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27: SOLO amigos





Mikasa se desplazaba entre los atestados pasillos del centro comercial, esforzándose por concentrarse en las compras, aunque la tensión era palpable. A su lado, Sasha y Annie intercambiaban miradas de desaprobación. La pelinegra, sin embargo, no se inmutaba y aparentaba no sentir sus penetrantes miradas. Habían acordado ir esa tarde a adquirir ropa que complementara sus disfraces para la fiesta de Halloween organizada por Armin. Al llegar a una pequeña tienda donde Sasha se detuvo para examinar algunos vestidos, dirigió una mirada de reojo a Mikasa.

–No puedo creer que hayas aceptado eso –expresó finalmente, adoptando un tono de reproche.

–Eso no es saludable –añadió Annie frunciendo el ceño.

–Ni para él, ni para ti –estuvo de acuerdo la castaña, y Mikasa rodó los ojos.

–No es tan malo –se defendió Mikasa.

– ¿No es malo? Mikasa, no puedo creer que sigas siendo amiga de él después de lo que le hiciste –murmuró Sasha molesta.

–Es tu decisión y lo entiendo –aseguró Annie–. Pero no entiendo cómo puedes mirarlo a la cara después de lo que ocurrió con Jean.

Mikasa apretó el asa de la bolsa de compras, sintiendo el peso de sus decisiones sobre sus hombros. Tragó saliva antes de responder con cansancio.

–Entiendo que las cosas no ocurrieron bien. Y tengo perfectamente claro que Eren y yo jamás vamos a volver a estar juntos. Jamás –enfatizó aquella palabra–. Pero creo que podremos llegar a un punto de equilibrio, donde podríamos ser amigos.

–Pero Mikasa... estás siendo tan ingenua –exclamó Sasha levantando las cejas–. Tú estás enamorada de Eren y Eren está enamorado de ti.

–Y su relación fue muy intensa –corroboró Annie–. Después de rupturas como la de ustedes, ser amigos es imposible.

Sasha asintió con desaprobación, cruzándose de brazos.

–No digo que lo que Eren hizo estuvo bien, pero lo que tú hiciste estuvo muchísimo peor.

Mikasa sintió un nudo en el estómago. Ya se había planteado varias veces que tal vez ser amigos podría ser peligroso, pero aquello era mejor que nada. La última semana, desde aquella noche en el bosque, Mikasa y Eren habían pasado tiempo juntos... y aunque a veces se les iban las luces, en general todo estaba perfectamente bien. Podían convivir en paz. Podían hacer que su amistad funcionara.

–Lo que pasó entre Jean y yo fue un error y lo he lamentado hasta el cansancio. Eren y yo compartimos una historia intensa, no puedo ignorar eso, pero no quiero estar lejos de él.

– ¡Porque sigues enamorada! –señaló Annie–. Mikasa, ustedes dos necesitan tomarse un tiempo y estar lejos o van a terminar hiriéndose mucho más de lo que ya lo hicieron.

–Mika, no te lo decimos por malas –aseguró Sasha observando a su mejor amiga con preocupación–. Pero no queremos que sigan lastimándose.

–Sería una pena destruir lo que queda de tu relación con Eren –Annie ahora sonó irritada–. Mikasa, sería una pena que llegaran a odiarse.

– ¡No nos vamos a odiar! –aseguró la pelinegra–. De hecho, es todo lo contrario, podemos con esto. Eren y yo en verdad podemos ser amigos.

Las chicas la observaron con duda, pero no quisieron seguir insistiendo, sabían lo terca que podía llegar a ser Mikasa, más aún cuando se trataba de Eren. La tensión persistió mientras continuaban sus compras, cada una sumida en sus pensamientos. Mikasa sabía que la sombra del pasado aún oscurecía su presente, pero también estaba decidida a encontrar una forma de seguir adelante sin perder a las personas que le importaban. Sin perder a Eren. No podía hacerlo.










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Eren se encontraba en el estudio, terminando de cuadrar los equipos junto con el ingeniero de sonido que los estaba ayudando. En la cabina, Reiner, Connie y Armin estaban presentes; este último ocupaba un asiento en una banca lejana para acompañar a sus amigos. Al entrar nuevamente a la cabina, Eren percibió la tensión en el aire y tragó grueso, intentando ignorarla. Aunque por un momento creyó que podría evitar los regaños de sus amigos, Reiner, con el ceño fruncido, fue el primero en romper el silencio.

–No puedo creer que en verdad le hayas propuesto a Mikasa ser amigos después de todo lo que pasó –reprendió, mientras Connie asentía con firmeza.

–Es inaceptable, hermano. No puedes simplemente olvidar todo –corroboró Connie, y Armin, siempre más tranquilo, expresó su desaprobación, coincidiendo con los otros dos chicos.

–Entiendo que la quieras, pero no es bueno para ninguno de los dos –suspiró Armin pesadamente–. Ella es como mi hermanita, y tú sabes que te quiero... pero te engañó con Jean.

El castaño suspiró con pesadez mientras rodaba los ojos y tomaba su guitarra. Eren estaba visiblemente incómodo, pero sabía que las cosas se pondrían así una vez que les contara a sus amigos lo que había sucedido en el bosque, sin contar el beso que se había dado con la chica.

–Solo quería mantener las cosas en buenos términos, ¿entienden? Es la hija de nuestro jefe, probablemente la veamos mucho por aquí. No quiero que terminemos detestándonos. ¿O preferirían que perdiéramos el contrato por mis peleas personales? –preguntó Eren con irritación. Reiner y Connie negaron.

–Yo lo entiendo, Eren, y te agradezco tu profundo sacrificio, pero la música no lo es todo, viejo –señaló Reiner con incomodidad–. Y si decidieras terminar el contrato para mantenerte lejos de ella...

–No lo haré. Nos hemos esforzado demasiado por esto... en fin, ¿dónde demonios está tu hermana? Estamos perdiendo demasiado tiempo –rezongó Eren con irritación.

–Estaba de compras con Mikasa –explicó Armin, observando la hora en su teléfono–. Está un poco retrasada, pero no creo que tarde mucho más. Por cierto, no deberíamos hablar del tema frente a ella –pidió Armin rascándose la nuca–. Ya me perdonó por no haberle dicho la verdad a Mikasa, pero prefiero no tocar el tema.

– ¡Vaya! Sí que te tiene bien dominado... esa es mi hermanita –celebró Reiner con orgullo, y Armin rodó los ojos.

–No estamos hablando de Armin y Annie, sino de Eren y Mikasa –interrumpió Connie–. Eren, estamos contigo, pero no podemos apoyar esa decisión. Ella no merece tu amistad después de lo que hizo.

–Yo no soy del todo inocente; quizá si yo le hubiera dicho la verdad...

–Mira, entiendo que el sermón de mi hermana te afectó –señaló Reiner–. Y entiendo que te sientas culpable, pero, hermano, se acostó con su ex... con tu primo.

– ¡Ella no sabía que era mi primo!

– ¡No importa eso! –gritó Connie sin paciencia–. Se acostó con otro. No te preguntó nada.

– ¡Porque yo no le daba respuestas! –obvió Eren.

–Eso no es sano para ustedes –espetó Armin–. Tú y Mikasa todavía se aman, ¿de verdad crees que pueden ser tan maduros como para ser amigos como si no hubiera pasado nada?

–Sé que suena extraño –admitió Eren–. Pero pensé que en verdad podría funcionar.

– ¿Y estás listo? –preguntó Connie. Eren asintió sin dudarlo–. ¿Seguro? Porque ser amigos implica que no tienen ninguna responsabilidad afectiva el uno con el otro... al menos no en términos románticos.

– ¿Estás listo para verla salir con otro chico? –preguntó Armin.

–Cierto... Mikasa está buenísima –aseguró Reiner–. Si no fuera tu ex, yo mismo la invitaría a salir... aunque si a ti no te molesta y me das la oportunidad... –no terminó la frase al notar la oscura mirada que le lanzó el castaño. Ante esas palabras del rubio, Eren tuvo que luchar con todas sus fuerzas para no golpearlo. Evidentemente, los chicos lo notaron, pero fue Connie quien señaló lo obvio.

–Tú no podrás con eso; lo mejor que pueden hacer es alejarse.

Eren se pasó una mano por el cabello, sintiendo desesperación. Sabía que explicarle aquello a sus amigos no iba a ser nada fácil.

–Miren, lo que pasó entre Mikasa y yo fue doloroso, pero ya no estamos juntos. Podremos superarlo y seguir adelante. No me molesta que salga con otro chico –afirmó, aunque sintió un fuerte dolor en el pecho con solo pensarlo.

Armin suspiró frustrado.

–Eren, las cosas no funcionan así. No puedes simplemente borrar todo lo que pasó y pretender que todo está bien.

– ¡Pero todo está bien! –casi pataleó Eren.

Reiner, Connie y Armin intercambiaron miradas exasperadas antes de soltar un suspiro colectivo. Parecía que Eren no entendía completamente la gravedad de la situación.

–Eren, a veces eres un completo cabezadura –dijo Connie con furia mal contenida–. Pero si crees que en verdad esta estúpida idea tuya... –se interrumpió cuando Annie entró corriendo a la cabina. Al notar que los chicos daban un pequeño brinquito, la rubia arqueó una ceja antes de observar a su novio.

–Es sobre la estúpida idea de Mikasa y Eren de ser amigos, ¿verdad? –preguntó, sorprendiéndolos a todos.

Era obvio que Mikasa les había comentado a sus amigas el trato al que había llegado con Eren. Armin asintió y Annie resopló.

–En verdad es la idea más estúpida que he escuchado. Y van a salir mal librados –sentenció Annie mientras se dirigía hacia su batería–. En fin, comencemos pronto. Ni Mikasa ni Eren van a entender lo estúpidos que están siendo, y nosotros tenemos trabajo que hacer.

Eren asintió, reconociendo que la situación era complicada. Sin embargo, en el fondo, una pequeña chispa de esperanza le decía que tal vez las cosas podrían volver a la normalidad, aunque fuera en una nueva forma de amistad.

Seguramente él y Mikasa podrían superar lo que había pasado, sin que las cosas pasaran a mayores.









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–Somos amigos, ¿verdad? –Preguntó Mikasa sentada sobre el regazo de Eren, mientras las manos del chico desabrochaban el sostén de ella, antes de tomarle los pechos para comenzar a besarlos.

–Ajá –respondió Eren sin aliento mientras la pelinegra echaba su cabeza hacia atrás.

– ¿Solo amigos? –Aclaró y Eren volvió a asentir, depositando a Mikasa sobre la cama para posarse sobre ella.

–Ya te dije que sí, no quiero nada contigo –aseguró el castaño.

–Excelente, porque yo tampoco quiero tener nada contigo.

Los chicos se lanzaron una mirada cómplice antes de besarse con necesidad. Eren terminó de desnudar a Mikasa y tras ponerse la protección correspondiente, entró en ella de golpe. La chica lanzó un gruñido mientras sus piernas le rodeaban la cintura. Eren se movía fuertemente contra ella, ahogando sus gemidos de placer con violentos besos necesitados que le dejaban los labios hinchados. Mikasa pasaba sus uñas por la espalda de Eren, causándole un suave ardor complaciente; Eren continuaba empujándose con fuerza hacia ella. Tras un largo rato en el cual solo se escuchaban los gritos de ella, los jadeos de él y la cama chocando contra la pared, Eren cayó agotado sobre el pecho de Mikasa. Ella le acarició suavemente el cabello, sonriendo agotada.

–Me encanta nuestra amistad –aseguró besándole la cabeza y Eren elevó su rostro para encontrar sus labios con los de Mikasa; esta vez el beso estuvo cargado de ternura y delicadeza mientras acunaba uno de los pechos de ella en su mano.

–También me encanta.

– ¿Sabes? –Preguntó Mikasa en tono suave–. Hablé con Sasha y con Annie sobre nuestra amistad –Eren arqueó las cejas, y la pelinegra chasqueó la lengua antes de negar–. Por supuesto, no les revelé los detalles más íntimos.

–Está bien... ¿y qué pasa?

–Dicen que probablemente haya enloquecido y que esto no es sano. Si les cuento que me estoy acostando contigo, me asesinarían.

Eren chasqueó la lengua al girarse y caer entre las almohadas. Luego, tomó a Mikasa por la cintura, atrayéndola hacia él y recostándola contra su pecho. Las manos de Eren acariciaron la espalda de Mikasa, trazando suaves círculos con las yemas de sus dedos.

—También hablé con los chicos sobre nuestra amistad, aunque... —Eren plantó suaves besos en la coronilla de Mikasa—. Omití los detalles más personales. Piensan lo mismo que Sasha y Annie.

— ¿Y tú? —preguntó Mikasa con inseguridad. Eren le tomó el mentón, elevando su rostro para observarla con cariño.

—Yo estoy sinceramente complacido con nuestra amistad, ¿no es así?

Mikasa sintió cómo el pulgar de Eren acariciaba su labio inferior y, sin poder evitarlo, le dio un suave mordisco mientras lo observaba con picardía.

–También me encanta nuestra amistad –señaló antes de sentarse. Eren la abrazó por detrás, besándole el cuello.

– ¿Entonces qué importa lo que piensen los demás? Somos amigos, Mikasa. Ya te lo dije, no quiero nada contigo –aseguró recorriéndole la espalda con la punta de la nariz–. Ya no tengo que actuar como un idiota romántico, no tengo que abrirte la puerta cuando entremos a un lugar, no tengo que estar pendiente de ti todo el día. Si me voy de viaje no me importa si me llamas o no –los dedos de Eren se cerraron ante la delgada cintura de Mikasa–. No soportaré más a tu hermano ni tediosas cenas familiares –quitándole la oportunidad de que se vistiera, el chico nuevamente la lanzó sobre la cama–. Pero puedo disfrutar de la mejor parte de todas... sigues siendo mía, angelito.

Mikasa rodó los ojos mientras sus dedos le acariciaban el pecho a Eren.

–Eso significa que ninguno de los dos tiene compromisos, ¿verdad?

–Ajá –confirmó Eren besándole la clavícula a Mikasa.

–Entonces, si un chico me invita a salir, en teoría podría aceptarlo.

Eren se congeló, y sus ojos repentinamente se oscurecieron por la furia contenida que guardaba en ellos; su ceño se frunció, y su expresión era bastante dura.

– ¿Acaso alguien te invitó a salir? –preguntó con resentimiento.

–Si no soy tu novia, supongo que no estoy obligada a responder esa pregunta, ¿verdad?

Eren apretó la mandíbula tan fuerte que sus dientes rechinaron.

–Eso es verdad... pero los amigos se cuentan ese tipo de cosas.

–Cierto.

– ¿Entonces? ¿Quién te invitó a salir?

Mikasa se encogió de hombros y el chico le tomó las manos, elevándolas sobre su cabeza, sus piernas la inmovilizaron y repentinamente Mikasa estaba atrapada entre la cama y el fuerte cuerpo de Eren.

–Bueno, si lo pones así, en teoría podrías salir con quien se te pegue la gana –admitió Eren.

– ¿En teoría? –Preguntó la pelinegra curiosa, Eres le lanzó una sonrisa llena de malicia.

–En teoría, porque no te pienso dejarte escapar de mí –aseguró antes de besarla con necesidad.

Si Mikasa tenía una cita aquel día, peor para ella y el chico que la estuviera esperando, porque Eren no pensaba dejársela libre a nadie.










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–No quiero irme –rezongó Eren, haciendo un puchero mientras Mikasa soltaba una suave risita y le acariciaba la mejilla.

–Lo sé, pero ahora eres un artista profesional. Firmaste un contrato y debes cumplirlo –la chica le dio una suave palmadita en el pecho–. Así que ve.

–No estoy motivado –señaló Eren, rodeándole la cintura con su brazo–. ¿Crees que puedas motivarme?

–Bueno... –Mikasa sonrió de lado–. Mis padres tienen una fiesta hoy con algunos empresarios de la disquera, y ya que mi hermano vive con su linda esposa, tengo la casa sola para mí.

–Bien... comienzas a motivarme –señaló Eren, sonriendo con picardía–. ¿Qué propones?

– ¿Qué tal si, después del trabajo, vienes aquí y te compenso por ser tan responsable y comenzar a grabar ese disco?

–Bien –Eren soltó un suave gruñido–. Eso sí que me motiva.

–Excelente –Mikasa se puso de puntitas y alcanzó el labio inferior de Eren para morderlo con suavidad–. Así que ve, súper estrella bien.

–Pero que sea un trato todo lo que acabas de decir.

–Sí, como sea –la chica se alejó de Eren–. Por cierto, dame un segundo, te devolveré tu bufanda.

Eren negó, acercándose nuevamente a Mikasa.

–Consérvala, es tuya.

–Pero solo me la diste esa noche para cubrirme del frío.

–No, te la di porque quería que la tuvieras. Bah –obvió Eren, rodando los ojos.

–Bueno... gracias, es preciosa.

–Mamá la tejió para mí cuando era un niño –explicó el castaño.

–Eren... –Mikasa lo observó sorprendida–. Entonces no, no puedo quedármela; es algo demasiado importante para ti.

–Y por eso quiero que tú la tengas, angelito.

–Creí que solo íbamos a ser amigos –señaló Mikasa frunciendo el ceño, y Eren chasqueó la lengua.

– ¿Es que Armin nunca te ha dado algo tan especial?

–No, para serte sincera, jamás.

–Bueno, es porque él es un terrible mal amigo –aseguró Eren arrancándole una suave risita a Mikasa antes de acorralarla contra la pared y darle un beso que la dejó sin aliento–. Nos vemos en la noche... amiga.

Mikasa suspiró encantada y asintió, cerrando la puerta tras él.

–Hasta la noche, amigo –musitó, sonriendo feliz. Nicolo salió de la cocina y observó a Mikasa con reproche. La pelinegra se sonrojó y encogió los hombros–. ¿Qué?

–Sasha tenía razón... eso no es sano.

Mikasa le lanzó una mala mirada al rubio y levantó el dedo índice.

–Ni se te ocurra decirle una sola palabra a Sasha de lo que está pasando.

Nicolo levantó las manos antes de simular cerrarse una cremallera invisible en la boca.

–Está bien, señorita Ackerman, pero debería tener cuidado.

– ¿Con qué? –Preguntó Mikasa con fastidio.

– Tome la experiencia de un cocinero que la aprecia mucho... el que juega con fuego, se termina quemando –advirtió antes de volver a entrar en la cocina.

Mikasa rodó los ojos, mordiéndose el labio inferior.

– Bueno... no me molestaría nada quemarme si las brasas vienen de Eren Jaeger –musitó en un hilito de voz mientras sonreía tontamente.



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