5: Altschmerz
Los días habían pasado como un soplo hasta convertirse en dos semanas, y para decepción de Mikasa, no había vuelto a ver a Eren después de que éste la había dejado a una calle de su domicilio. Se había despedido secamente y había desaparecido. La pelinegra trataba de no darle muchas vueltas al asunto, pero le era casi imposible, después de todo no había parado de salir con Armin, Ymir e Historia, algunas veces Jean se les unía. Pero Eren jamás aparecía. Mikasa no era lo suficientemente valiente como para preguntar por el castaño, y como nadie lo había sacado a colación, tampoco había tenido la oportunidad de saber dónde se había metido. Una calurosa tarde de verano los chicos se encontraban en la habitación de cine en la casa de la pelinegra mirando una película de terror. Ymir aprovechaba la inmensidad de la habitación, al igual que la carencia de luces, para meterle mano a su novia, la cual, en suaves susurros, le pedía que parara, aunque por sus risitas se notaba que lo decía sin convicción alguna. Los demás fingían no darse cuenta.
Armin se había sentado en un sofá apartado de los demás, y Jean, como últimamente ocurría, estaba cerca de Mikasa.
Cuando un mensaje llegó a su teléfono, la pelinegra lo observó disimuladamente.
Súper problemas: Stás?
Poniendo cara de pocos amigos, Mikasa dejó el teléfono boca abajo sin responder. Tampoco estaba muy feliz con su mejor amiga, la cual permanecía todo el tiempo con aquel pelirrojo. Nunca tenía un espacio para estar con ella, y como siempre permanecían en Paradis, ni siquiera podía unirse a sus planes cuando la invitaba. Llegó un mensaje más y Mikasa suspiró ignorándolo.
Súper problemas: S.O.S
¿Ahora pedía ayuda? ¿Y dónde estaba ella cuando quería hablar sobre Eren?
La pelinegra intentaba enfocarse en la película, pero cada que se aburría, su mente volaba al mismo lugar... aquel claro donde había surgido su "casi beso" con Eren. Solo bastaba con aquel recuerdo para robarle el aliento, sus mejillas se sonrojaban profundamente y su corazón parecía latir con demasiada fuerza. A veces incluso ella podía jurar que los demás lo escuchaban, aunque luego se recordaba que aquello era simplemente ridículo.
Los dedos de la pelinegra tamborileaban inquietos contra su mejilla mientras esperaba que la película acabara pronto. Comenzaba a aburrirse. Para su fortuna, justo cuando sus ojos se cerraron y antes de que cayera sobre el hombro de Jean, Armin encendió las luces. Mikasa se despertó de golpe y el chico a su lado la miraba con diversión.
–Bueno –habló Ymir estirándose como si se tratara de un gato–. Historia y yo tendremos una cita a solas, así que tenemos que irnos.
–Supongo que eso nos deja a nosotros tres solos –soltó Armin recogiendo toda la basura del lugar antes de botarla en una cesta cercana; Jean le dio una mirada significativa al rubio, que Mikasa notó inmediatamente.
Historia tomó a su primo por los hombros y negó.
–De hecho, necesitamos que nos lleves primero a la casa para cambiarnos, así que andando.
Armin frunció levemente los labios.
–Está bien... Jean, ¿quieres que te lleve también a casa?
–Seguramente él se puede ir solo –gruñó Ymir tomándolo del brazo–. Hasta pronto chicos, nos veremos después –se despidió antes de, con ayuda de su novia, arrastrar a Armin fuera.
Mikasa claramente notó el plan de los chicos y sus mejillas se sonrojaron profundamente. Odiaba que le tendieran aquellas redadas. Y últimamente lo hacían demasiado. Hasta ahora se había podido salvar porque siempre tenía a su hermano o padres cerca, pero en aquel momento Levi había salido a presentar una audición para quedar como baterista en una banda, su madre había salido con un par de amigas y su padre nuevamente estaba en la disquera. El único personal en casa que estaba revoloteando por allí, era Nicolo, que seguramente se iría pronto.
Jean aclaró su garganta suavemente.
– ¿No te gustó la película? Parecías aburrida.
–No es eso... solo ando algo... dispersa.
Un nuevo mensaje se llegó a su teléfono y Mikasa lo revisó.
Súper problemas: Mika... xfavor. T necesito.
Un poco preocupada por su amiga, la chica mordió su labio y tecleó con rapidez.
"Tengo visita... si es urgente no dudes en venir".
–Supongo... –habló Jean–. Qué quieres que me marche, así que...
–No –respondió Mikasa, aunque casi inmediatamente se arrepintió de ello.
No es como si le molestara Jean, y, de hecho, era un chico muy agradable, pero a la pelinegra no le había pasado desapercibido la atracción que aquel joven sentía por ella, y todavía no definía si la correspondía. Por supuesto, él era atractivo, caballeroso y tierno. Siempre atento y teniendo detalles con ella... pero luego por su mente pasaban aquellos bellos ojos color esmeralda y todo se iba abajo.
Los jóvenes se quedaron de pie uno junto al otro sin saber qué decir, Jean se rascó el brazo antes de aclarar su garganta.
–Así que... tu padre es músico, ¿no? Al igual que tu hermano... eso me ha dicho Armin.
Mikasa asintió lentamente, jugueteando con las puntas de su cabello.
–Sí... papá es vocalista... y Levi toca la batería...
– ¿Algún género en específico?
–Hard rock y esas cosas –Jean hizo una mueca y Mikasa soltó una risita–. ¿No te gusta?
–No... no es que sea mala... es que... bueno... yo... de hecho...
–No te preocupes... tampoco es mi estilo –aseguró y el joven pareció realmente sorprendió por ello.
– ¿En serio? Whoa... tu padre no debe estar feliz.
–Ni te lo imaginas. Nos llevamos muy bien, pero cuando se trata de su música es como si fuéramos enemigos.
Los dos se aferraron a aquel tema de conversación para que por fin se fuera el silencio incómodo. Al final, Mikasa y Jean se habían dirigido hacia su habitación para conversar más amenamente. Nicolo les había llevado un par de bocadillos mientras compartían sus gustos musicales. Resultaba que tenían mucho en común.
‹‹Quizá Jean podría ser el indicado›› pensó la pelinegra mientras continuaba hablando con el joven.
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–Estás siendo un idiota, ¿lo sabías? En serio que te ves miserable Eren.
– ¡Cállate Reiner! ¡Tú no entiendes nada! –Espetó Eren tomando un cojín del sofá donde se encontraba acostado, para tirárselo en la cara; el rubio lo tomó en el aire y se lo devolvió.
–No, de hecho, no, si la chica te gusta, ¿por qué no simplemente se lo dices? Jamás en tu vida te has abstenido de hablarle a ninguna mujer, ¿qué te pasó?
Eren suspiró con pesadez mientras abría una lata de soda y se la acababa prácticamente de un sorbo.
–Ella es diferente.
– ¿Cómo? –Preguntó Connie a su lado.
–No podría explicarlo... pero es que es... hermosa e inteligente –Eren sonrió de lado–. No deja que la fastidie... no se aguanta ninguna de mis estupideces...
–Quedaste idiotizado desde el primer momento en que la viste aquella noche entre el público, ¿no? –Preguntó Reiner afinando su bajo–. Por favor, todos lo notamos. Prácticamente le dedicaste el concierto.
Eren se mordisqueó el dedo recordando su debut en Paradis. Los chicos estaban muy nerviosos, pero él sabía que harían un espectáculo increíble. Habían llegado hasta allí por su talento. Erwin Smith tenía un oído musical único y tan pronto como había escuchado hablar de Shingeki no Kyojin, decidió que necesitaba su presencia en su bar. Tras hacerles una audición, los había contratado inmediatamente. Reiner no podía estar más feliz ni aunque lo intentara; Connie también lucía emocionado, y hasta Floch no dejaba de parlotear sobre una chica a la cual le presumiría el haber llegado tan lejos.
Cuando el momento de actuar llegó, Eren estaba confiado, pero su corazón se detuvo al notar una presencia especial en la multitud. Brillaba como una puta en una iglesia... solo que, al contrario. Ella era como si un ángel se hubiera presentado en el infierno. Entonces no la había podido dejar de observar. Retirarse del escenario nunca había sido tan complicado para Eren, pues significaba perderla de vista. Cuando la chica que la acompañaba resultó ser el nuevo juguete de Floch, Eren tuvo la esperanza de volverla a ver, pero aquella lunática le había dicho que su amiga se había ido por su cuenta. Eren se había excusado con sus compañeros, diciendo que tenía cosas que hacer, y había salido en su búsqueda. El amargo recuerdo de ver a Djael, aquel pervertido hombre, sobre su ángel, le intoxicó la sangre con odio y resentimiento. No había podido evitar golpearlo.
¿Cómo alguien tan miserable se atrevía a intentar manchar a un ser tan puro con sus asquerosas manos?
Las cosas no le habían podido haber salido mejor. Sentirla abrazada a su cuerpo mientras viajaban en la moto, escuchar como aquella pequeña gatita sacaba las uñas para defenderse cuando se comportaba como un imbécil... Eren había jurado guardar ese rostro en su mente para siempre, porque dudaba que volviera a verlo.
Y como si el destino le hubiera dado una segunda oportunidad, resultaba que aquel ángel era amiga de Armin. Recordó haber querido golpear a Jean por estar cerca de ella. ¿Cómo es que cara de caballo Kirstein pensaba que podría ser digno de Mikasa Ackerman? Su odio y resentimiento para el chico solo pudo ir en aumento cuando notó que ella no le era del todo indiferente...
...y luego había llegado aquel día en el claro. Se veía como un maldito ángel... lucía tan hermosa. Habían estado cerca, la había sentido completamente, había percibido aquel delicioso aroma a vainilla de su perfume, la menta fresca de su aliento y sus labios rosas. Eren se había hipnotizado con sus preciosos ojos grises y su respiración irregular. Quería besarla. Necesitaba besarla. Era como un hombre sediento y su único alivio se encontraba en esos delgados labios rosados de ella.
Pero luego había llegado Ymir y los había interrumpido.
Nunca antes había querido con tanto deseo golpear a una chica.
Al llegar a casa, Eren estaba totalmente determinado a pedirle salir a Mikasa, pero entonces se encontró con esa mujer. Esa horrible mujer que le recordaba que no valía nada, que jamás sería digno de nadie y que era un completo inútil, vago y bueno para nada.
Y un asesino...
Pensó en Mikasa. Ella tenía planes, aspiraciones y deseos para el futuro. Por más que detestara a Jean, tenía que admitir que él era bueno, responsable y del tipo que seguramente la podría hacer feliz. ¿Sería tan egoísta como para corromper a aquel ángel solo para que permaneciera a su lado?
No, se negaba a hacerlo.
Entonces como el cobarde qué era, simplemente se había alejado.
– ¡Eren! –Reiner golpeó al chico con un pedazo de pan duro–. ¿Quieres volver al presente? ¡Te estoy hablando y odio que me ignoren!
El ojiverde le dio una mala mirada mientras se cruzaba de brazos.
– ¿Qué quieres?
–Te pregunté si estás listo para la audición del chico que va a venir. Necesitamos un nuevo baterista, Erwin no nos va a esperar más tiempo.
Eren se rascó los ojos con cansancio antes de lanzar un suspiro frustrado.
Estaba harto de los comportamientos de Floch. Siempre era lo mismo: les presumía a las jóvenes que estaba en una banda, las llevaba a la cama y las dejaba. La última vez había jugueteado con la amiga de Mikasa todo lo que había querido, y cuando se había aburrido, simplemente la había despedido. Ni siquiera se podía decir que, de forma amable, sino con burla y desprecio le había restregado uno de sus nuevos ligues en la cara.
Eren recordaba el dolor en los ojos marrones de aquella chica cuando se dio cuenta que había caído en el juego de aquel cretino.
"Es por la moto. Y tu estilo. Tampoco le agradan los músicos".
Recordó aquello que le había dicho Mikasa. Eren frunció el ceño.
Si antes no tenía una oportunidad con su angelito, cuando se enterara que el baterista que pertenecía a su banda le había roto el corazón a su mejor amiga, seguramente se desquitaría con él.
Totalmente furioso, Eren lo había echado de la banda. Para su sorpresa, Reinier y Connie habían estado de acuerdo, indicándole que se comportaba como un idiota y que no podía seguir utilizando a Shingeki no Kyojin para lastimar a las jovencitas que los admiraban, pues esa no era la finalidad de tener una banda.
Eso había sido correcto, pero ahora mismo estaban jodidos porque se habían quedado sin aquel músico y no se habían podido presentar desde hacía una semana en Paradis. Justamente en vacaciones de verano. Justamente cuando Erwin los necesitaba más que nunca.
–Por supuesto que sí, estoy desesperado y aceptaría a cualquiera.
–En ese caso, yo podría ser tu baterista –habló Armin entrando en el garaje de los padres de Reiner.
Los rubios chocaron los puños y Connie le lanzó una sonrisa abierta a Armin antes de levantar los dos pulgares.
–Sería divertido tenerte en la banda –apoyó burlón.
–Sí, solo que hay un problema pequeñito, insignificante, casi nulo. Tú no sabes nada sobre música –señaló Eren de mal humor–. ¿Qué haces aquí? ¿No ibas a ver una película en la casa de tu amiguita?
–Mikasa, se llama Mikasa, ya deja de comportarte como un idiota con ella –amonestó Armin antes de asentir–. Sí, pero ya terminamos. Historia y su novia estaban a punto de tener sexo en la casa de ella, así que se fueron. Y no queriendo hacer un mal tercio, preferí venir a verlos.
– ¿Mal tercio? –Eren se puso en pie inmediatamente y miró a su amigo con ira apenas contenida–. ¿De qué hablas?
–Jean se quedó con Mika.
–Así por fin va a conseguir novia... lástima que sea la tuya Eren, puedo presentarte a mi hermana –chantó Reiner con diversión; Armin lo miró con furia y Eren cerró los puños, intentando controlarse antes de acercarse a su mejor amigo, observándolo con seriedad.
–Dime por favor que no dejaste a cara de caballo Kirstein con la chica.
–Bueno... yo no... quería quedarme por ti –señaló Armin. Ahora el rubio se había arrepentido de hacer que Mikasa y Jean se conocieran, al fin y al cabo, que Eren por fin se interesara por alguien era algo nuevo y no quería arruinarlo–. Pero Historia e Ymir prácticamente me sacaron a rastras. Intenté quedarme, pero...
–Dejaste a cara de caballo Kirstein y a Mikasa solos... –repitió Eren; Armin tragó grueso y asintió–. ¡Maldiciones! ¿¡Es que eres estúpido!? –Preguntó Eren tomando su cazadora de cuero y poniéndosela.
–Espera Eren, ¿a dónde vas?
– ¿¡A dónde crees!? ¡Pues a arreglar lo que acabas de hacer!
– ¡Alto! ¿Nos vas a dejar? –Preguntó Reiner–. En unos minutos llegará el chico.
– ¡No me importa! Ustedes son excelentes, seguro que pueden decirlo sin mí.
–Somos una banda Eren –recordó Connie frunciendo el ceño.
–Esto es más importante.
– ¿Más importante que elegir al nuevo baterista? –Exigió saber Reiner confundido; el ojiverde apretó los labios hasta formar una línea recta y asentir.
–Mucho más importante –aseguró corriendo hasta su motocicleta para encenderla y largarse de aquel lugar.
No importaba que hacía tan solo unos momentos pensara que ese idiota le convenía, no dejaría su angelito en manos de ese canalla.
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–Entonces... nos vemos mañana en la noche –soltó Jean sonriéndole con suavidad.
Mikasa asintió y después de que el chico se alejó, cerró la puerta para luego recostarse contra ella. La había invitado al teatro y Mikasa había aceptado más por compromiso que por gusto. Aún se sentía demasiado liada y no estaba segura si debía continuar por ese camino con aquel chico. Jean definitivamente era un joven dulce y seguro un excelente partido... pero no sabía si ella podría verlo de aquella forma para sí misma. También tenía clarísimo que aquella confusión se debía principalmente a Eren, pero no había dejado de recordar una y otra vez las palabras de su hermano.
"He conocido tantos idiotas que solo quieren utilizar a las chicas, impresionándolas con una guitarra o una buena voz. Y después de darles un revolcón, las tiraron a la basura. ¿En serio quieres eso Mikki? Tú vales mucho más".
¿Y si tenía razón? ¿Y si de verdad Eren solo estaba provocándola porque quería utilizarla un rato y luego desecharla?
‹‹Pero también podría ser diferente... hasta el momento te ha respetado››.
Odiaba su conciencia, porque parte de ella se quería aferrar a eso. ¿Y si Eren no era igual? Quizá su hermano erraba, quizá no todas las bandas de rock estaban repletas de idiotas que lastimaban a las chicas.
La pelinegra estuvo a punto de correr escaleras arriba para subir a su habitación, cuando escuchó que tocaban la puerta violentamente. Se sobresaltó y la abrió de golpe.
No esperaba a aquella visita, no después de tanto tiempo sin que se vieran.
– ¿Qué haces aquí? –Preguntó la pelinegra, asombrada al ver su expresión.
–Mikasa –berreó Sasha tirándose a los brazos de su mejor amiga.
La pelinegra la adoraba, pero tenía que admitir que su estado era lamentable. Sasha tenía grandes bolsas bajo los ojos, el cabello sucio acomodado en una fea moña y ropa holgada llena de trozos de comida. Mikasa la arrastró hacia el interior de su hogar y la acomodó en el sofá.
– ¿Qué pasa Sasha?
–Mi-Mi-Mika-kasa –intentó hablar la chica en medio de hipos, pero el llanto era más fuerte.
La pelinegra suspiró y dejó que su amiga se desahogara. Pasado un largo rato y cuando pareció más calmada, le tomó el rostro entre las manos y con un pañuelito le secó las lágrimas.
– ¿Tu familia está bien?
–Sí...
–Entonces, ¿qué pasó?
–Floch... –hipó–. Él solo... –hipó–. Me estaba... –hipó–. Y quería... –hipó. Ni siquiera pudo terminar la frase cuando volvió a llorar con fuerza, pero la pelinegra no necesitaba más para saber lo que había ocurrido.
Era la historia de la vida de su mejor amiga. Otra vez había sucedido.
–Señorita Ackerman, ya me... –Nicolo, que aparentemente estaba dispuesto a marcharse a su hogar, se interrumpió al notar aquella escena. El rubio apretó los labios antes de señalar a su espalda–. ¿Kit de emergencia?
–Sé que tu horario ya terminó, pero...
–No se preocupe. Yo me encargo. No tengo problema si se trata de la señorita Blouse.
Mikasa anotó mentalmente que debía recompensarle aquellas horas extras. Por supuesto, el rubio ya sabía el itinerario de cómo actuar cuando a Sasha le rompían el corazón. Preparaba pastel de chocolate, helado de vainilla, batido de fresa y muchas galletas para que su amiga se atiborrara de comida y pudiera aliviar al menos un poquito el dolor en su corazón.
Juntas se habían dirigido hacia su habitación. Le había costado, pero por fin había convencido a su mejor amiga que debía asearse –Mikasa se preguntaba hace cuántos días no lo hacía. Prácticamente había tenido que bañarla ella misma y al final había quedado completamente empapada. Después de ponerle un abrigo para dormir, junto con unos cortos pantaloncitos, la había metido en la cama. Ella había optado por una delgada y corta bata de seda fría, perfecta para el verano, era color celeste casi transparente, pero ideal para aquellos calores. Tras secar un poco su propio cabello, la pelinegra intentó consolar a su amiga, pero Sasha parecía no poder hablar, simplemente lloraba contra su pecho.
Mikasa le deslizó delicadamente los dedos por el desorganizado cabello mientras le susurraba palabras de aliento, pasó un largo rato hasta que Mikasa escuchó que tocaban el timbre de forma loca y feroz; frunciendo el ceño, le habló al citófono de su habitación y llamó a la cocina.
–Nicolo –habló cuando el chico respondió–. Sigo algo ocupada con Sasha, ¿crees que puedas atender?
–Precisamente señorita Ackerman, me dirigía hacia la puerta para... ¿Sí, diga? ¡Ey, no! ¡No puede pasar! ¡Deténgase! ¡Señorita Ackerman, un lunático entró a la casa, enciérrese!
Probablemente aquello sería lo más prudente, no obstante, aterrada, dejó a Sasha sola por un momento y salió de su habitación corriendo. Justamente cuando doblaba la esquina para dirigirse hacia las escaleras, chocó con una fuerte pared que la hizo retroceder. No, no era una pared. Mikasa elevó el rostro y se fijó en los ojos color esmeralda del chico, los cuales se abrieron de golpe observándola aterrado.
‹‹¡NO!›› Pensó Eren observando aquel diminuto pijama y el cabello mojado. Sus ojos se llenaron de una evidente ira y tomando a Mikasa por el brazo, la apartó bruscamente para comenzar a caminar por el pasillo.
– ¿¡Eren!? ¿¡Qué haces aquí!? –Preguntó la pelinegra asombrada y siguiéndolo–. ¡No puedes invadir mi hogar así!
– ¿¡Dónde está!?
– ¿Qué? ¿Quién?
– ¡Ya sabes! ¡El caballo! ¿¡Dónde está!? –Eren observó a Mikasa nuevamente por encima de su hombro mientras caminaba y abría todas las puertas del pasillo–. No puedo creer que tú hayas... –se estremeció–. Creí que tú no... ¡Lo voy a matar! ¡Voy a matar a ese desgraciado!
– ¿¡De qué demonios estás hablando!? ¡Ven aquí Eren!
El ojiverde llegó a una habitación, y por la decoración del lugar, se dio cuenta que era la de Mikasa, al ver un bulto en la cama, cerró sus puños dispuesto a golpear aquel idiota. Le quitó las sábanas de encima y se congeló cuando vio allí una maraña de cabello revuelto. Unos ojos totalmente enrojecidos lo miraban con sorpresa y terror. Cuando la pelinegra llegó al lado del chico, lo empujó bruscamente.
– ¡Salte de mi casa, lunático! ¡No puedes entrar así! ¿Qué demonios sucede contigo?
–Yo no... entiendo –habló el ojiverde rascando su nuca en gesto incómodo.
– ¡Yo menos! ¿¡Por qué demonios estás aquí!?
–Es que... Armin me dijo que tú estabas sola con Kirstein... y te vi... así... –la señaló de arriba para abajo–. Entonces creí que...
–Espera un momento, ¿creíste que me estaba acostando con Jean? –Atinó la joven; las mejillas sonrojadas de él le hicieron entender que había acertado–. Espera un momento... ¿creíste que me estaba costando con Jean, y te pareció oportuno interrumpir? ¿¡Pero quién demonios te crees!?
– ¡No...! ¡Yo solo quería... protegerte de ese idiota!
– ¿¡Idiota!? ¡No es un idiota, tú sí! Eres un...
–Señorita Ackerman –Nicolo subió con un enorme cuchillo de carne en la mano–. Ya he llamado a la policía, retírese de la habitación con la señorita Blouse, yo me encargo del resto.
– ¿Qué? –Los ojos grises de la chica se abrieron con sorpresa–. ¿Policía? No, Nicolo, él es un... –miró a Eren de arriba para abajo–. Es el mejor amigo de Armin, solo ha sido un malentendido, todo está bien, por favor llama a la policía y diles que no vengan, yo me encargo.
El rubio, que pareció confundido, frunció levemente el ceño, observando a las chicas con miedo.
– ¿Están seguras que...?
–Sí, no te preocupes, todo está bien, por favor Nicolo, date prisa antes de que llegue la policía y se arme un escándalo.
El rubio bajó el cuchillo y asintió antes de retirarse; Eren soltó una carcajada seca.
–Gracias por eso –soltó y claramente se notaba divertido por la situación; Mikasa le dio un fuerte golpe en el brazo.
– ¡Largo de aquí! ¡No vuelvas a entrar así! ¿¡Qué parte de "no puedes venir a mi casa" fue la que no entendiste?
–Lo siento... es que yo creí que...
– ¡No me importa lo que hayas creído! ¡No tienes porque tomarte atribuciones sobre mi vida! Eren, yo decido con quién me acuesto.
Eren estuvo a punto de refutar eso, pero un fuerte chillido por parte de Sasha los interrumpió, recordándoles su presencia. La chica soltó un alarido antes de estrellar su teléfono contra la pared.
– ¡No me responde! –Se quejó antes de hacerse bolita entre las cobijas.
Eren hizo una mueca y Mikasa le dirigió una mala mirada.
–Cuando vea a tu amigo...
–No es mi amigo.
–Bueno, tu compañero...
–Ni una cosa ni la otra. Ya no está en la banda.
Mikasa lo miró asombrado y Sasha salió de entre las cobijas antes de inclinarse hacia él.
– ¿¡Como dijiste!? –Preguntó la joven con voz rota; el castaño se encogió de hombros.
–Mira... tú sabías en que te estabas metiendo... pero no lo defiendo –se apresuró a añadir Eren cuando notó que el par de amigas parecía querer lanzársele encima para asesinarlo–. Por el contrario... lo que te hizo fue detestable, así que los chicos y yo tomamos la decisión de sacarlo de la banda. No somos los proxenetas de Floch, y no nos agradó para nada lo que te hizo, así que lo expulsamos.
– ¿¡Lo hicieron por mí!? –Preguntó Sasha totalmente afectada.
Eren estuvo a punto de decirle que no solo se trataba de ella, aunque Sasha no le dio la oportunidad, simplemente se arrojó a los brazos del chico y comenzó a llorar aún más fuerte, mientras le agradecía. El ojiverde observó sorprendido a Mikasa y ésta parecía burlarse de la reacción de su mejor amiga; la tomó por los hombros y la volvió a recostar en la cama.
–Ya, está bien, trata de dormir –musitó con dulzura acariciándole el cabello–. Por favor Sasha, necesitas descansar.
La castaña asintió y continuó llorando fuertemente. Mikasa en verdad esperaba que el pastel que estaba preparando Nicolo estuviera listo pronto.
– ¿Crees... que podemos hablar? –Preguntó Eren cruzándose de brazos; Mikasa lo pensó un segundo antes de asentir.
–Vamos al balcón, creo que ella necesita estar sola.
–Sí... pero creo que sería preferible que... tú... te... te cubrieras –aconsejó Eren sin apartar los ojos de la chica.
Mikasa no entendió, pero al bajar su mirada, notó que estaba con aquel pijama encima... prácticamente estaba desnuda. Totalmente avergonzada, corrió hacia su armario y tomó un abrigo para ponérselo encima; Eren pareció divertido.
–No me malinterpretes, angelito, te ves preciosa, pero me distraes y lo que tengo que decir es importante.
–Tú eres tan...
– ¿Vamos al balcón?
Mikasa rodó los ojos antes de resoplar y asentir. Juntos se dirigieron hacia el exterior de la habitación de la chica y una vez allí, tomaron asiento en el sofá colgante que se encontraba en el lugar. Eren suspiró pesadamente.
–Entonces... ¿qué quieres? –Sonsacó la chica jugueteando con las puntas de su cabello.
–Bueno... creo que tendría que iniciar disculpándome por... lo que acabo de hacer. No debí entrar así a tu casa.
– ¿Por qué lo hiciste? –Preguntó intrigada–. Sé que estás un poco loco... pero creo que esto ya rebasa el límite.
–Es que... cuando Armin me dijo que estabas sola con Jean...
– ¿Y qué?
– ¿Qué?
– ¿A ti qué te importa? Eren... así estuviera con Jean... eso no es asunto tuyo.
–Tú no entiendes nada –espetó Eren con brusquedad.
–No, no entiendo nada Eren... aquel día en el bosque, nosotros... –las mejillas de Mikasa se tiñeron profundamente de rojo al recordarlo, y agachó la mirada–. Y luego tú simplemente desapareciste. ¿Quién hace eso?
–Mikasa, yo... es... complicado.
–Explícame, creo que podría entenderlo, no soy tan estúpida como piensas...
–No creo que seas estúpida –interrumpió Eren con enojo–. Pero ya sé que me ves como un imbécil... hablarte... decirte... si te explico... Mikasa, no soy bueno para ti.
–Pero aun así viniste cuando pensaste que estaba con otro chico. No lo entiendo, Eren. Te alejas de mí, pero no quieres que esté con nadie, ¿no estás siendo un poco egoísta?
–Mikasa... –Eren tomó una de las manos de la chica entre las suyas y la miró con desespero. La chica notó que él tenía mucho por decir, pero al final simplemente se alejó y negó soltándole la mano–. Debo irme... ya hice el ridículo demasiado.
–Eren...
–Lo siento... y... lo siento por lo de tu amiga, yo quiero... –se interrumpió cuando su teléfono comenzó a sonar; el chico pareció pensar en si debía responder y Mikasa se encogió de hombros abrazándose a sí misma.
–Contesta, podría ser importante.
Eren hizo una mueca y contestó a regañadientes.
– ¿Qué?
–Hermano –habló Reiner y parecía realmente feliz–. ¿A que no adivinas? ¡Hemos conseguido el mejor baterista que...!
El castaño terminó la llamada.
–Inútil, ¿a quién demonios le importa eso en este momento? –Rezongó entre dientes; Mikasa arqueó una ceja.
– ¿Todo está bien?
–Sí, no te preocupes, era un amigo para alguna estupidez.
–Bien, ¿querías decirme algo?
‹‹Mikasa... hay tanto que desearía decirte...››
Sin embargo, no se atrevió, por lo cual negó y mordió su dedo.
–Debo irme... discúlpame con el rubio por el escándalo.
–Te acompaño a la salida...
–Conozco el camino, gracias –antes de volver a la habitación y salir de una vez por todas de aquel lugar, Eren se interrumpió y le dedicó una sonrisa ladina–. Tenemos nuevo baterista... sería increíble que fueras el concierto este viernes.
Mikasa estuvo a punto de decirle que no, después de todo la advertencia de su hermano era seria, pero quería ir y sintió una inmensa urgencia de estar más cerca de él, por lo cual tragó grueso y asistió.
–Allí estaré –aseguró.
Eren le dio una última mirada antes de salir rápidamente de aquel lugar.
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