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8: Lángara






–Así que ya tomaste tu decisión, ¿verdad? –Preguntó su hermano frunciendo el ceño mientras se cruzaba de brazos; Mikasa suspiró con enorme cansancio al tiempo que se encogía de hombros y tomaba su bolso.

–Por favor no hagas las cosas más difíciles, solo quiero ver si está bien... Sasha, ¿nos vamos?

Su mejor amiga se había quedado la noche anterior con ella, consolándola y animándola. Mikasa se sentía destrozada, no solo por la golpiza que había recibido Eren, sino también por las palabras de su hermano. Habían sido tan duras. Aquello definitivamente era un ultimátum. Pero, ¿cómo podía ser tan cruel? Levi sabía que ella lo adoraba, siempre había sido el mejor de los hermanos. La cuidaba, la protegía y la mimaba como nadie, pero no podía seguir utilizando eso en su contra. Si permitía que aquella manipulación funcionara, entonces controlaría cada aspecto de su vida... tal y como lo había hecho por años, pero con Eren era diferente, él era especial.

‹‹Yo sé que valdrá la pena, yo sé que sí››, se aseguraba internamente la chica. Se estuvo repitiendo esas palabras una y otra vez, para tomar la decisión de irlo a visitar, aun cuando eso implicara que su hermano no le volviera a hablar jamás.

–Piénsalo bien Mikasa, si supieras las cosas que dicen de ese chico...

–No me importa lo que digan, no pienso dejarme llevar por rumores.

–Mikasa, es tu última oportunidad.

– ¡No tienes que darme ninguna oportunidad! Lo siento Levi... pero ya no más –la pelinegra tomó a su mejor amiga de la muñeca y la arrastró fuera de la habitación; su hermano le dirigió una mirada encrespada antes de alejarse por el pasillo, probablemente para encerrarse.

– ¿Estás segura? –Preguntó Sasha bajando las escaleras–. Mira, si hay alguien que se enloquezca por los chicos soy yo... pero esto se trata de tu hermano...

–No, de hecho, se trata de mi vida y las decisiones que quiero tomar con ella –Mikasa suspiró antes de asentir y después de despedirse con un grito de sus padres, la chica salió de su casa para dirigirse hacia la de Armin.

Tenía que verlo. Necesitaba verlo.



≫♡≪



– ¿Cómo que no está? –Preguntó Mikasa sorprendida luego de que su mejor amiga la dejara en el domicilio del rubio, quién se encogió de hombros.

–Tuvimos algo así como una discusión... y se marchó.

–Pero... yo quería verlo, quiero saber si está bien –insistió la pelinegra.

–No te preocupes por él, es fuerte.

Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas, sintiendo la culpa acrecentarse en su pecho, ¿la estaba evitando de nuevo? ¿Estaba enojado?

–Lo que hizo Levi... quiero disculparme...

–Mikasa –el rubio, adivinando lo que pensaba su mejor amiga, le revolvió el cabello–. Eren no está enojado.

–Pero estaba tan herido...

–No te preocupes, esto no es nada para él –soltó Armin con voz sombría y llena de resentimiento–. Lo superará –aseguró con amargura.

Algo en aquella frase hizo que la sangre de Mikasa se helara totalmente, un frío estremecimiento la recorrió y ella tuvo la necesidad de rodearse con sus brazos.

– ¿A qué te refieres?

Armin, dándose cuenta de su error, hizo una mueca y negó luciendo realmente incómodo.

–Cuando éramos unos niños, Eren solía ser demasiado torpe y siempre estaba tropezando, es solo eso.

Mikasa no le creyó ni por un segundo, no obstante, su gran prioridad ahora era ver cómo estaba el ojiverde.

– ¿Crees que puedas llevarme a la casa de Eren? –Preguntó haciendo un puchero; el chico se quedó tan blanco como un papel antes de rascar su nuca.

–No... creo que eso sería una mala idea.

–Pero dijiste que no estaba molesto conmigo. Y quiero verlo.

–Sí... dije eso, pero... él necesita descansar, no es bueno que lo molestemos ahora.

–Armin por favor...

–Lo siento Mikasa, pero tengo cosas que hacer... tan pronto como hable con él, le diré que vaya a verte. Tú mejor vete y déjalo pasar, Eren estará bien.

La pelinegra asintió.

–Sí... tienes razón, lo dejaré así.

Armin le dio una suave sonrisita a su mejor amiga y una vez cerró la puerta, la chica resopló y tomó su teléfono.

–Qué poco me conoces, Arlet –gruñó mientras buscaba el número de teléfono que necesitaba, al encontrarlo, simplemente llamó, alejándose hasta esconderse tras un árbol.

– ¿Mikasa? –Respondió una suave voz al otro lado de la línea–. Qué sorpresa, tú nunca me llamas, usualmente es al revés... así que debo suponer que necesitas algo.

–Sí, de hecho, sí, pero es súper confidencial, así que no le puedes decir a nadie.

– ¿Está todo bien? –Su voz se impregnó de preocupación–. ¿Pasa algo malo?

–No, solo quiero que seas lo más discreta posible, ¿me ayudarías?

–Si puedo hacerlo, lo haré... dime de qué se trata.

–Estoy en la puerta, ¿crees que puedas acompañarme a la casa de Eren?

Por un largo rato, no se escuchó nada, luego la chica suspiró.

–Bajaré en un minuto, y no te preocupes, te prometo que mi primo no me verá.






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–Está bien, lo siento, si no te pregunto voy a estallar. Tú sabes que normalmente no me meto en la vida de los demás, pero, ¿qué está ocurriendo? ¿Y por qué me pediste esto a mí y no a mi primo? ¿Por qué no puede saberlo?

Las mejillas de la pelinegra se tiñeron de un profundo color carmesí, al tiempo que se encogía de hombros.

–En resumen... mi hermano golpeó a Eren y quiero disculparme con él por eso.

–Mikasa, debes estar bromeando.

–Te lo digo en serio.

–Lo sé, te creo, me refiero a ese resumen... me genera más preguntas que respuestas, no puedes ser tan cruel de no darme contexto.

–Te prometo que te las responderé, pero ahora solo necesito verlo... y sobre la pregunta de por qué tu primo no quiere llevarme a la casa de Eren... quizás tú puedas responder eso.

Historia mordió su labio, pensativa, antes de encogerse de hombros.

–De niños siempre estábamos en casa de Eren o de mi primo... pero...

– ¿Pero? –Sonsacó Mikasa y la rubia apartó la mirada; Mikasa le dio un suave empujoncito con el hombro–. Yo te respondí tu pregunta, creo que es justo que responda la mía... ¿pero?

–Hace cinco años murió el padre Eren... y desde entonces no he vuelto a su casa. No le gusta que nadie vaya. Ni siquiera mi primo.

– ¿Por qué?

La rubiecita se encogió de hombros.

–No lo sé... creo que solo Armin está al tanto de lo que sucede con Eren, pero no te responderá.

–Lo imaginé... –musitó la pelinegra deteniéndose frente a la casa qué Historia señalaba.

–Hemos llegado.

–Ya no sé si es buena idea –señaló Mikasa asustada–. Después de lo que me contaste...

–Si solo será una disculpa rápida, no creo que haya problema... además, no sé qué hay entre ustedes dos, pero Ymir me dijo que...

Mikasa alzó la mano rápidamente y negó, interrumpiéndola.

–Aún sigo enojada con tu novia, así que ni la menciones –refunfuñó e Historia arrugó la nariz.

–También necesito respuestas sobre lo que sucedió en el bosque.

–Nada.

–Mikasa...

–Te lo juro... aunque si Ymir no hubiera interrumpido... –admitió e Historia lanzó un gritito lleno de emoción.

– ¿Entonces Eren y tú...?

–Nada... solo somos amigos... mira, me disculparé con él y luego nos iremos.

–O podría dejarlos solos...

–Ni se te ocurra.

–Estaré en el parque, queda a dos calles de aquí, pero no me quedaré como una tonta sentada en la acera mientras hablan. Buena suerte –canturreó la rubia.

Mikasa tomó una bocanada de aire y se dirigió a la puerta.

Solo sería una disculpa rápida y luego se marcharía.




≫♡≪



–Zeke... por favor, sabes que tienes que terminarte tus verduras –reprendió dulcemente Eren al tiempo que le limpiaba las comisuras de los labios a su hermano con una servilleta–. Si no, no podrás ver la televisión.

El rubio, claramente furioso por eso, lanzó un gran chillido, arrojando el plato al otro extremo de la cocina. El ojiverde hizo una muesca y suspiró, pero justamente cuando se disponía a recoger aquel desastre que había hecho su hermano, escuchó como llamaban a la puerta, por lo cual miró al rubio con atención y levantó un dedo.

–Volveré en un momento, ¿entendido? Pórtate bien –señaló antes de besarle la frente y caminar hacia la puerta, esquivando las botellas y latas de alcohol que estaban regadas por toda la casa.

El lugar apestaba, como siempre, y la alfombra apenas se veía bajo las cenizas y las colillas de cigarrillo que se encontraban allí. Un ligero aroma alcohol y vómito impregnaban toda la casa y Eren hizo una mueca cuando escuchó a su hermano llorar fuertemente desde la cocina. Acariciando sus sienes, abrió la puerta con cansancio.

Lo que vio allí hizo que se congelara completamente.

Una visión celestial.

–Hola Eren –saludó dulcemente la pelinegra.

El chico la recorrió desde la punta de los pies hasta la coronilla de la cabeza. Preciosa. Mikasa llevaba un ajustado short de mezclilla con una sencilla blusita rosa de tiritas. Su cabello estaba recogido en una alta coleta de caballo y le dedicaba una sonrisa maravillosa.

‹‹Demonios, ¿cuándo me voy a acostumbrar a verla? Es tan hermosa››.

–Hola Eren –repitió nuevamente Mikasa, esta vez con más fuerza, pues parecía que el muchacho no lo había escuchado.

Cuando volvió a la realidad, parpadeó rápidamente y miró sobre su hombro.

Oh mierda...

No podía ver ese desastre.

– ¿¡Qué demonios haces aquí!? –Preguntó Eren con brusquedad.

Los ojos de la pelinegra se abrieron de golpe al tiempo que daba un brinquito.

–Lo siento, no quise importunar, ¿llego en mal momento? –Preguntó la joven con un hilito de voz.

–Cualquier momento es malo para venir a este lugar. ¿Qué quieres?

–Lo siento –la sonrisa de la chica había desaparecido por completo y ahora lucía algo nerviosa. Eren se sintió como un idiota–. Es que... quería disculparme... por mi hermano... y saber cómo estabas.

–Estoy bien. Ahora vete.

–Lo siento Eren... en verdad... no quería que sucediera eso. ¿Crees que pueda entrar? Me gustaría hablar contigo de...

– ¡No! ¡Lárgate! –Espetó el chico inclinándose hacia ella.

–Pero... ¿estás molesto? Eren, si tan solo me dejaras pasar...

‹‹No, no, no, no, no››.

Se escuchó un fuerte golpe y luego un chillido horrible. No dudó que su hermano se hubiera golpeado por estar corriendo nuevamente en su andador.

–Mira tengo cosas importantes que hacer, es mejor que te vayas –señaló el ojiverde dando un paso hacia atrás y cerrando la puerta con el mayor cuidado posible para que ella no observara hacia el interior.

Mikasa posó su mano bruscamente sobre la puerta.

–Necesitamos hablar, estás molesto, lo entendí. Si es por mi hermano... por favor –trató de empujar la puerta para entrar y Eren se tensó.

‹‹No, no, no, no, no puede ver este desastre››.

– ¡Mikasa en serio lárgate ahora!

–Eren, por favor, hablé con mi hermano, está molesto, pero ya se le pasará, lo que sucedió anoche...

–Fue un error –soltó Eren de golpe y casi quiso golpearse con la puerta hasta desmayarse.

Mikasa era todo un libro abierto y Eren notó como le había roto el corazón.

Quizá Armin tenía razón, él no estaba listo. No estaba listo para mostrarle aquel infierno a su ángel.

–Sí, es por tu hermano, yo no quiero esto. Mikasa, lárgate. Y si te valoras un poco, no vuelvas a molestarme –espetó antes de cerrarle la puerta en la cara.

Quiso echarse a llorar en ese mismo instante, pero un nuevo golpe en la cocina le hizo ver que su hermanito necesitaba ayuda, por lo cual, después de lanzar una maldición, le dio una patada frustrada a la puerta principal antes de dirigirse hacia la cocina.




≫♡≪




No lo podía creer, ¿que había hecho? ¿Acaso Levi había asustado tanto a Eren hasta el punto de no quererla ver jamás? No lo culparía, no era la primera vez que su hermano alejaba a un hombre de su vida... pero era la primera vez que realmente le dolía eso. Había tenido citas con chicos, pero su hermano siempre los había espantado. Eren era diferente. No habían tenido una cita, ni siquiera un pequeño beso, pero le había gustado como ninguno... lo quería como a ninguno, a pesar de jamás haber estado realmente cerca.

Quizá era exactamente eso, quizá consideró que no valía la pena ni siquiera arriesgarse a recibir otra paliza por ella. La chica se sentía en estado de shock mientras caminaba hacia el parque para encontrarse con Historia y volver a casa. No podía dejarla allí sola.

Sus pies se movían en automático al tiempo que su mente parecía torturarla con las imágenes de Eren en el bosque... había pensado que quizá él podría quererla. O en el callejón, cuando la había abrazado contra su cuerpo. Cuando habían viajado en la moto del chico, en todos aquellos momentos en donde creyó que realmente podía suceder algo entre ellos.

–Que estúpida soy –musitó con voz temblorosa.

Ese distanciamiento... ¿se debió a su hermano?

‹‹No, no fue su culpa, él solo quería cuidarme...››

Está bien, Levi había actuado de forma incorrecta y tendría que aprender la lección, no podía dejar que se metiera así en su vida, pero había sido Eren quien se había alejado, quién simplemente ni siquiera intentó estar cerca de ella.

Él solo la había apartado.

–Que estúpida soy –repitió arrastrando los pies.

Mikasa había preferido ir a visitar a Eren, aun si su hermano no le volvía a hablar, pero el chico no parecía querer enfrentarlo.

‹‹Por supuesto, porque a ti no te rompieron la cara›› le reprochó su consciencia.

‹‹Supongo que es cierto... después de eso yo tampoco me querría cerca››, pensó con tristeza.

– ¿Mikasa? –Preguntó Historia cuando la chica llegó a su lado; parecía sorprendida porque hubiera llegado tan rápido y estuvo a punto de lanzar una broma, sin embargo, al notar la expresión de la pelinegra, entrecerró sus ojos, observándola muy atentamente–. ¿Pasó algo malo?

–No... simplemente me disculpé y ya está. ¿Nos vamos? –Habló con seriedad antes de señalar el camino de vuelta a casa de Armin. La acompañaría allí y luego... luego ya vería.

–Mikasa –la rubia le tomó el brazo para que se girara hacia ella–. ¿Por qué estás llorando?

– ¿Qué? –La pelinegra se rozó las mejillas con los dedos, y sí, efectivamente su rostro estaba humedecido. Hizo una mueca y se encogió de hombros–. No lo sé... quizá estoy reteniendo muchos líquidos –intentó reírse, pero la carcajada salió temblorosa, lo cual solo hizo preocupar más a Historia.

–Mikasa... ¿Qué pasó? ¿Acaso te hizo algo? ¿Terminaron?

– ¿Hacerme algo? No... y solo somos amigos –aseveró la pelinegra notando cómo su voz se rompía–. No, de hecho, ni siquiera eso. Él y yo no somos nada... nunca lo seremos –habló mientras dejaba salir un sollozo de su boca.

La rubia no necesitó nada más, simplemente tomó a Mikasa entre brazos y la acunó contra su pecho. Claro que quería saber que había ocurrido, pero en aquel momento la chica no parecía ni siquiera ser capaz de responderle, por lo cual solo se limitó a mecerla entre sus brazos al tiempo que le acariciaba el cabello.

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