2: Ley de Murphy
A la mañana siguiente, cuando Mikasa se despertó, aún estaba bastante irritada por los recuerdos de lo sucedido con aquel chico. Parte de ella se arrepintió por no preguntarle el nombre, pero al final se dio una bofetada mental, pues le pareció ridículo si quiera pensar en ello.
¿Y a ella qué le importaba cómo se llamaba ese idiota?
Esperaba no volverlo a ver, como mínimo, jamás en lo que le restaba de existencia.
"Mentirosa", la acusó su conciencia y se detestó, porque parte de ella estaría encantada si lo volvía a ver. Aquel chico era indudablemente muy atractivo.
–Quizá si fuera mudo... –habló para sí misma mientras corría por el parque.
Como le era costumbre ya todas las mañanas, se despertaba antes de que el sol saliera para poder ir al parque y caminar un rato. Se negaba a ir al gimnasio junto con su familia y llamar la atención de todos, por lo cual llegaron a un trato, les propuso salir muy cumplidamente en la mañana para hacer algo de ejercicio. A regañadientes a su madre había aceptado. En un principio lo había odiado, pero resultó que no era del todo desagradable en momentos como aquel, cuando tenía mucho en la cabeza era fascinante. Un tiempo a solas la ayudaba a despejarse. En aquel momento sí que lo necesitaba, pues aquellos ojos color verde no habían dejado de acompañarla en sus sueños. Se sentía totalmente ridícula por ello.
–Es un idiota –gruñó frustrada al tiempo que hacía un par de estiramientos antes de volver a su hogar.
¿Por qué no podía sacárselo de la cabeza? No lo entendía, pero esperaba que fuera solo un capricho, no es como si le gustara. Claro que no. Sí, podía estar buenísimo, pero era un estúpido que jamás volvería a ver. No valía la pena ni siquiera pensar en sus bonitos ojos, su sonrisa ladina, relajada y arrogante, el aroma de su perfume o ese cuerpo que...
– ¡Ya basta! –Gruñó molesta.
Una mujer que se estiraba a su lado la miró extrañada antes de alejarse un poco; Mikasa sonrió avergonzada. Si continuaba así pensarían que estaba loca. Completamente frustrada, se dio la vuelta y después de media hora trotando, por fin llegó a su casa. Su madre ya se hallaba despierta revoloteando en la cocina mientras Nicolo, su chef personal, se encontraba preparando el desayuno. Al ver a su hija, la mujer sonrió abiertamente.
–Mi niña bonita, ¿te divertiste anoche con Sasha?
Mikasa solo le atinó a lanzarle una mirada llena de ira y gruñir al tiempo que tomaba asiento; la mujer lanzó una risa cantarina mientras se sentaba a su lado.
–Supongo que eso es un no, ¿hay algo que deba saber?
Mikasa lanzó otro gruñido. El rubio cocinero no tardó en depositar su desayuno frente a ella y le proyectó una sonrisa burlona. Mikasa le sacó la lengua, pero su humor mejoró inmediatamente al tiempo que observaba la comida. Ésta vez Nicolo le dio algo de fruta picada, huevos con bacón y su jugo de naranja fresco.
–Vamos bonita, no te enojes. El estrés provoca arrugas y no vas a querer envejecer tan pronto.
Mikasa abrió la boca para arrojar improperios hacia su madre, no obstante, sintió que alguien se sentaba a su lado y observó cómo estiraban su mano para arrebatarle su anhelado jugo de naranja.
– ¿Qué hay mocosa? –Preguntó su hermano mayor con aburrimiento–. ¿Te divertiste?
Mikasa dejó salir otro gruñido brutal seguido de un gemido lastimero.
–Nicolo...
–No se preocupe señorita, ya le estoy sirviendo otro.
Por supuesto, siempre sucedía lo mismo y el joven chef ya estaba preparado para ello, por lo cual no tardó en depositar otro vaso frente a ella; Levi sonrió burlón.
– ¿Qué hay de ti? ¿Te divertiste en el concierto de papá?
Su hermano simplemente se encogió de hombros.
–Supongo que sí, estuvo genial, papá es increíble, aunque estaba lleno de mocosas. Las fans de papá son irritantes.
–Levi no seas grosero y baja los pies de la silla –riño su madre, quien volvió a la cocina para preparar uno de sus batidos proteicos; le lanzó una mala mirada a su hijo por encima del hombro.
El pelinegro suspiro y obedeció, dándole una sonrisa cómplice a su hermana menor. Mikasa solo rodó los ojos ahogando una suave risita. Tan pronto como su madre se giró, el chico nuevamente posó sus talones sobre la silla.
–En fin, supe que hay una nueva banda tocando en Paradise, ¿es buena?
Mikasa quería dejar de pensar en aquel chico, sin embargo, ante la pregunta de su hermano mayor, le fue difícil hacerlo. Al final solo se encogió de hombros mientras tomaba un poco de papaya clavándola con su tenedor. Observó muy atentamente la fruta como si fuera la cosa más interesante del mundo, antes de responder.
–Los músicos sin lugar a duda tienen mucho talento.
–Eso he escuchado –habló el joven mientras intentaba arrebatarle una de las tiras de bacón a su hermana, quien le dio un fuerte manotazo; Levi la observó con irritación–. ¿Y el cantante es tan bueno como dicen? Hasta papá ha escuchado de él.
–Es verdad –Mikasa suspiró agotada. Inevitablemente aquellos ojos color esmeralda aparecieron en su mente–. Canta muy bien –aseguró con una sonrisa boba instalada en sus labios, detalle que sin lugar a duda ni a su hermano ni a su madre les pasó desapercibido.
La chica comió rápidamente intentando no centrarse en aquel muchacho. Debía dejarlo pasar.
La mujer estuvo a punto de hacer un comentario, pero su hijo, sabiendo que Mikasa probablemente se molestaría por ello, aclaró bruscamente su garganta y negó con suavidad, pidiéndole silenciosamente a su madre que por favor no hiciera comentario al respecto.
– ¿En serio? ¿En realidad es tan bueno? Entonces supongo que la banda te encantó, ¿no? –Preguntó él en cambio, asombrado de que a su hermana por primera vez le gustara una banda de rock pesado.
Mikasa lo pensó de nuevo.
Aquella música no era para nada su gusto, de hecho, la detestaba, cosa que realmente irritaba a su padre, considerando que era uno de los mejores músicos en aquel género. Axel Ackerman era famoso, rico y definitivamente muy talentoso, pero para su pesar, su hija evitaba sus conciertos ya que los llamaba excesivamente ruidosos y peligrosos para la salud. Odiaba el hard rock, thras metal o cualquier género similar. Ésta vez fue diferente. Solo con pensar en la gruesa y varonil voz de aquel chico, un suave suspiro se escapó de sus labios sonrosados.
–Tiene una voz única... en serio canta hermoso... es como si hipnotizara a todo el público. Y toca la guitarra. Tiene tanto talento, se sabe mover en el escenario... es obvio que tiene mucha confianza de sí mismo. Además, cuando lo escuchas es como...
Sin poder evitarlo, esta vez su madre lanzó una fuerte carcajada escandalosa, trayéndola de nuevo a la realidad.
– ¿Te enamoraste cariño?
– ¡Claro que no! –Hablaron Mikasa y Levi al unísono.
–Mamá no digas estupideces –soltó Levi–. Solo lo ha visto una vez en un escenario, Mikasa no es tan idiota como para enamorarse de un mocoso –la pelinegra se sonrojó totalmente y su hermano arqueó una ceja–. ¿O sí?
– ¿Qué? ¡No! ¡Claro que no! –Dijo a la defensiva–. Esto es estúpido, tú preguntaste por el cantante y yo solo te dije lo que pienso. Ya mejor no digo nada –rezongó poniéndose en pie.
– ¿No vas a terminar de desayunar? –Preguntó su madre pasmada al tiempo que Levi se comía lo que ella había dejado; Mikasa negó.
–Se me quitó el apetito –espetó furiosa antes de correr hacia las escaleras para subir a su habitación.
Necesitaba una ducha urgente y luego tenía mucho que estudiar. Su padre, que se notaba, estaba recién levantado, lanzó un fuerte bostezo antes de dirigirle una tierna sonrisa.
–Hola cariño. Tu madre me dijo que saldrías con Sasha, ¿te divertiste? –Preguntó.
Como respuesta solo obtuvo un fuerte gruñido antes que la pelinegra se encerrara en su habitación, cerrando la puerta con un fuerte azote.
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El resto del fin de semana transcurrió en relativa calma y paz. Por supuesto, su madre no dejaba de lanzarle sonrisas llenas de picardía; por el contrario, Levi la miraba enfurecido, como si acabara de enterarse que había robado un banco. Su padre parecía totalmente desconectado y ajeno a todo, pues no comprendía porque había cierta tensión en su familia. La pelinegra no lo culpó, pues él solía ser demasiado despistado.
Para fortuna de Mikasa, no había pasado tanto tiempo con su familia. Su padre tenía que ir a la disquera para grabar su próximo sencillo; su hermano aún buscaba una banda que valiera la pena para unirse, y su madre estaba arreglando los últimos detalles de la próxima pasarela que tendría, por lo cual la pelinegra se había quedado sola con el personal del hogar que nunca la molestaban cuando ella se encerraba en su habitación para estudiar. Nicolo simplemente había subido un par de veces para darle algo de comer. El teléfono de su mejor amiga que, Mikasa descubrió, a un conservaba en su bolso, no había parado de sonar. Probablemente la castaña la estaba llamando para que se lo devolviera, pero aún ella se encontraba demasiado furiosa para hablar con Sasha.
Si tan solo no se hubiera quedado con aquel estúpido pelirrojo, la habría podido llevar a su casa y no habría tenido que soportar a aquel cretino.
El lunes en la mañana Mikasa se despertó antes de que la alarma sonara, y tras ponerse su ropa deportiva, salió a hacer su acostumbrado ejercicio. La música resonaba fuertemente en sus audífonos mientras la chica sentía el viento mañanero golpearla en el rostro por la velocidad con la cual corría. Cuando una llamada entró, Mikasa la respondió sin siquiera mirar de quién se trataba; disminuyó la velocidad de sus pasos para poder hablar tranquilamente.
–Hola angelito –reconoció aquella voz e inmediatamente terminó la llamada sintiéndose furiosa, sin embargo, el teléfono volvió a sonar y Mikasa respondió.
– ¿¡Qué demonios quieres!? ¿¡Y desde qué teléfono me estás llamando!?
La estridente carcajada de su mejor amiga lastimó sus oídos, por lo cual la pelinegra hizo una mueca.
–Ya, ya, lo siento, lo siento. Te estoy llamando desde el teléfono de mamá. Está furiosa porque cree que lo perdí y no está convencida de que tú lo tengas, ¿Podrías devolvérmelo hoy antes de las clases?
–No debería, me llamaste angelito.
–Lo siento, Eren me dijo que probablemente te molestaría, así que quise intentarlo. Y tenía razón.
La pelinegra se detuvo abruptamente.
Eren.
Ya tenía un nombre.
– ¿Así que se encontraron con él después del concierto?
–No, pero llegó al apartamento de Floch al día siguiente y me comentó que te había llevado a casa...
– ¿Pasaste la noche con ese imbécil? –Mikasa hizo una mueca asqueada mientras caminaba por el parque–. ¿Haciendo qué? –El silencio de su mejor amiga le dio la respuesta–. ¿Si quiera te estás cuidando?
–Claro que sí, no soy estúpida... por cierto, tu novio también me acusó de ser una terrible amiga.
– ¡No es mi novio! –Gritó furiosa–. Pero es verdad que eres una terrible amiga –le dio la razón a aquel cretino.
– ¡Oye eso no es justo! Yo no te quería dejar sola.
–No, peor aún, me querías arrastrar a un camerino con todos esos chicos.
–Vamos Mika, no son del todo desagradables, por el contrario, me cayeron muy bien.
–Déjame dudarlo –renegó Mikasa.
–Si les dieras una oportunidad...
–No quiero darles nada. Te devolveré el teléfono, pero llega temprano porque tengo cosas que hacer.
Y antes de darle la oportunidad a su mejor amiga de decir cualquier cosa, terminó la llamada.
Eren.
Una sonrisa casi victoriosa se instaló en sus labios mientras se dirigía de nuevo a casa. Sus padres aún continuaban durmiendo y su hermano no estaba por el lugar, por lo cual Mikasa tomó su desayuno rápidamente; tras agradecerle a Nicolo, se dirigió hacia su habitación para arreglarse. Su sorpresa fue enorme cuando al entrar allí, observó a su hermano terminando de tender su cama.
–Levi... ya habíamos hablado de esto –se quejó soltando su largo cabello antes de comenzar a peinarlo.
Su hermano era un adicto a la limpieza, casi parecía enfermizo. Todo el tiempo estaban discutiendo sobre lo desorganizada que era ella. Mikasa no se consideraba así, pero su hermano estaba demente, así que con el tiempo había aprendido a no discutir por ello. Por supuesto, ahora que Levi había decidido entrar allí y violar su privacidad, sus libros estaban perfectamente acomodados, la cama parecía estar tendida por un servicio profesional de hotelería, la habitación tenía un fuerte aroma a productos de limpieza y los estantes relucían brillantemente. Su madre había contratado jardinero, limpiador de piscinas y chef, pero no empleada doméstica, puesto que Levi siempre terminaba gritándolas y diciendo que hacían un pésimo trabajo y que él se encargaría. Sus padres le habían señalado muchas veces que podrían contratar a alguien mejor, pero Mikasa se había negado, pues estaba cansada de que su hermano mayor gritara a aquellas pobres mujeres. La pelinegra había decidido que si quería la casa reluciente como él deseaba, entonces que lo hiciera con sus propias manos. Sorpresivamente su hermano había aceptado, diciendo que todos eran unos inútiles y que solo él podía hacer bien el trabajo.
Y así lo había hecho hasta el momento.
– ¿Hace cuánto estás aquí? –Rumió Mikasa entre dientes.
–Apenas un rato, desperté temprano para verte, pero no estabas –señaló el chico terminando de acomodar las almohadas antes de dirigirse hacia la silla giratoria frente al escritorio de su hermana–. Tenemos que hablar.
– ¿En serio? –Preguntó la chica mientras abría el armario para escoger algo cómodo para aquel día–. ¿Sobre qué?
–Tú sabes sobre qué.
–De hecho, no –aseguró Mikasa sinceramente observándolo por encima del hombro–. ¿Sucede algo malo?
–Se trata sobre nuestra conversación sobre el vocalista ese.
Mikasa se quedó hecha piedra y sus mejillas se colorearon de un profundo tono carmesí. Le habría encantado ahorrarse aquel sermón que se venía.
– ¿A qué te refieres? –Sonsacó haciéndose la desentendida.
La chica se sobresaltó cuando Levi golpeó con fuerza el escritorio y le lanzó una mirada energúmena.
– ¡Mikasa Ackeman Azumabito, ya deja de hacerte la tonta! ¡Tú sabes perfectamente de qué estoy hablando! ¿¡Qué te he dicho siempre!?
Mikasa suspiró y cerró el armario con brusquedad.
–Levi... no es lo que tú piensas...
– ¿Ah no? ¿No estabas sonriendo como idiota? ¿No quedaste encantada con aquel imbécil? ¿No parecías peligrosamente atraída por él? –Mikasa suspiró mientras negaba y se sentaba en la orilla de la cama–. ¡No mientas! ¡Te conozco! –El joven suspiró pasándose bruscamente la mano por el rostro–. Ya habíamos hablado de eso Mikki... –el pelinegro negó cruzándose de brazos y observando a su hermana con dureza–. Mira, a pesar de que a mamá y papá no les haya gustado mucho que no hayas querido seguir sus pasos, yo estoy feliz por eso. Decidiste estudiar una buena carrera y tener una vida más tranquila... ¡Mikki reacciona! –Nuevamente Levi golpeó el escritorio, luciendo completamente furioso–. ¡Eres más inteligente que eso! ¡Los músicos son unos vagos, irresponsables que no valen la pena!
–Tú eres músico... al igual que papá –obvió la chica frunciendo el ceño.
–Por eso tengo todo el derecho a decirlo. He conocido tantos idiotas que solo quieren utilizar a las chicas, impresionándolas con una guitarra o una buena voz. Y después de darles un revolcón, las tiraron a la basura. ¿En serio quieres eso Mikki? Tú vales mucho más.
–Levi, no es lo que piensas...
– ¿Entonces no te deslumbraste por él?
Sí, claro que lo había hecho, pero su hermano ya la estaba riñendo, así que no podía admitirlo.
–No.
–Mentirosa –Levi esta vez se acercó a su hermana y la tomó bruscamente por el mentón, alzándole el rostro para que sus ojos se encontraran–. No quiero volver a saber qué te pasaste por Paradis de nuevo.
–Mi mejor amiga está saliendo con el baterista, seguro ella y mamá querrán...
–No quiero volver a saber qué te pasaste por Paradis de nuevo –repitió Levi–. Es una orden, yo hablaré con mamá –espetó furioso–. Ahora arréglate, se te hará tarde para las clases. Yo te llevaré –bufó antes de salir de la habitación, cerrando la puerta con un fuerte azote.
Aquello había sido duro, pero su hermano le había recordado la realidad: fijarse en un músico no era exactamente lo más inteligente que hacer. Al fin al cabo él tenía razón, no podía perder la cabeza, especialmente por un idiota que había visto sola una vez y que por cierto no había dejado de insultarla.
Completamente decidida a dejar aquel evento en el pasado, se puso en pie y se dirigió al cuarto de baño. Su hermano tenía razón ella. Ya había tomado una decisión con respecto a su vida, y no dejaría que nada la cambiara.
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– ¡Mika! –Gritó una fuerte voz llamando su atención.
La pelinegra se giró bruscamente y al notar aquella cabellera rubia volar por el viento mientras el chico se acercaba corriendo hacia ella, una enorme sonrisa se escapó de sus labios. Una vez el chico estuvo a su lado, le dio un rápido abrazo y un beso en la mejilla.
–Dime por favor que estudiaste para el examen, necesito toda la ayuda posible.
–No te dejaré copiar –señaló frunciendo levemente el ceño; el rubio fingió estar decepcionado, pero Mikasa, que lo conocía perfectamente bien, ya sabía que jamás le pediría algo así, por lo cual rodó los ojos–. Pero podemos repasar las cosas que no entiendas.
Armin le dedicó una brillante sonrisa.
– ¿Sabías que eres la mejor?
–Por supuesto que sí, ¿qué harías sin mí?
El rubio no tuvo la oportunidad de responder, puesto que alguien le había saltado en la espalda a la chica, tirándola al suelo. Mikasa agradeció en aquel momento llevar puesta una larga falda negra hasta los tobillos y una camisa de cuello alto color rojo y de manga media, si no, probablemente el golpe hubiera sido bastante feo.
– ¡Sasha bájate de una buena vez! –Protestó Mikasa tratando de quitársela de la espalda.
La castaña soltó una escandalosa carcajada antes de obedecer, después de todo Mikasa estaba colérica y no quería retar su poca paciencia.
–No seas tan amargada Mika, solo estaba jugueteando un poco –aseguró ayudándola a ponerse en pie. Mikasa se sacudió la ropa, que por suerte había quedado casi intacta, a excepción de una mancha que parecía no querer irse–. ¿Sigues enojada?
–Ahora aún más –gruñó sacando de su mochila el teléfono y entregándoselo bruscamente.
Armin pareció confundido porque las dos amigas que siempre estaban felices la una con la otra, ahora estuvieran en discordia.
– ¿Me perdí de algo? –Preguntó el rubio confundido.
–Luego te cuento –refunfuñó la pelinegra tomando a su amigo del brazo para comenzar a alejarse de Sasha.
–Mika por favor...
–No.
–Te traje donas de perdón.
Donas de perdón. Así había denominado su mejor amiga los deliciosos postres que preparaba. Sasha estaba estudiando gastronomía, pero definitivamente se había inclinado hacia la repostería, porque todo lo que hacía le quedaba estupendo. Como sabía que las donas eran el manjar favorito de Mikasa, siempre que la pelinegra se enojaba las preparaba. Mikasa se detuvo y no pudo evitar girar su rostro levemente ante la mención de ello.
– ¿Es en serio? –Preguntó reacia y Armin tuvo que cubrir su boca para no lanzar una fuerte risotada.
Sasha sonrió victoriosa antes de sacar de su mochila un pequeño recipiente de plástico que llevaba los postres. Mikasa se lo arrebató bruscamente y las contó. Una de chocolate, una de coco, una rellena de fresa y una de vainilla.
–Falta la de arequipe –se quejó y Sasha le dio una sonrisita culpable.
–Lo siento, camino aquí tuve hambre.
–Esto es un perdón a medias –Mikasa chasqueó la lengua tomando la de fresa para darle una mordida; un suave gemidito complacido se escapó de sus labios y su amiga sonrió complacida.
–Creo que por ahora tengo con eso.
–No lo vuelvas a hacer, fue la peor noche de mi vida.
–Lo siento, lo siento no volveré a abandonarte. Y prometo que éste viernes en la noche me quedaré contigo.
– ¿Este viernes en la noche? –Inquirió Armin todavía sin entender; Mikasa se encogió de hombros al tiempo que devoraba la dona.
–Sí –respondió la castaña–. Los chicos van a volver a tocar en Paradis y...
–No. La respuesta es no.
–No entiendo –se quejó Armin sintiéndose excluido; las chicas lo ignoraron.
–Mikasa por favor...
–No puedo ir, tengo prohibido volver allí.
–Hablaré con tu mamá, ya sabes que me adora y...
–No se trata de eso...
–Seguramente si le digo a tu padre...
–Tampoco.
Sasha frunció el ceño. Sus dos neuronas parecieron tardar en reconectarse, pero cuando entendió lo que sucedía, abrió la boca con incredulidad.
–Pero... ¡Maldito enano! ¿¡Por qué!?
Mikasa pensó en comentarle lo sucedido con Eren, pero, y a pesar de que Armin era su mejor amigo, se avergonzó, por lo cual simplemente se encogió de hombros.
–Dice que no es mi ambiente.
–De hecho, tiene razón –señaló Armin ganándose una mirada de rencor por parte de Sasha–. ¿Qué?
–Exacto –apoyó Mikasa terminando su dona–. Y él está de acuerdo con que debo tomar más tiempo para estudiar.
Aquello no era del todo cierto. Era verdad que a su hermano le fascinaba que ella fuera tan responsable y disciplinada, pero algunas veces le suplicaba que se relajara y que fuera más sociable, aunque por supuesto, cuando de chicos se trataba, la cosa cambiaba bastante. Y en este caso, cuando se trataba de un músico, era un "no" rotundo.
–Pero quizás si tu mamá hablara con él...
–De hecho, él va a hablar con mamá, así que no hay mucho que hacer.
Sasha hizo un puchero mientras Armin reía. Los dos tenían la respuesta clara: jamás podría volver a pisar ese bar. Axel y Bianca Ackerman podrían ser sus padres, pero todos sabían que en esa familia siempre mandaba Levi. Sus padres eran conscientes que no eran las personas más responsables o maduras del mundo; su hermano, por el contrario, era un joven sensato, cuidadoso, independiente y muy sabio, por lo cual la pareja había confiado las decisiones importantes sobre su hija, a su hijo mayor. Mikasa también prefería obedecerlo, aunque a veces deseara golpearlo.
–Es injusto –se quejó Sasha.
–Lo siento, pero es un no.
– ¡Me alegra saber que vas a tener la noche del viernes libre! –Aseguró Armin en cambio, haciéndole ojitos a Mikasa al tiempo que hacía un puchero; la pelinegra soltó una suave carcajada y le tendió las donas, el rubio no dudó de tomar la de coco.
– ¿¡Por qué estás en contra mía!? –Preguntó Sasha totalmente ofendida estirando la mano para tomar una dona, pero Mikasa le dio un fuerte manotazo antes de negar.
–No estoy en contra tuya, pero mi prima vendrá de visita unos días, así que propuso hacer una fiesta en casa. Te iba a invitar, pero aparentemente tienes planes más importantes.
– ¿Historia viene? –Preguntó Mikasa emocionada; Armin asintió mientras comía.
Pocas veces había visto a la rubiecita, pero era dulce y totalmente encantadora, por lo cual había hecho buenas migas con ella y siempre que estaba en la ciudad, disfrutaba pasar tiempo con los primos.
– ¿Así que vendrás?
–Es un sí, definitivamente.
– ¿Por qué le dices que sí a él y no a mí? –Sonsacó Sasha con voz herida.
–Bueno, para empezar, Armin jamás me ha abandonado por alguien. Y te recuerdo que mi hermano me prohibió hacerlo; Sasha no parecía feliz, pero antes de seguir discutiendo, Mikasa cerró el envase de plástico y lo metió en su mochila–. Lo siento, pero Armin y yo tenemos que estudiar antes del examen.
–Está bien, nos encontraremos para almorzar, ¿verdad?
–Ya sabes que sí.
Sasha los abrazó por el cuello y les dio un rápido beso en la mejilla a cada uno antes de desearles buena suerte y salir corriendo hacia la facultad de gastronomía. Armin y Mikasa hicieron lo mismo dirigiéndose a la de medicina. Todavía tenía mucho que estudiar si quería que las cosas salieran bien. Ya luego podría pensar en fiestas y diversión, pero ahora lo más importante era su futuro, y en aquel momento dependía de los exámenes finales.
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