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22: Nupcias









El silencio envolvía el alma de Mikasa como una sombra eterna, y sus pensamientos resonaban en el eco melancólico de sus recuerdos. En aquel momento, la chica se encontraba tirada en el sillón exterior del balcón de su habitación, mientras el interior de su hogar era todo un desastre. Su madre, Sasha, e Historia se encontraban terminando de arreglar a Hange. El gran día había llegado, y mientras todas estaban prácticamente listas, allí se encontraba Mikasa, tirada en aquel sofá con un enorme pijama holgado, tomando una taza de té caliente y sintiendo el helado viento otoñal sonrojando sus mejillas al acariciarlas, mientras por su rostro se deslizaban amargas lágrimas. Enormes bolsas oscuras bajo sus tristes ojos grisáceos la hacían lucir agotada; apenas si había podido dormir, puesto que, al cerrar los ojos, recordaba a Gabi, aquella pequeña de tres años que compartía los rasgos de Eren.

Se sentía culpable por casi haber desmoronado la familia de tan inocente y dulce criatura.

¿Cómo es que el chico había ocultado información tan importante? ¿Cómo es que no le había confesado que tenía pareja y una hija?

La pelinegra recostó su cabeza contra la pared, mientras sentía su pecho doler. Los últimos días se había excusado con Armin, diciéndole que estaba demasiado ocupada con la preparación de la boda para cuidar a Zeke. Ella no tenía nada en contra del hombre; lo adoraba, pero estar cerca de él, estar en la casa Jaeger, era demasiado para ella. Ni siquiera había podido volver a dormir en su cama; si no se quedaba en una habitación de huéspedes, terminaba cayendo rendida en el sofá de la sala principal o en los sillones que se encontraban en la sala de cine. Reposar en su cama le recordaba las veces que Eren le había hecho el amor allí, le había susurrado palabras de promesas que jamás se cumplirían. Aquello era demasiado para la pelinegra. Tampoco le había vuelto a contestar las llamadas al chico en los últimos cuatro días. Ni siquiera había hablado con Armin después de excusarse para no cuidar a Zeke. La única persona que lograba sacar la información era Sasha. La familia de Mikasa comenzaba a preocuparse por ella, pero la muchacha simplemente se negaba a hablar; era como un alma en pena que se limitaba a responder "sí" o "no" cuando era correspondiente.

—Mikasa —habló Sasha, sentándose junto a la pelinegra y acariciándole la mejilla—. Nena, sé que es difícil —musitó la joven con tono suave, su mirada llena de compasión—. Pero Levi y Hange están a punto de casarse, tienes menos de dos horas para arreglarte. Y sabes cuánto significas para ellos... necesitan que estés allí, ¿entiendes? Eres la dama de honor.

Mikasa levantó la mirada. Sus ojos grises cansados reflejaban la tormenta interna que la consumía; la idea de enfrentarse al mundo exterior, de ponerse una máscara de felicidad en medio de su propio tormento, le resultaba abrumadora.

—Sasha... no puedo —susurró Mikasa con su voz quebrándose como el cristal—. ¿Cómo puedo estar allí? Tendría que verlo... ya sabes que está encargado de la música.

— ¡Entonces dile que no vaya!

—No arruinaré la boda de mi hermano mayor —determinó la pelinegra, encogiéndose en su lugar.

—Si no quieres arruinarla, entonces tienes que ir.

—Sasha...

—No, Mikasa —la castaña tomó las manos de su mejor amiga y las acunó en las propias, observándola con desesperación—. Levi es tu hermano, necesita verte allí, aunque sea solo para compartir este día.

Mikasa cerró los ojos sintiendo la lucha interna entre el deseo de aislarse y la necesidad de permanecer junto al único hombre que parecía no fallarle: su hermano mayor.

—Sasha. ¿Cómo puedo enfrentarme a la felicidad de otros cuando la mía se acaba desvanecer a pedazos?

Sasha la abrazó con ternura, reconociendo la importancia de aquello que Mikasa llevaba a cuestas; casi sentía el dolor de su amiga como propio. Sus manos acariciaron el azabache cabello de su mejor amiga con ternura.

—Lo enfrentarás porque amas a tu hermano, y sé que su felicidad también es la tuya. Y sé que no querrás fallarle.

Las palabras de Sasha resonaron en la cabeza de Mikasa, por lo cual asintió, permitiendo que su mejor amiga la guiara hacia el interior de su habitación. Sasha tenía razón, se trataba de Levi, y lo demás... lo demás, por ahora, no importaba.











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Definitivamente, tanto Sasha como Armin e Historia habían realizado un trabajo maravilloso con el lugar. A través del tragaluz de la capilla, la iluminación nocturna empezaba a colarse. La luna otoñal, en un cielo despejado, brillaba en su máximo esplendor. Las rosas y los lirios adornaban la capilla, mientras la alfombra dorada por la cual Hange caminaba con su padre hacia Levi, resplandecía. Este llevaba un impecable traje negro con corbatín. Sin embargo, nada en ese lugar era tan hermoso como la novia.

Hange lucía un precioso vestido blanco, tan brillante como la nieve recién caída. El escote de ilusión, combinado con el vestido de corte imperio y el abultado vientre que ya era notable, la hacían ver como la mujer más preciosa del mundo. A Mikasa no le sorprendía ver a su hermano, siempre tan duro, conteniendo las lágrimas con gran dificultad. El cabello castaño de Hange estaba recogido en una hermosa coleta trenzada, y la tiara que sostenía el velo que caía sobre su espalda le confería un aire de princesa. Mientras el pianista tocaba la alegre marcha nupcial, los ojos de Levi y Hange se unieron en una mirada de anhelo. Cuando la pareja llegó frente al altar, el silencio se apoderó de la capilla.

El amor entre ellos era palpable, con una fuerza que había resistido el tiempo que habían permanecido separados. Mikasa sentía una mezcla de nostalgia y alegría al presenciar el vínculo que se estaba formando frente a ella, casi con envidia.

El oficiante pronunció el típico discurso, pero el momento más esperado llegó cuando Levi tuvo que expresar sus votos matrimoniales a la mujer que se convertiría en su esposa. La mirada oscura de Levi estaba fija en Hange, quien lo observaba con ojos llenos de amor y complicidad.

–Hange, desde el momento en que entraste en mi vida, supe que estabas loca. Eras la mujer más excéntrica e insoportable que jamás conocería. Lo percibí no solo por la chispa de tus ojos curiosos y tu risa contagiosa que se escuchaba a cien metros de distancia –reprendió con cariño mientras acariciaba los dedos de su novia–. Sino también por la forma en que iluminaste cada rincón de mi existencia.

Mikasa abrió los ojos de golpe, ya que nunca había escuchado un discurso tan horrible y romántico en su vida.

–Mi querida Hange, hoy no solo me convierto en tu esposo, sino que acepto completamente la responsabilidad de ser el mejor padre que pueda brindarle a nuestro pequeño –dijo Levi, parpadeando rápidamente mientras una lágrima silenciosa se deslizaba por su mejilla–. La vida nos llevó por caminos inesperados. Cuando te fuiste, quería odiarte. Lo intenté. Pero por obra del destino, volvimos a reencontrarnos. Y hoy, frente a todos estos idiotas a los que no les importa lo que estamos haciendo, porque solo vienen a comer y beber, quiero prometerte estar a tu lado y al lado de nuestro hijo para construir un hogar lleno de amor y alegría –Levi alzó las manos de su novia para besarlas con suavidad–. Te amo más de lo que las palabras cursis que mi madre escribió para que las dijera, y me niego a pronunciarlas, puedan decir. Y te amo más de lo que mis propias palabras pueden expresar. Así que solo espero que puedas darme una oportunidad para demostrarte el amor y el compromiso que siento para poder vivir feliz con la familia que hoy comenzamos a formar.

Las palabras de Levi resonaron en el aire, dejando un eco de amor que se expandió entre los presentes. Mikasa, con lágrimas de felicidad en los ojos, sintió que el vínculo entre su hermano y Hange estaba marcado por una conexión única y eterna. Hange parecía realmente afectada por lo que su novio acababa de decir, y a pesar de ser una chica dura que jamás lloraba, en ese momento era un mar de lágrimas.

–Bueno, ya basta de llorar, cuatro ojos. Ahora es tu turno –rezongó Levi, arrancándole una suave carcajada a su novia, que lo miró con exasperación antes de asentir.

–Levi Ackerman, fuiste mi mejor amigo, mi novio, y ahora te vas a convertir en mi esposo y el padre de nuestro hijo –dijo Hange con ternura palpable en sus palabras–. Pasamos por momentos de risas y lágrimas. Te enfureciste cuando me gané esa beca, y creí que me ibas a odiar eternamente. Pero aquí estamos. Estuve lejos mientras perseguía mis sueños en Marley, pero incluso en la distancia, tu amor fue mi inspiración para seguir siendo mejor y algún día poder volver y reencontrarnos –la emoción se reflejaba en los ojos marrones de Hange mientras continuaba hablando–. No sé cómo ser buena esposa y tengo miedo de fallar como madre. Pero quiero prometerte que voy a entregar mi corazón completamente a ti y a mi hijo, para intentar ser lo mejor que pueda. Y sobre todas las cosas, prometo amarte no solo como mi esposo y como el padre de mi hijo, sino como mi compañero de aventuras eterno. Y ya no sé qué decir porque tus palabras fueron muy bonitas y yo creí que ibas a ser un desastre, así que no vine preparada -admitió en medio de una risa que resonó como una carcajada descoordinada.

Levi arqueó una ceja mientras le sonreía con petulancia.

–Te gané, cuatro ojos –celebró divertido, y su novia resopló mientras tomaba un pañuelo que Mikasa le tendía para limpiarse las lágrimas.

El juez que dirigía la ceremonia concluyó el matrimonio al preguntarle a la pareja si se aceptaban mutuamente. Ninguno de los dos dudó en soltar un "Sí" con firmeza, y Mikasa habría jurado que ese momento podría ser el más feliz de su vida ... si tan solo no se hubiera encontrado con esos preciosos ojos color esmeralda que la observaban desde la distancia, con una mezcla de amor, desesperación, deseo y otros sentimientos que la pelinegra no pudo identificar.













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El salón rebosaba de risas, impregnado por la vibrante melodía de Shingeki no Kyojin mientras los músicos regalaban un concierto a la recién unida pareja de Hange y Levi. En un rincón apartado, Mikasa se encontraba mientras Sasha atendía a los estragos del maquillaje, desdibujado por las lágrimas emocionales de la ceremonia.

— ¿Es realmente necesario? —inquirió Mikasa, sometiéndose a las manos expertas de Sasha.

—Claro que sí. Ese desgraciado no ha dejado de mirarte desde que llegó. ¿Y cómo no? Te ves deslumbrante.

Un sonrojo se apoderó de Mikasa. Llevaba un ajustado vestido negro que abrazaba sus curvas, con un escote profundo, una amplia abertura en la falda que dejaba sus piernas al desnudo, la espalda descubierta y su cabello revuelto con una perfección rebelde y sensual.

—No me siento cómoda así, Sasha. No después de enterarme de que él tiene una familia. Me siento como si estuviera interfiriendo en un matrimonio.

—Mika, ¿has pensado en lo que harás? —preguntó Sasha mientras perfumaba a su amiga.

—Por supuesto, necesito terminar con Eren.

— ¿Estás segura?

—Lo amo, pero no voy a destruir una familia. ¿Cómo crees que me sentiré si dejo a esa niña sin su padre?

—Entiendo, nena, pero...

La conversación se interrumpió con el anuncio de un descanso por parte de la banda, dejando a Mikasa casi sin aliento.

—Sasha, no puedo —dijo Mikasa con pánico, y Sasha la reconfortó tomándola de los hombros.

—Claro que puedes. Haz que se arrepienta de haberte subestimado, ¿entendido? No dejes que tus impulsos te controlen.

Mikasa inhaló profundamente y asintió. Sasha se alejó para darle privacidad, y Eren se abrió paso entre la multitud hasta llegar a Mikasa. La tomó de la cintura, la elevó para darle unas vueltas y luego la depositó en el suelo, abrazándola con fuerza. Un gesto lleno de pasión y familiaridad. Mikasa recordó las palabras de su amiga: tenía que ser fuerte. Pero extrañaba tanto a Eren que fue inevitable corresponderle al abrazo. Inhaló el aroma familiar de Eren, que había extrañado intensamente.

—Mi angelito —susurró Eren cerca de su oído, con voz ronca y emocionada—. Te extrañé tanto.

Un nudo se formó en el estómago de Mikasa mientras reunía coraje para no llorar.

—Yo también te extrañé, idiota.

Se distanciaron lo suficiente para cruzar miradas. Mikasa sintió un peso levantarse de sus hombros cuando sus ojos se encontraron. Las semanas de ausencia, espera y dolor se disolvieron en el brillo de sus miradas entrelazadas. La música de fondo creó una banda sonora para su reencuentro, como si el universo celebrara el retorno de dos almas destinadas a encontrarse una y otra vez. Ignorando a quienes los rodeaban, Eren acunó el rostro de Mikasa entre sus manos y la atrajo hacia él, sellando su reencuentro con un profundo beso que Mikasa había anhelado desde que Eren partió para su gira. Los labios de los jóvenes danzaron juntos, disfrutando de su sabor y calidez. Las manos de Eren se deslizaron por el cuerpo de su novia hasta llegar a su cintura, atrayéndola más hacia él. Cuando la falta de aliento los obligó a separarse, Eren apoyó su frente sobre la de Mikasa, sus ojos oscurecidos y su aliento irregular.

– ¿Crees que podamos desaparecernos un rato? –preguntó el castaño mientras sus dedos acariciaban la espalda desnuda de su novia, la cual tembló entre sus brazos.

Mikasa observó de reojo a Sasha, no parecía contenta por el reencuentro, pero lo había extrañado tanto que aquello fue inevitable.

"Lo siento, solo seré egoísta un ratito más", se prometió a sí misma antes de entrelazar sus dedos con los de Eren.

–Supongo que a nadie le hará daño si no nos quedamos para el brindis, ¿verdad?

La sonrisa que Eren le dedicó a su novia fue brillante, mientras sus labios acariciaban los dedos unidos y juntos se escabullían al jardín exterior. El viento otoñal hizo temblar a Mikasa, y Eren no dudó en quitarse el saco para posarlo sobre los hombros desnudos de su chica, atrayéndola hacia él para brindarle más calor.

–Te extrañé tanto, ¿por qué no contestabas mis mensajes? Me estaba volviendo loco –rezongó el ojiverde.

¿Cómo explicarle? ¿Cómo decirle que ahora conocía la verdad y que no se atrevía a enviarle mensajes porque temía reclamarle lo que sabía? Quiso decirle eso, pero no tuvo la valentía.

¿Por qué no podía?

La respuesta era fácil: porque parte de ella aún se aferraba a la esperanza de que él le daría una explicación ideal que disiparía todas sus dudas. Si Eren le confirmaba que estaba con Pieck y que Gabi era su hija, el corazón de Mikasa se destruiría irremediablemente.

¿Así se sentía Jean? ¿Por eso parecía tan amargado al escuchar el nombre de aquella mujer que alguna vez había amado? ¿Por eso odiaba con tanta obstinación a Eren? ¿Ella odiaría a Pieck por eso? ¿La culparía por su corazón roto?

No... probablemente Pieck ni siquiera sabía de su existencia ni del juego sucio en el que Eren la había sumergido, ocultando su existencia y la de su hija. Ellas no tenían la culpa.

– ¿Amor? –preguntó el joven observando a la pelinegra con preocupación. Algunas lágrimas se habían deslizado por aquellos bellos ojos grises que tanto amaba–. ¿Algo va mal?

Mikasa negó abrazando su propio cuerpo antes de dejar escapar una bocanada de aire que ni siquiera se había dado cuenta que estaba reteniendo.

–No, es solo que te extrañé demasiado...

Bueno, aquello no era exactamente mentira.

Las facciones en el rostro de Eren se suavizaron, y nuevamente tomó en brazos a su novia para llenarle el rostro de tiernos besos.

–Yo también te extrañé, no te imaginas cuánto...

–Pero bueno, ahora tienes que contarme todo. Quiero saber cada detalle de tu gira –casi exigió Mikasa, y los ojos de Eren se iluminaron mientras la llevaba a un banco en el jardín.

Se sentaron allí, y Eren la acomodó en su regazo, protegiéndola del frío exterior mientras le relataba todo lo que había vivido durante aquel viaje. Los ojos de Eren se iluminaban emocionados, y Mikasa recordó que jamás había visto a una criatura tan preciosa como él. Parloteaba sin parar sobre la experiencia de la gira, pero Mikasa, más que en sus palabras, se fijaba en sus adorables ojos verde esmeralda, iluminados por la alegría. La sonrisa del chico era enorme, y sus mejillas sonrojadas por la brisa otoñal lo hacían lucir simplemente adorable.

–Y cuando nos dimos cuenta de que podríamos llegar tarde a la boda de Levi, tu padre estaba entrando en pánico, creía que Bianca lo iba a asesinar, así que tuvimos que infringir un poco las reglas y apurar el paso. Sin embargo, llegamos a tiempo para los votos matrimoniales –Eren suspiró plantando suaves besos sobre el cuello de Mikasa–. Ay, mi amor –el ojiverde le mordisqueó el lóbulo de la oreja y metió sus manos bajo el saco que la cubría, acariciándole la piel desnuda–. ¿Te imaginas? Nosotros dos en el altar, dando nuestros votos, uniéndonos para siempre... es un sueño que espero que algún día se haga realidad.

Mikasa se lo imaginó... y su corazón dolió.

¿Cómo Eren podía ser tan cruel para hablarle de matrimonio cuando ya tenía esposa? O bueno, si no estaban unidos legalmente, como mínimo eran una pareja estable que tenía una niña de apenas tres años.

Los ojos grisáceos de Mikasa se llenaron de lágrimas, y Eren dio un pequeño brinquito.

– ¿Dije algo malo? –quiso saber el joven observando a su novia con angustia. Mikasa negó con fervor mientras mordía su labio y parpadeaba con rapidez para disipar las lágrimas de sus ojos.

–Por supuesto que no, es solo que... eso suena como un futuro maravilloso que me encantaría vivir.

–Algún día lo haremos, mi amor, seremos marido y mujer, tendremos una preciosa familia.

Una familia con él, eso era lo que más anhelaba, pero al recordar a la pequeña Gabi, su corazón dolía. Antes de que pudiera retenerlo, sus labios se movieron sin pensar.

–Amor, ¿qué te parece si mañana nos reunimos con Armin e Historia? Hace mucho que no pasamos tiempo juntos –señaló Mikasa, acomodando la corbata de su novio para distraer sus nerviosos dedos.

–Creo que Armin estará ocupado con su reencuentro con Annie. Sabes que se adoran y llevan mucho tiempo sin verse. Probablemente quieran ponerse al día.

–Bien, tienes razón –concedió la pelinegra–. Entonces, podríamos ir nosotros dos al bosque, organizar un picnic privado tú y yo.

–Bueno...

–¿Bueno? –Mikasa presionó.

–De hecho, tengo un compromiso.

–¿Ah sí? –preguntó Mikasa jugueteando con las solapas del traje de su novio–. ¿Y de qué se trata?

–Bueno...

–¿Bueno? –volvió a presionar la pelinegra.

–Tengo que llevar a Zeke al doctor para su revisión rutinaria.

–Puedo acompañarlos. Extraño a Zeke, hace días que no lo veo.

–No, amor, te aburrirías.

–¿Con los hermanos Jaeger? Eso es imposible.

–Amor –Eren apretó los labios–. También vendrá la madre de Zeke. Y es desagradable.

–Creo que puedo con ella.

–Mikasa, ¿qué te parece si esta noche voy a visitarte y pasamos la noche juntos? Podemos ver una película, comer pizza hasta que no podamos más... y me cuentas sobre ese asunto de Sasha que aún no has finiquitado. ¿Arreglaron las cosas?

La pelinegra se sintió irritada. Nuevamente le estaba diciendo mentiras. Tenía claro que Eren pasaría por la casa de Pieck para la celebración por la recuperación de Gabi.

"Por supuesto, me está ocultando eso".

La rabia la invadió de forma casi intolerable.

–Sí –soltó con amargo sarcasmo–. Suena como una idea maravillosa.

–Excelente –Eren ronroneó junto al oído de su novia–. Aunque podríamos pasar también esta noche juntos –el chico pegó la punta de su nariz al cuello de Mikasa–. Te extraño, mi amor... quiero estar contigo.

Mikasa se sintió dolida. Seguramente él la estaba engañando; solo la quería para la cama. Casi quiso bofetearse por crédula. Quizás su hermano siempre había tenido razón: los músicos eran unos imbéciles. Sí, Eren solo la estaba utilizando para divertirse mientras que en su hogar la esperaban su hija y la madre de esta.

¿Qué clase de cretino era?

Furiosa, Mikasa se puso en pie y negó.

–Lo siento, Eren... pero estoy en esos días difíciles, así que tendremos que dejarlo para otra ocasión, ¿bien?

–Oh, está bien, amor. Pero, puedo quedarme en tu casa si lo deseas. Podría cuidarte y mimarte –señaló acariciándole la mejilla–. Ver esas películas de horror que te gustan... atiborrarte de chocolates y ayudarte si lo necesitas –sugirió tomándola de la cintura–. Además, estoy algo preocupado. ¿Estás bien? ¿Todo está en orden? Pareces algo... molesta.

–Hormonas –Mikasa forzó una sonrisa–. Ahora volvamos a la fiesta o se preguntarán dónde está y no quiero que mi hermano arme un lío.

No esperó a Eren, simplemente se marchó al interior del salón donde se celebraba la fiesta tras las nupcias, dejando a su novio completamente confundido.



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