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Prólogo

La primavera comenzaba a mostrarse tras la llegada de la brisa cálida y las lluvias suaves, diciendo adiós al frío invierno. Los niños volvían felices de sus vacaciones a las clases de nuevo, pero esa era la excepción para un pequeño peliturquesa en sus tiernos cuatro años. Para él todo era nuevo, de estar encerrado en casa había pasado a estar caminando por las calles del barrio en dirección al jardín de niños por primera vez, yendo de la mano de su padre.

– ¿Nervioso, pequeño?– la voz del adulto hizo que el cachorro levantara la cabeza con una sonrisa.

– Un poco– confesó apretando la mano morena del mayor pero sin borrar su inocente sonrisa–. Papá, ¿seguro que no puedes entrar conmigo?

– No, pero no te preocupes, solo serán unas horas, luego volverás a casa, te estaré esperando– le acarició los cabellos con tranquilidad-. Mira lo bueno, podrás hacer nuevos amigos y aprender muchas cosas, ¿no tienes ganas?

– ¡Siii!

Su padre era un Alfa soltero, apenas tenía tiempo para el pequeño por su duro trabajo pero siempre se preocupaba por su hijo. Hacía todo lo que podía para mantenerlo feliz, cerciorándose de que no le faltara de nada, aunque siendo el propietario de una importante empresa comercial no se preocupaba por nada material.

En poco rato llegaron a la guardería, un pequeño pero acogedor edificio con colores animados y lindos dibujos en los muros que llamaban la atención de los más pequeños. Varios padres junto a sus hijos iban entrando poco a poco al jardín, siendo acogidos por una maestra que llevaría a los niños a sus aulas. El pequeño peliturquesa se escondió tras su padre al ver tantos niños amontonados, no quería separarse de él aún.

– Connor– el adulto se agachó para ver al infante verle con ojitos tristes–, no tengas miedo, estarás bien, Fede vendrá a recogerte cuando salgas.

– ¿No vendrás tú?– hizo un puchero mientras su padre le acariciaba las mejillas con delicadeza.

– Lo siento, hoy tengo trabajo por la tarde, pero estaré contigo para la cena, ¿vale?– besó la cabeza de su cachorro y acarició sus cabellos–. Anda, ve, te están esperando.

Le dio unos golpecitos en la espalda para animarlo a caminar hacia la maestra que lo esperaba con una sonrisa, el niño fue con ella con paso inseguro, devolviendo la mirada a su padre que le decía adiós con la mano. A través de los coloreados pasillos y las bulliciosas aulas llenas de niños emocionados, Connor se vio guiado hasta la puerta de un aula decorada con distintos tipos de gatitos que le hizo sentir ternura y confianza. La mujer dio unos golpecitos a la puerta y entró con el infante para llamar la atención del maestro que estaba por empezar su clase.

– Lamento la interrupción, pero tienes un nuevo gatito para tu clase– dijo divertida mientras hacía pasar al jovencito peliturquesa que miraba nervioso a su alrededor.

– Oh, gracias, Ann, yo me encargo– sonrió dulce el joven y le mostró la mano al pequeño que acababa de llegar–. Ven, cielo, ¿cómo te llamas?

El niño de mirada guinda se quedó mirando a su nuevo maestro, si bien al principio lo había confundido con una mujer, pero pronto se dio cuenta de que no era así. A pesar de sus cabellos largos y púrpuras recogidos en una alta coleta y su mirada rubí tan dulce y llena de bondad, pudo apreciar algunos rasgos que no lo hacían ver como la anterior maestra. De repente, un suave olor a moras silvestres pareció transportarlo a un bosque lleno de paz y tranquilidad, hizo que todos sus nervios se desvanecieran y se acercó más al pelimorado.

– C-Connor, me llamo Connor– respondió todavía tímido tomando la mano del tutor.

– Bien, Connor, bienvenido al aula de los gatitos, yo seré tu profesor, puedes llamarme Bonnie– le sonrió comprensivo mientras lo llevaba al frente de la clase–. Estos serán tus nuevos compañeros, verás que te llevarás muy bien con ellos– lo llevó hasta una de las mesas para dejar que eligiera su nuevo sitio–. Bueno, niños, vamos a enseñarle a nuestro nuevo amiguito cómo aprendemos los gatitos, ¿están listos? – todos los alumnos alzaron los brazos con gran entusiasmo y el pequeño peliturquesa no evitó copiar el gesto del resto para seguir al resto.

Sin embargo, el niño aún no sabía que su padre aún no se había ido a trabajar, pues a nada de despedirse de su nene, el adulto estaba siendo molestado nuevamente por su teléfono que no paraba de sonar. Ya lo había ignorado durante todo el trayecto a la guardería y debía contestar.

– Aquí Bon Smith– respondió de forma mecánica–. No, aún no he podido... Estaba ocupado... – suspiró frustrado frunciendo el ceño tratando de mantener la calma, aún había niños alrededor–. Mire, no tengo tiempo ahora, le llamaré más tarde– colgó sin dar oportunidad a la persona del otro lado de la línea de contestar–. Qué pesado es ese hombre... Pero aun así le debo mucho.

Pasó su mano por sus cabellos de color turquesa y antes de irse decidió tomar unos minutos para informarse más sobre el jardín de niños en el que confiaba a su hijo. Su amiga de la infancia, Joy Campbell, le había recomendado esa guardería dado que anteriormente llevó a su hijo allí y les atendieron bien, incluso le mencionó sobre una antigua maestra anciana con experiencia que daba clases, por lo que estaba confiado.

Al entrar a la recepción se encontró con la maestra que había acompañado a su cachorro a su aula, por lo que decidió preguntarle por aquella profesora, sería una suerte que pudiera darle clases a su hijo, sabía lo difícil que le resultaba hacer nuevas amistades y quería que no le fuera tan duro empezar ahora.

– Oh, ya sé de quién me habla– recordó la mujer rubia pensando unos instantes–. Lo lamento, la tata... Perdón, la señora María se retiró al empezar este curso, ya estaba muy mayor y no quería preocupar más a los niños.

– Entiendo– suspiró decepcionado el alfa ante la noticia, pero no podía hacer más.

– No se preocupe, su hijo está en buenas manos, María dejó su cargo a su nieto y es tan bueno como ella, estoy segura de que cuidará muy bien de su pequeño– le sonrió la omega–. Si tiene alguna duda siempre puede venir en horarios de tutorías por la tarde y en jornadas de puertas abiertas.

– Muchas gracias– asintió con la cabeza y se retiró de forma educada, ya llegaba tarde a la empresa y su secretaria le echaría de nuevo la bronca.

Aun así, no estaba muy seguro de aquel "suplente", su amiga fue claramente específica que ningún hombre trabajaba en la guardería, ya que los niños se sentían más seguros rodeados de mujeres y más si eran omegas, tenían más instinto de protección y cuidados para ellos. El molesto sonido de su móvil volvió a molestarlo y fue tras el edificio para poder despotricar sobre el pobre dispositivo que no lo dejaba en paz.

– ¡Ya dije que...!– en un milisegundo desvió su mirada hacia una ventana que daba justo hacia una de las aulas, haciendo que colgara involuntariamente.

Su mirada esmeralda se cruzó de lleno con un largo cabello de color morado uva, seguido de una piel pálida como la nieve, las curvas más perfectas que jamás había visto y una sonrisa tan dulce en su rostro perlado que hasta podía imaginar cómo sería su aroma a través de la ventana.

Entonces una nueva llamada de su móvil le sacó del trance, dándose cuenta de que el chico (de aspecto realmente joven) seguía en su clase y que no hacía nada allí parado si no quería asustar a los niños (sin darse cuenta de que ahí estaba su cachorro). Se dio la vuelta y cogió la llamada, viendo que era su secretaria, mejor se daba prisa, ahora sí.

Con eso se dio cuenta de que no sería mala idea llevar a su pequeño cachorro él mismo a esa escuela, debería hacer más hueco en su agenda.

(...)

El primer día resultó ser más divertido de lo que esperaba, Connor estaba rebosante de energía a pesar de todo lo que había hecho ya, pero realmente no se había entretenido tanto antes en su corta vida. Sus compañeros eran realmente amables y muy graciosos, y ni hablar de sus monitores, eran todos muy atentos y protectores con los alumnos. Sin embargo, su maestro era el que mejor le había caído en ese instante, no podía esperar al día siguiente para ver qué más cosas le enseñaría.

Mientras el resto de los niños iban a la salida, él se quedó en la puerta esperando a que llegara el auto de su padre, le decepcionaba un poco que no fuera él a recogerlo, pero no podía culparlo, ya le había dicho que su trabajo era importante aunque nunca le contó en qué consistía, solamente que era la razón por la que casi nunca podía acompañarlo. Salió de sus pensamientos cuando notó una suave mano sobre su hombro.

– ¿Qué pasa, Connor? ¿No vienen tus papás a recogerte?– era su maestro Bonnie que venía a asegurarse de que todos sus alumnos serían acompañados a sus hogares.

– Mi papá está ocupado, vendrá alguien más a buscarme– dijo como si nada mirando al resto de familias irse poco a poco.

Antes de que pudiera preguntar algo más, un auto negro de último modelo se estacionó en la puerta, del cual bajó un hombre de cabello rosa pálido con mechas blancas con traje de chófer, Connor lo reconoció de inmediato y no evitó sonreír.

– Ya vinieron por mí, hasta mañana, profe Bonnie– se despidió del mayor y fue dando leves brincos hacia el pelirrosa que lo esperaba con una ligera sonrisa de ternura.

Desde el auto, el pequeño movía su manita hacia el pelimorado que también le despedía con la mano. No dudaba en que aquel año sería algo más interesante.

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Hola a todos mis queridos lectores hoy vengo con una nueva historia es una colaboración con mi mejor amiga @Foreversonamy asi que podrán encontrar la historia tanto en mi perfil como en el de ella.

Pero debo avisarle que si quieren disfrutar de la completamente de la  historia les comiendo mucho hacerse una cuenta en la plataforma de fanfics Ao3 en el primer comentario les dejare un hilo de twitter que hice sobre eso 

Ahora por favor disfruten 

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