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6: Exulansis






–Tú no vas a salir sin que yo lo conozca y lo apruebe –gruñó su hermano dando vueltas a su alrededor, observando cada detalle de su vestido.

Mikasa rodó de los ojos antes de lanzarle una mirada llena de fastidio.

–Por favor, ya había quedado con él, no pienso decirle que primero tiene que pasar por una entrevista de tres horas con mi hermano mayor, ¿quieres por una vez en la vida no avergonzarme?

–Ya conoces las reglas.

–Solo por esta vez, prometo que te lo presentaré a la próxima.

–Así que habrá próxima...

Mikasa abrió la boca para responderle, pero inmediatamente cayó en cuenta de su error. Ni siquiera habían salido por primera vez y ya estaba pensando en la próxima. La culpa la invadió. Peor aún, había quedado en ir al teatro con Jean esa noche, y al otro día se vería con Eren.

‹‹Una cosa no tiene que ver con la otra›› se recordó mentalmente.

Jean era un chico agradable, que evidentemente quería algo serio con ella...

...y Eren...

No sabía qué pensar sobre él. En un principio creyó que la odiaba, luego que quizá podrían ser amigos, después de lo sucedido en el bosque, tuvo la esperanza de poder ser algo más, pero entonces él había desaparecido y la pelinegra se resignó a que no lo volvería a ver jamás. Y el día anterior había interrumpido en su casa porque creía que estaba teniendo sexo con Jean, pero cuando le había preguntado qué sucedió, éste no respondió y parecía estar evitándola.

‹‹Las cosas con Jean parecen ser más sencillas››.

Sí, por esa razón no le había cancelado, a pesar de que lo había pensado muchas veces. Le parecía estúpido dejar la oportunidad de averiguar qué podría surgir con Jean, solo por estar con un chico que parecía incapaz de expresar lo que sentía. Peor aún, solo por querer estar con un chico que aparentemente no quería nada con ella.

– ¡Te estoy hablando mocosa! ¡Responde! –Gruñó Levi y Mikasa parpadeó rápidamente antes de arrugar la frente.

– ¿Qué sucede?

–Te estoy diciendo, cámbiate, no vas a ir.

–Levi, por favor, solo esta vez –la pelinegra juntó sus palmas e hizo un puchero–. Es muy tarde para cancelar.

–Primero tiene que venir con antelación para...

–Solo vamos a ir al teatro –el pelinegro apretó tan fuerte la mandíbula que sus dientes rechinaron y Mikasa hizo una mueca–. Por favor, ¿por mí?

Sus ojos grises brillaron y su puchero se incrementó; inmediatamente las facciones de su hermano mayor se enternecieron. No podía decirle que no a su hermanita cuando ponía aquel rostro, por lo cual simplemente se cruzó de brazos.

–Primero tendré que verlo –rezongó, aunque Mikasa ya se podía dar por victoriosa.

Estaba casi lista y en unos minutos llegaría Jean. Aquel día había optado por un estilo un poco más elegante, después de todo era lo mejor para el lugar al que iban. Se había inclinado por un largo vestido ajustado en un tono azul marino, con un recatado escote en cuello V y sin mangas. Le habría encantado llevarlo así solo, pero su hermano la había obligado a ponerse un chal color crema de su madre para que se cubriera del frío. Su cabello iba recogido de un alto moño. Llevaba una delicada cadenita y unos pendientes diminutos. Como era costumbre, su maquillaje solo constaba de poco de brillo labial y algo de rímel.

–Te ves muy bien, ¿crees que ese inútil lo valga? –Sonsacó acomodándole el chal sobre los hombros.

–No es ningún inútil. De hecho, es un buen tipo.

–Ya veremos.

–Levi, te pido, no, te suplico, que seas amable con él.

–Si se lo gana.

–Levi...

Cuando el timbre sonó, Mikasa salió corriendo, pero no pudo alcanzar a su hermano, que había salido prácticamente volando y había bajado las escaleras en un tiempo récord. La chica llegó a su lado justo en el momento que Levi abría la puerta y le dirigí a una mala mirada al joven que estaba allí. Si no tuviera tanto pánico de que su hermano espantara al chico, se habría carcajeado, pues la escena era bastante cómica. Jean medía aproximadamente un metro noventa, no obstante, parecía un pequeño animalito aterrado al notar la mirada cargada de resentimiento que le dirigía su hermano, que apenas alcanzaba el metro sesenta.

–No me agradas, eres demasiado alto –fue la primera queja que brindó su hermano, y ésta vez Mikasa sí tuvo que cubrirse la boca para no estallar en una escandalosa risotada.

–Lo siento señor –se disculpó Jean con voz temblorosa, como si en verdad tuviera culpa de ello. Mikasa lo observó detenidamente. Se veía muy atractivo, llevaba un oscuro traje puesto, el cabello perfectamente peinado y un ramo de rosas rojas en la mano; se lo atendió a la chica con timidez–. Las traje para ti... espero que te gusten.

Levi se las arrancó de la mano con brusquedad y negó.

–Sus favoritas son los tulipanes, fracasaste, ahora lárgate.

–Bueno ya basta –gruñó la muchacha señalando las flores–. Ponlas en agua y luego en mi habitación –le dedico una suave sonrisa a Jean–. De hecho, me han encantado, están preciosas, no le prestes atención a mi molesto hermano mayor, solo busca fastidiar.

–No te preocupes, entiendo que quiera proteger a su hermanita. Una mujer tan bella como tú tiene gran fortuna al tener a un hermano que la resguarde.

Levi bufó.

–Sí, claro, como sea, no me impresionas –el pelinegro se giró hacia su hermana–. Si te toca un solo pelo, dímelo.

–Levi, ya basta –suplicó totalmente avergonzada–. Volveremos a medianoche.

–No, a las diez.

–Pero... eso solo son tres horas...

–Ni un minuto más.

La pelinegra apretó labios con fuerza, queriendo golpear a su hermano, pero Jean asintió con seguridad.

–La traeré puntual –aseguró.

–E intacta, espero.

Jean asintió de nuevo y le tendió la mano a Mikasa, ésta, a pesar de la mala mirada de su hermano mayor, la tomó con timidez y se dejó llevar por el chico hasta el auto que estaba aparcado allí. Como todo un caballero, le abrió la puerta del copiloto y tras entrar en el auto, se dirigieron a su destino.

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–Me ha encantado, es una maravillosa adaptación de la obra –señaló Mikasa sonriendo y Jean asintió mientras caminaban por el parqueadero nuevamente hacia el auto.

–Bueno ayer me dijiste que te habías leído ese libro unas diez veces, así que supuse que te gustaría.

–Pues acertaste, muchas gracias –Mikasa le sonrió encantada–. Por cierto... quería disculparme por mi hermano. Él estaba tan... –la chica soltó gruñidos mientras acariciaba sus sienes–. Lo siento en serio.

–No te preocupes. No bromeaba cuando señalé que eres afortunada de tenerlo. Creo que yo actuaría igual en su lugar. Eres hermosa Mikasa, te mereces cuando menos que te protejan como el inmenso tesoro que eres.

Las mejillas de la pelinegra se sonrojaron profundamente mientras se giraba hacia el chico justo en el momento que llegaron a su lugar en el estacionamiento.

–Eres tan dulce... la pasé muy bien.

–Yo también, quizá en una próxima ocasión tu hermano nos dé un poco más de tiempo.

–Bueno, empezaste con buen pie, así que no veo porque no lo haría –aseguró nerviosa al notar como el chico se le acercaba lentamente.

Jean pasó los nudillos por la mejilla de la chica y ésta tragó grueso.

–Me gustas, Mikasa. Desde el momento en el que te conocí en la fiesta de Armin... él me habló maravillas de ti, pero conocerte fue una experiencia totalmente diferente... hermosa, al igual que tú –aseguró mirándola con adoración.

Sus palabras, al igual que sus acciones, eran simplemente maravillosas. Él era tierno, sin embargo, la chica se sintió algo incómoda.

‹‹¿Por qué no puedo corresponderle? Él es extraordinario. ¿Por qué no me siento increíblemente feliz?›› se preguntaba una y mil veces. Eso lo había hecho durante toda la noche. Cuando Jean la había llevado hasta el teatro, no había dejado de repetirle que se veía preciosa, le había abierto la puerta del copiloto y le había tomado una mano mientras se bajaba del auto, había sido completamente atento, siempre preguntándole si tenía hambre o si quería algo de beber.

‹‹¿Por qué no puedo enamorarme de él?››

Mikasa se fijó en los ojos marrones del chico y entendió la respuesta.

‹‹Por supuesto, porque me gustan los idiotas››.

Al no recibir respuesta de la pelinegra, Jean tragó grueso.

– ¿Yo... te gusto?

‹‹Sí, sí, sí, dile que sí. Es un buen chico››.

–Jean... me agradas mucho.

Aquello era cierto y por fortuna, Jean pareció tomarlo como algo muy positivo, por lo cual no dudó en acunar el rostro de Mikasa entre sus manos e inclinarse para besarla con suavidad. La chica apretó los ojos con fuerza. Los labios de él eran suaves, dulces y delicados, la acariciaban con gentileza y afecto... pero aquello se sentía tan mal, que dio un paso hacia atrás y negó.

–Lo siento, yo no... no puedo –musitó agachando la cabeza.

El chico parecía sorprendido por la negativa de la pelinegra, sus mejillas se sonrojaron y la miró con vergüenza.

–Lo siento, debí preguntarte antes.

–No se trata de eso, solo que... ‹‹no eres él››–. Se hace tarde y si no llego a tiempo, mi hermano se enfurecerá.

–Entiendo... entonces andando, iremos poco a poco –el chico le abrió la puerta del copiloto y nuevamente la ayudó a entrar.

El viaje estuvo acompañado de un incómodo silencio. Mikasa observaba por la ventana hacia el exterior, queriendo llegar prontamente a su hogar, necesitaba despejar su mente y notar la tensión del chico a su lado no le ayudaba en lo absoluto. Una vez aparcaron frente a la vivienda de la chica, Jean se apresuró para abrirle nuevamente la puerta y ayudarla a descender del vehículo; la escoltó hasta la entrada y aclaró su garganta.

–La pasé genial –señaló sonriendo a medias–. Siempre que estoy contigo la paso muy bien Mikasa.

La chica suspiró y se mordió levemente el labio inferior.

–Sí... digo lo mismo, eres genial.

– ¿Crees que se pueda repetir?

–Bueno...

–Podríamos ir a cine mañana... ya sabes... a ver una película, pero esta vez que sí te guste –soltó con humor, intentando romper con el frío ambiente que había entre los dos.

–Lo siento, pero tengo planes –se excusó avergonzada.

– ¿Qué harás?

Mikasa estuvo a punto de responderle que tenía que ir a un concierto de un amigo, pero la puerta se abrió de golpe, sobresaltándolos a los dos.

–Lo siento, quizá en una próxima ocasión –lamentó mientras su hermano la tomaba bruscamente del brazo y la hacía entrar.

– ¡Ya lárgate mocoso! –Gruñó Levi empezando a cerrar la puerta.

–Está bien. ¡Te llamaré! –Alcanzó a decir antes de que el pelinegro le cerrara la puerta en la cara.

El muchacho se giró hacia su hermana y arqueó una ceja.

–Entonces, ¿la pasaste bien Mikki?

La chica suspiró con cansancio y rascó su nuca mientras mordía su labio, al final solo atinó a asentir con desánimo y dejar caer su mano.

–Tengo algo de sueño, me voy a ir a dormir –anunció antes de huir hacia su habitación.

Levi la miró con preocupación, pero su hermana parecía indispuesta. Ya luego le preguntaría qué había sucedido, y si resultaba que ese mocoso se había pasado de listo, no dudaría en matarlo.






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–Mika... no lo sé, yo tengo miedo. ¿Y si tu hermano se entera?

–No se va a enterar. Aparentemente consiguió una nueva banda y va a tener un toque hoy, no va a estar en casa.

– ¿Y si llega temprano? Mikasa, sabes que tu hermano casi nunca se queda en una fiesta.

–Por favor, va a estar con su nueva banda, ni siquiera Levi puede ser tan amargado.

–Pero...

–Mira, le dije que estaba resfriada, solo tienes que permanecer debajo de las mantas. Sasha, ¿por mí?

La castaña hizo una mueca al tiempo que se tiraba en la cama.

–Desearía que no fueras, Mika, en serio.

–Se lo prometí.

–Sí, pero... lo he pensado estos días y creo que tu hermano tiene razón: los músicos son horribles –afirmó con resentimiento.

Mikasa quiso decirle a su mejor amiga que no era solo cuestión de los músicos, ella se había especializado en enamorarse de los peores sujetos que existían. Y siempre terminaba con el corazón roto. Músicos, deportistas, bailarines, ñoños, era como si Sasha tuviera una libreta en donde estaban los peores sujetos que existían allá afuera y se desesperara porque le rompieran el corazón. No obstante, aún seguía sensible por eso, así que prefirió callarse su opinión.

–No tiene nada de malo, no estoy con él, solo es... un amigo.

–Hasta donde yo tenía entendido, ustedes dos se odiaban.

–Bueno... eso era antes... pero Eren es como el hermano de Armin, piensa que lo estoy haciendo por él.

Sasha entrecerró los ojos observándola con suspicacia. Era claro que no le creía ni una sola palabra, después de todo, sin contar a su hermano, ella era la persona que más la conocía en el mundo.

–Está bien, no insistiré, pero, ¿estás segura que quieres ir así?

– ¿Qué tiene de malo? –Preguntó Mikasa frunciendo el ceño al tiempo que miraba hacia abajo.

Llevaba un diminuto top blanco de tiras que dejaba todo su estómago al aire libre; iba acompañado con una corta y ajustada falda negra que combinaba perfectamente con la cazadora de cuero; unas medias veladas oscuras y unos botines un poco altos. Su cabello iba libre y su maquillaje, por primera vez, era más intenso que los anteriores, con un delineado fino, pero perfectamente trazado sobre sus ojos. Se había aplicado un poco más de rímel que lo usual y había optado por un color carmesí en los labios. Una gargantilla completaba todo el Outfit.

–De hecho, te ves sexy, pero... te ves sexy.

– ¿Qué tiene de malo? –Sonsacó sin paciencia.

–Mikasa te ves rara, hermosa, pero rara.

–Solo no quería desencajar. La última vez las personas no dejaban de burlarse de mí.

– ¿Y desde cuándo te importa eso?

Desde que Eren no paraba de llamarla angelito como si fuera algo malo, o desde que aquel idiota que había jugueteado con su amiga, le había dicho monja. Odiaba que la llamaran remilgada, mojigata o cualquiera de esos estúpidos apodos que le ponía el castaño.

Le demostraría que era algo más que una niña buena.

–Mira no voy contigo esta vez, así que no me siento muy cómoda con mi ropa usual, siento que destaco mucho.

–Bien, como quieras, pero Armin estará a tu lado, así que no tendrías porqué sentirte incómoda.

–Sí, pero nos encontraremos allí, voy a tener que entrar sola ahí –la pelinegra suspiró caminando en círculos por su habitación–. Tengo miedo –admitió.

Sasha le iba a decir que era demasiado dramática, y que, si por fin y por primera vez iba a romper las reglas, debía relajarse. No tuvo la oportunidad, cuando tres toques en la puerta y la voz de su hermano pidiendo pasar, las hizo saltar. La castaña corrió rápida, pero silenciosamente al baño, al tiempo que Mikasa se tiraba a la cama y se envolvía dentro de las cobijas. Un suave y muy mal actuado "siga" salió de los labios rojizos de la muchacha, antes de escuchar los pasos de su hermano acercándose. El colchón se hundió allí donde él se sentó.

–Me siento terrible Mikki, no quiero dejarte sola, ¿no quieres que le diga a mamá que esté contigo?

Mikasa fingió una terrible tos, antes de responder.

–Está con sus amigas... y ha tenido mucho trabajo, no la molestes, yo estaré bien –otro mal fingido ataque de tos–. Hoy es tu gran día, disfrútalo.

La chica simulaba una voz enfermiza y débil. Se sintió culpable por preocupar a su hermano, pero, ¿qué otra opción tenía? Sintió como éste la abrazaba por encima de las cobijas.

–Volveré pronto –prometió.

–Por favor no, sé que habrá una celebración después del concierto, siempre la hay, deberías quedarte.

–Tú eres mi prioridad.

–Vamos Levi –tosió dos veces–. Todo el tiempo me reprendes por no ser sociable, es tu gran día, disfrútalo –repitió.

–Está bien, ya veremos.

Bueno, al menos eso era algo, una posibilidad, aunque no debía confiarse. Más noche llamaría a su hermano para asegurarse que estuviera con su banda, si no era el caso, tendría que darse prisa para volver a casa. Aunque aquella idea no la entusiasmaba demasiado.

–Debo irme, pero si necesitas algo, no dudes en llamar.

Mikasa tosió con fuerza, fingió sonarse y a través de las cobijas, se notó cómo asentía.

–Voy a estar bien, solo es un resfrío.

–Eso dijeron la última vez –habló el pelinegro con resentimiento; el corazón de Mikasa se encogió por la culpa.

–Levi no es lo mismo, no tienes por preocuparte. Anda, ve por favor.

–No importa que esté en un concierto, sí me necesitas llámame. Interrumpiría todo por ti –el muchacho le dio un último abrazo y se alejó.

Una vez se escuchó la puerta principal ser cerrada, Mikasa salió de entre las cobijas y Sasha del baño.

– ¿No te sientes horrible mintiéndole? Es la primera vez que lo haces... incluso yo sentí algo de culpa.

–Lo sé, pero tengo prohibido ir allí.

–Eso es una señal. Quizá no deberías...

–Olvídalo, se hace tarde.

– ¿Y si vuelve antes?

–Estaré pendiente.

–Pero...

–Ya te dije: no abras tu bocaza y espérame.

Sasha parecía preocupada, por lo cual abrazó fuertemente a su amiga antes de soltarla a regañadientes.

–Ten mucho cuidado Mikasa, odio que salgas tú sola.

–No te comportes como Levi, no soy una niña.

Se escucharon dos bocinazos y Mikasa dio un brinquito antes de tomar su bolsa.

–Llegó el taxi, deséame suerte.

–Lo haré, porque en serio la vas a necesitar.

–Y luego yo soy la dramática –rezongó antes de salir corriendo.

Quería verlo. Y pronto.




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–No va a venir –refunfuñó Eren con molestia mientras miraba desde la parte trasera del escenario hacia el público que esperaba su aparición.

El ojiverde ya había escaneado el lugar unas cinco veces, pero simplemente no la había encontrado.

–Cálmate, todavía tenemos un par de minutos –intentó apaciguar Connie.

–Exacto, relájate ya –rezongó Reiner con exasperación.

–No la veo, ¿y si decide que no quiere verme?

–Bueno, te has comportado como un idiota, así que te lo mereces. En todo caso, ¿no dijo Armin que está saliendo con el caballo? –Preguntó Reiner; Eren le lanzó una mirada oscura al chico y éste alzó las manos–. Lo siento, pero estoy siendo sincero.

–En todo caso, ¿dónde está Armin? No ha podido conocer al nuevo chico –señaló al pelinegro que pulía sus baquetas e ignoraba a los demás.

–Sí, pero la está esperando a ella, dice que vendrán después del concierto –respondió Eren observando como el nuevo baterista se había quedado atento ante la mención de su mejor amigo, no obstante, no tardó en apartar la vista y volver a su tarea.

Era muy talentoso, pero a él le parecía demasiado extraño, retraído, callado y parecía mirar con desprecio a todos. Había algo familiar en su frivolidad, y al mismo tiempo le parecía un ser único e irrepetible, aunque no sabía si aquello era completamente positivo. Por supuesto, al escucharlo, entendió inmediatamente porque sus amigos habían tomado la decisión de unirlo a pesar de su actitud. Pero Eren no podía dejar de tenerle pánico. Estar cerca de él lo ponía muy nervioso. Intentando calmarse, el castaño volvió a sacar la cabeza. No veía a su hermoso ángel. Eren lanzó una maldición y tomó su guitarra, afinándola por tercera vez en media hora; sus amigos estallaron en sonoras carcajadas.

– ¿Quieres calmarte? Seguro vendrá –aseveró Connie.

–Te prometió que lo haría, ¿no? –Apoyó Reiner.

–Sí, ya sé, es solo que es tan... particular –Eren suspiró mordiscándose el dedo.

‹‹Vamos angelito, por favor no me dejes solo››.

–Bueno ya basta mocosos, ¿quieren dejar la estupidez sobre las novias? Tenemos que ir ya –soltó el pelinegro con amargura.

Sus compañeros lo miraron nerviosos. Era nuevo y sabía que podían sacarlo si querían, pero no eran capaces por dos sencillas razones, la primera, era demasiado buen músico, y la segunda y más sincera, los tres le tenían pánico. "Ese enano me perturba", había dicho Reiner, quien hasta el momento jamás se había dejado amedrentar por ninguna persona. Eren, Connie y Reiner se lanzaron miradas nerviosas antes de asentir y seguir al joven que se dirigía hacia el escenario, después de todo, ninguno lo quería molestar.

Como Floch era el que normalmente hacía la presentación, pero era obvio que el nuevo baterista no lo haría, habían designado a Eren para anunciarse. El chico tomó el micrófono, escaneando por última vez a la multitud.

‹‹No vendrá››, pensó con desolación antes de repetir las mismas palabras que decía el pelirrojo. Se escucharon unos fuertes gritos y los ojos de Eren recorrieron con desesperación a la multitud. La había escuchado, podía jurar que esa voz estaba entre todos esos chiflados que gritaban. Y por fin la vio. Entendió entonces por qué no la había reconocido, pues Mikasa se veía totalmente diferente... de una forma que le calentó todo el cuerpo.

‹‹¡Maldición, es preciosa! ¡Es un maldito ángel que llegó para sacarme del infierno!››

– ¡Oye mocoso! –Escuchó a su espalda–. ¿Te quedaste congelado o qué?

–Lo siento –susurró antes de sonreír abiertamente, fijándose en aquella chica–. La primera canción es nuestra versión dedicada a la mujer más hermosa que existe... y que tengo el honor, está dentro del público. Espero que la disfrute, y recuerde, ella es la musa de mi poesía –aseguró antes de comenzar los acordes.

Sus compañeros lo siguieron, Reiner y Connie lucían asombrados porque Eren hubiera cambiado el itinerario, Levi, por otro lado, estaba totalmente furioso y le siguió la corriente, prometiéndose que cuando acabara el concierto, lo golpearía por acomodarlo a su antojo y no como lo habían planeado.

Una a una, las canciones fueron sonando. Los ojos de Mikasa y Eren no se despegaron en ningún momento, y después de un largo rato y que en el lugar les pidieran cuatro canciones más, el chico se había fijado en la pelinegra antes de levantar su mano, indicándole que lo esperara allí; ella asintió observando cómo desaparecía tras el escenario. Tomó lentamente un trago de su segunda cerveza, no era muy buena con el alcohol, pero en aquel momento lo necesitaba para tomar algo de valentía, porque la forma en la cual la había observado Eren cuando por fin la encontró dentro de la multitud, la intimidó bastante.

– ¡Mikasa! –Escuchó que alguien gritaba; Armin se abría paso por entre la multitud con fuerza y brusquedad, algo poco común en él–. ¡Demonios! ¡Por fin te encuentro! ¡Llevo un largo rato buscándote, no te reconocía! ¿¡Qué te hiciste!?

La chica se encogió de hombros, agachando la mirada.

– ¿Me veo mal?

–No... para nada, te ves muy bien, pero... tienes que irte, ahora.

– ¿¡Qué!? ¿¡Por qué!?

Armin arqueó una ceja, mirándola con incredulidad.

– ¿¡No te diste cuenta!? ¿¡Pues qué hacías mientras los chicos tocaban!?

‹‹Mirar a Eren, escucharlo a él... solo a él...›› pensó avergonzada.

¿Se había perdido de algo?

– ¡Mikasa lárgate de aquí ya mismo! –Insistió su mejor amigo.

– ¿Por qué? ¿Es que acaso...?

La pelinegra sintió como alguien le rodeaba la cintura y un brazo la arrastraba hacia la salida. Armin gritaba aterrado y señalaba hacia el escenario, pero Mikasa ya había dejado de escucharlo y se dejó llevar por el castaño hasta el exterior del bar. Una vez el frío de la noche alcanzó, la chica tembló levemente y Eren soltó una carcajada.

– ¿Tienes frío, angelito? Vas un poco más descubierta que de costumbre.

– ¡Ya deja decirme así! –Reprendió la chica sintiendo sus mejillas calentarse.

–Tienes toda la razón, en este momento no luces para nada como un maldito ángel –Eren suspiró recostando su frente contra la de la chica–. De hecho, creo que eres un demonio que vino a tentarme –aseguró tomándola del mentón para elevar su rostro–. Maldición, Mikasa esto es injusto, ¿no lo crees?

La chica lo observó sorprendida mientras parpadeaba con rapidez.

– ¿De qué hablas? ¿Qué es injusto?

–Que yo intente portarme bien y tú me tientes a no hacerlo, que luzcas tan preciosa sin que me permitas hacer algo al respecto... ¿por qué me haces esto? –Preguntó Eren y se escuchaba martirizado.

No supo si fue el alcohol o las últimas semanas pensando en él, pero la muchacha enredó los brazos alrededor del cuello de Eren mientras lo abrazaba contra su cuerpo. Sus pechos estaban juntos y ella pudo notar como el castaño respiraba irregularmente, como si le costara hacerlo.

–Entonces haz algo al respecto.

Mikasa pudo ver el momento exacto en el que los ojos de Eren se oscurecieron por el deseo. Tomándola por la cintura, la pegó contra la pared del bar y se inclinó hacia ella. Ella se puso de puntitas sintiendo como sus alientos chocaban y sus bocas se acercaban para por fin darse aquel anhelado beso que ambos estaban pidiendo a gritos.

No ocurrió nada, en cambio, sintió como Eren se apartaba de ella.

Todo lo que siguió a continuación fue muy confuso para ella. El chico estaba tirado a un lado y gemía antes de escupir algo de sangre. Mikasa notó como su cara se comenzaba a hinchar de forma horrorosa.

– ¿¡Eren!? ¿¡Qué rayos...!?

La chica sintió como alguien se la echaba al hombro, arrastrándola lejos. Sus ojos aterrados no se despegaron en ningún momento de Eren, que era ayudado a levantarse por Armin. El rubio tuvo que detener a su mejor amigo, pues éste quería ir en su rescate. Fue tarde cuando Mikasa entendió lo que sucedía.

La persona que la había tomado en brazos, la tiró bruscamente en el asiento del copiloto y aquellos ojos negros y llenos de ira, la observaron con resentimiento.

–Así que estabas enferma, ¿¡verdad, Mikki!? –Habló su hermano con rabia mal contenida.


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