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28: Halloween







–Hola, preciosa –saludó Sasha con una enorme sonrisa después de que Mikasa abriera la puerta principal. Sin embargo, la castaña frunció el ceño al notar cómo su mejor amiga llevaba puesta una vieja y enorme camisa que probablemente le habría pertenecido a Eren.

El cabello de Mikasa estaba revuelto, y una expresión de decepción brillaba en sus ojos grises.

– ¿Por qué no te has vestido? ¡Demonios, Mikasa, ni siquiera te bañaste! –reprendió furiosa.

–Buenas noches, por fin llegué –habló Annie al llegar junto a Sasha, pero también se fijó en Mikasa–. ¿En verdad nos estuviste esperando?

Mikasa frunció el ceño.

– ¿Esperando para qué?

–Para arreglarnos –obvió Sasha–. Mikasa, la fiesta de Halloween de Armin es hoy... ¿recuerdas? Hace tres días fuimos de compras... ¿no te suena familiar?

La pelinegra apretó los labios. Demonios, se había olvidado de eso, pero ya había quedado de encontrarse con Eren.

–Estaba pensando en cancelar la fiesta –confesó Mikasa.

No quería arruinar sus planes con Eren. Sasha y Annie se miraron entre ellas, compartiendo una breve mirada de complicidad.

– ¡No puedes hacer eso! –exclamó Sasha incrédula–. Armin estaría devastado si su mejor amiga no está allí.

Annie asintió en silencio, observando a Mikasa con curiosidad.

– ¿Por qué querrías cancelarla? –preguntó en tono serio.

Mikasa suspiró desviando la mirada.

–Yo... prefiero quedarme en casa.

– ¿¡Prefieres qué...!? –Sasha empujó a su mejor amiga y caminó rápidamente hacia el interior del domicilio, ignorando incluso a su novio que estaba preparado para saludarla.

Mikasa corrió detrás de su mejor amiga, y Annie, tomando la bolsa negra donde estaban los disfraces de ella y Sasha, las siguió. Cuando la castaña llegó a la habitación de Mikasa, se giró para observarla.

–Aquí huele a sexo –determinó y Mikasa se sonrojó profundamente–. ¡Mikasa Ackerman Azumabito estás saliendo con alguien! –Acusó Sasha y la chica negó con fervor.

– ¿Qué? ¡No! ¿De qué estás hablando? ¡Por supuesto que no!

– ¡Te lo dije! ¡Te dije que se estaba viendo con alguien! –le gritó Sasha a Annie, y la rubia arqueó las cejas, observando a Mikasa con seriedad.

–Yo también lo pensaba... pero tenía la esperanza de que no –admitió Annie con irritación–. Mikasa, ¿qué demonios estás haciendo con tu vida? Primero aceptas ser amiga de Eren, ¿y ahora estás viendo a alguien? Eso no es sano.

– ¿¡De quién se trata!? –exigió saber Sasha, y Mikasa se rascó la cabeza.

–Ustedes están dementes. No estoy viendo a nadie.

– ¿Entonces por qué quieres cancelar la fiesta? –volvió a preguntar Annie, y Mikasa mordisqueó su uña.

–Solo... no tengo ánimos para salir. Tengo... otras cosas en mente –admitió la pelinegra desviando la mirada.

Nuevamente Sasha y Annie intercambiaron miradas significativas, y fue la rubia quien, a pesar de ser más reservada, observó a Mikasa con seriedad.

–Ni siquiera pienses que vas a dejar plantado a mi novio. Vístete, no te vas a quedar en casa –ordenó con seriedad.

Mikasa quería negar, pero sabía lo difícil que se podía poner Annie cuando estaba de malas pulgas, por lo cual a regañadientes aceptó ir a esa estúpida fiesta. Tras encerrarse en su cuarto de baño para darse una rápida ducha, le envió un mensaje a Eren para cancelar sus planes de esa noche.

Daba igual, ya recuperarían el tiempo perdido.









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– ¿¡Cómo que esa estúpida fiesta de Halloween es hoy!? –gritó Eren, leyendo el mensaje que Mikasa le acababa de enviar.

–Eren –habló Reiner–, ¿en serio, viejo? ¿Olvidaste que la fiesta de Halloween de Armin es esta noche? –preguntó asombrado, y Armin le lanzó una mirada de resentimiento a su mejor amigo.

–Va a ser genial, todos están emocionados.

–Además... –Connie sonrió brillantemente–, te tenemos una sorpresa.

El castaño frunció el ceño. Eso explicaba por qué Annie había insistido tanto en querer grabar su parte de esa primera canción del disco antes que todos. Seguramente ya estaba planeando irse con Mikasa para arreglarse.

¿La pelinegra lo recordaría?

‹‹No, no me hubiera propuesto pasar por su casa si se acordara. ¡Maldición!››

–No lo sé, chicos, creo que yo paso –musitó Eren con amargura. Reiner levantó una ceja.

– ¿Es que acaso tienes planes en Halloween? ¿Qué podría ser más importante que la fiesta de tu mejor amigo?

–Bueno... es que de hecho yo... –comenzó a responder Eren, pero Reiner se puso bruscamente en pie.

– ¡Oh, Eren Jaeger! ¡Lo sabía! ¡Conocía ese brillo en tus ojos cuando llegaste! –gritó burlón.

– ¿De qué demonios estás hablando? –preguntó Connie, y Reiner señaló a Eren.

–Míralo, mírale esa cara de placer. ¡Estás teniendo sexo con alguien! ¿Verdad?

Connie y Armin observaron a Eren sorprendidos.

– ¿Qué? –Preguntó Armin incrédulo–. ¿Cómo que está teniendo sexo con alguien? ¿De quién demonios se trata?

– ¡De nadie! –Gruñó Eren apretando los dientes–. Están locos.

– Claro que no, desgraciado, yo sabía que tenías algo diferente. Parecías más... relajado.

Armin miró seriamente a su mejor amigo.

– ¿Qué demonios está ocurriendo contigo? –Preguntó el rubio irritado–. Primero le propones a Mikasa ser solo amigos... ¿y ahora estás viendo a otra chica? ¿Y qué? ¿Se lo restregarás en la cara a Mikasa? ¿No crees que es demasiado pronto?

– ¡No estoy viendo a nadie! –gritó Eren–. Simplemente no quiero ir a esa estúpida fiesta.

–Eren, me lo habías prometido. Te necesito allí –suplicó Armin–. Si no, va a ser completamente aburrido para mí.

– ¿Por qué organizas una fiesta si va a ser aburrida? –Preguntó Eren con fastidio. Armin, Reiner y Connie compartieron una mirada cómplice, y Eren los observó con furia–. ¿Qué están tramando?

–No estamos tramando nada –aseguró Armin, pero Eren, que lo conocía desde que eran apenas unos niños, supo de inmediato que estaba mintiendo.

– ¿Entonces por qué tanta insistencia?

–Porque eres mi mejor amigo y debes estar allí.

–Vamos, Eren, no seas aguafiestas –Connie le dio una mirada pícara–. Armin ha estado planeando esto durante semanas. No seas tan mal amigo.

– ¡No soy un mal amigo!

–Entonces no fallarás –rezongó Reiner.

–Como quieran –accedió Eren furioso, mientras se tiraba en uno de los sofás que había en la sala de grabación y encogía los hombros–. Supongo que no tengo nada más importante que hacer –gruñó molesto antes de acompañar al ingeniero de sonido para que los ayudara a grabar la parte de Connie, no sin antes enviarle un mensaje a Mikasa, advirtiéndole que tendrían que verse después.















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‹‹No la mires, no la mires, no la mires, no la mires. Por favor, no la mires››. Eren se repetía mentalmente estas palabras, intentando mantener la calma.

El chico se encontraba en medio de la bulliciosa fiesta de Halloween en la casa de Armin, rodeado de risas, luces parpadeantes y disfraces extravagantes. La música retumbaba en sus oídos mientras intentaba disfrutar de la noche con sus amigos. Desde el instante en que Mikasa llegó acompañada de Sasha, disfrazada de porrista, y Annie, que llevaba un traje de vampiresa combinado con el de Armin, Eren la había notado. Aunque había cientos de chicas lindas allí, Eren estaba deslumbrado por Mikasa, que lucía más hermosa que nunca. Intentaba desviar la mirada, concentrarse en la conversación con sus amigos, pero su mente se rebelaba. Era como si hubiera una batalla interna, una lucha entre el deseo de no ser descubierto, ya que todos criticaban su nueva amistad, y la atracción incontrolable que sentía por la chica.

Mientras Reiner y Connie reían y bromeaban a su alrededor, Eren continuaba con la batalla interna. Mirar a Mikasa no era una opción; no quería que sus amigos se dieran cuenta de que la chica con la que estaba compartiendo cama era la misma pelinegra que había sido el gran amor de su vida. Ahora, en un intento desesperado por mantenerla a su lado, eran simplemente amigos que disfrutaban de su compañía. La tentación era abrumadora; Eren la veía de reojo, notando cada detalle de su disfraz, desde el sombrero pirata hasta las botas altas que resaltaban sus piernas esbeltas.

‹‹No la mires, no la mires. Por favor, no la mires››.

–Eren, ¿qué opinas del disfraz de Mikasa? –preguntó Armin, interrumpiendo los pensamientos tumultuosos de Eren.

– ¿Disfraz? –curioseó Eren con voz nerviosa, intentando sonar casual. Sin embargo, su voz denotaba una tensión apenas perceptible, y fingió ver a la chica por primera vez.

Ahora que podía fijarse en ella sin temor alguno, ya que Armin había sacado el tema a colación, los ojos de Eren se abrieron de golpe, y su boca se secó. En cámara lenta, recorrió a la chica desde los pies hasta la cabeza. Se veía preciosa; llevaba un pequeño pantaloncito de mezclilla que casi se escondía por la larga camisa blanca que llevaba. Algunas cadenas doradas ajustadas a sus muslos decoraban sus hermosas piernas pálidas; unas botas largas del estilo del disfraz que llevaba, cinturones ajustados, cazadora oscura que resaltaba su figura, los collares cadenas y demás accesorios que llevaba lucían encantadores en ella. Sus pechos resaltaban, y Eren casi sintió la urgencia de correr hacia ella y ponerle un abrigo para que nadie más notara lo preciosa que era.

–Supongo que luce bien –admitió Eren en un hilito de voz.

Connie le dirigió una mirada burlona, y Reiner arqueó una ceja.

–Son amigos, ¿no? –preguntó Connie divertido.

Eren chasqueó la lengua y se encogió de hombros.

–Sí, claro, se ve bien, supongo –rezongó, arrebatándole el vaso de cerveza a Reiner para acabarse todo el contenido que había allí.

Aunque trataba de concentrarse en la conversación, de participar en las bromas y risas de los chicos, su mente seguía volviendo a Mikasa; sentía su presencia y deseaba tenerla cerca. Su disfraz definitivamente era una obra maestra, un tributo a su belleza. Casi le pareció una tortura medieval estar allí y no poder tomarla en brazos.

–Eren –Connie habló, haciendo sobresaltar al castaño.

– ¿Qué?

–Te estaba comentando... –gruñó el chico–. Ella es Mina Carolina, la chica de la cual te hablé.

– ¿Qué? –Eren frunció el ceño, y Reiner le dio un fuerte codazo–. ¿Qué demonios?

Eren cerró los ojos irritado.

‹‹Así que esto es lo que se traían en manos este par de imbéciles. Y por supuesto, Armin los ayudó. Estúpidos››.

Reiner y Connie sonreían con orgullo. Estaban decididos a ayudar a Eren a superar a Mikasa. Mina Carolina, una encantadora chica disfrazada de mujer lobo, parecía ser el antídoto perfecto para el corazón roto de Eren. Sin embargo, mientras Mina intentaba entablar una conversación con él, los pensamientos del chico seguían anclados en la figura preciosa de Mikasa. A pesar de su esfuerzo por concentrarse en las palabras de Mina, su mirada continuaba desviándose hacia Mikasa, quien charlaba animadamente con sus dos amigas.

– ¿No crees que Mina es genial, Eren? –Preguntó Reiner, visiblemente irritado por la actitud del castaño, tratando de dirigir la atención de su amigo hacia la chica lobo.

–Sí, claro, es... genial –murmuró Eren forzando una sonrisa mientras su mirada volvía a Mikasa.

Connie, al notar la distracción de Eren, le dio un suave codazo amistoso.

–Eren, deberías darle una oportunidad a Mina –rezongó Connie junto al oído del chico–. ¿No es una chica muy linda? Y es genial.

–Claro, sí... –respondió Eren, fijándose en la joven que tenía frente a él.

Mina era linda, no podía negarlo, pero le irritaba no poder estar cerca de Mikasa. Todo empeoró cuando notó que un joven rubio disfrazado de soldado se acercó a ella y parecían charlar amenamente. La pelinegra le dedicaba suaves sonrisas, y en algún punto, notó Eren, Sasha y Annie se habían alejado para dejarlos solos. Eren tenía que luchar contra el impulso de golpearlo y exigirle que dejara a su chica. Sin embargo, ya no era suya. Se suponía que habían quedado en ser amigos, pero ¿por qué demonios se sentía tan celoso? Había sido su decisión no estar con ella. No quería nada con ella, pero tampoco quería que nadie se acercara.

Mikasa continuaba riendo durante un largo rato con aquel joven. Bailaron y parecían compartir bromas. Se veían tan cercanos. Finalmente, cuando la música alcanzó su punto álgido y la fiesta estaba en pleno apogeo, Eren estaba a punto de estallar de ira. Por lo tanto, decidió retirarse a un rincón tranquilo para tomar un respiro. Cerró los ojos e intentó alejar los persistentes pensamientos de Mikasa, pero su presencia continuaba atormentándolo.

–Eren, ¿estás bien? –preguntó una suave voz femenina.

Eren abrió los ojos y se encontró con Mikasa. La chica lo observaba con preocupación y él lanzó un bufido antes de negar.

–No, esta noche no está saliendo como quería –rezongó haciendo un puchero.

Mikasa soltó una suave carcajada y se sentó a su lado.

– ¿Hay algo que pueda hacer para mejorarlo?

–En primer lugar, ¿¡qué tal si te alejas de ese idiota!? –Demandó furioso Eren. Mikasa arqueó una ceja.

– ¿No se suponía que éramos solo amigos? –Preguntó divertida, y Eren sintió sus mejillas completamente sonrojadas, notando que ya había metido la pata.









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Cuando las tres chicas llegaron a la casa de Armin, ésta ya estaba abarrotada de gente; la música resonaba, mezclándose con risas y animadas conversaciones, mientras las luces tenues y la decoración de Halloween creaban un ambiente festivo. Annie se había perdido entre la multitud para saludar a su novio, y Mikasa la siguió para acompañarla, un error que pronto se revelaría como tal. No importaba cuán relajado fuera el ambiente; Mikasa estaba lejos de estar despreocupada, y todo se reducía al momento en que posó sus ojos en Eren.

Casi dos meses antes, habían coordinado sus disfraces meticulosamente. Al terminar, Mikasa estaba segura de que no pasarían Halloween juntos, por lo que no consideró otra opción. Sin embargo, allí estaban, combinados sin pensar. Eren llevaba el disfraz de pirata que ella había escogido para él. Casi lamentó haberlo hecho.

La holgada camisa blanca de Eren estaba abierta, sin cubrir la desnudez de su pecho; algunos collares colgaban de su cuello, su piel destacaba con las luces titilantes, su cabello castaño recogido en una desorganizada coleta con una pañoleta roja. Un parche cubría uno de sus adorables ojos verdes, y varios aros dorados adornaban su oreja. El pantalón azul marino y las botas de pirata lo hacían lucir sensual.

Mikasa no pudo evitar imaginar lo maravilloso que sería subir con Eren a la habitación de Armin para darle la recompensa prometida antes de que él se fuera a la disquera.

Cuando no pudo soportar estar cerca de Eren más tiempo, tras saludar a Armin, se alejó con Sasha, y Annie no tardó en seguirlas.

Los ojos grises de Mikasa se deslizaron hacia Eren, que mantenía una conversación con Reiner, Connie y Armin. La pelinegra apretó la mandíbula al notar que una chica disfrazada de mujer lobo se acercaba a ellos.

‹‹¿Está saliendo con ella?››

‹‹¿La invitó?››

‹‹¿Vino con él a la fiesta?››

‹‹No, alto. Somos solo amigos, así que realmente no debería importarme si vinieron juntos, ¿verdad?››

–Mikasa, Porco te está buscando. ¿Por qué no bailas con él? –insistía Sasha, tratando de arrastrar a la pelinegra hacia la pista de baile.

Mikasa intentaba seguir las palabras de su mejor amiga, pero sus ojos traicioneros volvían a encontrarse con la imponente figura de Eren. El vestuario y maquillaje de pirata realzaban sus rasgos, y Mikasa se debatía entre querer mirarlo y resistirse a hacerlo. Sus amigas comenzaban a sospechar que estaba saliendo con alguien; seguramente, se llevarían una sorpresa si descubrían que esa persona era Eren.

"No es sano."

"Son ridículos."

"Se van a hacer daño."

Casi escuchó esas palabras pronunciadas por sus amigas. No, era mejor que no lo supieran. Annie, por su parte, observaba la situación con una ceja levantada, como si pudiera percibir la lucha interna de su amiga.

–No seas terca, Mikasa. Porco es un buen chico y le gustas –instó Annie–. Van en la misma carrera, en el mismo año... podrías divertirte con él.

–No lo sé...

– ¿De verdad no puedes dejar de pensar en Eren ni siquiera por una noche? –reprochó Annie, denotando que ya se había dado cuenta de las miradas furtivas de Mikasa.

Estaba bien, no había sido nada discreta; tenía que ser más cuidadosa.

– ¡Porco! –Gritó Sasha, agitando la mano–. ¡Por aquí!

El rubio pareció sorprendido al ser llamado por aquella joven; sin embargo, se acercó abriéndose paso entre la multitud.

–Hola chicas –saludó; sus ojos brillaron al fijarse inmediatamente en Mikasa–. Whoa... Ackerman... Luces preciosa –señaló, y Mikasa le dio una suave sonrisa.

–Gracias... tú también te ves muy bien, soldado Galliard –bromeó. Después de unas cuantas risitas, el ambiente se relajó.

No significaba que a Mikasa le gustara Porco. De hecho, eran muy buenos amigos y compañeros; habían hecho un par de trabajos para la universidad juntos, y él le agradaba. Sin embargo, sus sentimientos hacia él no iban más allá del aprecio y respeto. Mikasa intentaba disfrutar de la fiesta, pero a veces sentía la pesada mirada de Eren sobre ella, y su corazón se aceleraba mientras sus mejillas tomaban un fuerte color carmesí.

‹‹Tranquila, Mikasa, tranquila. Solo son amigos; no lo mires, o alguien más se va a dar cuenta››.

–Así que ya que se fueron tus amigas... –habló Porco–. ¿Quieres bailar? –Preguntó el rubio.

¿Se habían marchado?

Mikasa observó a su alrededor y frunció el ceño.

‹‹Traidoras, me dejaron sola››.

Intentó sonreír e ignorar a Eren antes de aceptar bailar con Porco.

‹‹Bueno, al fin y al cabo, si Eren está con esa chica, no entiendo por qué yo no podría bailar con un compañero de la universidad. Eren y yo... somos amigos, ¿verdad? No tiene nada de malo que yo baile con Porco››.

Sin embargo, por más que intentaba concentrarse en el baile con aquel atractivo joven que la rodeaba con sus brazos, los ojos grises de Mikasa continuaban buscando a Eren por toda la habitación.

La noche avanzaba, y Mikasa seguía inmersa en su pelea mental. Intentaba escuchar a Porco, mantener una conversación ligera y distraerse, pero cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Eren, una oleada de nostalgia y anhelo la envolvía. Después de un largo rato, cuando notó que Eren se alejaba de sus amigos y se aislaba en un rincón de la estancia, Mikasa le dedicó una suave y educada sonrisa a Porco.

–Oye... estoy algo cansada.

– ¿Quieres que te consiga un trago? –Preguntó el rubio.

El primer impulso de Mikasa fue decirle que no, pero si le decía que sí, él se marcharía a buscárselo, por lo cual la pelinegra asintió, dándole una suave sonrisa. Cuando Porco se alejó, Mikasa no dudó en acercarse a Eren.

‹‹Es tan hermoso. ¡Demonios, Eren Jaeger, eres mi perdición!››

Sin embargo, el rostro de Eren se veía atormentado. Mikasa podía notar la tensión en los brazos y puños apretados de Eren; su ceño estaba fruncido, y tenía un leve puchero en esos labios rellenos que ella amaba besar con tanta devoción.

– ¿Eren? –Preguntó Mikasa con suavidad–. ¿Estás bien?

Los ojos color esmeralda del chico se abrieron antes de que bufara con evidente irritación y negara.

–No, esta noche no está saliendo como quería –protestó Eren haciendo un puchero.

Sin poder evitarlo, Mikasa soltó una suave carcajada y se sentó a su lado en el mullido sillón. A veces, Eren podía parecer un niño berrinchudo, y Mikasa solo podía amar más y más al joven en esa etapa tan infantil.

– ¿Hay algo que pueda hacer para mejorarlo? –Preguntó con diversión.

–En primer lugar, ¿¡qué tal si te alejas de ese idiota!? –Gritó Eren, sorprendiendo a la pelinegra, quien arqueó una ceja observándolo con diversión.

¿Acaso Eren estaba celoso de Porco? ¿Qué clase de tontería era esa?

Sí, había estado bailando con su compañero y charlando con él, intentando pasar el rato, pero su atención había estado fija todo el tiempo en el castaño que había robado irremediablemente su corazón.

‹‹Eren Jaeger, eres un tonto››.

Mikasa no podía estar más confundida por la actitud del chico. Al fin y al cabo, él había sido quien había propuesto ser solo amigos, y ese mismo día le había dicho que no le importaba si ella salía con otras personas.

– ¿No se suponía que éramos solo amigos? –Preguntó Mikasa con evidente diversión.

Se deleitó por completo al notar cómo las mejillas de Eren se teñían de un suave y tierno rosa.

–Bueno, como amigo te digo que no me agrada ese sujeto y no parece un buen tipo.

–De hecho, lo es –señaló Mikasa, curiosa de hasta dónde podían llegar los celos de Eren.

– ¿En serio lo es? –Preguntó el chico con amargura.

–Sí, va en el mismo año que yo... es un buen compañero; de hecho, es un gran chico y buen bailarín. También es muy divertido.

– ¡Ya cásate con él! –Espetó Eren, irritado, y Mikasa lanzó una suave carcajada.

–Quizá en un futuro... sigo estando muy joven para casarme y creo que preferiría conocerlo mejor antes de llegar a eso.

Eren le lanzó una mirada furibunda, y Mikasa no pudo evitar echar su cabeza hacia atrás para arrojar una profunda carcajada. El ceño fruncido y la expresión totalmente ofendida de Eren le hicieron notar que se había dado cuenta de que se estaba burlando de él.

–Eres una estúpida –renegó, dándole un suave empujón con el hombro a Mikasa, quien lo miró enternecida.

–Y tú eres un bobo –aseguró, poniéndose en pie. Eren la tomó de la mano, impidiendo que se alejara.

– ¿Te vas?

–Sí, tengo que volver con mi cita –Eren lanzó un gruñido y tiró de ella hasta que cayó en sus piernas. Mikasa se sonrojó, arqueando una ceja–. Creí que no querías que nadie supiera de nuestra especial amistad.

–Que Armin y tú no tengan este tipo de confianza no significa que tú y yo hayamos dejado de ser amigos –señaló Eren, rozando los brazos desnudos de Mikasa con las yemas de sus dedos–. Te ves preciosa, Mika.

–Tú también te ves muy bien –aseguró la chica–. Lamento que la noche no haya salido como planeamos.

–Aún podemos irnos –sugirió Eren–. Ya hicimos acto de presencia.

– ¿Y no crees que será algo sospechoso si nos vamos juntos? –preguntó divertida. Eren apretó los labios.

Touché –el joven miró a su alrededor. Todos parecían ensimismados en sus mundos y sus amigos no estaban por allí, por lo cual se estiró para morderle suavemente el lóbulo de la oreja a Mikasa, ella lanzó suave suspiro complacido–. Te espero en cinco minutos a dos calles, y por favor mi angelito, no tardes –señaló Eren antes de quitar a la chica de su regazo y pasar por su lado para abrirse paso por entre la multitud.

La pelinegra suspiró mordiendo su labio inferior y se tiró en el sofá, sonriendo atarantada.




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