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Una cita... Perfecta?

Por la tarde, en la casa de Bonnie, nuestro omega favorito le estaba contando todo lo sucedido a su mejor amiga y compañera de trabajo, Ann.

Bonnie tenía que contárselo a alguien o juraba que moriría.

– ¿Ves? Te lo dije, ese alfa está loco por ti– claro que Ann no perdería la oportunidad de recordarle a Bonnie que ella tenía la razón, como casi siempre–. Y dime, ¿a dónde irán?– le preguntó la rubia a su amigo con gran curiosidad.

– Pues Bon me mandó un mensaje con la ubicación de esta cafetería en el centro, así que supongo que será algo casual– dijo el pelimorado mirando su móvil aún con los nervios a flor de piel, todavía no procesaba que iba a ir a una cita con el alfa más apuesto que había conocido hasta ahora (sí, contando sus antiguas relaciones).

– Hmm... Entonces buscaremos algo en tu armario para que te veas espectacular y así cuando él te vea se enamore aún mas de ti– dijo la rubia de forma muy efusiva levantándose del sofá de un salto y con una gran sonrisa.

– Qu... ¡Aaah!– Bonnie no pudo terminar de hablar porque Ann lo tomó del brazo y se lo llevó a rastras directo a la habitación del omega.

– Veamos que tenemos por aquí– Ann empezó a rebuscar entre el armario de su amigo, a pesar de que este le dijera que no mirara su ropa sin su permiso, pero ni caso le hacía–. Suéteres, suéteres y más suéteres, ¿es que acaso sólo compras suéteres?–

– Son cómodos– dijo Bonnie mientras se encogía los hombros–. Además, sabes que no me quedan bien otros tipos de ropa...

– ¿Quién te dijo eso? ¿Deuz?– cuestionó la otra con una molesta mirada y las manos sobre su cintura–. No dijiste eso sobre el vestido blanco que llevabas el otro día.

– N-No tenía nada más que ponerme– Bonnie se excusó con las mejillas rojas desviando la mirada–, a-además, fue un regalo, sería de mala educación no aceptarlo.

– Sí, claro, a ver si lo usas más seguido– dijo ella con un evidente tono de sarcasmo–. Vamos, aquí debe haber algo decente, ¿dónde guardas la ropa que usabas en la universidad?

– Está en una caja al fondo, pero seguramente ya nada me queda, han pasado años– la omega procedió a buscar la caja la encontró al fondo entre las cajas llenas viejos videojuegos y CDs de Bonnie.

– Aquí esta– Ann procedió a esparcir el contenido de la caja encima de la cama de Bonnie, revelando lindos conjuntos y prendas de colores claros y pasteles–. ¡Ajá! Sabía que abría algo decente aquí.

– ¿Qué encontraste?– Bonnie se asomó cuando la rubia le mostró unos shorts blancos con lentejuelas oscuras y un suéter sin hombros color cosa pastel con lindos dibujos blancos.

Bonnie miro con nostalgia ambas prendas, aún recordaba la felicidad que le daba llevar ese tipo de ropa siempre que podía, pero con el tiempo fue dejando ese tipo de moda, ya que ciertas personas pensaban que eran demasiado reveladoras e insinuantes. Menuda estupidez.

– Supongo que los a veces los suerteres pueden ser lindos– dijo la rubia soltando un suspiro.

– Los suéteres son lo mejor, solo que no estas lista para esa conversación– Bonnie se sorprendió de sí mismo, hacía tiempo que no hacia un cometario como ese.

– No me provoques, Bonnie– dijo ella siguiéndole el juego con una sonrisa juguetona, haciendo reír al contrario.

Esa escena le traía recuerdos de sus primeros años universitarios, él haciendo o diciendo una tontería y Ann queriendo golpearlo por sus estupideces, ¿cuándo dejaron de hacer eso?

– Ahora veamos, necesitamos agregar accesorios, ver cómo arreglamos tu cabello y depilar tus piernas y hacerte la manicura, además, haremos un curso rápido de qué hacer y no hacer en una cita, ¿bien?– numeró la rubia contando sus dedos mientras Bonnie se encogía en su sitio.

– ¿Todo eso es necesario?– le cuestionó levantando una ceja.

– ¿Quieres que la cita salga bien o no?– respondió de la misma manera.

Bonnie solo asintió y simplemente dejo que Ann lo peinara, maquillara y le pusiera accesorios cual muñeca mientras le daba consejos para su cita. En el fondo agradecía que lo ayudara tanto, no quería arruinar su quedada con el Alfa que tan loco lo traía.

(...)

– Muy bien, señor, repasemos qué es lo que hará en la cita– mientras que en la mansión Smith, Félix se encontraba ayudando a su jefe en las mismas condiciones.

El Alfa hacía mucho que no tenía una cita y necesitaba unas cuantas lecciones de lo que se hacía en las citas hoy en día. De hecho tuvo que buscar en internet sobre el sitio donde quedarían, ya que no tenía ni idea de dónde podrían ir para una primera cita.

– Quedaré con Bonnie en una cafetería ya que un restaurante de lujo podría ser abrumador para él, no debo llegar con ningún regalo caro ni tampoco presumir de mi dinero y podemos hablar de Connor, pero no debo dejar que toda la conversación sea sobre él– recitó Bon perfectamente.

– Perfecto, señor, ya sabe lo que debe hacer, ahora sólo necesitamos buscar qué llevará puesto– dijo el omega pelirrosa volteándose al guardarropa del peliturquesa, pero su jefe lo miro con confusión.

– Pero yo ya sé lo que llevaré puesto– le dijo a su mayordomo levantando una ceja con confusión.

– Señor, un traje formal no es una buena idea para una cita simple en una cafetería de esa categoría– dijo el omega mientras miraba mal a su jefe–. Por eso me tome la libertad de seleccionar este conjunto para usted.

Félix salió del guardarropa de su jefe y de ahí saco una camisa blanca de botones y mangas largas, unos jeans de mezclilla azul y un par de mocasines color marrón brillante.

– Esto es más adecuado para la ocasión.

– Bueno, tú mandas– Bon simplemente obedeció, después de todo Félix era omega y tenía experiencia en estas cosas.

– Muy bien, señor, entonces eso sería todo, recuerde llegue puntual a la hora acordada y...

Toc toc. Unos pequeños golpes en la puerta los distrajeron y el pelirrosa preguntó quién era.

– Papi, ¿puedo pasar?– la suave voz de Connor se escuchó al otro lado, Bon no evitó sonreír.

– Claro, campeón, pasa– el pequeño entró a la habitación de su padre sosteniendo algo entre sus manitas morenas.

– ¿Mañana saldrás con el profesor?– dijo alegremente el cachorro, su padre se sonrojó y un poco apenado le respondió.

– S-Sí, hijo, mañana saldré con él– el pequeño se acercó a su padre y le tendió lo que tenía en sus manos.

– ¿Puedes darle esto? No quiero esperar hasta el lunes para dárselo– lo que el pequeño le dio a su padre era un pequeño anillo de origami bien doblado y pintado a mano, Bon no podía sentir más ternura en ese momento y tomó el pequeño accesorio con cuidado.

– Claro, campeón, se lo daré– le prometió con una sonrisa, mientras veía de reojo cómo Félix intentaba aguantar las lágrimas de ternura, su pequeño cachorro era un ángel.

– ¡Yeiii, muchas gracias, papá!– el pequeño le dio un brazo a su padre–. Mucha suerte en su cita.

– Gracias, Connor– le agradeció a su hijo mientras le daba suaves palmadas en su cabeza.

(...)

Al día siguiente, por la tarde. Bonnie ya se dirigía al lugar acordado. Estaba un poco nervioso por su apariencia, Ann le había puesto algo de maquillaje como labial rosa brillante y rubor tenue, sus uñas estaban pintadas de un rosa pálido, también le había sugerido usar una bincha en su largo cabello, ya que lo llevaba suelto, así no le molestaría. Solo esperaba no atraer mucho la atención.

Finalmente llego a la cafetería y desde afuera pudo ver a Bon sentado en una de las mesas más centradas, mirando el menú con la mirada perdida y sus atractivas gafas rectangulares. El hombre lucía tan apuesto, la camisa que llevaba le quedaba algo justa y tenía las mangas enrolladas dejando ver sus fuertes brazos morenos, pero también parecía algo nervioso, levantaba la mirada de vez en cuando y observaba hacia todos lados con impaciencia. Bonnie decidió entrar, no iba a estar todo el día mirándolo desde la ventana como un acosador, no quería hacerle esperar más. Bon lo vio entrar desde la mesa y se quedó mudo al ver lo hermoso que se veía, el rosa le quedaba perfecto.

Se levantó con prisa de la mesa y se acercó al sonrojado omega, ambos estaban tremendamente embobados con la apariencia del contrario y se notaban los nervios de ambos.

– Hola, Bon– saludó tímidamente el omega pasando un mechón de su cabello por su oreja, dejando ver sus pendientes blancos.

– Ho-Hola, profesor, ¡ah! No, qui-quiero decir, Bonnie, no quería sonar tan formal, lo siento– el alfa de verdad estaba nervioso, no quería echar a perder esto, hacía años que no estaba tan nervioso, pero se relajó al oír al pelimorado reír levemente.

– Espero no haber tardado mucho– menciono el omega tratando de cambiar de tema.

– No, para nada, no te preocupes, tan solo llevo unos minutos– se acercó a la mesa y sacó la silla en frente de la suya–. Estaba guardando la mesa para ambos.

Bonnie se sonrojó al ver el amable gesto del contrario, y decidió seguirle para no hacerle sentir mal, dejando que acomodase la silla tras sentarse.

– Bueno, ¿quieres que ordenemos ya?– le preguntó el peliturquesa tendiéndole el menú al contrario.

– Sí, me parece bien– le sonrió más tranquilo, sintiéndose a gusto junto al alfa.

Así ambos pidieron su comida e iniciaron su perfecta cita, ¿verdad? Pues nada más alejado de la realidad. Bonnie no era muy fan del café, así que había pedido un té, pero justo hoy no tenían, por lo que ambos tuvieron que pedir esas bebidas preparadas que suelen ser más azúcar que café, ya que era lo único que tenían en el menú y los pasteles que ordenaron no eran los mejores.

Ambos habían ordenado pastel de zanahoria, el favorito de ambos,

pero si es el café estaba excesivamente dulce, este pastel estaba peor, se notaba el centro crudo y los bordes quemados. Y la miradas indiscretas y murmullos de las personas al verlos juntos no mejoraban el ambiente.

"Vaya, ese chico se consiguió un sugar daddy muy guapo, qué suerte".

"Ese hombre es demasiado mayor para ese joven, qué rabo verde".

Y más comentarios similares que los ponían incómodos a ambos, de alguna manera hacían que Bonnie recordara esos días de universidad, la razón por la que dejó de vestirse como quería, la razón del fin de sus relaciones, la razón del fin de su manera propia de ser.

Bon ya no sabía que hacer, podía notar que algo no iba bien con Bonnie por su olor ácido, se arrepentía de haber elegido aquel lugar.

– Creo que será mejor que me vaya– dijo Bonnie sin levantar la mirada, solo quería irse a su casa y tirarse en la cama.

– ¿Qué? ¿De verdad?– Bon estaba decepcionado de sí mismo, esta cita no era nada como ambos habían imaginado, así que no podía obligarlo a quedarse–. Está bien, yo pagaré la cuenta, no te preocupes.

Bon sacó su billetera del bolsillo, pero al sacarla se le cayó algo más, y al recogerlo se dio cuenta de que era el anillo de papel que su pequeño había hecho para su profesor.

– Bonnie antes de que te vayas, Connor hizo esto para ti– le tendió el pequeño obsequio y Bonnie levantó por fin la mirada.

– ¿Eh? – Bonnie miro el anillo, era color rojo y tenía un corazón decorándolo, su corazón se derritió ante el lindo gesto y su angustia se esfumó–. Owww, qué lindo, ¿lo hizo él?

– Sí, lo hizo para ti, ya sabes, siempre está buscando cosas para aprender más– dijo el hombre orgulloso de su hijo viendo cómo el omega estaba poniéndose el anillo en su dedo anular, le quedaba perfecto, y se dio cuenta de que aún podría salvar la cita–. Bonnie, ¿qué te parece si salimos de aquí y damos un paseo por el parque? Conozco una buena heladería que nos atenderán mucho mejor que aquí.

– Oh– Bonnie lo miró con incertidumbre, no sabía si aceptar aquella propuesta, pero podía ver la determinada mirada de su Alfa y decidió confiar en él–. Me encantaría, Bon.

Ambos se levantaron de la mesa, Bon ya había dejado el pago en la mesa, sin propina, así que salieron de ahí hacia el parque que no estaba muy lejos.

Caminaron lentamente por el lugar, no se dieron cuenta cuando se tomaron de las manos, iban hablando tan animadamente que ya ni les importaba si alguien los veía, pero era agradable, era como estar en una burbuja donde solo estaban ellos dos.

Sus aromas mezclados y junto la presencia del otro, sus lobos internos estaban tranquilos y felices por estar juntos.

Llegaron a la pequeña pero acogedora heladería, nada que ver con la anterior cafetería, Bonnie miraba todos los helados con ojos grandes y brillantes, indeciso por cuál elegir, haciendo reír al contrario.

– Madre mía, hay tantos sabores, quisiera probarlos todos– pensaba en voz alta pensando cuál sería el mejor–. Bon, ayúdame a decidir o nos quedaremos aquí todo el día– le pidió con un puchero en sus labios, apretando más su mano para que le prestara atención, aunque Bon ya había estado observando su lindo comportamiento por un rato.

– ¿Qué te parece si pides uno de moras y frambuesas? Yo pediré uno de menta con chocolate, si te parece bien– Bonnie asintió emocionado, le halagaba ver que Bon recordaba su amor hacia las moras.

Pidieron sus helados, los cuales pagó Bon a pesar de las quejas de Bonnie, y salieron entre risas y algunas charlas, mientras probaban sus dulces. La sonrisa de Bonnie permanecía en su lindo rostro en todo momento, haciendo que Bon se sintiera completo y orgulloso, su cita se había salvado. Paseaban por los caminos del parque con las manos juntas, observando al resto de personas que también habían salido a pasear, sintiéndose cómodos y plenos nuevamente.

Finalmente, se sentaron en una banca algo alejada y siguieron conversando. Bonnie se sentía mejor, no se había sentido tan cómodo con un Alfa desde hacía mucho tiempo, deseaba que así fuera siempre.

– Me gusta mucho este parque, solía venir a practicar con mi guitarra aquí casi todos los días– dijo el alfa observado el pequeño estanque que estaba en frente de ellos, viendo a los patos nadar tranquilos.

– Oh, sí, Connor me contó que tocas la guitarra también– Bon estaba seguro de que cuando llegara a casa le iba a comprar a su cachorro lo que quisiera, prácticamente fue el quien salvó la cita, primero con su anillo de origami y ahora con aquel dato.

Aún así, quería hacerle saber a Bonnie lo mucho que le importaba.

– Bonnie– llamó al omega que le miró atentamente, tomando su manita pálida entre las suyas morenas–, lamento el desastre de hace rato, no creí que ese lugar fuera tan malo, había buenas reseñas de él en Internet, pero creo...– hizo una pequeña pausa, soltando un suspiro–, creo que ya estoy demasiado viejo para lugares como ese– dijo con un tono desanimado, sorprendiendo al pelimorado, quien elevó una de sus manos para tomar con cariño su mejilla, haciendo que lo mirara a los ojos.

– No digas eso, Bon, simplemente hay muchas personas con mal gusto que les gusta ir a lugares como ese, je je je– soltó aquella risita que solía hacer, sonrojándose al notar lo que dijo, ¿qué le pasaba últimamente? Las payasadas le salían solas, con lo que le costó deshacerse de ese hábito, esperaba que Bon no pensara que fuera muy tonto.

– Jaja, tienes razón, peor para ellos– se rió tomándose bien aquella broma, le gustaba el sentido del humor que tenía–. Pero aún así, siento que mereces una mejor cita, así que espero que me dejes compensarlo en la segunda– lo dijo, Bon se armó de valor y lo dijo.

– ¿S-Segunda? ¿Q-Quieres una segunda cita?– dijo Bonnie, que estaba aún más sonrojado.

– Y una tercera y una cuarta y muchas más– Bon tomó ahora las mejillas del pelimorado para que lo viera a los ojos–. Bonnie, nunca creí en el destino, pero una vez mi padre me dijo que las feromonas nunca se equivocan, y desde que sentí tu olor a moras silvestres por primera vez, supe que eras especial– acarició sus mejillas rojas con cariño–. Tú de verdad me gustas y quiero salir contigo en serio, claro, solo si tú me das la oportunidad– se notaba que Bon hablaba muy enserio.

Bonnie no sabía qué decir, su omega interno chillaba para que aceptara, básicamente era una oportunidad única, y había pasado tanto tiempo desde su última relación que pensaba que esta sería la definitiva, después de todo, a la tercera va la vencida. Y Bon le había demostrado completamente que realmente lo quería y respetaba sus decisiones.

– Eso sería maravilloso, Bon.

(...)

– ¡¡Te salvaste esta vez rojo, pero si vuelves a causarle problemas a mi jefe y me despiden, no la contarás!!– Meg le gritaba por teléfono a su hermano que tenía el móvil lejos de su oreja, y aun así la escuchaba.

– Sí, sí, lo que digas, enana, te prometo que no vuelve a pasar, ¿sí?– decía cansado, ya se había disculpado mil veces con ella, no tenía que estar histérica.

– Más te vale– y la peli blanca colgó.

– Yo también te quiero, hermana.

A estas horas el bar no solía tener mucha gente, más que nada uno que otro alcohólico que siempre necesita de su bebida. Aun así alguien entró al bar y se acercó a la barra, un tipo con muy malas pintas y lleno de cicatrices, pero a Fox no le perturbó, no era lo peor que había entrado en el bar.

– Cantinero, una cerveza– pidió con la voz ronca.

– A la orden– Fox le sirvió una cerveza al tipo y luego se fue a atender a más clientes.

– Muchas gracias, rojo, jaja– dijo el hombre moreno y de ojos azules con una sonrisa–. Parece que él no está contigo, así que supongo que te salvaste...

(...)

Ya en la noche, Bon llevaba a Bonnie a la mansión, ya que le ofreció que cenaran ahí para dar un buen final a su día, Bonnie no pudo negarse, pues también tenía ganas de ver nuevamente a Connor. Al llegar, el cachorro los recibió muy alegre a ambos.

– ¡Papá, viniste con el profesor!– corrió a abrazar al mayor junto al pelimorado.

– Hola, cariño, me alegra mucho verte– le dijo a su... al cachorro.

– ¿Le gustó mi regalo?– dijo muy emocionado viéndolo con sus ojitos llenos de esperanza.

– Claro, me encantó, te estoy muy agradecido– dijo mostrándole la mano donde tenía el anillo.

– ¡Siiii!– dijo muy feliz dando saltitos, ambos entraron a la mansión, pero Bon recordó que tenían que contarle algo al pequeño.

– Connor, campeón, ¿puedes acercarte un momento? Hay algo que debemos decirte– tomó la mano del omega mientras el pequeño volteaba a verlos.

– Oh, ¿ya están saliendo oficialmente?– esas palabras dejaron como piedra a los adultos.

Bon le explicó con su muy emotivo y largo discurso sobre cómo los adultos se enamoran y cómo, aunque este con el profesor, él no dejaría de lado a su amado cachorro.

– Sí, cariño, tu padre y yo somos novios ahora, ¿no te molesta?– le preguntó al pequeño, no sabía por qué se sorprendían ya deberían acostumbrarse a que el cachorro vaya dos pasos delante de ellos.

– Nop– dijo muy alegre mientras daba una gran sonrisa que dejaba ver el adorable hueco entre sus dientes–. De hecho, estoy muy feliz de que estén juntos, así tengo a mis personas favoritas conmigo más tiempo– el corazón de los adultos se derritió de amor en ese instante, Bonnie realmente creía que ese pequeño era único y muy especial.

– Bueno, vayamos a cenar entonces– dijo el alfa tomo la mano de su cachorro y Bonnie tomo la otra mano del pequeño y fueron hacia el comedor como una familia feliz.

Connor por fin sentía que ese hueco faltante en su vida se había llenado con la presencia del profesor, al igual que Bon, quien volvía a creer en el amor.


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