21: Pieck
– Eh, Mikasa, ¿qué estamos buscando exactamente?
– Un sobre.
– ¿Un sobre?
– Verde.
– ¿Verde?
– Y tiene el nombre de Pieck.
– ¿Tiene el nombre de Pieck?
– ¡Sasha, basta de repetir lo que digo!
– Está bien, voy a dejar de repetir lo que dices –prometió la castaña mientras Mikasa le lanzaba una mala mirada; Sasha alzó las manos como símbolo de rendición–. Está bien, solo preguntaba.
– Bueno, pues, deja de preguntar y ponte a buscar –Mikasa observó nuevamente su reloj de pulsera–. Armin no tardará en terminar su turno cuidando a Zeke, y supongo que querrá venir inmediatamente. No nos puede encontrar aquí.
– ¿Estás diciéndome que estamos allanando la casa de nuestro mejor amigo y violando toda su privacidad para buscar un sobre? ¿Qué tiene de especial? –preguntó Sasha revisando el anaquel de Armin.
– Lo sabré cuando lo encuentre –aseguró la pelinegra.
Sasha suspiró con dramatismo y se dirigió hacia las cajoneras en la sala de estar. Mikasa no dudó en correr hacia la habitación de Armin; sus manos se movían entre las gavetas de todo el lugar, pero más allá de encontrar la ropa perfectamente organizada de su mejor amigo y la novia de éste, no parecía que ese sobre estuviera por allí. La frustración la invadía mientras el minutero del reloj avanzaba. A ese paso, el rubio llegaría allí y se daría cuenta de que estaba buscando ese sobre. Por supuesto, Armin no tenía ni un cabello rubio de bobo, y se daría cuenta inmediatamente de lo que estaba planeando Mikasa. Sin embargo, escuchó un grito de victoria que la llenó de tranquilidad.
– ¡Eureka! –se escuchó desde la primera planta–. ¡Mikasa, lo encontré!
La pelinegra prácticamente voló escaleras abajo, deslizándose por el barandal, antes de caer con gracia sobre sus pies.
– ¡Lo encontraste!
– Sí... no sé por qué se me ocurrió buscar entre los libros, aunque hay algo extraño; el sobre ya está abierto, aunque la correspondencia es para Eren... parece que Armin tampoco respeta la privacidad de las personas.
Mikasa se abstuvo de señalar lo obvio: probablemente Armin le había leído la carta a Eren. En cambio, prácticamente se la arrancó de las manos a su mejor amiga para leer atentamente.
Mi adorado Eren,
Espero que esta carta te siente bien. Quería compartirte una noticia que seguramente alegrará tu corazón, tanto como el mío. Nuestra pequeña Gabi ha pasado por una cirugía de trasplante de médula ósea, (te dije que por fin encontraríamos un donante) y me complace informarte que fue un éxito.
Su recuperación ha sido asombrosa, llena de valentía y fuerza. Los médicos están muy contentos con su progreso, y estoy segura de que tu amor y apoyo han sido una parte fundamental en este proceso. Gabi está feliz por tu gira, pero sé que quiere verte, no deja de preguntar cuándo vendrás para estar con ella.
Te escribo para invitarte a que vengas a casa el próximo fin de semana, después de tu gira musical. Gabi está emocionada por verte, y creo que tu presencia le dará un impulso adicional en su recuperación. Será un momento especial para celebrar juntos como familia su victoria sobre esta difícil etapa. Te extraño cariño.
Espero con ansias tu llegada y agradezco de antemano por estar presente en este momento tan importante para nosotras.
Te quiere mucho.
Pieck.
Cuando la pelinegra terminó de leer aquella carta, lágrimas amargas resbalaron por sus mejillas, mientras sentía cómo su corazón se rompía. ¿Significaba eso que todo este tiempo Jean había tenido razón? ¿Eren y aquella chica estaban juntos? No solo eso, al parecer, tenían una hija... los dos tenían una hija.
El labio de la pelinegra tembló, y Sasha, angustiada, le arrancó la carta de las manos para leerla. Al terminar, hizo una mueca mientras la arrugaba.
– ¡Maldito seas, Eren Jaeger! –Farfulló furiosa–. ¿No lo sabías?
Mikasa observó a Sasha con incredulidad.
– ¿Tengo cara de haberlo sabido antes?
–Lo siento, solo preguntaba, así que... ¿lo que cuentan es verdad?
– ¿¡Tú lo sabías!? –Preguntó Mikasa.
–No... bueno... Nicolo me había dicho que existían rumores de que Eren y Pieck tenían una relación.
– ¿¡Y jamás se te ocurrió decirme eso!?
–No, porque Nicolo está seguro de que las cosas no son así, dice que su prima estaba muy enamorada de otro chico...
–Jean...
–Oh diablos, ¿estás queriendo decirme que es el mismo Jean? O sea, ¿tú Jean?
–No es mío, pero sí.
–Oh mierda, esto es bastante turbio –soltó Sasha.
–Soy una estúpida –farfulló la pelinegra–. Jean me lo quiso advertir.
–No espera.... Mikasa, Nicolo es primo de Pieck y está seguro de que los rumores no son ciertos.
– ¿¡Rumores!? ¿¡Necesitas leer esa carta otra vez!? –Mikasa pateó el suelo–. ¡Es evidente que Eren y Pieck tienen una relación!
–Mikasa, no te preocupes, las cosas no son así, estoy segura... bueno, Nicolo está seguro y yo confío en él.
– ¡Acabas de maldecir a Eren! –Obvió Mikasa.
–Bueno... sí, porque no te ha hablado de esa chica, no porque crea que te engaña.
– ¿Y crees que me engaña? –Preguntó Mikasa. Evidentemente, Sasha quería decir que no, para tranquilizar a su mejor amiga; sin embargo, ella también creía aquello. Mikasa resopló mientras negaba–. Me siento tan estúpida.
–Mika... –habló Sasha mordiéndose el labio–. No creo que...
– ¿Tú sabes dónde vive Pieck?
– ¿Qué? –La castaña arrugó la nariz–. No, pero la dirección está en el sobre.
Claro, el sobre. Mikasa se lo arrebató a Sasha y lo observó antes de tenderle la mano.
–Préstame tu auto.
– ¿¡Estás loca!? ¿¡Irás!?
–Por supuesto que iré.
–Mikasa... Quinta queda a casi cuatro horas de aquí, ¿¡qué demonios te sucede!?
–No me importa, necesito ir.
–Mika, por favor...
–Necesito saber qué está ocurriendo, ¿y si es su novia? Peor aún, ¿y si es su esposa y Gabi su hija? Arruinaría su matrimonio... no... solo necesito conocerla.
–Mikasa...
–Por favor.
–No te prestaré el auto.
–Sasha...
–Iré contigo, estamos juntas en esta locura, ¿bien? Solo... no hagas ninguna estupidez.
Mikasa tomó la carta que Sasha había tirado al suelo y se la guardó en el bolsillo trasero antes de tomar su teléfono para teclear rápidamente.
"Tuve una emergencia. Te cuento después. ¿Crees que puedas cubrirme en el turno de mañana para cuidar a Zeke? Te lo agradezco."
Tras enviarle aquel mensaje a Armin, salió rápidamente de la casa del chico. Necesitaba dirigirse a Quinta, y sobre todas las cosas, necesitaba saber la verdad detrás de aquella horrible carta que le había destrozado completamente el corazón.
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Las horas transcurrían mientras el crepúsculo sombrío se aproximaba, el rugir del motor apenas eclipsando el peso de las palabras no pronunciadas. El silencio se volvía tenso, y Sasha se había rendido en el intento de consolar a su mejor amiga, incapaz de hallar las palabras adecuadas. Mikasa, con la mirada perdida en el horizonte, se aferraba a la esperanza, aunque la sombra de la duda oscurecía su corazón. Había leído la carta una y otra vez, buscando señales de que estaba equivocada, pero las palabras se repetían como dagas envenenadas en su mente.
"Será un momento especial para celebrar juntos como una familia".
"Te extraño, cariño".
"Nuestra pequeña Gabi".
Las náuseas se apoderaron de la pelinegra. ¿Acaso se había inmiscuido en un matrimonio feliz? No quería destruirlo, no quería hacerle daño a nadie.
Las luces de Quinta destellaban como estrellas distantes, testigos mudos de un viaje que llevaba consigo el eco de sus pensamientos. Sasha había puesto la radio a un volumen bajo, intentando llenar el incómodo silencio, pero el nudo en el estómago de Mikasa convertía esa melodía en meros susurros lejanos.
"No... quizás son hermanos y por eso dice nuestra familia. Eso es".
"Pero él se apellida Jaeger y ella Finger".
"¡Demonios! Quizás son primos..."
"Pero entonces, Sasha o Nicolo lo hubieran mencionado".
"Cierto".
"Además, si fueran primos, Eren no la estaría escondiendo, ¿verdad?"
Mikasa sostenía ese debate interno mientras su corazón no dejaba de doler. El ronroneo del motor se entrelazaba con sus suspiros, sumiéndola en la introspección entre la esperanza y la desolación.
¿Eren y Pieck?
La sospecha, casi confirmada por la carta, se deslizaba en su pecho como una sombra indeseada. Cada kilómetro era un paso más hacia la encrucijada, donde la certeza y la angustia bailaban un tango interminable. Siguiendo las instrucciones del GPS, finalmente llegaron a una casa vieja y descuidada. El sector tampoco era el mejor, y Sasha frunció el ceño al mirar a su alrededor.
–Mikasa, no creo que sea buena idea.
–Yo tampoco –concedió la pelinegra antes de descender del vehículo–. Pero necesito enfrentarlo –afirmó, dirigiéndose hacia la puerta de la casa.
Al estar justo enfrente, Mikasa dio un paso atrás, pero Sasha rodeó sus hombros con un brazo.
–Estoy a tu lado –aseguró la castaña, y Mikasa tomó una bocanada de aire antes de tocar el timbre.
Las manos de la pelinegra sudaban mientras escuchaba pasos en el interior de la casa, acercándose a la puerta. Justo cuando estuvo a punto de huir despavorida, la puerta se abrió de golpe.
Lo primero que notó Mikasa fue lo que la señora Kirstein le había mencionado: la mujer que le abría la puerta era, sin lugar a duda, una chica preciosa. Con el cabello negro suelto enmarcando su bello rostro y grandes ojos grises oscuros, idénticos a los suyos.
"Ahora entiendo por qué mencionó lo del parecido".
Pieck tenía una expresión dulce, una sonrisa amable y una contextura preciosa. Era joven y, Mikasa notó, no mucho mayor que ella. Si había sido novia de Jean en la preparatoria, debía tener la misma edad que el chico y que ella misma. Lo segundo que la atormentó fue observar a la pequeña niña cargada por su madre, que en sus manos tenía un pequeño peluche de lo que parecía un halcón y miraba a las jóvenes recién llegadas con curiosidad.
– ¿Hola? –Saludó la mujer arqueando una ceja al notar que Mikasa y Sasha no pronunciaban palabra alguna.
Sin embargo, Mikasa parecía haberse quedado sin palabras, por lo que fue su mejor amiga la que se obligó a hablar, dando un paso hacia adelante y sin perder la determinación que la caracterizaba. Aclaró su garganta y alzó su mentón con orgullo.
–Hola... Pieck, ¿verdad?
–Sí... ¿ustedes son...?
–Lo siento, yo soy... –Sasha se interrumpió. ¿Era prudente revelar sus nombres?
– ¿Lo olvidaron, de casualidad? –preguntó la mujer abrazando a su hija contra su pecho; seguramente, comenzaba a preocuparse.
–Lo siento –habló Mikasa, saliendo aparentemente de su aletargo–. Soy Ymir.
– ¿La novia de Historia? –preguntó Pieck, y la pelinegra tuvo que llevar sus manos hacia la espalda para apretar sus puños.
Eso significaba que Historia conocía a Pieck, al igual que Armin... y nadie había querido decirle nada.
–Sí, ¿crees que podamos pasar? –Mikasa miró hacia el interior y Pieck pareció relajada antes de asentir.
–Por supuesto, querida. Armin y Eren no me han parado de hablar de ti, aunque eres mucho más bonita de lo que describen ellos –soltó burlona, haciéndose a un lado para permitir pasar a las chicas-. ¿Y tú eres?
–Ella es mi prima –se apresuró a responder Mikasa, rascándose la cabeza mientras paseaba por la diminuta sala compuesta apenas por un viejo y raído sofá, y dos pequeños taburetes con la tela ya descolorida. Su estómago se revolvió al observar los anaqueles de ese lugar. Decenas de fotos de Pieck, Eren y Gabi rondaban por allí. En algunas solo estaban las dos féminas en cuestión, y en otras, Eren sostenía a la bebé entre sus brazos y contra su pecho. Sus preciosos ojos verdes se iluminaban mirándola. El amor de esa familia le causó un gran dolor a la pelinegra.
–Entonces... –comenzó a hablar Pieck observando a las chicas mientras depositaba a Gabi en el suelo, que corrió en dirección a Sasha para tomarla de la mano y guiarla hacia una fila de juguetes que se encontraba en el rincón.
La mejor amiga de Mikasa pareció incómoda, pues nunca había sido una chica que se llevara bien con los niños. Sin embargo, le siguió la corriente mientras agudizaba el oído para escuchar la conversación de las pelinegras.
– ¿A qué debo su visita? –Quiso saber Pieck observando a su hija con adoración.
–A Eren –respondió Mikasa sin pensar. Sasha se giró de golpe, observándola impresionada. Gabi se quejó por la falta de atención y la tomó del brazo para enfocarla nuevamente en sus juguetes armables.
– ¿A Eren? –Pieck pareció confundida.
–Sí... yo... él... –"piensa rápido, piensa rápido, piensa rápido" se presionó mentalmente–. La gira.
– ¿Qué pasa con eso?
–Ya sabes, él está tan ocupado... y está tan ocupado... que... que le dejó un dinero a Armin.... Y yo te lo traje.
– ¿En serio? –La confusión de Pieck se acrecentó–. ¿Para qué?
–Oh ya sabe... para los gastos de Gabi... y tuyos –explicó Mikasa retirando bruscamente la mirada de una fotografía de Eren abrazando a la mujer junto con su hija.
Las facciones de Pieck se suavizaron en una sonrisa dulce.
–Oh mi dulce Eren, siempre es tan atento. No sé qué haría sin él –canturreó conmocionada. Mikasa luchó para no llorar.
–Sí... me imagino –soltó Mikasa con amargura–. También para el tratamiento médico de Gabi.
– ¡Ey, calla cariño! –Reprendió Piek tomando a Mikasa bruscamente del brazo, pero por fortuna, su hija parecía tan entretenida con Sasha, que no las había escuchado–. ¿Es que acaso no te dijo que Gabi no sabe nada de su enfermedad?
– ¿No lo sabe?
–No, ella cree que jugamos al doctor. Esto es tan duro... apenas tiene tres años y no quiero que se preocupe o que piense que va a morir, claro... aunque ya pasamos lo peor.
–Entonces, el tratamiento va bien, ¿no? –Presionó Mikasa.
– ¿Eren no ha recibido la carta?
– ¿Cuál carta? –Preguntó a Mikasa, fingiendo no entender de qué hablaba.
–Bueno... supongo que le habrá llegado después de que se marchó.
– ¿¡Entonces por qué no escribirle al teléfono!? Ya sabes, como una persona normal –rezongó Mikasa casi con brusquedad antes de forzar una sonrisa falsa–. Bueno... es lo que yo haría.
– ¿Acaso Eren no te contó nada? Tengo tres trabajos, apenas tengo tiempo para mi hija y el dinero suficiente para pagar sus tratamientos médicos. La escuela y todos los gastos de la casa... si no fuera por la ayuda de Eren, no podría sobrevivir. ¿Crees que tengo dinero para un teléfono celular? –Habló Pieck con un tanto de amargura.
Mikasa se sintió avergonzada. Bien... quizás se había comportado como una niña rica.
–Claro... lo siento –se disculpó sintiéndose horrible.
–Además, Eren ama las cartas, dicen que los mensajes de texto son tan... impersonales, así que intento escribirle más seguido. Igual él siempre está viniendo para visitarnos. Desde que se fue para la gira, Gabi solo pregunta por él.
–Claro –soltó Mikasa con amargura–. Es que Eren es tan... considerado.
– ¿Papi? –Preguntó Gabi girándose bruscamente hacia las mujeres que conversaban.
Aquello solo terminó de destrozar el corazón de Mikasa. Si había albergado alguna esperanza de que Eren no tuviera nada con Pieck y no fuera el padre de esa niña, esa sola palabra pronunciada por la pequeña había desmoronado toda su fe.
– ¿Papi viene? –Preguntó con voz dulce y sus ojos brillando emocionados.
Fue la primera vez que Mikasa realmente se fijó en esa niña... y su estómago se revolvió. Era tan parecida a Eren que incluso se sintió ridícula por no haberlo notado desde el primer momento en que Pieck le abrió la puerta con la niña en brazos. Sus rasgos eran tan similares que casi le causó náuseas.
– ¿Ymir? –Preguntó Pieck al notar que los ojos grises de Mikasa se empañaban en lágrimas–. ¿Está todo bien?
–Sí –habló Mikasa con voz rota–. Sí –repitió con mayor seguridad–. Tu papá vendrá pronto.
Pieck pareció querer hablar, sin embargo, al notar a esa joven tan afectada, se interrumpió.
– ¿Seguro que todo está bien? –Pieck se acercó y le acarició la espalda.
–Sí, solo yo... yo solo venía a... ¿a qué venía yo? –se preguntó a sí misma sintiendo que sus piernas temblaban.
–A dejar el dinero que Eren le dejó a Pieck –le recordó Sasha y Mikasa asintió como si estuviera aturdida.
–Sí... claro... claro –la pelinegra sacó de su cartera todo el dinero en efectivo que tenía y se lo tendió a la mujer. Pieck dio un brinco frunciendo el ceño.
– ¿Y de dónde sacó Eren tanto dinero? –Quiso saber, totalmente asombrada y sin recibir una respuesta.
Sin embargo, Mikasa no le respondió, y después de depositar los billetes en un buró y tomar a Sasha bruscamente del brazo, la arrastró fuera de la casa de esa mujer.
Su mente estaba hecha un mar de confusiones; sin embargo, algo tenía perfectamente claro: no se metería en esa preciosa familia. Si la vida le había dado una segunda oportunidad a esa niña para vivir, así como se la había dado a ella misma en el pasado, Mikasa se negaba a destruir su familia.
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