niño con sorpresa.

– ¿Tu papá toca la guitarra?– preguntó lleno de curiosidad.

– Sipi, a veces me canta canciones de cuna cuando no puedo dormir o si despierto de una pesadilla– el niño lo dijo con un tono tan dulce y amoroso que Bonnie sintió como su corazón se derretía.

"Oh Dios mío, el señor Smith es un padre tan maravilloso"

Día tras día, más regalos llegaban a Bonnie, cosas como esmaltes de uñas, CD's de sus bandas favoritas o incluso zarcillos con formas adorables. Todo esto estaba confundiendo mucho al pobre omega.

– Te está cortejando– decía su amiga con la que estaba hablando durante la hora del descanso.

– ¿Estás loca? Un hombre como él seguramente ya está casado, no puede estar cortejándome– intentaba aclarar eso, aunque quizás en el fondo se lo estaba diciendo a sí mismo para recordarse que ese hombre no estaba a su alcance–. Solo me está agradeciendo por cuidar de su hijo, es... normal.

Ann lo miro mal.

– Claro, tan normal que es el único padre en toda tu clase que lo hace, además a través de su hijo– dijo con total sarcasmo y Bonnie hizo un puchero–, y si está tan agradecido de lo bien que cuidas lo cuidas, entonces su esposa ha de ser una madre terrible.

– ¡Ann! No digas eso, seguramente su esposa es una mujer maravillosa y...

– Profe Bonnie– la pequeña vocecita de Connor lo distrajo e inmediatamente volcó toda su atención en el cachorro que estaba parado en el marco de la puerta.

– ¿Qué ocurre, Connor?– el pequeño no había venido con el mejor humor el día de hoy, además se veía algo desganado, pero supuso que quizás solo no había dormido bien.

– No me siento bien– tosió levemente, Bonnie vio cómo estaba sonrojado y sudando en exceso, así que puso una mano en su frente, su preocupación fue a peor.

– Dios mío, estás ardiendo– se sobresaltó y tomó el rostro del pequeño en sus manos–. Llamaremos a tu padre para que venga por ti, ¿sí?

–Yo lo hare, quédate aquí con él– le dijo su amiga saliendo del pequeño cuarto dejándolo junto al pequeño.

Bonnie esperó con el niño que estaba en sus brazos, trataba de mantener la calma pero sus feromonas delataban su obvio estado de alarma, nunca se lo perdonaría si a su pequeño Connor le pasara algo grave. Aun así se calmó un poco al ver que el cachorro se había recostado sobre su regazo y ahora estaba medio dormido con la respiración calmada, pero su fiebre aún no bajaba. Cuando Ann por fin regresó no traía buena cara, Bonnie le preguntó susurrando para no molestar al pequeño.

– ¿Qué pasa?– preguntó preocupado.

– Emmm parece que no podemos localizarlo.

– ¿Q-Qué?– guardó silencio cuando sintió a Connor removerse en su sitio, pero luego se calmó–. ¿Cómo que no pueden localizarlo?– dijo aún más preocupado.

– El número que dejó es el número de su oficina, pero parece que justo ahora no se encuentra ahí– explicó la rubia.

– Bueno, entonces llama a su madre– dijo Bonnie como si fuera lo más obvio del mundo, pero Ann lo miró mal de nuevo.

– El único número que hay es el de la oficina del señor Smith– Ann se acercó a Connor y suavemente le susurró antes de que se durmiera del todo–. Connor, pequeño, ¿sabes el número de tu mami?– el pequeño se removió molesto y solo susurró.

– Y-Yo no tengo mamá.

Esas palabras dejaron helados a ambos omegas que se vieron entre ellos con gran sorpresa, nunca esperaron oír eso de parte de aquel dulce y alegre niño. Quién iba a pensar que tras esos lindos he inocentes ojos guindas ocultaban algo tan horrible como la falta de su madre. Bonnie se sintió peor de lo que ya estaba y abrazó con más fuerza al cachorro que solo escondió su rostro en el pecho de su profesor.

– Señorita Ann, la secretaria del señor Smith dice ya lo localizo y ya viene en camino– el aviso de la recepcionista rompió el tenso silencio e hizo que ambos volvieran a la realidad después de esa confesión por parte del cachorro.

– Dios qué alivio– suspiró Bonnie–. ¿Oíste eso, Connor? Tu papi ya viene por ti– dijo el omega más tranquilo acariciando los cabellos de su niño.

– Papi... – fue lo último que susurró el cachorro antes de quedarse dormido en el regazo de su profesor.

No pasaron más de 10 minutos cuando Bon ya estaba en la puerta esperando a recoger a Connor. Vio cómo el maestro de su hijo salía con el cachorro dormido en sus brazos con una preocupada expresión en su lindo rostro, el Alfa sintió que su alma caía a sus pies al ver el estado de su pequeño y lo tomó con cuidado en sus brazos cuando Bonnie se lo entregó.

– Lamento mucho todo esto– se disculpaba sin dejar de ver el rostro rojizo de su cachorro–. Paso la mayor parte del día en mi oficina, así que pensé que solo bastaría con dejar ese número de contacto. Aun así, muchas gracias por cuidar de Connor, no pensé que le daría fiebre.

– No se preocupe, señor Smith, al menos pudimos llamarle a tiempo– dijo el omega aún pasmado por lo que les había dicho el nene sobre su madre–. Aun así creemos que sería recomendable que dejara un número más por si vuelve a pasar algo así– mencionó con un tono algo nervioso, no es que fuera una excusa para tener su número de teléfono, lo hacía por Connor, obviamente.

– Tienes razón– entonces Bon sacó algo del bolsillo de la chaqueta de su saco–. Por favor, ten esto.

Bonnie lo recibió y vio que era una tarjeta de presentación.

– Mañana les daré mi número secundario en la recepción, pero aquí al reverso de esta tarjeta esta mi número personal– explicó al ver la cara de confusión del omega–. Quiero que lo tengas.

Bonnie solo puso una expresión de asombro y pudo sentir el sonrojo subiendo a su rostro.

– No pienses mal, es solo que me gustaría que lo tuvieras para emergencias, cuando me necesites solo llama.

El omega lo miró a los ojos aún sin saber qué decir, de modo que solo asintió con la cabeza y recibió una suave sonrisa de parte del Alfa. Luego entró al auto poniendo a su hijo en el asiento trasero con cuidado de que no se despertara para luego marcharse a su casa. Bonnie simplemente pudo quedarse ahí de pie procesando lo que acababa de pasar leyendo una y otra vez las palabras de esa tarjeta.

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