Unexma - Alma sin Alma /Cap. 3
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CAPÍTULO 3
-¡Antonella!, ¿qué pasa? -dijo una voz angustiada. Cuando miré, era mi mamá. Yo estaba en shock.
-Esa cosa... esa cosa me venía siguiendo, me... ¡me quería llevar! -dije llorando. Me sentía muy asustada.
-¿Qué cosa hija?
-La mujer; la mujer que aparecía en mi cuarto; su cara... su cara... -conté asustada.
-¿Cómo era su cara, hija?
-Su cara, ¡era la de un perro mamá! ¡Tengo mucho miedo!
¡Me quiero ir de este lugar! -grité.
Mi mamá me abrazó con fuerza y empezó a llamar a mi papá:
-¡Alfonso!, ¡Alfonso! -gritó mamá; y en eso comenzaron a aparecer los vecinos, preguntando a mi madre qué pasaba y ella algo les contó (no entrando en mayores detalles); estaba en eso y apareció mi padre:
-¿Qué pasa, Florencia?
¡Antonella, qué te pasa, hija? -preguntó asustado mi papá cuando me vio llorando.
-Alfonso, dice la niña que vio a una mujer que la seguía y parece que venía disfrazada por lo que me cuenta la niña; y en forma horrible.
-¿Una mujer disfrazada?
¿De qué?
¿Y Dónde?.
-Cuéntale hija, a tu padre.
-En el callejón de acá al lado; y allá -afirmé apuntando con el dedo, hacia donde venía caminando y arrastrándose.
Tenía una cara de...
-Sí, ya sé, una fea máscara. Ya me lo ha dicho tu madre. No te preocupes, iré a buscarla.
-¡Entren!, voy a ir a mirar por el callejón. Y si la encuentro, ya va a ver quién soy yo -aseguró mi papá.
Había un palo botado en el suelo, mi padre lo tomó y un vecino le dijo que lo acompañaba. Y se fueron por el callejón donde primero se me apareció, y nosotras entramos a la casa. Esperamos en el living a que mi padre llegara. Todavía me sentía asustada, y no entiendo, por qué me pasan estas cosas. De pronto las luces de la casa se apagaron y abracé a mi madre; empezamos a escuchar ruidos dentro de la casa, y empecé a ver una sombra que se movía muy rápido, miré a mi mamá y ella todavía no veía aquella sombra, pero la sentía nerviosa y yo seguía abrazada a ella:
-Tranquila mi amor, sólo fue un apagón o una baja de voltaje.
Tu padre volverá pronto y revisará los fusibles de la casa -me dijo, mientras acariciaba mi cabello.
-¡Mamá!, veo una sombra que se mueve mucho -dije, asustada.
-¿Dónde amor? -preguntó mamá.
No dije nada más, pues aquella sombra se quedó quieta cerca de la ventana del comedor y la luz de la luna alumbraba donde estaba la sombra y me di cuenta que era aquella horripilante mujer:
-¡Hija, contéstame!
¿Dónde está la sombra?
-Ahí, en la ventana del comedor; ¡es la horrible mujer! -dije, llorando.
Entonces mi madre miró rápidamente al comedor:
-¡Hija!, ¡no veo a nadie!.
-¡Mamá ahí está!
Está mirando al suelo, pero mueve su cabeza sin mirarme; sonríe y todavía le salen gusanos por sus ojos y oídos.
¿Por qué no la puedes ver? -pregunté, llorando.
-¡Cálmate amor! -dijo muy preocupada.
-¡No quiero calmarme!
¡Me quiero ir de aquí! -grité, angustiada.
-¡Antonella!, ¡Basta!
-¡No veo a nadie!, voy a ir hacia la ventana para que veas que no hay nada -dijo. Y fue hacia allá.
Mi madre se quedó al lado de aquella mujer, pero lo más angustioso era que yo solamente la veía. La mujer volteó su cara, como mirando a mi madre, pero su cara seguía mirando al suelo, movía la cabeza y de su boca salía un líquido negro. Luego dejó de mover su cabeza y se quedó fija; como mirando a mi madre. Y los gusanos que salían de sus ojos se empezaban a devolver, y entraban de nuevo por sus ojos, y ella puso sus ojos en blanco como si de una puerta se tratara. ¡De pronto!, sus ojos se volvieron rojos y ahora miraban fijos a mi mamita. Luego vi como su nariz y boca se alargaban; sus orejas quedaban puntiagudas, sus dientes se alargaban y su lengua se alargaba también. Su rostro se había convertido en un perro. Quedé muda de tanto miedo, entonces me puse a llorar de nuevo, y mi mamá me dijo:
-¿Viste amor, no hay nadie!
Ahora voy abrir la ventana.
¿Viste, no hay nada ni nadie!.
Yo no podía decir nada. Temblaba sin salir de mi shock. Entonces vi como aquella mujer con cara de perro se acercaba de a poco a mi madre, y empezó a sacar su lengua con la clara intención de lamerle la cara a mi mamá. Luego se acercó más a ella, -quise advertirle, pero sabía que no me iba a creer.
Vi que su lengua la pasaba por la oreja de mi madre:
-¡Ay!, ¡malditas moscas! -dijo mi madre molesta. Llevándose la mano al oído; como espantando una mosca.
-No fue una mosca mamá -le dije.
-¡No me digas nada!, ¡fue aquella mujer! -ironizó.
-¡Sí!, ¡fue ella!
¡Y está al lado tuyo! -le informé.
Y vi que la fea mujer ya no estaba. Cuando súbitamente llegó la luz a la casa.
Miré por todos lados del comedor; miré hacia adelante, miré al lado derecho - y no vi nada, luego miré lentamente al lado izquierdo - y no pude evitar dar un grito enorme de puro miedo.
Autora: Lorena Castro Castro.
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