Unexma - Alma sin Alma /Cap. 2
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CAPÍTULO 2
... Hasta que un día fui a casa de una prima que vive cerca, jugamos todo el día en el patio de su casa. Cuando ya empezó a anochecer, mi tía nos dijo que fuéramos a comer algo, eso hicimos. De pronto sonó el teléfono y mi tía contestó:
-¿Aló?
Hola Florencia, ¿cómo estás?...
Me alegro, nosotros bien gracias a Dios.
Sí, yo le digo a Antonella, no te preocupes.
Te aviso que ya comió la niña. -De nada loquilla, bueno, nos estamos viendo o comunicándonos hermanita. Saludos a Alfonso, adiós -dijo y colgó.
Mi tía me llamó y me dijo:
-Antonella, hija, llamó tu mamá y quiere que te vayas a la casa antes de que se haga más tarde.
-Okey tía voy. -Nos vemos mañana Helen -
Muchas gracias tía, estuvo todo rico.
-De nada, mi amor, ahora te voy a dejar a tu casa.
-No se preocupe tía, si vivimos cerca, no me voy a perder, además, no deje a mi prima sola.
-Corazón, tan preocupada que es usted, sobre todo con su prima Helen. Bueno, te dejo en la esquina y me vengo rápido.
-Bueno tía, vamos.
Me despedí de mi prima, salimos de la casa y mi tía me dejó en la esquina, nos hicimos señas y entonces comencé a subir las escaleras de un callejón. De pronto, salió el viento fuerte y no me dejaba mirar ni avanzar pues el viento levantaba tierra y tenía que cerrar mis ojos, además me llevaba el pelo hacia mi cara tapándome los ojos, así que miré hacia atrás por si venía alguien, pero estaba sola, entonces con dificultad intenté mirar hacia adelante; y al fondo, arriba, había una persona parada a pocos metros de mí al final de la escalera, eso creo, pues con este viento no puedo distinguir bien. De pronto, el viento se calmó y cuando por fin logré quitar el pelo de mi cara e iba a seguir mi camino me di cuenta que en realidad había una persona parada dándome la espalda, era una mujer, sin duda por la vestimenta. Sin darme cuenta, me estaba acercando más y más al final de la escalera, mis pies se movían solos y yo no me daba cuenta que seguía subiendo la escalera de aquel callejón mientras en mi mente trataba de distinguir y reconocer quien era esa mujer que estaba de espaldas. Sería alguna de mis vecinas, pero no lograba coincidir con ninguna, ni por su forma de vestir, ni por las proporciones físicas. De pronto estaba a menos de un metro y no podía creer quien era esa mujer, la persona que estaba de espaldas, era esa bruja horrorosa, porque de pronto la luna iluminó donde ella estaba, por eso la reconocí. Me quedé inmóvil, estaba como pegada al piso, pues mis piernas no me obedecían. Aquella bruja empezó a voltear su cara y cuando quedó de perfil, tenía en su cara la apariencia de un perro.
Quise gritar, pero el grito no me salía, no sé cómo saqué fuerzas y salí arrancando y bajé las escaleras rápidamente y me fui por la otra calle, que es más larga y no tiene escaleras. Subí lo más rápido posible, parecía que el corazón se me iba a salir y a la vez me latía a mil y cuando estaba por terminar de subir miré a dos cuadras más arriba en una esquina, y ahí estaba la mujer nuevamente mirándome de frente con su cara de perro y corrí más rápido, doblé la esquina y casi al fondo estaba mi casa. Empecé a golpear la puerta desesperadamente, tenía mucho miedo de que aquella cosa me quisiera llevar, de pronto miré a la esquina y allí estaba parada, volví a gritar y a golpear la puerta:
-¡Mamá!
¡Por favor, abre la puerta! ¡Mamá! -grité desesperada.
Miré nuevamente hacia donde esa mujer estaba, y empezó a caminar lentamente y parecía que todo su cuerpo se quebraba, por la forma de caminar; y se caía y se arrastraba, dejando un reguero de sangre a su paso. Levantó su cabeza y me mostró su horrible cara de perro con ojos rojos, de pronto sonríe y muestra sus dientes brillantes y de su boca salían sangre y gusanos:
-¡Aaahhh!
¡Mamita, ayúdame!
¡No dejes que se me acerque esa cosa tan horrible! -grité llorando, y golpeaba con más fuerza y miraba como se acercaba, arrastrándose y riéndose aquella espeluznante mujer. Yo gritaba angustiada y también me tapaba la cara, pero mis gritos nadie los escuchaba. Cuando volví a mirar nuevamente, ese monstruo estaba ya casi cerca de mí, se levantó, sin dejar de reír, luego cambió su forma y su cara ya no era la de un perro, sino que era una mujer normal, en cierto modo, porque su rostro estaba totalmente ensangrentado y aún le salían gusanos, pero esta vez por sus ojos y orejas. Cerré los ojos y me tapé mi carita con las manos, pues sentía que ya no tenía salvación, su respiración la sentía muy de cerca y de pronto sentí una mano que tocaba mi cabecita.
Autora: Lorena Castro Castro.
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