4: Mevak
–Mikki, ¿en serio no te quieres quedar en la casa? No tengo problema.
La pelinegra arqueó las cejas hacia su hermano.
– ¿Tú? ¿Levi Ackerman? ¿Diciéndome que me quede en casa en lugar de salir con mis amigos? ¿Quién eres tú y qué hiciste con mi hermano? –Preguntó totalmente asombrada. El joven le lanzó una mirada de irritación.
–Ya sé que te dije aquello sobre disfrutar de tus vacaciones, pero no contaba con que te lastimaras.
–Estoy bien, solo fue una torcedura, te lo prometo. Ya no me duele tanto.
Técnicamente no estaba diciendo mentiras. Tanto Armin como ella seguían muy molestos con Eren, lo que había hecho había sido muy peligroso y la habría podido lesionar de por vida... pero su pie estaba totalmente desinflamado. Aún seguía herido y dolía al apoyarlo demasiado, pero se sentía muy bien, lo suficiente para cumplir con su promesa y acompañar a Historia al picnic que la chica había organizado.
–No lo sé Mikasa, ¿y si te vuelves a lastimar?
–Levi, voy a estar bien –aseguró la chica observándose al espejo mientras terminaba de ponerse los pendientes.
– ¿Para quién te arreglas tanto? Dudo que sea para ese rubio.
–Por supuesto que no, ya sabes que Armin y yo solo somos amigos –señaló sin paciencia.
¿Se había arreglado demasiado?
En aquel momento llevaba un corto vestido amarillo holgado que tenía un grueso cinturón negro para complementar, una cazadora de mezclilla y unas zapatillas blancas; su cabello estaba libre y unos aros colgaban de sus orejas. Apenas llevaba algo de brillo labial y rimen.
–Bien, no insisto más con eso. ¿Necesitas que te lleve?
–De hecho, Historia y Armin vendrán a recogerme. Relájate, voy a estar bien.
El muchacho no parecía querer relajarse y Mikasa lo entendía. Evidentemente se estaba controlando. Cuando había llegado en la mañana acompañada del rubio, y Levi notó que estaba cojeando, había pegado un grito en el cielo, le había exigido respuestas al rubio, del por qué traía a su hermana, lastimada. Los dos habían acordado en decirle que simplemente se había tropezado en las escaleras. Armin, porque en realidad no sabía que había sucedido en la cocina, y ella porque se negaba rotundamente a admitir que había tropezado, en un fracasado intento de huida de Eren. Tras agradecerle al rubio por traerla a casa, Levi lo había sacado a empellones y se la había echado al hombro para recostarla en su cama. No quedó tranquilo hasta que le revisó el tobillo y se aseguró que no moriría.
"Exageras", le había dicho Mikasa, pero su hermano simplemente había gruñido. Era un milagro que aceptara dejarla ir.
–Está bien, tú ganas. ¿Llevas protector solar?
–Ajá.
– ¿Repelente?
–Sí.
– ¿Tu celular tiene batería?
–Por supuesto.
– ¿Dinero?
–Voy al bosque y no entiendo para qué lo necesito, pero sí.
– ¿Tienes...?
–Levi, ya no soy una niña, estaré bien.
El muchacho parecía querer contradecir sus palabras, no obstante, una bocina anunció la llegada de su mejor amigo, por lo cual la chica, tras tomar su bolsa, le sonrió con tranquilidad al pelinegro mientras se encogía de hombros.
–Voy a estar bien, no te preocupes –aseguró la pelinegra y salió corriendo, realmente cojeando, de su habitación para escapar por fin de su hermano; tras sentarse en la barandilla de las escaleras, se deslizó hacia abajo, escuchando los alaridos aterrados de su hermano, que le advertía lo peligroso que era eso.
La chica escuchó a Levi bajar las escaleras mientras miraba por la ventana, dispuesta a decirle a Armin que ya saldría. Se aterró al ver que el auto de su mejor amigo no estaba allí, en cambio, Eren se encontraba en la moto muy concentrado tecleando en su celular. El corazón de Mikasa pareció detenerse un segundo antes de latir violentamente contra su caja torácica. Ella lanzó un grito aterrado y luego lo ahogó con sus manos, pero ya era tarde, su hermano la había escuchado.
– ¿Mikasa? ¿Todo está bien? –Preguntó el pelinegro y parecía correr por las escaleras; ella negó.
–No... digo... sí... solo... que dejé mi celular sobre la cama, ¿crees que puedas traérmelo? No me gustaría volver a subir las escaleras.
Levi lanzó un gruñido molesto, refunfuñado sobre la irresponsabilidad de los jóvenes y cómo ella era demasiado despistada para su bienestar. Mikasa se empujó para correr, lo más rápido que su pie herido le daba, hacia la salida, y huyó de su hogar. La pelinegra corrió de forma veloz hacia el joven en la motocicleta, que no dejó de verla sorprendido.
–No deberías correr, tu pie aún no se recupera.
Mikasa se subió a la moto y abrazó la cintura de él; se sentía agitada y temerosa.
– ¡Arranca, arranca!
–Vaya... ¿pero qué prisa tienes? –Sonsacó el ojiverde y ella lo golpeó en el brazo.
–Por favor arranca...
–Primero deberías ponerte el cas... –un nuevo golpe en el brazo le indicó que debía obedecer o ella lo mataría. El chico, totalmente confundido, acató sorprendido antes de poner en marcha aquella moto, con la chica escondiendo su rostro en la espalda de él.
Pasó al menos media hora hasta que las calles atestadas de Shinganshina comenzaron a desaparecer, al tiempo que la moto ascendía por un camino viejo y serpenteante que los llevaba a la entrada del bosque, donde él y su mejor amigo pasaban todas las tardes de verano cuando apenas eran unos niños. Recordaba que siempre que llegaba Historia a la ciudad, le fascinaba ir a aquel pequeño y frondoso bosque, donde fingían vivir en un cuento de hadas. A Eren no le sorprendió en lo absoluto cuando Historia les suplicó volver.
–Mikasa –dijo Eren una vez la moto se detuvo, le acarició suavemente los brazos que aún se encontraban alrededor de su cintura–. Ya puedes soltarme.
La chica, temblando, obedeció y se bajó de la moto lentamente; él estaba preparado para tomarla de la cintura por sus piernas fallaban. Aparentemente no fue necesario, pues la chica no lucía tan mareada y nerviosa como la noche que la había llevado a su casa.
– ¿Puedo pedir explicaciones? –Indagó Eren y la chica le dio un fuerte golpe en el hombro; él soltó un alarido antes de darle una mala mirada–. En primer lugar, deja de golpearme, no te hice nada. Y en segundo, ¿cuándo vas a aprender a agradecer los favores?
– ¿¡Favores!? Pude morir, ¿por qué me fuiste a recoger tú y no Armin?
– ¿Morir? Ya te dije que la moto no es insegura, ¿de qué demonios hablas?
–Eren, tú no puedes ir a mi casa cuando quieras.
El ojiverde alzó las cejas sintiéndose totalmente ofendido.
–Creí que habíamos hecho las paces.
–Tú no entiendes, no se trata de hacer las paces o no. Si mi hermano te ve, me va a matar.
– ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué tiene tu hermano en mi contra?
Las mejillas de Mikasa se tiñeron profundamente de rojo. Explicarle implicaría señalarle que ella les había hablado muy bien a su madre y a su hermano de él... tan bien, que Levi había sospechado de un leve enamoramiento por su parte. Y jamás admitiría aquello en voz alta.
–Es por la moto –aquello no era mentía, Levi las odiaba–. Y tu estilo –también era cierto... su hermano lucía casi igual... lo que le daba paso a lo siguiente–. Tampoco le agradan los músicos.
– ¿Tu padre no es Axel Ackerman? ¿Cómo es qué...?
–Es... complicado, ¿sí? No te puede ver.
Mikasa suspiró sintiéndose avergonzada. Él no había hecho nada malo, por el contrario, la había ido a recoger... y ella estaba siendo poco amable. La culpa aplastó su corazón.
–Entiendo –dijo Eren tras un rato–. Tu hermano es igual de prejuicioso y mojigato que tú.
La culpa desapareció por completo y la pelinegra le lanzó otro manotazo, pero esta vez Eren lo esquivó.
–Ey, tranquila, no fui por gusto a tu casa, angelito –ahora Eren había puesto cara de pocos amigos y se notaba realmente molesto–. Pero Armin quería ir a recoger a una persona que Historia invitó al picnic, así que me pidió el favor de pasar por ti.
En un principio la pelinegra no entendió por qué Eren parecía tan molesto, pero al recordar aquella misma expresión la noche anterior, una sonrisa se instaló en sus labios.
–Jean va a venir –adivinó; Eren lanzó un nuevo gruñido y asintió–. Él no te agrada –no era una pregunta–. ¿Cómo puedes estar tan molesto? Es un caballero.
–Caballo, querrás decir.
Mikasa le dio una mala mirada, pero antes de decir algo, el auto de su mejor amigo había aparcado a su lado. De allí descendieron Historia y su novia, al igual que Armin y Jean, éste último le dedicó una sonrisa tímida a Mikasa, que la pelinegra respondió agitando suavemente su mano. Ella escuchó cómo Eren chasqueaba la lengua, pero simplemente se limitó a ignorarlo.
Si él iba a comportarse como un idiota, ella no se dejaría amargar el día. Por él, que hiciera lo que quisiera.
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Caminaron un largo rato hasta llegar a un hermoso claro rodeado por árboles, arbustos y bellas flores qué hacían de aquel lugar un paraje espectacular.
– ¿Cómo es que nadie viene aquí? –Preguntó Mikasa sentándose en la manta que los chicos habían tendido en el suelo.
Estaban acomodados en media luna. Ymir, Historia y Armin a la derecha, Mikasa se encontraba entre Eren y Jean a la izquierda.
–Armin y yo una vez decidimos no entrar a clases. Queríamos recorrer la ciudad... nos alejamos tanto, que llegamos aquí.
– ¿Decidieron? –Preguntó Mikasa observando a su mejor amigo con una ceja arqueada.
–Eren me convenció –admitió.
Aquello tenía mucho más sentido.
–Él siempre ha sido así, totalmente irresponsable –explicó Jean observando a Mikasa con diversión; la pelinegra dejó escapar una suave risita.
–Bueno, no todos somos remilgados y mojigatos como tú, caballo.
–Algunos tenemos un futuro próspero.
–Una vida segura y tranquila, claro, llena de monotonía, ¿es eso lo que te gusta? ¿Por eso te atrae Mikasa? ¿Porque es igual de snob y puritana a ti?
Las mejillas de la chica se sonrojaron profundamente. Historia, notando la tensión que había, aclaró su garganta.
–Como sea... me encanta pasar las vacaciones en Shinganshina con mi primo. Pero venir aquí con ustedes es lo mejor.
–Es muy lindo –señaló Ymir, que aparentemente quería ayudar a su novia con aquello de romper la frialdad del momento.
–En fin, cariño, ¿puedes destapar la champaña? –Señaló Historia y su novia se estiró para revolver entre la cesta del picnic; Armin arqueó una ceja.
–Aun no entiendo por qué querías precisamente venir hoy aquí, ¿y champaña? ¿No bebiste lo suficiente anoche?
–Tranquilo primo, solo quiero celebrar.
Eren, que se había recostado en la manta y estaba apoyado sobre sus codos, arqueó ambas cejas y se giró hacia la rubia.
– ¿Qué se supone que celebramos, princesa Krista? –Preguntó con diversión; las mejillas de Historia se sonrojaron y chasqueó la lengua.
Armin, Eren y ella se lanzaron sonrisas cómplices; Ymir, Jean y Mikasa no entendieron, y supusieron inmediatamente que se trataba de un chiste personal.
–Bueno... pues hablé con mamá y está de acuerdo en que nos merecemos un nuevo inicio.
Armin se puso alerta y Eren entrecerró los ojos sentándose y girándose completamente hacia ella.
– ¿Eso qué significa exactamente?
Ymir destapó la botella de champaña sonriendo brillantemente e Historia dio unas suaves palmaditas.
– ¡Me voy a mudar a Shinganshina con mamá! Y obviamente Ymir vendrá con nosotras.
Eren y Armin se le lanzaron encima a la rubiecita, que lanzó una fuerte carcajada. Ymir los miraba con diversión mientras servía las copas y se las pasaba a todos los presentes.
– ¿Eso significa que se acabaron las fiestas en casa de Armin? –Preguntó Eren levemente decepcionado al tiempo que volvía a sentarse en su lugar. Historia lo miró con exasperación antes de arrancar un puñado de césped y arrojárselo en la cara.
–No puedo creer que eso es lo único que te importe, pero para tu alivio: no, mamá piensa que una casa solo de mujeres es mejor, así que está pensando en comprar una cerca del campus.
– ¿Así que harás el traslado para medicina? –Curioseó Eren e Historia asintió.
–Efectivamente, entraré a segundo año con Mikasa y Armin.
–Por favor no te vuelvas tan dramática como ella o paranoica como tu primo –imploró el ojiverde.
–No soy dramática –renegó la pelinegra al tiempo que Armin le aseguraba que no era paranoico.
–Por cierto –habló Jean acercándose un poco más a la chica; Eren les dio una mala mirada–. ¿Cómo está tu pie?
–Excelente, me duele un poco, pero no moriré –musitó intentando no ver como Ymir devoraba a Historia, la cual parecía apenada, pero complacida.
–La primera vez es gratis, pero la siguiente te la cobraré –señaló Eren con prepotencia; Mikasa bufó y rodó los ojos.
–Entonces... –continuó Jean ignorando al castaño–. Entiendo que Armin estudia medicina porque le ha gustado siempre, e Historia adora a los niños, así que quiere ser pediatra. ¿Tú por qué?
Mikasa se sonrojó cuando notó todas las miradas que se centraron en ella, por lo cual, en búsqueda de desviar la atención, arqueó una ceja hacia Jean.
– ¿Tú porque elegiste artes políticas? –Inquirió y el joven sonrió orgulloso.
–Quiero hacer las cosas diferentes... quizá con un mejor asesoramiento político... o yo estando a cargo, pueda hacer una diferencia. Quizá con mejores gobernadores Eldia podría ser un mejor país.
–Sí, claro –Eren dejó escapar un bufido–. Solo quieres dinero y poder, como todos.
– ¡Quiero estabilidad!
–No empiecen –reprendió Ymir notando que su novia volvía a estar incómoda; Eren puso los ojos en blanco y se inclinó hacia Mikasa.
–Responde la pregunta, angelito. ¿Qué motivó a una chica, evidentemente dramática e intolerante al dolor, a estudiar medicina?
Las mejillas de la pelinegra se sonrojaron e Historia le tomó la mano con suavidad, antes de darle un pequeño apretón delicado.
–No tienes que responder si no te sientes cómoda, ¿entiendes? –Aseveró y la pelinegra le dio una sonrisa de agradecimiento antes de escogerse de hombros.
–Cuando apenas era una niña, mamá estaba grabando una película. En una semana que tuvo de vacaciones fuimos a visitarla con papá y mi hermano... estábamos en África y conocer ese lugar fue increíble. Había muchos animales, los safaris eran hermosos al igual que los paisajes –habló la chica jugueteando con la orilla de su vestido en gesto nervioso. Todos se fijaron en ella y el silencio era tenso–. Fue una semana hermosa, la pasamos muy bien. Al volver y pasadas dos semanas... comencé a sentirme enferma. Tenía fiebre, dolores de cabeza y escalofríos. A veces vomitada y me dolían los huesos... mi hermano quería llevarme al hospital, pero papá le dijo que probablemente solo era un resfrío y que estaría bien.
– ¿Mejoraste? –Inquirió Jean posando su mano sobre la de Mikasa, ella negó.
–Los días pasaban y yo seguía enferma... mi hermano insistía en que debían llevarme al hospital, pero mi padre decía que no era nada grave. Comencé a bajar de peso bruscamente, pero cuando mi hermano me llevó, los médicos dijeron lo mismo que papá, que evidentemente eran los síntomas de un resfriado, que simplemente guardara reposo.
– ¿¡No te checaron!? –Preguntó Armin, y por su voz fuerte se notaba la ira y el resentimiento; ella volvió a negar.
–No... dijeron que estaba exagerando... fue muy tarde cuando se enteraron que tenía malaria.
Historia se llevó las manos a la boca y Jean, que había quedado pálido, le acunó la mano a la chica entre las suyas. Los ojos verdes de Eren se encontraron con los grises de Mikasa y la chica tragó grueso antes de apartar la mirada bruscamente.
–Dijeron que estaba muy avanzada... que sería difícil salir adelante. Yo era una niña y tenía tanto miedo... recuerdo que mamá había llegado rápidamente y lloraba desesperada. Papá se culpaba y Levi solo gritaba enfurecido. La enfermedad había ganado demasiado terreno. Yo había bajado de peso y los médicos creían que no iba a poder sobrevivir.
–Pero fuiste más fuerte... sobreviviste –señaló Eren en un tono de voz casi dulce; Mikasa tragó grueso y se encogió de hombros.
–No lo hice sola. Yo estaba entubada y ya había perdido todas las esperanzas. Los médicos y enfermeras me miraban como esperando el momento en que me fuera... entonces un doctor entró y me dio la sonrisa más dulce que he visto jamás. Me tomó en brazos y me dijo que iba a estar bien, que yo podría lograrlo... que juntos lo lograríamos... después de un tratamiento intenso lo hice. Pero no lo habría logrado sola. Si ese hombre no me hubiera hablado con tal seguridad... fue la única persona capaz de calmarme. Fue el único que creyó que podría hacerlo. Y yo creí en él cuando me dijo que estaría bien. Él no solo me salvó de la enfermedad, también me calmó.
–Y por eso te inclinaste por medicina –concluyó Jean; ella asintió.
–Quiero poder llegar a hacer algo igual por las personas.
–Seguro que ese hombre es un gran doctor. ¿Se lo agradeciste? –Inquirió Ymir curiosa.
–No lo volví a ver. Papá quería agradecerle, pero nunca lo encontramos. Aparentemente había sido trasladado, pero siempre voy a recordar su mirada, llena de determinación y sus rasgos dulces. Tenía una sonrisa muy amable.
Historia, que tenía los ojos enjuagados en lágrimas, abrazó fuertemente a Mikasa.
–Ay Mika, seguramente vas a ser la mejor doctora de todas –dogmatizó sin duda en su voz.
–Solo quiero salvar vidas como él lo hizo conmigo.
–No dudo que lo hagas –habló sorpresivamente Eren dándole una suave sonrisa; Mikasa estaba sobrecogida al notar que sus palabras no tenían ningún rastro de burla, en cambio rebosaban sinceridad.
– ¿Y tú? –Preguntó arqueando una ceja; Eren resopló.
– ¿Yo? ¿Medicina? Jamás.
–No hablo de eso –la chica chasqueó la lengua–. ¿Qué quieres tú?
Ahora el centro de atención era él el chico, quien rodó de los ojos.
–Quiero ser libre. Completamente.
– ¿No todos somos libres? –Preguntó Mikasa con evidente burla. Eren se inclinó hacia ella.
– ¿Qué tan libres crees que son aquellos que están encerrados en una oficina cumpliendo un horario eternamente monótono mientras su jefe explotador abusa de ellos? ¿Te parece que aquellos que fueron forzados a estudiar lo que sus padres les impusieron, son libres? O aquellos que tomaron una decisión errónea y se arrepintieron sin importunidad de remediarlo. ¿Son libres? Yo tomo mis propias decisiones, vivo como quiero, hago lo que quiero. Yo no me arrepiento. Y yo no quiero eso.
–Tú no quieres nada –señaló Jean con amargura al notar que Mikasa y Eren estaban peligrosamente cerca.
–Yo quiero ser libre... y quiero salvar vidas, idiota –respondió Eren alejándose de la chica; Mikasa lo observó sorprendida.
–Pero dijiste que la medicina...
–La medicina sirve para sanar el cuerpo. La música para sanar el alma.
Jean e Ymir se burlaron de aquel comentario, Historia le dijo que aquello era muy dulce y Armin solo le lanzó una mirada de apoyo mientras le palmeaba la espalda a su mejor amigo. Mikasa, por otro lado, nuevamente había encontrado sus ojos con los de Eren. En aquel momento era como si estuvieran en una burbuja personal.
Está bien, podía ser un idiota que todo el tiempo hacía comentarios sumamente desagradables, pero hasta el momento era lo más hermoso y profundo que le había escuchado decir, por lo cual le dedicó una enorme sonrisa abierta. Para su sorpresa, las mejillas de Eren se tiñeron de un suave rosa antes de apartar la mirada bruscamente.
–En fin, yo estudiaré derecho. Es lo que mamá quiere y creo que ya le he dado demasiadas decepciones –soltó Ymir–. Así que estudiaré esa estupidez para hacerla feliz al menos una vez en su vida.
Aquello rompió la tensión y los chicos conversaron un rato más mientras reían y comían. Hacían algunos planes para el verano y conversaban amenamente. La tarde pasó rápidamente y el sol comenzaba a alejarse.
–Quiero volver al río, ¿vamos? –Preguntó Historia poniéndose en pie; Ymir la siguió.
–Por supuesto, me has hablado tanto de él que quiero conocerlo.
Armin fue el tercero en erguirse mientras sacudía sus pantalones.
–Por supuesto las acompaño, hace mucho no veo ese lugar, ¿vienes Eren? –El castaño negó al tiempo que se estiraba para tomar uno de los bocadillos que se encontraba dentro de la cesta–. ¿Mika?
–Caminar con el pie herido por el bosque no me parece lo más sensato.
–Bien entonces yo también me quedaré –soltó Jean y Eren bufó.
– ¿A los caballos no les gusta el agua? ¿Son como los gatos?
–Cállate idiota, acompañaré a Mikasa –señaló; Eren arqueó una ceja.
– ¿Y acaso es que yo estoy pintado en la pared? Yo la cuido caballito.
–Ya te dije que no me digas así... eres un...
–Vamos Jean, acompáñanos –insistió Historia notando la tensión que nuevamente intentaba instalarse–. Hace mucho no nos vemos, quiero saber de ti –animó tendiéndole la mano.
Mikasa no culpó al chico cuando se sonrojó levemente al notar la hermosa sonrisa y los ojos brillantes de la rubia. Nadie podía decirle que no nunca, por lo cual, a regañadientes, Jean se puso en pie y siguió a los chicos que se alejaron por la ladera siguiendo el camino hasta el río.
– ¿Por qué no quisiste ir? –Preguntó Mikasa arqueando una ceja al tiempo que abrazaba sus piernas.
–Supuse que te quedarías por lo de tu pie.
– ¿Y qué tiene que ver eso contigo?
–No iba a dejarte sola en un bosque, ¿y si viene un oso y te come?
–Sería tu día de suerte –soltó la chica con sarcasmo, logrando arrancarle una carcajada a Eren, quien se recostó sobre la manta.
La mente de Mikasa quedó en blanco.
La luz del sol se colaba por entre las ramas e iluminaba levemente el rostro del chico. Mikasa no pudo evitar fijarse en él. Sus ojos estaban cerrados y sus largas pestañas creaban sombras sobre sus mejillas; sus labios, ligeramente rosados y gruesos, estaban un poco abiertos; su respiración era relajada y su cabello castaño caía desorganizado sobre la manta, pues aquel chico había decidido llevarlo suelto. Eren tenía una camiseta negra ajustada al cuerpo y unos vaqueros oscuros. Por el bajar y subir de su pecho, y sus piernas estiradas sobre el césped, notó que estaba completamente sereno.
‹‹Es tan atractivo cuando no tiene el ceño fruncido››.
‹‹No, incluso así es atractivo, pero ahora tiene algo que no entiendo...››
Mikasa nuevamente lo recorrió con la mirada. Eren tenía el rostro lleno de paz, sus manos reposaban sobre su estómago y sus facciones parecían dulces. Entendió cuál era la diferencia. Eren siempre era atractivo, sexy, como si destellara sensualidad con una pequeña dosis de peligro que la hipnotizaba, pero ahora...
‹‹Es realmente hermoso...›› pensó Mikasa asombrada.
– ¿Sabes? –Habló el chico haciéndola sobresaltar y devolviéndola a la realidad. Sus ojos nuevamente se encontraron con los de Eren, los cuales estaban cargados de picardía y diversión–. Si sigues observándome así te voy a tirar al césped y no voy a responder por mis actos, ¿ves algo que te guste?
‹‹Todo››.
–Nada –respondió ella tirándose sobre la manta para mirar el cielo que comenzaba a teñirse de tonos amarillos y naranjas–. Es solo que este lugar es hermoso... parece extraído de un cuento de hadas.
–Lo sé –la voz de Eren sonó tan suave, que Mikasa no pudo evitar fijarse en él; sus mejillas se sonrojaron al notar que el chico estaba acostado sobre su costado y la miraba fijamente.
–No me sorprende que a Historia le guste este lugar –farfulló la chica en un hilito de voz.
–Siempre veníamos de niños, así que no, a mí tampoco me sorprende.
–Por cierto, ¿qué fue eso de princesa Krista?
Eren dejó escapar una profunda carcajada mientras negaba.
–Es una tontería de niños, de hecho.
– ¿Puedo saber? –Preguntó ella mirándolo de reojo; Eren lo pensó antes de asentir.
–Como te habrás dado cuenta, ella siempre ha sido muy soñadora, pero a pesar de que es dulce y sociable, no tenía muchos amigos. Mucho menos en Shinganshina. Solo venía de visita para estar con Armin, así que los tres éramos muy unidos –Eren retiró algunas hojas que habían caído sobre el azabache cabello de Mikasa; ella fingió no notarlo–. Cada verano nos arrastraba aquí para que jugáramos al castillo. Armin e Historia creaban fuertes con las ramas caídas de los árboles. Ella era la princesa Krista. Cada tarde que pasábamos aquí, Armin le tejía una corona de flores y se la posaba en la cabeza. Parecía la reina de las hadas. Él era su vasallo y ella su princesa.
– ¿Y tú?
Eren rió roncamente dándose la vuelta para apoyarse sobre sus codos y acercarse a Mikasa.
–Por supuesto yo era el príncipe que la salvaba de los dragones –habló Eren con arrogancia; Mikasa rodó los ojos.
–Así que eras su príncipe... eso suena a que ustedes dos...
–No –interrumpió el ojiverde–. Para nada. Historia es hermosa, pero no podría ser más como una hermanita para mí. No es para nada mi tipo.
Por alguna razón que no entendió, Mikasa se sintió avergonzada de que aquello le diera tranquilidad.
‹‹Es una tontería... por supuesto que a mí no me importa si es su tipo o no››.
Pero le importaba y aquello la molestó en demasía.
– ¿Entonces cuál es? –Preguntó la pelinegra, pasado ya un rato.
– ¿Qué? –Eren parecía confundido.
–Dijiste que Historia no es tu tipo, ¿entonces cuál es?
Eren contuvo el aliento, cerró los ojos y apretó los labios. Mikasa pensó que no le contestaría, pero al transcurrir un momento, Eren dejó escapar una bocanada de aire, abrió los ojos y se inclinó peligrosamente hacia Mikasa. Los dedos del chico tomaron algunos mechones del oscuro cabello de ella y juguetearon con ellos. Justamente cuando estaban cerca el uno del otro y sus alientos chocaron, una voz los sobresaltó.
– ¡Chicos! –Gritó Ymir acercándose velozmente. Al notar que Mikasa y Eren se habían sobresaltado y se habían alejado uno del otro, se dio cuenta que había metido la pata–. ¿Interrumpo algo?
–No –habló Eren con voz ronca sentándose muy tieso; Mikasa también se había levantado y sus mejillas estaban ardiendo–. ¿Pasa algo?
–Sí, Jean tropezó con una roca con musgo y cayó al río. Armin dice que no es nada grave, algunos rasguños, pero nada de qué preocuparse. Aunque no es bueno que ande con la ropa mojada, así que nos vamos ya.
– ¡Maldito cara de caballo! –Maldijo Eren con irritación antes de asentir–. Bien, empacaremos todo y los alcanzamos en un rato.
–Nos adelantaremos... y... lo siento –se disculpó la chica antes de alejarse con rapidez y desaparecer por entre la arboleada.
Mikasa aclaró su garganta sintiéndose afectada, antes de arquear una ceja hacia Eren.
– ¿Entonces...? ¿Cuál es tu tipo?
Eren, que ya había empacado la manta y toda la basura que habían dejado allí, le dio una mirada divertida antes de echarse la cesta al hombro y tenderle la mano; ella la tomó para ponerse en pie. El castaño la abrazó contra su pecho antes de soltarla.
–Te quedo debiendo la respuesta, ahora vamos antes que tu noviecito se resfríe.
La pelinegra le lanzó una mirada llena de irritación.
Definitivamente aquella mágica burbuja se había roto.
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